¿Qué me llamó tanto la atención de esta hoja caída sobre una chapa metálica el último día de lluvia como para fotografiarla? El contraste, quizá. Entre lo natural y lo articial. O las diferentes texturas: la dureza fría de la chapa, el agua líquida, la flexible condición de la hoja. El azulado etéreo y el marrón exacto y concreto. Quizá solo la belleza, el momento frágil en el que esta se presenta cuando miras mientras vas a tus cosas y ya no puedes quitarte de la cabeza.
martes, 31 de enero de 2017
lunes, 30 de enero de 2017
Si ahora cierro los ojos
Si ahora cierro los ojos
huelo el naranjo blanco
y el azahar marino
de tu mirada verde.
¡De tu tierra a la mía
todo ya es primavera!
Yo te llevo la nieve
y tú me recoges
entre tus manos sabias
un buchito de sol
y la luz de las flores.
Preparo ya la casa
con todos los jarrones
porque me has prometido
primavera en enero,
naranjos en las calles
y cajones revueltos.
¡Todo ya es primavera
si ahora cierro los ojos!
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
domingo, 29 de enero de 2017
No hay muro que nos proteja de nuestra estupidez
La historia enseña que cuando desacreditamos a las instituciones todo queda en manos de la barbarie. A veces para bien, cuando las instituciones son despóticas, anticuadas o inservibles y merecen ser derrumbadas. En otras ocasiones es peligroso, sobre todo cuando esas instituciones lo que necesitan es ser reformadas, como cuando un viejo edificio necesita obras para que pueda ser habitable. En todo caso, en los momentos de crisis siempre hay quienes sufren las consecuencias de la trasformación más que otros. En la época contemporánea, desde que se constituyeron como principios del progreso humano la libertad, la igualdad y la solidaridad, hubo trasformaciones dolorosas pero necesarias: aquellas que extendieron esos conceptos. Muchos de los antiguos súbditos se negaban a ser ciudadanos y se aferraban a un mundo que se deshacía, un mundo injusto pero que les daba seguridad. Y la conquista de los derechos para todos costó sangre y dolor. Es el caso también de todas las dictaduras modernas. En cuanto estas duran lo suficiente en el tiempo, se establecen equilibrios de poder y la mayoría de las personas se acomodan y suelen temer los cambios que echen abajo el régimen. Incluso años después de que desaparezcan los dictadores hay nostálgicos de unos tiempos cuya definición es la desigualdad y la falta de libertades porque todo dictador que se precie habla a las emociones antes que a la inteligencia de las personas. Ningún pueblo sometido a una dictadura se gobierna por la ilustración sino por el miedo, el tejido de intereses y el fomento de unas emociones básicas que suelen referirse a las creencias y las banderas. Toda estrategia autoritaria pasa, además, por extender la desagregación social y hacer pensar que a uno no le va a ocurrir nada malo -o pero de lo que le ocurre hasta ese momento- porque pertenece a uno de los sectores protegidos por la idea que la sostiene. Esta falsa seguridad hace que la mayoría de las personas no vean lo que sucede a su alrededor o se desentiendan porque no va con ellos (los vecinos de los campos de concentración nazis, por ejemplo; pero también los que tienen trabajo en una época en la que se extiende el desempleo; los que tienen la seguridad de una casa en un momento en el que muchas personas pierden este derecho básico del ser humano, etc.).
Hace tiempo, en este blog, medité sobre nuestro tiempo en una serie que titulé Pensar el mundo a principios de siglo. No quería demostrar nada, solo reflexionar sobre lo que observaba. De vez en cuando he retomado la serie (puede leerse en este enlace: las entrada se recuperan en orden inverso a su escritura) por alguna circunstancia concreta. En este domingo de invierno tengo claro que la ilustración, la razón, va perdiendo el juego de la historia presente y que las circunstancias más negativas de mis análisis se han agravado. El mundo se ha encogido físicamente, casi como una reacción epidérmica, a consecuencia de algunas de las derivaciones de la globalización. En esta triunfa la ruptura de las fronteras para las finanzas pero se han agudizado los temores en amplios sectores de la población occidental a consecuencia de las crisis económicas que ha provocado, la pérdida de control sobre las propias decisiones de los gobiernos nacionales y el fenómeno atroz del terrorismo en su nueva cara internacional. Las consecuencias en Occidente son evidentes: la brecha social se amplia, el trabajo deja de ser un valor de dignidad personal y no otorga estabilidad, el futuro próximo para amplios sectores de la población se presenta más incierto que nunca. En Occidente, insisto, porque la cuestión es bien diferente si la observamos desde otros puntos del planeta que jamás han disfrutado lo que por aquí hemos llamado sociedad del bienestar o de una verdadera democracia. Esto es otra de las cuestiones sobre las que debemos pensar más a menudo ahora que hemos visto cómo se rompía la burbuja protectora con la que contábamos los occidentales.
