Las lluvias de ayer y hoy han dejado una capa fina de nieve nueva en lo más alto de la sierra de Béjar. Nieve de primavera, que se irá con los primeros soles.
Estos días de lluvia y epidemia vírica, he recordado el poema Lluvia y gracia de Claudio Rodríguez. Se incluye en el libro Alianza y condena, publicado en 1965. Un ejemplo más de esa virtuosa forma de su escritura, que trasformaba lo más cotidiano en alta reflexión. El poeta va en autobús:
Desde el autobús, lleno
de labriegos, de curas y de gallos,
al llegar a Palencia,
veo a ese hombre.
De pronto, se desencadena la lluvia y el hombre corre como quien asesina hasta buscar refugio en un portal. No comprende el significado profundo del agua:
que le crece como un renuevo fértil
en su respiración acelerada,
que es cebo vivo, amor ya sin remedio,
En su ignorancia, nos dice el poeta, respira tranquilo
al ver cómo su ropa
poco a poco se seca.
Este virus nos molesta, ha turbado nuestro mundo y ha provocado miles de muertes en todo el mundo, quizá cuando termine la epidemia sean centenares de miles de muertes por las que haya que llorar. Ojalá pudiéramos librarnos de él como cuando se contempla cómo se seca la ropa después de la lluvia. Pero la historia de la humanidad no se debe construir sobre ese llanto necesario, sino sobre las lecciones que nos da la vida y sus consecuencias. Deberíamos estar preparados para obtener las lecciones adecuadas de todo esto. Siempre lo hemos hecho.
Lo primero debería ser aceptar la realidad. El ser humano se ha hecho muy fuerte a lo largo de su evolución, pero sigue siendo frágil. Hemos vencido todo tipo de enfermedades y venceremos esta. No tan rápido como deseamos. En un tiempo como este en el que las redes sociales nos han acostumbrado a la rapidez y la comodidad para conseguir casi todo, exigimos que los científicos -a los que no apoyamos suficientemente con los presupuestos públicos- den con un medicamento adecuado y con una vacuna en semanas. Deberíamos saber que esto es imposible, que la ciencia y la medicina tienen sus tiempos y sus protocolos. Solo la soberbia de nuestra condición moderna nos lleva a exigir algo imposible. La ciencia no es la fe religiosa, como la política en estos casos no es lo que querríamos que fuera sino lo que es.
Lo segundo, es comprender que estamos inevitablemente expuestos a esta y próximas pandemias por nuestra forma de vida, por la globalización y la hipercomunicación.
La primera lección debe ser la aceptación de nuestra fragilidad porque esa es nuestra fortaleza. A partir de ahí se tendrá que compartir toda la información científica por encima de patentes farmacéuticas y esto, en un mundo capitalista como el nuestro, solo es posible con la legislación adecuada acompañada de financiación y cooperación internacional.
Miro la sierra, hacia la Covatilla y el Calvitero. Su fina capa de nieve. Ha dejado de llover y, como todos estos días, la luz del atardecer nos regala la calma suficiente.
7 comentarios:
La fragilidad nos lleva a la busqueda de fortaleza y ese es el camino, la prepotencia y la ignorancia se llevará muchas más muertes.
Al menos el nuestro si que lo ha perturbado, tendríamos que estar preparando las maletas para un viaje a Centro Europa, Norte de Italia, Austria y Alpes Suizos, habrá que dejarlo para otro tiempo, si nos deja.
GRACIAS A TUS PALABRAS HE VUELTO A VER BÉJAR.
tE ECHÉ EN FALTA, UN DÍA
Paquita
Me asomo a la calle,
y la veo desierta,
apenas un coche,
que va o que viene,
y el autobús vacío...
Es sábado por la tarde.
Saldremos de esta y habrá que prepararse para la próxima.
La luz del atardecer nos regale la calma.
Hoy he leído que la arboleda por la que paso muchas veces está encima de una fosa común de unos doce mil cadáveres correspondientes a una epidemia de tifus durante el sitio de Zaragoza.
El principio de realidad es lo primero, sí. Todo debe ir más lento, ya lo hace, pero falta la costumbre.
En fin, un abrazo
Cada vez que lo necesites, mira hacia la sierra: allí está tu salvación. El horizonte lejano es lo que nos ayudará a avanzar.
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