Desde el tren, las ciudades son polígonos
y tierras devastadas, horizontes
vallados, autovías y rotondas.
El cielo se hace gris
y el humo de las fábricas
escribe nuestro error
con letra bastardilla.
Páramos enteros sepultados de balasto.
En todos los andenes hace frío
como si fuera siempre el mes de enero.
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
8 comentarios:
Yo también lo siento así cuando voy en tren, esa misma o parecida sensación que tienes tú, Pedro, lo has descrito fenomenal.
Un beso.
¡Cuán cierto, Pedro y cuán bellamente expresado!
Deberíamos traducir este poema al chino
(Pekín es una de las ciudades más contaminadas
del planeta). Mexico DF es otra bien "chingada"
Besos
Unas son más poligoneras que otras, desde el tren se distingue la riqueza de unas y de otras, entendiendo por riqueza lo que el hombre destruye para aumentar su bolsillo.
Saludos
Entrar en las ciudades por sus carreteras tampoco es que sea la octava maravilla. Además todas se parecen demasiado.
Estoy de acuerdo Myriam
Las ciudades tal como las describían antes ya no existen, debemos aceptarlas e imaginarlas. Incluso podemos pensar que son las mismas, increiblemente.
Un abrazo
¿Y Soria, recuerdas cómo es?
Un abrazo
Nadie se preocupa de las afueras de las ciudades por donde entra el tren en las estaciones. Parecen los trasteros de las ciudades. Pío Baroja los pintaba como nadie en la trilogía de La Busca. Desmontes, tierras sin labrar llenas de plásticos y escombreras, baldíos degradados. Poderosa la imagen del humo escribiendo blanco y en letra inclinada.
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