Hemos participado durante algo más de una década en una campaña de descrédito de las instituciones que nos mantenían: los parlamentos, los partidos políticos, los sindicatos, la sanidad y la educación públicas, el funcionariado, la prensa, el sistema bancario, etc. En vez de reforzarlas o repensarlas como era necesario, corrigiendo lo que hubiera que corregir y sustituyendo a quienes las corrompían, nuestra sociedad occidental se ha instalado en una espiral destructiva de todo lo que debería proteger mejorándolo. Por supuesto que muchos de los que han ejercido cargos de responsabilidad en todas ellas han sido sinvergüenzas, corruptos y cínicos. Pero la extensión de la campaña a todo lo que nos constituye como sociedad que debe aspirar a la libertad, a la igualdad y a la solidaridad nos ha llevado al descrédito general de todo. No somos conscientes de que los principales beneficiaros de ese descrédito general son, precisamente, aquellos a los que deberíamos combatir, los que se han aprovechado de las debilidades del sistema para saltarse las leyes, enriquecerse y corromperlo. Los abundantes casos de mal funcionamiento nos han llevado a intervenir en la campaña como comentaristas de barra de bar o patio de vecinos, no como ciudadanos conscientes de nuestros deberes tanto como de nuestros derechos, salvo en algunos momentos concretos que no han conseguido una rentabilidad inmediata porque ni se han sostenido en el tiempo ni han sido apoyados por todos. Y hoy tenemos unas instituciones que deberían protegernos de todos estos casos pero en las que no creemos. Tampoco se trata de mantenerlas esclerotizadas porque su propia rigidez conservándolas con unos principios diseñados hace décadas podría partirlas.
Una jueza de Brooklyn ha bloqueado el decreto de Donald Trump que prohibía la entrada de inmigrantes. Es decir, una persona que representa a una institución. Ejerciendo su cargo como debe hacerlo ha conseguido más que todos los manifestantes que se han personado en los aeropuertos norteamericanos contra la medida del recientemente elegido presidente. En eso se basa la verdadera democracia, que debe respetar siempre la independencia de los poderes públicos, además de la libertad de expresión de la opinión de los ciudadanos. Pero llevamos más de una década socavando esa independencia actuando como chismosos y reidores, repitiendo sin más los argumentos de quienes quieren desacreditar las instituciones, creyendo cualquier bulo que circula por internet, echándonos en las manos de los nacionalistas, de populistas, de gurús espirituales, de campañas publicitarias pseudocientíficas, etc. Si un político al que votamos porque es de los nuestros nos dice que nuestros profesores son unos vagos porque tienen muchas vacaciones, asentimos indignados por lo vagos que son nuestros profesores o nuestros médicos o el personal de jardines o los barrenderos y los insultamos al pasar junto a ellos o permitimos que se les insulte a diario en los medios de comunicación o en las redes sociales. Si el partido político al que votamos se ve inmerso en la corrupción y se defiende atacando a los jueces reaccionamos apoyándolo, difundiendo todo tipo de calumnias contra los magistrados y aplaudiendo a los encausados cuando acuden a los tribunales o a las puertas de las cárceles en las que van a cumplir sus condenas.
En vez de exigir más ilustración, más cultura, más razón, más inteligencia, más ciencia, hemos aceptado como sociedad comprar emociones básicas que cualquier demagogo puede usar en su propio beneficio para vendernos cualquier producto comercial o político. La población de las sociedades occidentales se han roto en dos grandes bloques. Quizá siempre lo ha estado y ahora se manifiesta claramente porque se ha roto el crédito de las instituciones que deben amparar nuestros progresos. Pero cuando las emociones o los temores llevan a la indignación y la movilización suelen ser más eficaces a corto plazo, más contundentes que la inteligencia indignada. Y sus consecuencias contrarias a las que deberían imperar en un mundo civilizado que es consciente de la historia.
