miércoles, 23 de mayo de 2018

Historias de marineros


En las viejas historias de marineros, cuando un motín triunfaba, al antiguo capitán y el puñado de quienes le habían sido fieles hasta el final se les abandonaba en el mar en una barca con un poco de agua potable y unas galletas. A los amotinados que fracasaban a veces les ocurría lo mismo. En otras ocasiones se les colgaba del palo mayor. En las largas noches de verano de mi infancia imaginaba un barco cuya tripulación se amotinaba continuamente hasta que solo quedaban dos sobre la cubierta, claramente insuficientes para gobernar la nave. Ya no quedaban barcas desde el cuarto motín. Cuando la historia llegaba a ese momento, en el que ambos marineros se miraban ferozmente enfrentados, se terminaban las vacaciones y las tareas escolares me hacían olvidar el relato de aquel barco del motín permanente en el que solo quedaban ya dos marineros en mitad del océano, un capitán y un rebelde, ambos varias veces amotinados y que hasta ese momento habían sabido apuntarse al lado del vencedor.

7 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Ya perdí la cuenta de los marineros caídos al agua, como en los telediarios.

La seña Carmen dijo...

... y desde entonces las almas de los dos marineros, unidos sus destinos a los del propio barco, navegan sin rumbo, apareciendo de repente ante sorprendidos y avezados capitanes que se han visto sorprendidos por tempestades...

Fackel dijo...

¿En qué quedaron aquellos sueños de motines?

Myriam dijo...

Supongo que de seguir el cuento y si tuviera moraleja, ambos Capitán y amotinado, debían juntarse y colaborar si querían sobrevivir.

Besos

Ele Bergón dijo...

Todo un simbolismo esa barca desvencijada por el tiempo y la historia que cuentas, unidas a tus recuerdos.

Besos

XuanRata dijo...

Cierto que hay expertos en elegir el bando vencedor. Suelen ser aquellos que procuran no mojarse en exceso cuando hay temporal. Pero al final también estos terminan por quedarse enfrentados al espejo. Y ya no se reconocen.

LA ZARZAMORA dijo...

El espejo nunca miente.
Y aquel que se auto-engañe, no sobrevivirá... a la realidad que le circunde.
Mejor ser náufrago con destino impropio, y seguir nadando hasta la eternidad.
Un beso, Pedro.