Valga una advertencia inicial, de esas que deberían ser tan de sentido común que no habría que expresar. Arturo Pérez Reverte escribe una novela que se suma a una tradición literaria que trata la figura histórica de Rodrigo Díaz, conocido como el Cid. Puede leerse sin conocer nada sobre el personaje histórico ni haber leído ningún tratamiento literario anterior; también con un conocimiento superficial sobre el Cid histórico y el literario, poco más que cuatro nociones que se creen saber o las lecturas escolares que se hacían antes -digo antes porque ahora la literatura de los clásicos es una especie en extinción en la escuela- y alguna información obtenida en un viaje a Burgos al toparse con la estatua dedicada al héroe castellano que se encuentra frente al Teatro Principal. Se puede leer Sidi y disfrutarlo sin saber nada más, pero solo conociendo el lugar que ocupa en esa tradición y las decisiones tomadas por el autor para caracterizar al personaje y trazar la línea argumental y temática de la novela, estaremos en condiciones de comprenderla mejor. Si, además, se conocen algunas de las cuestiones más significativas que los historiadores han fijado sobre la figura histórica que está detrás del Cid en los últimos años, mejor (aunque, bien es cierto, el lector medio no tiene por qué). Una novela histórica hay que tratarla como una obra literaria siempre, pero cuanto más conozcamos sobre las opciones que tenía el escritor mejor la comprenderemos. Como este no es un espacio para un trabajo académico sesudo, damos unas puntadas.
Es tan larga esta tradición y tan arraigada en la literatura española, que el Cantar de Mio Cid es el hito inicial, puesto que es el primer texto de entidad conservado casi completo (es conocido que le faltan algunas páginas cuyo contenido se ha podido reconstruir por su prosificación en otro texto). El Cantar nos sigue suscitando hoy casi las mismas preguntas que cuando comenzó a estudiarse -algunas se han solucionado ya con la investigación-: la fecha de su composición y la autoría, principalmente. Se han resuelto las cuestiones básicas: nos ha llegado en un manuscrito del siglo XIV que copia un texto del siglo XIII que fija una versión del texto que podemos datar en el siglo XII. Por mucho que se le haya dado vueltas a la cosa, la unidad de estilo y propósito es sólida, así que tanto si existía un primer texto parcial como si se partiera de varios, el autor final supo dar unidad fuerte al conjunto, si es que no lo escribió completo basándose en las crónicas y leyendas sobre el personaje, que existieron con toda seguridad tanto en el campo cristiano como en el musulmán.
Sobre las razones de su escritura hay varias hipótesis. Descartada ya la raíz popular que creía ver el romanticismo y sus secuelas, incluida la de la filología nacionalista (el pueblo no compone, lo hacen individuos concretos), el texto es obra de quien conocía bien el género y sus estrategias para llegar al público, un experto absoluto de la escritura de su época. El autor debió pertenecer al ámbito cortesano o estar muy próximo a él, con independencia de su origen o su condición. Y el objetivo no era otro que el que expresa al final del texto: engrandecer el proyecto de España a partir de la sangre del Cid. Recordemos que España no existía en la época de don Rodrigo y que su construcción como un proyecto político que se consolidó a finales del siglo XV fue fruto de una interesante alianza entre pensadores y monarcas, especialmente en Castilla, aunque no exclusivamente.