Desde hace unos años observo cómo la mayor parte de la población se indigna demasiado fácilmente con las emociones pero no con la inteligencia. Es la ilustración lo que debería guiarnos, la razón, la defensa de los conceptos básicos de un mundo que debería progresar hacia la democracia y la solidaridad. No los nacionalismos, los victimismos, el temor, el rencor, las pseudociencias. La historia enseña dónde conducen los períodos de proteccionismo, de cierre de fronteras y de recelos. La historia muestra dónde nos lleva ver a los otros como enemigos potenciales de nuestro bienestar, los períodos basados en las creencias y no en la ilustración. Curiosamente, a lo que se apela ahora cada vez más es a destruir esos conceptos que deberían guiarnos más que nunca: libertad, igualdad, fraternidad. No hay muro que nos proteja de nuestra propia estupidez si nos retiramos del camino del progreso.
sábado, 28 de enero de 2017
Cierra Bizarte
Hoy se ha celebrado la última actividad en el Espacio Cultural Bizarte de Béjar, una lectura de textos de mi amiga Marina Hernández. Ese espacio está muy vinculado a mi vida y a mi obra literaria desde hace unos años, tanto como para que no pueda dejar pasar este hecho. Marina ejerció de presentadora allí en mi retorno a la literatura en papel tras varios años de haberme apartado por razones que contaré algún día. A las ocho de la tarde del sábado 27 de abril de 2013 lanzamos allí Esguevas, con mis textos y las fotografías de Javier García Riobó. Al salir del acto, había nevado en Béjar. Hoy Marina me ha enviado una foto de la Peña de la Cruz nevada, con lo que parece cerrarse este círculo. Entre una nieve y otra, el calor de la amistad, de la complicidad y de la cultura.
Pasar por los Portales de Pizarro de la Plaza de la Piedad (por ejemplo, hacia la imprenta de Luis Felipe Comendador o hacia la Plaza Mayor para tomar algo en el Abrasador) era, hasta ahora, pasar por delante de la puerta de un espacio amable entregado siempre a la cultura, con especial apoyo a los artistas locales. Allí he asistido a conferencias, tertulias, recitales, exposiciones de pintura y fotografías. Siempre había un hueco para la conversación con los amigos y con quienes han llevado eficazmente durante estos años este lugar, su dueño y mantenedor, Antolín Velasco, y, singularmente, quien siempre estaba allí, Reynaldo Lugo, escritor de origen cubano afincado en Béjar desde hace tiempo.
El local era una antigua farmacia bien conocida en la ciudad. Tras su cierre, fue puesto en valor y rescatado para actividades culturales por los socios entusiastas del contenedor cultural Notesalves, que promovieron desde sus instalaciones un movimiento artístico del que todavía quedan evidentes huellas en Béjar, unidos por la sólida memoria del artista Josetxo Lamy, una notable pérdida para el mundo cultural bejarano. Todos ellos son amigos míos pero no me ciega la pasión. Las razones son evidentes y quienes no lo vean así es simplemente porque no saben apreciar la cultura y lo que esta puede significar para una ciudad del tamaño de Béjar, que es mucho. El nombre del contenedor Notesalves hacía referencia a un conocido poema de Benedetti cuyo texto aún puede verse en el suelo del local, sabiamente conservado por Bizarte en la reforma del local. Espero que si vuelve a usarse este espacio para cualquier otra actividad se mantenga porque un espacio es también su historia, como ese maravilloso cuadro de luces antiguo que he usado como ilustración fotográfica varias veces en este blog.
Cuando estoy fuera de Béjar una temporada, como me sucede ahora -demasiado tiempo sin pisar esas calles, sin subirme a la sierra, demasiado-, echo de menos esas tierras por su paisaje pero también por su gente y, en especial, por este grupo de activistas culturales que me han hecho feliz, muy feliz, como pensaba que no podía ser feliz uno en una tierra de acogida. Desde el cierre de la mayoría de las fábricas textiles, Béjar entró en una decadencia que poco a poco se ha hecho visible en sus calles y edificios y se lleva ahora por delante este espacio cultural. El entorno natural de Béjar y las personas que habitan la ciudad tienen capacidad sobrada para remontar la decadencia a poco que se impulsen las buenas ideas que existen y a esto me ato cada vez que me acuerdo de esas calles o cada vez que las piso y me resisto a aceptar lo que ven mis ojos, como me será muy difícil aceptar que la puerta de Bizarte esté cerrada.
