En verano me gusta dejarme anochecer en un puerto. No soy muy dado a montar en barco, pero esa sensación de aparente sosiego de los botes meciéndose al vaivén tiene algo especial. Como el sonido. Un sonido hipnótico que escuchas mientras miras la noche acodado en la valla o sentado en el muelle. El puerto, iluminado y ruidoso, el chocar de las olas en el dique y, más allá, una paz oscura que te atrae y a la que temes. Hermosa y terrible, como todas las cosas que merecen la pena en esta vida.
7 comentarios:
El mar en negro y nuestro temblor.
Lo verdaderos puertos son los puertos marineros, con las barcas en la arena en posición de reparación o de salida a faenar, con los marineros, ya jubilados, expertos en arreglar las redes, sentados en la arena de la playa, luego están los otros puertos los de oropel o de la ostentación.
También lo hermoso y terrible se haya en los diques secos. Estos puertos interiores, de la ciudad y de uno mismo.
Se necesita a veces de esa paz...
Besos y feliz verano.
Soy de interior, y lo sé claramente, pero me gusta pasear por la orilla del mar, o por los paseos marítimos, y observar lo que hacen los que, a veces se deduce de esa observación, saben. Me gusta que te hayas fijado en los sonidos, algo que también identifica los lugares.
Un abrazo
Hermosa y terrible la paz, dependiendo del estado del alma.
Amo ese sonido en el Puerto de las barcas al vivén de las olas. Y elolor a salitre y a Claudio Rodriguez a quien tu me trajiste.
Besos
Todas las cosas, con sus luces y sombras, donde el abismo es tan atractivo que merece la pena ir hasta él.
Besos
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