jueves, 17 de enero de 2019

Y la humanidad se volvió loca: la guerra en Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Blasco Ibáñez y noticias de nuestras lecturas.


Al declararse la guerra, el viejo Marcelo Desnoyers tuvo la sensación de que la humanidad se había vuelto loca. Su mente capitalista, basada en el progreso constante de la sociedad y no en su destrucción, no podía entenderlo:

¿Era posible una guerra con tantos ferrocarriles, tantos buques de comercio, tantas máquinas, tanta actividad desarrollada en la costra de la tierra y sus entrañas?... Las naciones se arruinarían para siempre. Estaban acostumbradas a necesidades y gastos que no conocieron los pueblos de hace un siglo. El capital era dueño del mundo, y la guerra iba a matarlo; pero a su vez moriría ella a los pocos meses, falta de dinero para sostenerse. Su alma de hombre de negocios se indignó antes los centenares de miles de millones que la loca aventura iba a invertir en humo y matanzas.

Marcelo Desnoyers evolucionará mucho a lo largo del libro. Sin dejar su fe en el capitalismo como progreso de la humanidad, la guerra lo trasformará radicalmente. De hecho, Blasco Ibáñez ensaya en esa evolución un tipo de capitalista humano y pacifista que le gustaría ver en la sociedad. En su estancia en el frente, para defender su posesión del castillo de Villeblanch, comprenderá que el dinero poco vale en el horror de la guerra y que su posesión antes debe servir para evitarla y para realizar una generosa mirada hacia la humanidad, que la mera acumulación de riquezas que pueden perderse en medio de la violencia desatada. Su presencia en el frente de batalla le sirve al autor para dar cuenta del relato de atrocidades que supone cualquier guerra pero también para incidir ideológicamente en la crueldad de la que ha provocado Alemania, de su actitud poco noble en el avance de las tropas, que culmina convirtiendo el hospital amparado por la bandera de la Cruz Roja en un fortín militar desde el que atacar. La finalidad de este relato es doble: por una parte, levantar testimonio de las atrocidades del ejército germánico; por otra, servir de propaganda de la causa aliada, de la guerra defensiva de Francia y de la necesidad de apoyar la lucha contra quienes así se comportan.

La evolución de su hijo, Julio, es igual de marcada. Su amor por Margarita y la entrega de esta a lo que entiende su deber como esposa que intenta reparar el sufrimiento causado, le hace encontrar un motivo para su vida en la causa de la guerra de defensa del mundo occidental frente al imperialismo alemán. Se alista y tiene un comportamiento heroico, convirtiéndose también en un compañero de armas generoso con quienes le rodean. Su muerte es necesaria como reparación de su vida superficial anterior pero también como estrategia narrativa para atrapar las emociones del lector. El bailarín de tango se trasforma en un héroe.

Blasco Ibáñez no escamita detalles en el relato de la guerra: mutilaciones, violaciones de derechos, agresiones, descripción de las heridas y de la suciedad, del hambre... La crudeza del relato, de los efectos físicos y morales de los combates, de las condiciones materiales de la vida de soldados y civiles en la primera línea de batalla, del comportamiento brutal de los soldados y oficiales alemanes... Llega a una tensión narrativa que debió conmocionar a los lectores de su tiempo. Desde la aparición de los cronistas de guerra a mediados del siglo XIX, se cuenta con precedentes en la prensa periódica. También en la novela. Sin duda, el precedente directo de Los cuatro jinetes del Apocalipsis es La Débâcle (1892), la novela en la que Émile Zola narra el final del Segundo Imperio y la guerra francoprusiana de 1870. Tal es así, que el interés biográfico del personaje Marcelo Desnoyers nace al fugarse de Francia para no participar en dicha guerra y la referencia a esa guerra es constante en los motivos de la primera guerra mundial.