En el Cantar se nos muestra a Rodrigo Díaz desde su máxima desgracia hasta su crecimiento como héroe castellano. Al autor no le importa sumar elementos que son legendarios y no históricos, inventados a partir de elementos similares que podemos encontrar en otros textos medievales por toda Europa: el engaño a los judíos, toda la historia relacionada con los infantes de Carrión, las bodas y la afrenta de las hijas del héroe, etc. La suma de todos estos elementos procura la variedad para disfrute del público que escucha el Cantar, la confirmación de unos ideales y una forma de entender el mundo y una estructura moral en la que el bien triunfa frente al mal, la valentía frente a la cobardía, la rectitud y la justicia frente a la injusticia. El propósito es la demostración de la condición de castellano ejemplar del Cid, quien, además, podrá casar a sus hijas tan bien en las segundas bodas que sus descendientes llegarán a ser reyes en el momento en el que se escribe el Cantar: esta sangre del Cid, según el autor, da honra a los monarcas de los reinos de España. Y esta es la clave de este texto y de la mayor parte de la leyenda cidiana. El Cid se convierte en el nudo de unión del proyecto de la construcción de un único reino cristiano en la España medieval que pueda aspirar, jerárquicamente, a ser el primero entre los reinos cristianos occidentales.
El objetivo propagandístico del texto es evidente tanto para su consumo interno dentro del reino castellano como externo en todo el ámbito hispánico. Esto explica también los recelos que ha provocado su figura en aquellos lugares que han hecho la lectura ideológica de la leyenda y no se han reducido a las otras capas del personaje literario: la lealtad, la ejemplaridad como esposo y padre, el buen compañero de armas, el buen militar y gobernante, el hombre hecho a sí mismo con la fuerza de sus hechos, la condición de buen cristiano, el sentido de la aventura, la identificación de un pueblo con su héroe, las difíciles relaciones con un rey que peca de soberbia en un latente enfrentamiento entre León y Castilla, etc.
La posterior construcción literaria del personaje dependerá de la actitud que tomemos ante cada uno de los rasgos que lo constituyen. Así podemos encontrarlo en su forma tradicional, como héroe romántico que lucha por la libertad de su pueblo o como un misógino o sanguinario, como un mercenario (término que hay que cuidar aplicándolo aquí para no cometer un error histórico) o como un leal súbdito a su señor. La actualización de la leyenda ha traído muchas veces la consecuencia de sacar al personaje de su contexto de tiempo de frontera medieval anterior a la invención de la reconquista y así lo han llevado a su terreno desde un lado y desde otro. Si llamaron segundo Cid a Carlos V o a Franco, también lo hicieron con el héroe liberal romántico el Empecinado.
No caigamos ahora en la ingenuidad de pensar que una obra de arte de temática histórica pretende reconstruir el pasado sin más cuando lo que hace es leerlo desde el presente, con todo el derecho. Esa costumbre de leer novelas históricas para informarse del pasado ha traído funestas consecuencias y generado eruditos de salón. En la próxima entrada veremos cómo lo hace Pérez Reverte, que confiesa desde las páginas de su libro que el punto emocional de partida pudo ser el tratamiento del Cid que hiciera José Zorrilla en el siglo XIX, para tratarlo finalmente desde algunas de las claves más significativas de su pensamiento y estilo.
Noticias de nuestras lecturas
Paco Cuesta arranca la lectura de la novela de Pérez Reverte con las claves históricas que contextualizan el inicio de la vida de Rodrigo Díaz para concluir con la advertencia de que nos encontramos ante una obra literaria y como tal hay que leerla.
(Poco a poco recuperaré las aportaciones a las lecturas anteriores que los amigos seguidores del club de lectura han ido publicando en los meses pasados y a los que pido disculpas por mi ausencia desde febrero.)
Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog.
Para conocer la forma de seguir las lecturas de este club y la lista del presente curso, este enlace.
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8 comentarios:
Una interesante e informativa descripción de aproximación a aquel Cantar. Particularmente este Reverte no me suele interesar pero esperaré a la lectura que tú hagas.
Sidi, según palabras del mismo autor: "Es tan real y tan falso como todos". Contiene trazas de historia, de leyenda, de literatura, incluso de "western". Hay miles de Cides y el de Pérez Reverte es tan falso como cualquiera de ellos. Con más polvo, más sudor, más hierro, más fatiga, más sangre, tal vez; pero como todos. Cada uno tiene su propio Cid y el que no tenga ninguno se lo lee como una novela de aventuras y tan contento. En Burgos poca gente se escapa de tener uno,aunque sea el de la enciclopedia Álvarez.
