sábado, 6 de octubre de 2018

He aquí acerolas


He aquí acerolas. Un poco más tarde de lo habitual. Había un cierto temor, ¿si no las encuentro? ¿Si este año será el primero sin acerolas? Pero ahí están, frutos humildes, de niñez de antes, buscando la pared al sol para las mañanas frías: ácidas y frescas, abriendo la puerta al otoño. Compré dos, tres, cuatro, cinco puñados. Más sabrosas que el año pasado, de los mismos árboles -los antiguos, los de hace años, ya no dan frutos, quemados por la erwinia amylovora, la bacteria que los destuye, muerto ya su dueño también-. Poda poco, me dijo el año pasado el que ha tomado el relevo del puesto de la calle de la Mantería, poda poco, no hieras al árbol. Quién sabe si así. Un año más, ahí están, las acerolas. Un poco más tarde, pero ya han alegrado la mesa de la casa y quien entra en ella, sonríe: ¡acerolas, acerolas, como cuando niño y las tardes se acortaban!

Las manos son balanzas: puñados de acerolas. Hay otoño, este año también hay otoño.

2 comentarios:

José A. García dijo...

Seguimos avanzando sobre el ecosistema destruyéndolo poco a poco... Muchas cosas de las que ni siquiera nos percatamos aún, ya han desparecido.

Saludos,

J.

Fackel dijo...

El otro día las vi, ahí junto al Campillo. Rojas y blancas. Las bolsitas preparadas me parecieron más pequeñas y el precio más elevado. Dudé, pero como no soy un fan y tampoco quiero comprarlas simplemente por remover recuerdos del pasado, no compré. Pero quién sabe si mañana. Uno cambia cada día. Me pasé por Severo Fraile, me pedía el cuerpo pipas de calabaza. Y el rato de espera disfrutando de los olores de otros tiempos es gratis. Oxigenación vía olfato.