martes, 7 de julio de 2020

Alguna hilacha rojiza


Este fin de semana regreso a Béjar. Es la primera vez, después de que se levantara el estado de alarma decretado por la pandemia. Allí pasé todo el confinamiento y tengo cierta ansiedad por conocer qué siento, unida a las ganas de reencontrarme con los amigos, de sentirme de nuevo en el paisaje de la sierra. Se nos han olvidado ya los tres meses que duró esa etapa de la primera fase de la epidemia. En realidad, vivimos en un paréntesis, en la suspensión del ánimo, vigilando los rebrotes en nuestro país y la pésima evolución de la enfermedad en buena parte del mundo. Estos días que he pasado en Valladolid apenas he salido de casa, resuelvo casi todo por internet o por teléfono y aprovecho las gestiones del día para dar el paseo necesario o visitar alguna exposición. Es como si hubiera trasladado a esta casa los hábitos adquiridos durante el confinamiento, supongo que me costará desprenderme de ellos y algunos me acompañarán para siempre, como extremar las medidas de higiene.

Hago algunos proyectos para este verano, que incluyen mi participación en actividades públicas: un recital, una presentación de un libro en el que participo. Acudiré a algunos espectáculos con el aforo controlado. También comienzo a proyectar qué haré después del verano y recupero la organización de los eventos habituales a partir de septiembre. Leo, escribo. Pero no logro quitarme de la cabeza la sensación de que todavía nos queda mucho padecimiento por delante, la intromisión del virus en todo lo que hagamos en los próximos meses. Sin embargo, hay que hacer cosas, hay que continuar en el trabajo, que en mí, por suerte, coincide con mi vocación. Proyectar cosas como si no estuviera el virus, pero también como si fuéramos a confinarnos de nuevo, pero con la experiencia de cómo actuar para llegar a otros.

Se ha puesto el sol, tan lento, que parecía no querer marcharse, como si el día quisiera enredárseme en la mirada. Cuando escribo esto es casi de noche, aunque aún permanece en el cielo alguna hilacha rojiza de la postpuesta. Hace mucho calor. No corre el aire. 

9 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

¿Que hace calor por allí arriba?, si estuvieras por aquí abajo te aseguro que te costaría hasta pensar.

Sor Austringiliana dijo...

Nos hemos instalado en un paréntesis, sin olvidar la cabaña. Los días eran larguísimos pero pasaron rápido, tal vez por su monotonía, no sé, fue muy raro. No lo olvidamos, el monstruo microscópico está cerca, con sus espículas dispuestas a dar el salto a nuestras células.
Disfrutemos de la libertad vigilada.

Rita Turza dijo...

Siempre son muy bellos tus retratos de interior, es cierto casi no corre aire, aire para seguir respirando lo que puede que nos depare este virus.
Me pasa como a ti, aunque intento volver a la vida que conocíamos con recitales y proyectos pendientes aunque sea con aforos limitados no me puedo quitar de la mente todo lo vivido y creo que va a ser complicado deshacerme de todo ello. Yo sigo casi en fase 1, no me gusta la nueva normalidad tan vacía de las cosas esenciales y después de todo lo vivido se me ha quedado en estado permanente un gran respeto a este desconocido que nos ha obligado a cambiar de vida y que me ha vuelto un poco antisocial.

Siempre es un verdadero placer venir a La Acequia e impregnarse de cosas bonitas.

Un fuerte abrazo, Pedro.

Roberto E. dijo...

La hilacha roja me recuerda aquello de "ese bravo lingote de una nube que entre las ruinas de la tarde abre su luminosa grieta", de un poema de Miguel Ángel Velasco.

amelche dijo...

Muy buenas, Pedro. Sí, son días raros. Parece que todo vuelve a la normalidad, pero sabes que no, que el virus sigue ahí, agazapado, esperando. Y no puedes bajar la guardia.

De Béjar compré mascarillas por internet, ¡ja, ja! Pasa un buen verano, a pesar de todo.

Un abrazo:

Ana

La seña Carmen dijo...

Algunos también nos hemos trasladado, en principio a zonas más tranquilas, pero seguimos haciendo vida semimonacal. Como no nos faltan tareas en casa, pues aquí estamos, viendo el mundo por la Interné.

Ele Bergón dijo...

Parece que todo sigue igual, pero no, ya no somos los mismos de antes de la pandemia, algo ha pasado y pasa en nosotros que ya no nos sentimos tan libres y al menos en mí, se ha instalado la añoranza de esa normalidad que echo en falta, sin el adjetivo nueva. Quiero y necesito la de siempre, pero también sé que ya no volverá.

Seguiremos caminando

Besos

Myriam dijo...

¡Qué sensación extraña habrás sentido al volver a tu casa después de tanto tiempo! Me parece muy acertado que hagas planes para el futuro, pero tomando recaudos por si...

Yo ya no hago planes, fluyo. Te parecerá loco, pero las cosas a mi se me estan dando de la mejor forma posible. Y lo agradezco.

Besos

impersonem dijo...

Bueno, es fin de semana y ya estarás en Béjar... disfruta de ese maravilloso lugar de naturaleza privilegiada...

Creo que el virus todavía va a "dar mucha guerra"... no sé si seguimos inermes ante él o moderadamente armados... tengo muchas dudas al respecto... veo los rebrotes y las posibles causas de los mismos y mi preocupación aumenta día a día...

Yo apenas salgo... y creo que este verano saldré poquito... aunque todo dependerá de cómo vayamos avanzando en el terreno pandémico...

Abrazo