El relato bélico resulta perfecto también en su ritmo y estructura, desde el vértigo inicial hasta la detallada descripción de la guerra de trincheras. Hasta tal punto que puede afirmarse que se convierte en un modelo de narración para un conflicto militar y su herencia es reconocible en muchas novelas posteriores. Y en otra cosa también resulta ejemplar: la forma en la que cuenta la capacidad de la guerra para detener las vidas, replantear la sociedad y la existencia individual. Nada puede ser ya igual a como era antes.

Noticias de nuestras lecturas

Sobre el éxito en los EE.UU. de Blasco Ibáñez, Paco Cuesta escribe una gran entrada en estilo e intención, que no puedes perderte de ninguna de las maneras.




Desde el árbol de José Arcadio Buendía al que se pega Aureliano cuando muere hasta Poveda nos lleva Pancho en esta entrada sobre Cien años de soledad en la que deja muy clara esa forma de ser entreverado del realismo mágico, incluso con los sentidos agudizados tras la ceguera.Un feliz recordatorio de la lectura que nos ocupó hace unas semanas.

Cambios en el listado de lecturas del presente curso
 y otras noticias






  • El próximo martes 22 de enero celebraremos la sesión presencial para comentar Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Será una reunión muy especial, porque la haremos conjunta con el Aula de historia de Alumni UBU, que ha abordado la primera guerra mundial en un curso titulado De la euforia de la catástrofe a la catástrofe de la historia.  Una ocasión inigualable para charlar sobre la primera guerra mundial, sus causas y consecuencias. Tendrá lugar a las 16:30 hs., en el salón de actos de la sede del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, en el burgalés Palacio de la Isla. La entrada es libre hasta completar el aforo (se reservarán plazas para los miembros del club y los asistentes al curso del aula de historia).


  • Como a la ocasión la pintan calva, los miembros del club de lectura nos sumamos al proyectado viaje de Alumni UBU a Sevilla con motivo de la exposición que conmemora a Bartolomé Esteban Murillo en el Museo de Bellas Artes de aquella ciudad. Por esta razón, en el mes de febrero leeremos la novela El color de los ángeles de Eva Díaz Pérez (Planeta, 2017), que recrea la vida del pintor y la Sevilla de su tiempo. Así, las lecturas continuarán de la siguiente manera:

- Enero: Tras el comentario de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, leeremos Cuaderno de vacaciones, el poemario de Luis Alberto de Cuenca, premio nacional de poesía.
- Febrero: El color de los ángeles, de Eva Díaz Pérez.
- Marzo: Los amores equivocados, de Cristina Peri Rossi.
- Abril: Concierto barroco, de Alejo Carpentier.
- Mayo: Tea Rooms, de Luisa Carnés.
- Junio: La Tesis de Nancy, de Ramón J. Sender.


Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales) en este blog, Información sobre el presente curso en el club en este enlace.

ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.

3 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

El ritmo eso es. La pintura de la Gran Guerra es magnífica y dotada de un enorme dinamismo. Nos mete de cabeza en las calles de París, en los campos del Marne, en el castillo de Villeblanche, en las trincheras...El ritmo es trepidante, se palpa la emoción de un escritor que nos está contando lo que está viviendo.

Escribo...

Un abrazo Pedro.

pancho dijo...

La paz es un bien escaso y frágil y que sólo valoramos cuando se pierde, por lo tanto deberíamos tratarla con el cuidado escrupuloso con el que cuidamos una obra de arte muy valiosa en un museo. Ese es el principal mensaje de la novela a mi modo de ver.
La guerra rompe por la mitad todos los proyectos de vida de los personajes principales de la novela. Como hacen todas las guerras.
Blasco Ibáñez siempre fue un hombre de hacer o predicar con el ejemplo, sale de su zona de confort, que ve la guerra desde lejos, para escribir la novela y eso lo saben valorar los lectores de todo el mundo. Era otra forma de hacer, sufrir más para escribir y vivir la literatura.
Ahí seguimos enredados en la música del clavicordio que sustituye a la pianola en el pueblo imaginario recién hecho.

Ele Bergón dijo...

Siento no poder ir el día 22, pero ya sabes que el tiempo no me lo permite.

Besos