La cultura es parte sustancial de cualquier territorio, debe ser parte sustancial. Una de las dimensiones que me sirve siempre para medir a una ciudad pequeña es la existencia de empresas como Notesalves o Bizarte, mantenidas por un grupo de personas sin apoyo de las instituciones y entregadas al impulso de la cultura arriesgando su propio dinero y echando muchas horas de trabajo y esfuerzo generoso que repercute siempre en beneficio de la comunidad. Por eso mi agradecimiento a quienes han sostenido Bizarte y mi apoyo absoluto a quienes quieran impulsar allí nuevas empresas relacionadas con la cultura.
La cultura es parte sustancial de cualquier territorio, debe ser parte sustancial. Una de las dimensiones que me sirve siempre para medir a una ciudad pequeña es la existencia de empresas como Notesalves o Bizarte, mantenidas por un grupo de personas sin apoyo de las instituciones y entregadas al impulso de la cultura arriesgando su propio dinero y echando muchas horas de trabajo y esfuerzo generoso que repercute siempre en beneficio de la comunidad. Por eso mi agradecimiento a quienes han sostenido Bizarte y mi apoyo absoluto a quienes quieran impulsar allí nuevas empresas relacionadas con la cultura.
viernes, 27 de enero de 2017
Algunas cosas sobre dioses
Esta manía de alguno
buscándose en la paredes
como si fueran espejos.
*
Cuando dejamos de pensar que somos seres humanos nos volvemos muy débiles.
*
La mayor parte de los que hablan de espiritualidad lo que buscan es tu cartera.
*
Es costumbre mezclar la espiritualidad con la dieta.
*
Últimamente los gurús hablan de forma tan simple y apelando tanto a los sobreentendidos y pseudociencias que parecen políticos de la época de la posverdad.
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Es costumbre mezclar la espiritualidad con la dieta.
*
Últimamente los gurús hablan de forma tan simple y apelando tanto a los sobreentendidos y pseudociencias que parecen políticos de la época de la posverdad.
Con la globalización, todos los dioses se resumirán en uno. Al tiempo.
*
No descubras a dios en una tostada para un sandwich. Cómetela.
*
Dios no existe. Tú tampoco, pero la diferencia entre tú y él es que a ti te pueden cortar la luz por falta de pago en invierno y, cuando bajas al supermercado, sin dinero no puedes comprar nada.
jueves, 26 de enero de 2017
Su honestidad se igualaba a su hermosura: La española inglesa de Cervantes y noticias de nuestras lecturas con anuncio de la próxima
De la colección de Novelas ejemplares, La española inglesa es uno de los textos más elaborados por Cervantes pensando en el lector de la época aficionado a la narrativa como entretenimiento. En efecto, en principio este lector no hallará sobresaltos técnicos ni críticas sociales evidentes ni aspectos desagradables que pudieran tenerlo incómodo en la lectura como puede encontrarse en otros títulos de las Novelas ejemplares. El argumento deja claro que se hablará de un amor basado en la virtud personal y en la fuerza de las convicciones y que, por lo tanto, triunfará de todos los trabajos (es palabra que usa el protagonista Ricaredo y que nos lleva por línea directa al título de una obra mayor cervantina emparentada con esta, el Persiles) y circunstancias que depare la fortuna. Nos hallamos, es bien claro, ante una novela bizantina. Esta modalidad narrativa nos lleva a una peripecia enredada y entretenida, con varios incidentes que suspenden su ánimo una vez que se ha vinculado con la suerte de los protagonistas.
