La mejor forma de saber si eres gigante es sentarte en una silla de la pretendida talla.
Le hicieron un traje de poeta. No supo ponérselo, claro.
A sus poemas se le saltaban todas las costuras.
Cuando se quiso dar cuenta, había publicado un puñado de libros. Fue entonces cuando sintió la necesidad de aprender a escribir.
Un poema no hace falta explicarlo, decía. En su caso era cierto, no tenía explicación posible.
Una vez fui a la presentación de un libro que se basaba en el Quijote y el presentador demostró, con lo que dijo, que no se había leído la novela de Cervantes o que no la había entendido, que viene a ser lo mismo. Luego ha criticado que los profesores de literatura no vayan a las presentaciones de libros. Hice bien en no identificarme.
Algunos buenos poetas abren puertas nuevas por las que se cuela el virus de la gripe.
6 comentarios:
Siempre hay gateras para colarse.
Me gusta la foto, que me parece una buena foto. Hablas de poesía, que para mí son palabras mayores. Leo lo que puedo y me parece un mundo exigente para el que escribe y para el que lee.
Un abrazo
Procusto lírico :)
Por mi parte, me doy cuenta de lo pequeño que soy cuando trato de auparme, ya no sentarme, en una de las sillas (no necesariamente tan grandes como las de la foto) que implica la incomodidad del conocer, y no sé si porque he mermado, porque cada vez sé menos o porque la dimensión del universo me desborda. Pero hay muchos que creen poder sentarse en cualquier silla, sin duda.
En fila india ;)
El ego es sobre-dimensionado en la mayoría de los casos.
Besos, Pedro.
Espero que ese virus no enferme a la inspiración de esos descuidados o hospitalarios poetas...
Es sastre debía estar muy inspirado...
Las pesentaciones de libros generan más de una anécdota...
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