Han regresado las acerolas en la segunda mitad de septiembre. Con la constancia de cada año, este fruto humilde y poco comercial ha madurado. Me gusta porque me sabe a infancia y a tiempos en los que el mundo rural entraba en la ciudad y aparecía en las esquinas de las calles, en las plazas de los barrios. Como cada año traigo aquí las acerolas como muestra de que casi siempre lo más auténtico cabe en la palma de la mano. Un puñado de acerolas. Comerlas una a una por la calle.
Pero este año traen una mala noticia. El matrimonio que siempre ha vendido las acerolas en el puesto que me pilla camino de casa no estaba. Digo siempre porque siempre ha sido en mi vida. En su lugar, otro hombre, más joven. Pregunté por aquellas personas, ya mayores, con el susto en el cuerpo.
- Están destrozados. Han perdido casi toda la cosecha y sus acerolos están enfermos por el fuego bacteriano. Hasta hace poco esta región se había visto libre pero ya está matando los árboles sin que podamos hacer nada. Me han cedido el puesto esta temporada. Yo he podido salvar unos cuantos por la forma en la que los podo, pero no sé qué pasará el próximo año. No hay remedio.
La temporada de la acerola es breve -tres semanas, cuatro a lo sumo- y anuncia el otoño o lo anunciaba antes del cambio climático. Acerolas blancas, acerolas rojas. Como la azofaifa, el majoleto y la endrina, todas diferentes, todas humildes, todas con la certeza de cosas que no pueden engañarnos. Pronuncio sus nombres de nuevo: acerola, azofaifa, majoleto, endrina. Qué belleza.
El que come acerola de niño guarda el sabor para toda su vida aunque tarde años en volver a probarlas. Compré tres bolsas, casi como un tesoro, como si fueran las últimas acerolas de los últimos acerolos antiguos.
7 comentarios:
Rojas y amarillas
La endrina (también arañón) anuncia la proximidad del otoño, tengo cierta inclinación hacia ellas -debilidad si se quiere- por su sabor agrio y seco que encierra otras virtudes.
Un abrazo
Los puestos de acerolas, azofaifas, almencinas, junto con los membrillos, almendras y avellanas lo relacionamos con la fiesta de la Virgen de las Angustias, Patrona de Granada, de pequeño, mis padres nos llevaban, junto con mi hermano, a ver como toda la ciudadanía de Granada, como de la provincia, se concentraba en el centro de la ciudad a la espera de la salida de la procesión el domingo, uno de los días que se decía que relucían más que el sol.
Hoy los puestos son más higiénicos que aquellos que se ponían en el suelo sobre una banasta, pero aquellos productos eran abundantes y seguramente más sanos y con mejor sabor que los de hoy, ¡¡dios que tiempos!!, ¡¡ah!! y no digamos lo bonitos que son esos nombres, reminiscencias árabes donde la haya.
Saludos
¡Qué artículo más triste!
Es tu artículo que recuerda la entrada del otoño. Tengo abajo en el almacén endrinas dentro de unas botellas con anís especial para pacharán. Todavía no es tiempo de probarlo, el pacharán.
Un abrazo
¡Tendré que probarlas!
Llego muy tarde a esta entrada. La que estrena curso, la verdadera. He comido acerolas y me acordé de ti y de los artículos que puntualmente, a primeros de cada curso, con cariño les dedicas.
Me han sabido a gloria, chispa tan fugaz que tira de ti para seguir y seguir. Son más adictivas que las pipas.
Hablas de endrinos y de azofaifas, de majoletos y endrinas. Yo me acuerdo que en las faldas altas de las sierras de Demanda, en los pedregales bañados al sol, crecían matas de chordón (frambuesas). Pero qué ricas y fuertes sabían. Ahora no hay.
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