La española inglesa contiene todo lo necesario: protagonistas virtuosos que se mantienen firmes frente a todas las adversidades (un doble cautiverio que lleva a Isabela y Ricaredo a vivir en ámbitos peligrosos para su integridad y su fe); descripciones de lugares alejados por los que transitan los personajes durante nada más y nada menos que diecisiete años (Cádiz, Londres, Italia, Sevilla); un argumento con varios momentos de efecto que suspenden el ánimo del lector (doble anagnórisis, noticias falsas, un plazo que expira). También contiene la lucha maniquea entre el bien y el mal, entre la honradez y la envidia, entre el amor y los celos. Los personajes positivos aman siempre, intensamente, por encima de cualquier circunstancia (las separaciones durante años, la fealdad ocasional de Isabela, la mala fortuna con la que se presenta en Sevilla Ricaredo) porque están enamorados de la virtud que encuentran en aquel a quien aman, no de las prendas físicas o las riquezas. Es un tópico del género, claro. En la época de Cervantes la novela bizantina contenía esos dos elementos: la aventura constante de los protagonistas que cambian constantemente su fortuna durante años pero también la virtud que los mueve en todas sus acciones y que los preserva, finalmente, de todo mal. Esta virtud es personal siempre, no procede de su condición social ni de cualquier otra circunstancia. Como corresponde a esta modalidad, los protagonistas nunca proceden del mundo humilde: los lectores aficionados a las historias bizantinas son siempre de clases acomodadas y buscan construirse un mundo que funciona por valores en los que se reconocen y que imaginan como las bases de la sociedad que quieren construir como proyecto: virtud, honestidad, fiabilidad -véase, por ejemplo, la insistencia de Cervantes en poner de manifiesto en esta novelita que los banqueros son siempre honestos y cumplen lo pactado, es decir, que el sistema financiero funcionaba, lo que delata ya que Cervantes retrata un mundo cambiante en el que la cuna no es suficiente y se impone el capital-. Por eso, la reina de Inglaterra no cede al matrimonio solo porque Ricaredo sea hijo de Clotaldo y le obliga a ganarse su permiso realizando una acción que lo merezca (es un ideal continuamente manifestado por Cervantes en sus obras). En el fondo, este género y también la novela que comentamos contiene una propuesta ideal de mundo en el que la virtud siempre sale triunfante y existe una alianza de fuerzas sociales y divinas que conspiran para que sea así venciendo a las fuerzas del mal. Una lección de comportamiento para los jóvenes y un refugio ante un mundo que no va por ese camino. Cuando uno entra en las páginas de este tipo de novelas se ve alterado como lector por tanta circunstancia en manos de la fortuna pero sabe que todo acabará en boda. Un final feliz que compensa tanto de los avatares y sustos que deparara el argumento como del mundo en el que vive. De ahí su enorme éxito.
En medio del conflicto entre católicos y anglicanos, Cervantes pone todo lo positivo en el mundo católico -no se entendería de otra manera-, aunque sin hacer demasiada fuerza en el conflicto religioso más allá de ciertos convencionalismos. La reina Isabel parece moverse por estas cuestiones en sus decisiones sobre las personas y aparece retratada con benevolencia. Incluso en su estancia como cautivo en Argel, Ricaredo encuentra la ayuda de turcos a los que previamente había liberado.
En estos aspectos Cervantes no se nos muestra como demasiado innnovador de la novela bizantina y busca directamente al lector habituado a estas tramas, pero sí juega a reformar la modalidad. Especialmente, en la ambientación. Nos dibuja unos personajes ingleses que ya no son el odioso enemigos de los españoles, sino como nosotros puesto que la diferencia no estriba en la nacionalidad sino en el comportamiento personal. La mayor parte de la novela sucede en Londres, pero está anclada a la realidad española contemporánea: Cádiz y Sevilla, con una fecha de inicio (1596, fecha en la que los corsarios ingleses saquearon Cádiz) y una alusión a la veracidad de la historia cuando alude, al final de la novela, a que los protagonistas todavía ocupan la casa sevillana cercana al convento de Santa Paula "que después la compraron de los herederos de un hidalgo burgalés que se llamaba Hernando de Cifuente".
Busca Cervantes girar hacia el realismo este género de novelas aventuras. Y lo consigue plenamente. Es la mayor ruptura que introduce en La novela inglesa, que respeta escrupulosamente su fin moral, explícitamente expresado en el párrafo último:
Esta novela nos podría enseñar cuánto puede la virtud y cuánto la hermosura, pues son bastante juntas, y cada una de por sí, a enamorar aun hasta los mismos enemigos; y de cómo sabe el cielo sacar de las mayores adversidades nuestras nuestros mayores provechos.
