No es fácil entrar en Poeta en Nueva York, pero no por lo que piensa la mayoría. No es fácil entrar en Poeta en Nueva York no porque sea ininteligible -es mucho más comprensible de lo que nos parece en la primera lectura-, sino porque arrastramos un exceso de condicionantes en nuestra lectura habitual de los textos literarios. La educación lectora y la comodidad como lectores nos llevan a una búsqueda argumental, pero de un argumento lineal y convencional; también a una directa expresión metafórica o a una traslación sencilla de la emoción. En tiempos de García Lorca también existía la tiranía del lector, como ahora. Un lector que exige comprender aquello que lee a la primera o con escaso esfuerzo. Este lector, además, parte de unos condicionantes previos, que le han llevado a entender el texto literario casi exclusivamente a partir de una traslación argumental elemental de un sentimiento o de una idea. Y siendo esto lícito, no es toda la literatura. Mucha buena literatura está expresada con esa sencillez, aunque en ocasiones la sencillez esconda unos referentes profundos que también se nos escapan si no vamos más allá del argumento, como ocurre con la literatura mística o con Gustavo Adolfo Bécquer, por ejemplo. En gran medida, la banalidad de gran parte de la literatura actual se debe a esta falta de esfuerzo del lector, la escasa capacidad de muchos escritores o la cesión de muchos otros buscando un público concreto. En el reino de la banalidad y lo evidente nunca podrá tener hueco este poemario de Lorca.
Hay otro tipo de literatura que nos pide un esfuerzo y que nos recompensa solo en tanto seamos capaces de hacerlo. Poeta en Nueva York pertenece a este tipo de literatura, pero se inscribe en ella sin rechazar a los lectores. Incluso los que abordan por primera vez su lectura sin las armas previas requeridas, perciben desde el momento inicial que están ante una poesía que despierta emociones aunque no se comprendan inmediatamente de forma racional (he ahí uno de los errores que solemos cometer: exigir racionalidad a todo lo artístico). Esta previa llamada de atención al lector en este libro se debe a varias razones que anuncian en su mente que se encuentra en un mundo poético lleno de complejidad y en el que se tocan temas esenciales que le apelan y le impulsan a seguir leyendo. Aquellos lectores que no se sientan apelados, dejarán de leer porque cada verso le parecerá un galimatías sin sentido.
Aquí no se pretende obligar a nadie a leer Poeta en Nueva York, pero los que no se sientan apelados por sus imágenes, perderán la oportunidad de entrar en uno de los grandes libros de poesía de todos los tiempos en cualquier idioma. Quizá merezca la pena el esfuerzo.
Por lo general, son dos cosas las que nos provocan extrañeza en este texto y que lo hicieron desde el primer momento de su publicación: en primer lugar, las imágenes de procedencia surrealista; en segundo lugar, la libertad métrica. Ambas parten de una misma proclama: el poeta es libre definitivamente y no tiene por qué condicionarse a cánones establecidos de lo literario. El surrealismo de los años veinte del pasado siglo había reclamado esta plena libertad del artista, con una consciente capacidad de provocación ante una sociedad atada a lo convencional. Esta libertad del poeta se extendía a todos los campos del arte, también al de la moral. Sin embargo, esta libertad del poeta no implica necesariamente que su arte sea incomprensible.
Veamos el caso de García Lorca. Todas las imágenes que usa el autor en Poeta en Nueva York se agrupan en la tensión entre la naturaleza y lo artificial y desde allí se desencadenan por oposición. Incluso las más personales que abordan el choque entre la infancia y la madurez, lo irracional y lo racional, entre el poeta y la ciudad (o el mundo), entre lo que se debe abandonar y lo que se debe abrazar. Una vez encontrado el núcleo de estas oposiciones, es relativamente fácil comprender los poemas, que se basan en metáforas que las desarrollan desde perspectivas emocionales o plásticas. Basta con que no exijamos una convención argumental en la forma de tratar los temas y nos dejemos golpear por las imágenes, para que comenzamos a comprenderlas, aflorando esa parte irracional que todos llevamos dentro y que es más universal que algunas manifestaciones de la civilización. Lo mismo ocurre con la métrica, que se decanta hacia el verso libre pero se encadena continuamente a estructuras octosílabas, endecasílabas o el versículo bíblico, siempre con unos ritmos sintácticos e ideológicos muy marcados. Una libertad que busca un efecto adecuado para lo que se quiere expresar.
Poeta en Nueva York es un poemario que marca una transición entre la voz poética anterior y la voz nueva. Una transición no exenta de gran violencia, de la que hablaremos en la próxima entrada.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino se adentra en el comentario de algunos poemas de este libro, desentrañando su oscuridad con la lentitud requerida. Va en buen camino.
La tarde del lunes 3 de marzo celebraremos la reunión del formato presencial del club de lectura en la sede burgalesa del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (Palacio de la Isla). A las 17:00 h en sesión conjunta con el Aula de Historia de Alumni UBU, con entrada libre hasta completar el aforo. Te esperamos.
Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.
Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.
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3 comentarios:
Cierto, leer a Federico no es nada fácil, yo diría que es bastante difícil comprender sus poemas, hay que hacer un esfuerzo que te lleva incluso a conocer al propio poeta, entre lineas se comprende su lucha interior y su pensamiento, son los que leen o no su "Romancero Gitano" los que se creen que han entendido al gran Lorca, seguramente no han entendido nada salvo que en el título lleva la palabra gitano, a partir de ahí, todo se complica.
Romancero gitano no va de gitanos y en Poeta en Nueva York lo de menos es Nueva York. Su tormenta espiritual coincidió con su famoso viaje o tal vez Federico era todo él la tormenta.
Es un libro muy difícil, a María Ángeles Merino le cuesta mucho entrar en cada poema, lo positivo es que luego te quedas para siempre. Sus imágenes desconciertan o enamoran, siempre dan qué pensar, intrigan.
Muy lentamente va esta lectora, a ver esta tarde otros lectores. Nos vemos, gracias por tus palabras de ànimo.
Es cierto, cuando se hace el esfuerzo la recompensa es mayor, no solo me pasó con poeta en Nueva York,con ciertos autores es necesario hacerlo para disfrutar con plenitud su obra
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