lunes, 18 de mayo de 2020

En esta incertidumbre que comienza


Seguimos en fase 0, aliviada. ¿Cómo será esta calle dentro de cien años? Todo habrá pasado, menos la sierra.

Las cifras de muertos han bajado notablemente. Incluso los más críticos contra la actuación del gobierno habrán de reconocer que la curva de contagios y de muertos se ha controlado mucho antes que en otros países tan afectados como este, pero no importará porque ya nadie hace caso de las cifras y los datos, salvo los expertos que deben sacarnos de esto.

Ayer, en Béjar, a imitación de lo que ha ocurrido en otras ciudades, se produjo la primera cacerolada contra la actuación del gobierno nacional durante la pandemia, que ha hecho cosas mal y cosas bien, pero ninguno de los que golpeaban con energía las sartenes y ollas (unas decenas) se paran a pensar qué se debe a este gobierno y qué es achacable a los autonómicos, que tenían las competencias sobre sanidad y residencias de ancianos hasta que se decretó el estado de alarma ni que en otros lugares en los que gobiernan los de su ideología han sucedido cosas similares o peores que en este. Nadie se acordará de que la falta de acuerdo (achacable a varios partidos y líderes políticos) impidió la formación de un gobierno estable durante meses, del color que fuera. En realidad, algunos de los que salieron ayer hubieran convocado una cacerolada a estas alturas aunque no hubiéramos tenido pandemia, por cualquier otro motivo.

No estamos en tiempos de análisis fino sino de aspavientos y desahogos emocionales. En estas manifestaciones minoritarias -en las que han participado unos miles de personas en toda España- se exige libertad porque según los manifestantes se les había arrebatado sin razón o la ven cuestionada con temor hacia el futuro. Al igual que en otros países, entre los que se manifiestan hay de todo: personas que necesitan desahogar su rabia y malestar, conspiranoicos, negacionistas, oportunistas, amigos que necesitan estar juntos, quienes solo se informan desde un tipo de medios de comunicación, buenas personas que piensan que es lo que deben hacer en estos momentos, opositores irredentos, etc. Mezclan algunos datos tomados de aquí y de allá con el temor que les provoca aquel que no piensa como ellos. Como la mayoría de ellos no manejan argumentos, respeto sus emociones mientras no quieran imponérmelas, como tampoco dejaré que hagan otros. Ante la emoción es inútil el razonamiento. Basta con respetar el derecho a la manifestación que debe regir cualquier democracia y pedir que sean precavidos.

Yo quiero estar alejado de la crispación en la que vivimos desde hace mucho tiempo porque la crispación solo hace daño, más en estos momentos, y porque es fruto de los intereses mediáticos de algunos grupos de comunicación asociados con sectores políticos y empresariales y de la desinformación provocada por las campañas agresivas de patrañas que corren por las redes sociales. Porque frente al grito de unos vendrá el grito de otros, como ha sucedido siempre, y alguien debe romper esta espiral o pereceremos como sociedad apta para afrontar los retos que se nos presenten durante décadas.

Ojalá pronto comience a construirse desde la discrepancia.

He de hacer notar algo, porque no lo estoy escuchando. Antes de la pandemia, esta ciudad vivía  desde hace un par de décadas un ambiente de creciente tensión política similar al resto de España porque la lucha política en este país desde hace más de dos décadas es detestable salvo pocas excepciones por culpa de los unos y de los otros, pero desde el estado de alarma, en Béjar el comportamiento de la oposición ha contribuido a un clima de tranquilidad. Con las normales discrepancias y presiones debidas al juego político democrático, estas semanas hemos vivido pensando en cómo actuar frente al virus. No tengo más que alabanzas para todos los grupos políticos que integran el ayuntamiento. Los aciertos y errores se pondrán en la balanza después, pero ojalá este ambiente de sana confrontación política continúe cuando haya que tomar medidas para revitalizar esta hermosa ciudad, que tanto me ha dado desde que hace once años me comprometí con ella sin mirar el color político de mis amigos ni quién gobernaba la institución con la que colaboraba para fomentar la cultura. La discrepancia política es necesaria en democracia, pero también la colaboración para un bien común. Sé que lo que ha ocurrido en Béjar durante estos días no es un caso único en los municipios españoles y eso me da una cierta esperanza.

En la esfera nacional, en cualquiera de los varios bandos enfrentados (hay más que los dos que simplificamos tan fácilmente), hay quien piensa que cuando peor, mejor para sus propios intereses. Qué gran error. Sobre todo en momentos como los que nos vendrán, con próximos brotes de la pandemia esperándonos y una dificilísima situación económica por delante.

En Francia, varios colegios que se han abierto en el proceso de salida del confinamiento han debido cerrar de nuevo porque en ellos han crecido los contagios. Quien haya pensado que esto ha terminado, se equivoca. A no ser que el calor se lleve el virus, como algunas teorías vaticinan, queda temor para mucho tiempo y hay que acostumbrarse a vivir durante muchos meses con todas las preocupaciones.