Hasta ahí llega el narrador que se hace visible al final de la novela resumiendo expresamente el relato de la estancia en Londres. Hasta ahí nos conduce Cervantes en una novela de extraordinaria técnica y pulso narrativo que se lee aún hoy como lo que fue en su época: una novela de aventuras entretenida en la que todos quisiéramos que fuera cierto en el mundo lo que sucede en la historia. Es decir, que la virtud siempre triunfara...
La española inglesa contiene todo lo necesario: protagonistas virtuosos que se mantienen firmes frente a todas las adversidades (un doble cautiverio que lleva a Isabela y Ricaredo a vivir en ámbitos peligrosos para su integridad y su fe); descripciones de lugares alejados por los que transitan los personajes durante nada más y nada menos que diecisiete años (Cádiz, Londres, Italia, Sevilla); un argumento con varios momentos de efecto que suspenden el ánimo del lector (doble anagnórisis, noticias falsas, un plazo que expira). También contiene la lucha maniquea entre el bien y el mal, entre la honradez y la envidia, entre el amor y los celos. Los personajes positivos aman siempre, intensamente, por encima de cualquier circunstancia (las separaciones durante años, la fealdad ocasional de Isabela, la mala fortuna con la que se presenta en Sevilla Ricaredo) porque están enamorados de la virtud que encuentran en aquel a quien aman, no de las prendas físicas o las riquezas. Es un tópico del género, claro. En la época de Cervantes la novela bizantina contenía esos dos elementos: la aventura constante de los protagonistas que cambian constantemente su fortuna durante años pero también la virtud que los mueve en todas sus acciones y que los preserva, finalmente, de todo mal. Esta virtud es personal siempre, no procede de su condición social ni de cualquier otra circunstancia. Como corresponde a esta modalidad, los protagonistas nunca proceden del mundo humilde: los lectores aficionados a las historias bizantinas son siempre de clases acomodadas y buscan construirse un mundo que funciona por valores en los que se reconocen y que imaginan como las bases de la sociedad que quieren construir como proyecto: virtud, honestidad, fiabilidad -véase, por ejemplo, la insistencia de Cervantes en poner de manifiesto en esta novelita que los banqueros son siempre honestos y cumplen lo pactado, es decir, que el sistema financiero funcionaba, lo que delata ya que Cervantes retrata un mundo cambiante en el que la cuna no es suficiente y se impone el capital-. Por eso, la reina de Inglaterra no cede al matrimonio solo porque Ricaredo sea hijo de Clotaldo y le obliga a ganarse su permiso realizando una acción que lo merezca (es un ideal continuamente manifestado por Cervantes en sus obras). En el fondo, este género y también la novela que comentamos contiene una propuesta ideal de mundo en el que la virtud siempre sale triunfante y existe una alianza de fuerzas sociales y divinas que conspiran para que sea así venciendo a las fuerzas del mal. Una lección de comportamiento para los jóvenes y un refugio ante un mundo que no va por ese camino. Cuando uno entra en las páginas de este tipo de novelas se ve alterado como lector por tanta circunstancia en manos de la fortuna pero sabe que todo acabará en boda. Un final feliz que compensa tanto de los avatares y sustos que deparara el argumento como del mundo en el que vive. De ahí su enorme éxito.
En medio del conflicto entre católicos y anglicanos, Cervantes pone todo lo positivo en el mundo católico -no se entendería de otra manera-, aunque sin hacer demasiada fuerza en el conflicto religioso más allá de ciertos convencionalismos. La reina Isabel parece moverse por estas cuestiones en sus decisiones sobre las personas y aparece retratada con benevolencia. Incluso en su estancia como cautivo en Argel, Ricaredo encuentra la ayuda de turcos a los que previamente había liberado.
En estos aspectos Cervantes no se nos muestra como demasiado innnovador de la novela bizantina y busca directamente al lector habituado a estas tramas, pero sí juega a reformar la modalidad. Especialmente, en la ambientación. Nos dibuja unos personajes ingleses que ya no son el odioso enemigos de los españoles, sino como nosotros puesto que la diferencia no estriba en la nacionalidad sino en el comportamiento personal. La mayor parte de la novela sucede en Londres, pero está anclada a la realidad española contemporánea: Cádiz y Sevilla, con una fecha de inicio (1596, fecha en la que los corsarios ingleses saquearon Cádiz) y una alusión a la veracidad de la historia cuando alude, al final de la novela, a que los protagonistas todavía ocupan la casa sevillana cercana al convento de Santa Paula "que después la compraron de los herederos de un hidalgo burgalés que se llamaba Hernando de Cifuente".