Ayer intentaba organizar una entrada sobre Sidi para mi blog. Leí la tuya, se me encendió la luz. Un día de octubre Pérez Reverte estuvo en Burgos y desde el puente de San Pablo había cola para entrar en el MEH. Allí se oía de todo...
Besos, Pedro.
Tal día como ayer de hace algunos años nos dejó María Teresa León, una mujer que supo entrar en el alma y lo que bien podría haber sido la vida cotidiana de otra mujer, sus penas, sus afanes, sus equilibrios para llegar a fin de mes y dar una educación a las hijas, mientras el marido andaba fuera, por trabajo.
Como novela del ciclo cidiano Doña Jimena Díaz de Vivar: gran señora de todos los deberes dejó el listón demasiado alto. Si no la habéis leído, ya estáis tardando.
Por lo demás, el Cid, real y ficiticio, me ha acompañado desde muy pequeña y además me proporcionó alguna que otra buena nota escolar. Seguiré abundando en su figura, pero paso en esta jugada.
¡Qué delicia leerte, bienvenido de regreso.!
Como ya te adelanté, por circunstancias personales no voy a poder hacer mis aportes a esta lectura en mi blog pero quiero que sepas que me hubiera encantado hacerlos poniendo énfasis en la particular mirada de Pérez Reverte sobre este personaje y su época. Es decir, desentrañar su ideología a partir de la selección de material -datos- que utilizó para escribir la novela.
Que importante es recordar siempre que una novela histórica )o película) es una obra literaria (o cinematográfica) y no un texto de historia y que el autor no es imparcial, puesto que en la selección están implícitos su sistema de creencias y gustos particulares.
Un abrazo
Partiendo de la base de que, como dijo alguien, "La Historia es algo que no sucedió contado por alguien que no estuvo allí"... lo único que nos queda es hacernos una idea del personaje a través de lo que nos han contado... y lo que más nos han contado, vía educación reglada y a través del famoso cantar que narra sus extraordinarias gestas, es que era un heroe castellano que ganaba batallas sin despeinarse...
Pero, parece ser que, otros historiadores o librebuscadores de información, han huragado aquí y allá y piensan que tenía más de mercenario que de otra cosa... no lo sé...
No he leído la novela de Pérez Reverte y no sé si la leeré... tal vez si la leo mi figuración mental sobre el personaje cambie o se mantenga...
Abrazo
Personalmente creo que los mitos literarios al estilo del Cid o de la Ilíada o del Rey Arturo son territorio mas para compiladores que para autores que unifican en un texto una multiplicidad de versiones diferentes. Eso no implica que no haya un autor original pero la propia oralidad desvirtúa, o cambia la primera versión, como pasa en nuestra realidad cotidiana ante un rumor o un comentario nacido en alguna parte.
No sé si el Cantar del Mio Cid tenía un propósito propagandístico cara a la unificación de la Península, pero no debemos olvidar que por entonces Castilla y León eran realidades separadas, Portugal tenía una dinámica propia y Aragón era un reino extranjero. ¿España, Hispania quizás? Es discutible que esa idea fuera algo màs que una geografía imprecisa.
Saludos
Gracias por esta introducción tan interesante. Por ahora lo encuentro entretenido, con cierto aire de western. Vivo, casualmente, a unos trescientos metros de la Alfarería, por cuyos jardines paseo habitualmente, y hemos vivido muchos años cerca de Monzón y Tamarite. Justo voy por allí en la novela.
Un abrazo
No tengo ninguna intención de comprarme el libro, pues ya dije que Pérez Reverte, no es precisamente de mis favoritos, pero no obstante, sí lo miré en la biblioteca y había una lista de espera, así que por lo que observo,otras personas no son de mi parecer, de momento ahí estoy, a la espera.
En cuanto al personaje del Cid, a saber cuál fue su verdadera historia...por lo que he leído, no todos coinciden en su figura.
Besos
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