lunes, 27 de abril de 2020

El impulso voluntario de las nubes


Escribo cuando el día se cierra hacia la Peña de Francia. Desde la ventana, las nubes parecen correr hacia allá, arrebatadas por un impulso voluntario.

Me siento extraño. La posibilidad de salir a partir del sábado me intranquiliza. Sé que las salidas estarán limitadas por horas, por edades, quizá por zonas. Hay que salir, lo sé, pero todo nos advierte sobre las posibilidades de contagio antes de que se tenga una vacuna. El virus muestra ahora sus diferentes rostros y no parece tan definido como cuando las noticias nos llegaban desde una remota región de China que nos era más próxima de lo que suponíamos. Los científicos y los médicos comparten información sobre los tratamientos posibles y siguen insistiendo en la necesidad de controlar el número de contagios para que se pueda atender a los enfermos adecuadamente. En mejores condiciones, porque se perfilan poco a poco los medicamentos más efectivos. La mayor parte de nosotros nos contagiaremos, no hay duda y será inevitable. Es también normal que así sea porque vivimos y sabíamos que antes o después vendría una pandemia de este tipo y que el tiempo que tarde la ciencia en desarrollar una vacuna será el más corto en la historia de la humanidad, pero se tardará un tiempo y por el camino habrá crecido el mapa del sufrimiento. Es curiosa la delicada sensibilidad de los occidentales ante lo que ocurre: exigimos, pero no nos acordamos de que la ciencia y la medicina requiere sus pasos, qué piel más fina para lo nuestro cuando sabemos que el sufrimiento recorre el mundo cada año. Exigimos que nosotros, que estamos en los países desarrollados seamos protegidos de forma inmediata por las instituciones. Nos hemos acostumbrado a vivir en un parque temático continuo y no sabemos ya qué es el padecimiento ni el dolor. Somos de plástico, del mismo plástico con el que hemos llenado los océanos y cuyas partículas llevamos dentro al ingerirlas con los alimentos contaminados.

Me siento extraño. A partir del sábado hay que salir, pero durante meses tendremos que guardar unas medidas de protección necesarias. Cada uno de nosotros deberá protegerse más allá de las recomendaciones que nos den, durante un tiempo impreciso. Nuestra forma de relacionarse cambiará, nuestra forma de vida habrá sufrido los embates de la enfermedad, pero hay que salir porque la vida es siempre riesgo. Debemos asumir que hay que reducir la exposición al peligro, pero esto no nos debe paralizar.

Algo más. A partir del sábado todo quedará en nuestras manos. Será nuestra la responsabilidad cotidiana. ¿Qué haremos, cómo viviremos lo que se ha dado en llamar la nueva normalidad, la nueva vida? ¿Cuántos trasgresores pondrán en riesgo la vida de los otros? ¿A partir de qué porcentaje de irresponsables todo el esfuerzo realizado será inútil?

¿Hemos llegado ya al número máximo de contradicciones personales sobre la epidemia? ¿Cuántos de los que reclamaban una cosa cuando la tienen reclaman la contraria? ¿Cuántos de los que ven fracasar en otros países las medidas y las políticas que piden para aquí seguirán pidiéndolas? ¿Cuántos de los que quieren que esto se acabe ya rechazan las medidas de control social necesarias para que esto sea así? ¿Cuántos de los que despreciaban al Estado como institución exigirán de él las soluciones? ¿Cuántos de los que piden ciencia y medicina y resultados alientan la mentira haciendo correr patrañas y campañas en contra del bien común por las redes sociales? ¿Cuántos de los que han contribuido al expolio del capital público, la crisis económica de hace unos años y la reducción en la inversión en sanidad pública volverán al camino que nos ha traído hasta aquí? En España se da el caso singular de que todas las instituciones han cometido errores y que todos los partidos políticos tienen responsabilidad en el gobierno de una u otra. Lo que esperamos los ciudadanos es que en una situación como esta sean capaces de llegar a acuerdos.

Necesitamos más que nunca cordura, razón, consenso y empatía, pero qué lejos estamos de esto. Una sociedad no puede vivir de forma permanente una campaña electoral radicalizada, menos cuando está inmersa en un desastre como este. No es cierto el refrán de que en río revuelto ganen los pescadores. De esta crecida solo sacaremos barro.

Sin embargo, los científicos y los profesionales sacan adelante su trabajo, la mayoría respeta cívicamente las normas y cuida de su familia y al hacerlo cuida de todos. Estos dos días he oído la risa de los niños en la calle desde el balcón abierto. Al desayunar, la casa se llena a olor de café recién hecho y el día se muestra apetecible y nuevo. Y sé que el mundo es ancho y nos queda mucha vida por delante.

6 comentarios:

mojadopapel dijo...

Nos quedará vida si aprendemos a protegerla.

Sor Austringiliana dijo...

Es insoportable la campaña electoral radicalizada, es demasiado doloroso oírles, que callen de una vez y se unan para hacer algo.

Me levanto y me pongo un café. Bendita sea la luz del día.

Emilio Manuel dijo...

Plenamente de acuerdo contigo, solo una cosa, me siento extraño, más por los 45 días que llevo encerrado que por la salida, hoy nos enteraremos si podemos o no salir; me va a costar trabajo, ya sabes los españoles y especialmente los andaluces, somos de mucho tocar y mucho sobar, que no podamos hacerlo, va a costar retenerte para no besar ni abrazar, especialmente si son tus hijos o nietos los que están próximos.

Si quiero salir a respirar teniendo claro que hay que hacerlo con responsabilidad, nos jugamos la vida y no es cosa de tirarla por la alcantarilla.

XuanRata dijo...

Parece que no podemos vivir sin el ruido. Y ahora que por momentos recobramos el silencio, más ruido, más odio, más acusaciones, casi parece una forma de pasar el rato, para muchos una forma de existencia.

Todavía nos quedan varias semanas de aislamiento, aunque el confinamiento no sea total, el aislamiento seguirá siéndolo. Creo que va a ser más difícil la desescalada que la escalada: los montañeros saben que la mayoría de los accidentes graves suceden en los descensos, ahí es cuando hay que extremar la atención y la precaución. Un día de estos debería salir un alpinista con Fernando Simón y darnos algún que otro consejo.

Berta Martín Delaparte dijo...

Somos como las nubes. Últimamente posteas una fotografía diaria, con el mismo punto de enfoque, en la que las protagonistas son las nubes. Cada día la fotografía con nubes es diferente. Cambian los colores, las formas, los tamaños, la iluminación varía dependiendo de los efectos metereológicos, pero en definitiva continúan siendo Nubes. El Covid- 16 nos ha obligado a quedarnos en casa, cuando salgamos continuaremos siendo los mismos; simplemente nuestro Yo, teme que los demás no nos dejen continuar como somos.

Ele Bergón dijo...

Si hace un año por estas fechas nos hubieran dicho que para salir a la calle, necesitábamos el permiso del Ministro de Sanidad, nos hubiéramos reído mucho, porque nadie se hubiera imaginado lo que ha ocurrido un año después. Pero sí, nos dan permiso para salir a la calle, eso sí con condiciones. ¿Las respetaremos? Yo creo que sí, aunque haya algunos que siempre se tienen que saltar las normas.

Muchas preguntas haces para poderlas responder. Solo el tiempo tiene las respuestas.

Besos