En cambio, los intereses económicos que rodean al fútbol han conseguido un calendario inminente de regreso de las grandes ligas internacionales europeas. Todos han hecho números y les sale rentable.

Según parece, el gobierno italiano, en cuyo país las cifras son peores que aquí y el confinamiento ha sido más largo, ha cedido a la presión de los gobiernos regionales y hará que cada uno tome sus propias decisiones. Algunos ven bien esto, pero meterá al país en una carrera para desactivar todas las medidas lo antes posible. Ocurrirá aquí también en breve. Veremos las consecuencias.

Ayer ya se notó la subida de temperatura. Irá subiendo a lo largo de la semana.

Hoy subiremos al arranque de la sierra en la franja horaria de la tarde noche. He dedicado la mañana a trabajar, corregir tareas de mis alumnos y a una reunión de clase por videoconferencia. Estoy en la parte final del curso y el trabajo se acumula. Esta tarde me llegaré al inicio de esta sierra, como premio final a mi jornada. Desde allí miraré esta ciudad alargada y cerraré un momento los ojos para desearle toda la fortuna en esta incertidumbre que comienza ahora.

7 comentarios:

São dijo...

Politizar uma tragédia como esta é de muito mau gosto, francamente.

Que fariam os que criticam agora o Governo?

Besos, querido amigo

Emilio Manuel dijo...

Es curioso, es en la ciudades más conservadoras, Granada entre ellas es donde las caceroladas son más importantes, entre los manifestantes, jovencitos/as bien arreglados/as y con buen porte,todos ellos embutidos en banderas de España y pidiendo libertad,¡¡joder!! ¿sabrán esos niños/as lo que es carecer de libertad?, ¡¡cuanta culpa tienen de todo "los otros"!!

Sor Austringiliana dijo...

Inútil el razonamiento para quien no está dispuesto a admitir nada más allá de las consignas con las que ha sido formateado.
En Burgos, junto al puente Malatos, un chavalito en bicicleta se enfrentó a los manifestantes:por qué no os manifestasteis cuando hubo recortes en Sanidad. El único altercado, el diario local publicó el vídeo
Hay esperanza.

Fackel dijo...

Cierta gente que confunde los culos con las témporas interesadamente ha politizado en el peor sentido la situación crítica de la crisis sanitaria colectiva. Iban tras ello desde la víspera, como diría el otro. Todo vale para buscar excusas que ratifiquen sus comportamientos fanáticos. Yo la conclusión que saco es que la ignorancia gana adeptos o al menos los mantiene, la maldad encuentra eco entre los tontos, muchos no han cambiado el chip del régimen anterior, el nivel de cultura democrática es preocupante y para cierta gente todo vale, el fin justifica los medios y estoy convencido que si hubiera habido más muertos -y mira que ha habido y es para dolernos en lugar de caceroladas- se habrían alegrado más. No es cuestión de ideas ni de derechos de expresión. Sino de inmoralidad. Malo que algunos hayan elegido el camino del odio y del extremismo político como si España fuera su finca privada.

Doctor Krapp dijo...

Es la pura manipulación emocional usada para conseguir réditos políticos y ahora que las cifras les perjudican y los sondeos electorales no les favorecen como pensaban entre la población en general, salvando a esos pocos miles, es el gesto de rabia y de impotencia.
No nos merecemos a esos dirigentes, en absoluto,

impersonem dijo...

Suscribo todo lo que dices tú y todo lo que dice Fackel...

Esto va de agitar para derribar al gobierno que aunque salió legítimamente de las urnas, lo consideran ilegítimo porque no les sirve para sus intereses y privilegios...

Respeto el derecho a manifestarse, pero pueden darle a la cacerola desde sus balcones o ventanas, lo que evitaría el riesgo de contagio...

El gobierno ha tenido, como bien dices, aciertos y errores, pero creo que lo está haciendo bastante bien... y sobre las medidas de protección social activadas, ya iremos viendo los resultados y sacando conclusiones... y tal vez una inmensa mayoría empiece a notar la diferencia que hay cuando están unos y cuando están otros...

Estando en la que estamos, lo patriótico hubiera sido aparcar el politiqueo barato de trinchera, y haberse puesto todos a una a remar juntos en la misma dirección para salvar el barco...

Abrazo

Ele Bergón dijo...

No hay que confundir discrepancia con crispación, pero algunos sí lo hacen y ahora están tan enfadados que cuando vamos saliendo, poco a poco de esta pandemia, salen a la calle porque "tenían que ser ellos" los que lo habrían arreglado y no el Gobierno.

Por fortuna, en el lugar donde vivo, todavía no hay caceroladas,o al menos, no han llegado a mis oídos. En mi calle son las palmas para los sanitarios lo que se oye a las ocho de la tarde y a las nueve,las personas paseando, unos con mascarilla y otros sin ella, pero más o menos separados, porque aquí, por fortuna, el campo nos acoge.

Besos