jueves, 22 de noviembre de 2018

Todo está escrito: Cien años de soledad como metaliteratura y noticias de nuestras lecturas, con anuncio de la próxima.


Al final de la novela, Aureliano Buendía (ya Babilonia por su relación con los textos de Melquíades) se encierra en la casa. Todo en ella es reflejo de la muerte, de un fin de ciclo del que no se salvan ni los rosales. En ese justo momento comprende todas las claves de los pergaminos de Melquíades que habían predicho, cien años antes, la historia de Macondo y de su familia, tan íntimamente unidas: El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas. Comprende que la clave de lectura no es un signo sino el mismo tiempo: esos cien años se han concentrado en un instante. Y sucede el prodigio: Aureliano lee su propia historia, la de su familia. Es decir, lee la novela que el lector externo -nosotros- tiene en sus manos. García Márquez juega sabiamente con la ansiedad de ese lector, encarnándola en la del propio Aureliano, que salta páginas para llegar a la última, su presente, como si se estuviera viendo en un espejo hablado.

En ese momento, todo lo que ha vivido en los últimos tiempos (la relación con su tía Amaranta Úrsula, que da a luz a un niño con cola de cerdo y muere desangrada en el parto; al niño se lo están comiendo las hormigas) ha quedado ya relegado a un pasado leído. También que Macondo desconociera finalmente a los Buendía y se convirtiera en un pueblo abandonado. La maldición que perseguía a la familia desde el inicio se cumple inexorablemente y los Buendía y Macondo están condenados a desaparecer. El ciclo se cumple, como si el tiempo circular fuera más poderoso que el lineal: la fundación y la extinción.

El lector ha leído Cien años de soledad asombrado por la prosa pero también por la historia de una saga familiar en la que lo real y lo fantástico parecen mezclarse. García Márquez siempre lo negó. El realismo mágico era, primero y sobre todo, realismo: lo mágico era la forma de contarlo, pero todos los sucesos pueden ser vividos porque hasta los más fantásticos son productos de los sueños producidos por las personas que los viven.

Muchas de las cuestiones que el lector se plantea al leer la novela de García Márquez, se deberían solucionar en ese final, que aclara algo esencial: todo lo leído está escrito, es decir, todo es literatura. Una narración en la que el último de los protagonistas puede leer su propio destino. Un prodigioso juego metaliteratura.

Noticias de nuestras lecturas

De tiempos míticos y la gestación de un héroe va la nueva entrada de Pancho sobre Cien años de soledad.  Y termina, no sé cómo, pero hace bien, con Lucho Gatica...

Y nuestro título del mes de noviembre

Comenzamos la lectura de Filek. El estafador que engañó a Franco, de Ignacio Martínez de Pisón, que comentaremos en la sesión presencial del próximo martes 27.

Paco Cuesta publicó su aportación. Su enfoque sobre cómo enfrentar la novela de Martínez de Pisón es tan adecuado desde el inicio hasta la personalización última, que te recomiendo que no te la pierdas.

Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves, en este blog, Información sobre el presente curso en el club en este enlace.

ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.

4 comentarios:

Luis Antonio dijo...

https://lperezcerra.blogspot.com/2007/09/en-casa-de-gabriel-garca-mrquez.html

pancho dijo...

Anda uno medio "en-soledad-o" con esta novela gigante. Van diez entregas, no pasamos de la mitad de ella y no hay manera de resumirla más, en menos fascículos, de tanta cosa que aparece en cada página digna de comentario. Nada, acabo de decidir que hay que acabarla cueste lo que cueste.
Queda media novela hasta llegar a ese final que nos cuentas. La lectura de la última página de los pergaminos de Melquiades que coincide con el huracán que levanta los pies del suelo a Macondo. Todo está escrito en los libros.
Ojo con Filek que tiene más de lo que parece con una lectura rápida.
Lucho Gatica desapareció físicamente, pero las canciones tan románticas por él cantadas permanecerán muchas generaciones en el "almacén del porvenir", en el alma de muchos hispano hablantes.
Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Llega el momento de la última página y nos leemos. ¡Y adiós nuestro Macondo!

Me he quedado consternada con la repentina última página de José Manuel de la Huerga, nunca olvidaré aquella reunión que vivimos con él, en el Polisón.

Terminé la de Filek, ahora me cuesta más armar una entrada pero en ello estoy.

Un abrazo, Pedro.

Ele Bergón dijo...

Al final no hice entrada en el blog de esta magnifica novela que me ha gustado más en mi segunda lectura, porque la he sacado más jugo, pero ando un poco perezosa en esto de escribir.

Besos