Se levantó ceñudo y decidió que el mundo no le interesaba ya más, que lo paraba, cansado de tanta estupidez. Se decía que ya verás, ya verás cuando se enteren, la cara de bobos que se les queda. Ni salió de casa hasta las once, a recoger unos zapatos que había dejado a reparar. El zapatero lo miró, le dio los buenos días, le dijo cómo había arreglado las suelas. Veinte minutos después se tomó un café y desde el fondo del local quiso asistir al final del mundo que tan bien había preparado en la noche de insomnio. A la hora de comer, se levantó, decepcionado porque no se le hubiera hecho caso. Quizá al día siguiente.
11 comentarios:
Yo creo que no hay que agobiarse, el mundo ya está parado. No ha avanzado nada desde la época de los clásicos antiguos.
Salud
Francesc Cornadó
Pensé que se iba a tirar por el balcón, menuda decepción.
Qué casualidad, mi último poema publicado en mi blog lleva el mismo título.
Un abrazo.
Aunque tos los días agotamos una porción de mundo dentro de nosotros mismos...
El insomnio es apocalíptico, en ocasiones.
O al siguiente.
Saludos,
J.
Procrastinador serial
=)
La culpa la tienen las redes sociales, seguro que escribió sus cuitas en el Facebook y como obtuvo muchos me gustas se creyó sus superpoderes.
El fin del mundo es el fin de nuestro mundo. La tierra solo se sacude un adjetivo posesivo.
¿ Quién no ha deseado parar el mundo más de una vez? Pero no, no nos hace caso y él sigue su camino, no le importamos mucho.
Besos
Añoramos "el fin del mundo" cuando no sabemos cuál es nuestro fin en él... cuando no "comprendemos" cuál es el fin de todas las rutinas que nos rigen... de todas las esclavitudes que nos imponen o imponemos... ¡tal vez mañana lo entendamos!
Abrazo
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