miércoles, 8 de enero de 2020

Niebla


Qué poca cosa son todos los caminos de regreso cuando los borra la niebla. Ya no están: es más cierto lo difuminado que lo más sólido, la nube que nos envuelve que todas las señales que pusimos al irnos. Se va echando la vida, digo la niebla, y nos quedamos en medio del páramo. Desvalidos.
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¡Cómo nos engañamos al regresar! Nada ha quedado sin la mancha de óxido. El tiempo hace su labor, por suerte. Si hubiéramos muerto jóvenes el tiempo nos habría ahorrado ese óxido que mancha. No es regresar lo importante. Argos lo sabe tras esperar a su amo veinte años. Ni Ulises ni él son los mismos. En ellos anida el mentiroso engaño del sentimiento, el recuerdo fijado y obsesivo de aquellos que fuimos y ya no somos. Argos muere a los pies de su amo, este derrama una lágrima. si Ulises hubiera muerto joven y hermoso a las puertas de Troya hubiera sido Aquiles.
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El otro día se echó la niebla sobre Valladolid como si devorara lentamente la ciudad, que fue desapareciendo. Yo ya no la recuerdo, tanta niebla llevo ya en los ojos. Soñé alguna vez atravesar la niebla y aparecer en mi barrio sin asfaltar, a las afueras, con los charcos congelados por la helada del invierno. Soñar la niebla es eso, estar en un lugar en el que te puedes encontrar con quien fuiste. Reconoceríamos con ternura al niño envuelto en guantes y bufanda, ¿pero reconoceríamos al que seremos o nos negaremos? No, no, yo no puedo ser ese. No puedo haber devenido en ese. Ni siquiera Argos ha sobrevivido a nuestra ausencia para reconocernos.

13 comentarios:

María dijo...

Esa niebla que emborrona nuestra mirada y la enfría.

Besos y feliz 2020.

Fackel dijo...

La niebla de ahora no tiene nada que ver con la que percibí de niño. Hoy hay niebla hasta en días claros, es niebla de la temporalidad, no del tiempo climático. Emborrona, pero no logra borrar aquel pasado. Niebla entonces convertida en refugio de una ciudad callada, castañas asadas en los bolsillos, cine en la tarde del domingo, llegar a casa dando vueltas a la película. Hoy soy incapaz de contar una película que haya visto con la secuencia ordenada de la infancia. Cada vez pierde más uno la propia narración de su pasado. Niebla intensa, angustiosa, más que la de Valladolid estos días o, al menos, más a la carta.

Emilio Manuel dijo...

En un principio puede que no nos queramos reconocer, al final, no podemos engañarnos siempre.

Sor Austringiliana dijo...

Un viaje imposible a través de la niebla, algún rastro encontramos, puede ser engañoso pero nos agarramos a él como el náufrago a una tabla que flota en el océano.

Doctor Krapp dijo...

Un texto bien bello. Vivo en tierra de nieblas, que ha hecho de la poética de las nieblas parte de su personalidad, por eso quizás somos tan nostálgicos no sabiendo muy bien de que, porque un pasado perdido siempre es un pasado soñado.

andandos dijo...

Aceptarnos como somos. Los demás nos ven diferente pero nosotros sabemos lo que hemos llegado, por el momento, a ser.
Un abrazo

andandos dijo...

Haces lo que sabes hacer, o sea, escribir, públicamente y sospecho que también privadamente.
Quizás deberíamos volver a leer el Quijote.

Un abrazo

La seña Carmen dijo...

Esos días de niebla en los que cuesta tanto respirar, pero que sin embargo, son tan inspiradores.

LA ZARZAMORA dijo...

Y tras leerte me quedo pensando en aquella Niebla de un tal Unamuno...
;)

Mil besos, Pedro.

Ele Bergón dijo...

Tengo gratos recuerdos del lugar donde nací y pasé una corta infancia, pero no vienen a mi mente, los días de niebla, que siempre hemos llamado " de Valladolid".

Hace unos cuantos días, me introduje en esa niebla oscura, densa, muy densa y quiero decirte, que me gustó perderme en ella, quizás era porque conocía muy bien los caminos y sabía que venía de allí, de tu ciudad.

Besos

impersonem dijo...

Supongo que el camino y la niebla tienen que formar parte de la gran aventura humana que transcurre entre el nacimiento y la muerte... no lo sé... pero tendremos que aprender a despejar la niebla y a elegir y a andar caminos... también, parafraseando a Sabina, a convivir con el óxido de los días y con todos los galimatías que nos rodean y desafían nuestra resistencia y habilidades...

Abrazo

Myriam dijo...

"Soñar la niebla es eso, estar en un lugar en el que te puedes encontrar con quien fuiste". Me gusta, soñemos niebla entonces. Pero también me gusta quien soy hoy, suma de todos esos ayeres más el aprendizaje durante el camino.

Besos

Blanca dijo...

No había pensado en volver atrás, siempre andamos ocupados en el mañana. Pero si así fuera, no tendríamos mejores opciones que volver a aceptarnos y reconocernos;al fin y al cabo, "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", ¿miedo? Sí, a Caronte y su viaje,que digo yo,que ya será en yate. De momento, vivamos "La divina comedia" que no es poco.
Saludos