Como estos últimos días, el tiempo ha cambiado a lo largo de las horas. Amaneció luminoso, con las nubes pegadas a las cimas de la sierra, cambiantes con la luz de la mañana, que les daba cierto aire inverosímil, ficticio. Se extendió la neblina a media mañana y luego se levantó, dejando alguna ligera lluvia. Llueve ahora de forma pausada. Es curioso cómo el tiempo se ha convertido en algo tan importante cuando no podemos salir de casa. Antes (¿será así siempre, diremos antes del confinamiento por la pandemia vírica porque nos ha cambiado para hacernos diferentes, durante cuánto tiempo marcará nuestra vida?), solo me importaba el tiempo si iba a ir o no a algún sitio. Recuerdo, cuando mi vida se fue ampliando por ciudades, que mi madre me daba el parte meteorológico por aquellas que yo había ido haciendo mías, aunque no fuera a viajar. Mi madre veía el pronóstico de varios informativos, saltando de cadena de televisión, hasta tener una noticia tan detallada que me asombraba con su precisión.
Hace unos días vi un reportaje sobre la situación de algunos inmigrantes que trabajan como temporeros en el campo español, alarmante siempre, pero más ahora con esta enfermedad. No es que no lo supiera antes, pero verlo unos minutos en televisión resulta un necesario recordatorio en imágenes. Estos jóvenes que trabajan en lo que los españoles no queremos, se encuentran hacinados en poblados de chabolas, sin agua ni condiciones higiénica, sin espacio para adoptar una medida de protección frente al virus. No solo frente a este virus, sino a cualquier otra enfermedad. Como todos, he pasado varias veces cerca de estos lugares y he cerrado los ojos, pero ese agujero en la tierra en el que hacen sus necesidades me obliga a pensar en cuál es el precio de las fresas que ponen estas manos en mi mesa. Supongo que la responsabilidad de lo que ocurre no está concentrada en un solo lugar y que lo que vi en televisión no podrá generalizarse a toda España, pero lo que vi existe no solo porque haya sido objeto de un reportaje televisivo, sino porque yo lo sabía antes de esto y si yo tengo conocimiento, otros muchos lo habrán tenido también. Estos jóvenes trabajando para nosotros en estas condiciones son el ejemplo más palpable de las diferencias sociales en este primer mundo en el que vivo. Ahora nosotros estamos confinados, ¿pero ellos, estos jóvenes que queremos que sean invisibles en nuestras calles?
Frente a estos trabajadores inmigrantes, ¿qué sentido tiene tanto postureo para salir en las redes sociales con retos, ocurrencias y tonterías con los que pasamos estas semanas y la pequeña fama que algunos han conseguido? ¿Qué sentido tienen gran parte de las preguntas que nos hacemos sobre nuestra vida?
La tarde se me ha ido lentamente. No he parado de hacer cosas, pero levanto la cabeza del teclado y ya es de noche. Mañana, en efecto, será otro día.
10 comentarios:
Según escuché decir a un hombre o mujer, no recuerdo bien su género, estamos viviendo la primavera más húmeda del siglo y a nosotros nos pilla confinados.
En cuanto a los inmigrantes temporeros, la cosa es para llorar, el propio gobierno ha aceptado, a petición de los empresarios del campo, que dado la falta de trabajadores, se pueda contratar a parados pero que puedan compatibilizarlo con el subsidio de paro, vamos, que ya saben que se pagaba una miseria y que ningún trabajador hispano sacaría la fruta o verduras con un salario de miseria, ¡¡de cuantas cosas estamos tomando conciencia!!.
En la opinión sobre los inmigrantes tan desafortunados hay una hipocresía y una inmoralidad latente. Los chivos expiatorios de la falta de racionalidad y argumentos de los extremistas señoritos, aunque entre estos haya muchos obreretes de poco seso. A mí me sobrecogen las imágenes de los inmigrantes recogiendo lo que los españolitos no quieren recoger. En fin. Paisajes, nubarrones, tormentas, de todo.
En efecto, mañana será otro día, con otros instantes, con otros cielos, con otros acontecimientos que se vayan sucediendo, porque el tiempo no para, aunque a veces pensemos que sí lo hace y en estos días de confinamiento, también, aunque nosotros pensemos que estamos quietos, no es cierto.
Interesante lo que cuentas de las personas que viven sus experiencias para poder sobrevivir, ellos, en estas circunstancias, siguen estando en desventaja con respecto a nosotros, que en el fondo somos los afortunados por tener unas condiciones más ventajosas.Sin embargo,todavía hay muchos que piensan que los emigrantes nos están quitando el trabajo. Hoy en día el campo está pidiendo con desespero manos para recolectar ¿dónde se encuentran todas esas personas que tanto vociferaban contra ellos?
Besos
No busques qué sentido tiene todo ahora Pedro...
Es tarea vana.
Besos, y cuídate mucho.
Conozco algo de los temporeros a través de mi hijo y sí, es lo que parece. El postureo en las redes me hace sentir vergüenza ajena. Salgo a aplaudir pero me molesta tanta tontería. Supongo que no ver a los fallecidos también cuenta.
Un abrazo
Esta mañana he ido al supermercado, me quedé mirando los cestillos de fresas, fresas de la ira.
Interesante reflexión sobre contratar a inmigrantes en mínimas condiciones para realizar tareas que los parados de aquí no quieren hacer. Para que abramos los ojos y miremos el mundo en el que vivimos.
Da vergüenza ver esos poblados donde viven los que recogen las fresas que nos comemos con gusto.
Cada día tiene su propia naturaleza y sus propios afanes, ahora principalmente de interior...
Yo vi un reportaje de esos temporeros en el programa "Lo de Évole", no sé si te refieres a ese reportaje, por lo que dices del agujero en el suelo donde hacen sus necesidades supongo que sí. Terrible realidad la que soportan. No sé qué reflexiones motivará ese reportaje en quienes lo vimos, o esa realidad en quienes sabemos de su existencia por diferentes fuentes, supongo que cada cual haremos la nuestra, yo coincido sustancialmente con la tuya.
Abrazo
Tu frase que comienza así: "Frente a estos trabajadores inmigrantes, ¿qué sentido tiene tanto postureo para salir en las redes sociales" debería hacernos reflexionar y obrar en consecuencia.
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