Este verano se ha agudizado la sequía en España. Dicen algunos expertos que es la peor de los últimos veinte años. No hemos querido saberlo, no nos ha dado la gana y de pronto hemos amanecido con la noticia de que los embalses se encuentran en mínimos históricos y que, en el bajo Duero no hay agua para los cultivos de regadío ni para los parques y jardines. Como si hubiera ocurrido de un día para otro. Quince días sin riego han bastado para que el Campo Grande de Valladolid presentara un aspecto que yo no he visto nunca. Plantas secas, polvo en los caminos. El Arlanzón, a su paso por Burgos, no llevaba agua. Si el Cid hubiera comenzado su destierro este verano hubiera podido cruzarlo a pie sin mojarse el calzado. Recuerdo que, de niño, en los libros escolares de geografía, uno de los primeros temas terminaba presentando el riesgo de desertificación de la península ibérica. Han pasado cincuenta años. En julio me hice eco de la noticia de que la sequía, en Somalia y otros países limítrofes, causaba la mayor hambruna conocida en aquella región. Ya ni siquiera es noticia.
Este verano se ha agudizado la tensión provocada por las iniciativas de los partidarios de la independencia de Cataluña y el malhacer del gobierno de España desde hace años en esta cuestión. Los primeros están dispuestos, según parece, a saltarse toda legalidad y hasta el sentido común; los segundos juegan con intereses electorales y los partidos de oposición se esconden. Ya he comentado aquí muchas veces mi opinión sobre los nacionalismos y su posición en el mundo globalizado actual, no voy a repetirme. La tensión actual solo beneficia a quienes juegan a la gallinita ciega, desde ambos puntos de la barricada que han levantado. Un juego tramposo porque ellos sí se levantan la venda mientras los crédulos dan vueltas como niños. En las próximas semanas nos espera la escenificación del absurdo. La estrategia del loco, la llaman los expertos en negociación. España parece condenada a este tipo de gobernantes. Cataluña también. ¿Nos lo merecemos? Quizá habrá que pensar que sí.
El 17 de agosto pasado, se produjo un terrible atentado terrorista en Barcelona y Cambrils. Gracias a los errores cometidos por los terroristas, las víctimas fueron muchas menos de las que podrían haber resultado según sus primeros planes. Hoy sabemos que la actuación policial previa al atentado y algunas medidas políticas anteriores dejaron mucho que desear. Las redes sociales expresaron desde el primer momento lo mejor y lo más despreciable de esta sociedad. Da una gran tristeza abrir Facebook o Twitter en fechas como esas pero es necesario para comprender que aún no vivimos en un mundo razonable y que lo visceral se desata con una fuerza destructora de difícil reparación posterior. Tengo la sensación de que de las víctimas de este atentado se ha hablado poco y serán olvidadas pronto, salvo por sus familiares. Ahora interesan otras cosas allí, por desgracia. En el mundo hay decenas de atentados similares cada mes de los que no tenemos apenas noticia. También olvidamos a esas víctimas. El número de refugiados por causas de acciones violentas es el mayor jamás conocido. En Birmania, decenas de miles de musulmanes de la comunidad rohingya, huyen de sus casas ante las operaciones del ejército del país y se refugian en uno de los países más pobres del mundo, Bangladesh, desbordado por la situación. Cuando veinte personas mueren ahogadas intentando salir de aquella situación, desconocemos en occidente la verdadera causa. ¿Quiénes son, en realidad, los rohingya?
Se cumplen dos años de la muerte del niño sirio Aylan, ahogado cuando su familia intentaba llegar a Europa para huir de la guerra desatada en su país. Desde entonces, que sepamos, han fallecido quinientos menores inmigrantes más en el Mediterráneo. Seguro que muchos más. Miles de niños en todo el planeta en estos dos años por causas similares. Ni siquiera conocemos sus nombres.
Estas cosas siempre han pasado en el mundo y en esta etapa histórica gozamos de la mayor seguridad y estabilidad que ha tenido nunca la humanidad. Por eso nos duele más la sinrazón y la violencia.
En España, en agosto, se ha hecho famoso en Twiter Manuel Bartual, un dibujante que ha escrito una serie de tweets con una ficción sobre sus vacaciones que han seguido un cuarto de millón de personas. La historia era tan mala y adolescente que su éxito y el seguimiento hora a hora de estas decenas de miles de personas pueden definir el estado cultural medio de un país. Supongo que son los mismos que defienden que cualquier cosa es poesía o que el éxito masivo es un aval suficiente.
Ni las tormentas de final de verano son capaces de limpiarlo todo.
8 comentarios:
Efectivamente ha sido un mes de agosto muy "entretenido", entiendo que demasiado y no esperes que esas tormentas limpien, aquí nunca han limpiado nada, es nuestro sino.
Me desilusionas, yo esperaba la lectura de la historia esa del hotel como obligatoria en el club de lectura, pero ¡qué le vamos a hacer! Me quedaré sin leer enjundiosos análisis.
Y para lo de la sequía, algo que a mí me preocupa y mucho, me basta con asomarme a la puerta de casa.
Qué razón tienes. Cómo limpiar tanto a estas alturas y con qué recurso. Si cada vez está más enmerdado el panorama...y eso que no citas los lanzamientos de los norcoreanos, que ya te asustas y te preguntas para qué mirarnos tanto al ombligo para que cualquier día haya una gorda. Y haciendo el relato que haces de sucesos y repaso de acontecimientos nada festivos, uno se queda más bloqueado todavía. Lo de los árboles es verdad que yo no recuerdo verlos así en esta época del año. En el Poniente hay varios que me dan pena, y ramas caídas por todas partes y hojas otoñales...¡y luego dicen los imprudentes e incapaces de ciertos gobiernos (Rajoy también quitaba hierro, no, negaba hace tiempo al tema) que no están operándose cambios! En fin, sumamente desalentador este panorama camino del otoño. Bienvenido a la ciudad alegre y confiada.
Esto es más complicado que el juego de la oca y sin embargo hay que seguir echando el dado. A ver qué nos cae. Saludo.
Bienvenido, Pedro.
Y sí, aún tiene que llover, y a cántaros.
Besos.
Habrá que soplar con buenos vientos.
Paciencia y fuerza.
Besos
Podría comentarte sobre cada párrafo pero elijo hacerlo -lo había pensado hacer cuando de leí, lo hago ahora- sobre aquel en que hablas de lo que sucede en Birmania con los rohingya, musulmanes perseguidos por extremistas budistas. Nadie habla de ellos, de su sufrimiento... ¿Curioso, no? Es como si una parte de la Humanidad no existiera, o... que tengamos una zona ciega en nuestro ángulo de visión o...
Un hueco en nuestro corazón.
Y resulta también que en ese mismo párrafo hablas de los atentados en España -en Barcelona y Cambrils este verano- y a mi físicamente desde fuera de la península, pero cerca de corazón, me ha sorprendido la politizacion de la tragedia y como independistas catalanes han tratado de sacar ventaja de este sufrimiento, lo cual me parece, en una palabra:
horrible.
Un abrazo muuuuuyy ventoso
Te he leído con atención, como siempre. Supongo que este país ha sido siempre así, una pena para muchos.
Un abrazo
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