Busca Cervantes girar hacia el realismo este género de novelas aventuras. Y lo consigue plenamente. Es la mayor ruptura que introduce en La novela inglesa, que respeta escrupulosamente su fin moral, explícitamente expresado en el párrafo último:
Esta novela nos podría enseñar cuánto puede la virtud y cuánto la hermosura, pues son bastante juntas, y cada una de por sí, a enamorar aun hasta los mismos enemigos; y de cómo sabe el cielo sacar de las mayores adversidades nuestras nuestros mayores provechos.
Hasta ahí llega el narrador que se hace visible al final de la novela resumiendo expresamente el relato de la estancia en Londres. Hasta ahí nos conduce Cervantes en una novela de extraordinaria técnica y pulso narrativo que se lee aún hoy como lo que fue en su época: una novela de aventuras entretenida en la que todos quisiéramos que fuera cierto en el mundo lo que sucede en la historia. Es decir, que la virtud siempre triunfara...
Esta lectura de La gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La española inglesa que nos proponemos durante enero, continúa la de El licenciado vidriera y el Matrimonio engañoso y Coloquio de los perros que hicimos en su día. Todo este conjunto de lecturas puede consultarse en la etiqueta Novelas ejemplares.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
Noticias de nuestras lecturas
Mª del Carmen Ugarte publica una entrada sobre La giranilla que no os podéis perder: la posición de la mujer en la obra de Cervanes, el realismo crítico, la introducción de hechos históricos en un género que no solía tenerlos... Una maravilla.
Paco Cuesta aborda uno de los aspectos esenciales de la obra cervantina, aquí centrándose en las novelas ejemplares propuestas: el tratamiento literario de la mujer. No dejéis de leerlo.
Myriam Goldenberg analiza con acierto alguna de las causas del buen tratamiento que depara Cervantes a la nobleza inglesa en esta obra, cosa que siempre ha intrigado a los lectores y estudiosos de La española inglesa.
Pacho comienza su comentario de Rinconete y Cortadillo, para llegar hasta el acta formal porque incluso los delincuentes de la España imperial aprecian la burocracia. No os perdáis las ilustraciones, ni el vídeo final, una delicia.
El pasado martes tuvimos la reunión habitual del Club de lectura en su formato presencial. Resultó bien cervantina, como da cuenta en su blog Mª Ángeles Merino, que me ahorra tener que resumirla. Por cierto: en este formato presencial, el Club ha cumplido ya seis años. Recuerdo que en el virtual nació en la primavera de 2008.
Paco Cuesta aborda uno de los aspectos esenciales de la obra cervantina, aquí centrándose en las novelas ejemplares propuestas: el tratamiento literario de la mujer. No dejéis de leerlo.
Myriam Goldenberg analiza con acierto alguna de las causas del buen tratamiento que depara Cervantes a la nobleza inglesa en esta obra, cosa que siempre ha intrigado a los lectores y estudiosos de La española inglesa.
Pacho comienza su comentario de Rinconete y Cortadillo, para llegar hasta el acta formal porque incluso los delincuentes de la España imperial aprecian la burocracia. No os perdáis las ilustraciones, ni el vídeo final, una delicia.
El pasado martes tuvimos la reunión habitual del Club de lectura en su formato presencial. Resultó bien cervantina, como da cuenta en su blog Mª Ángeles Merino, que me ahorra tener que resumirla. Por cierto: en este formato presencial, el Club ha cumplido ya seis años. Recuerdo que en el virtual nació en la primavera de 2008.
Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace.
En el mes de febrero leemos Patria de Fernando Aramburu
Durante el mes de febrero leeremos Patria, de Fernando Aramburu. Esta novela ha sido la novedad más celebrada del mundo literario español en la temporada. Se han sucedido las reseñas elogiosas y las alabanzas de los lectores desde que saliera al mercado, tanto por la calidad de la escritura de Aramburu como por el tema tratado. Una noticia reciente anuncia que será convertida en una serie para la televisión. Nos ocupará en el club presencial hasta el 2 de marzo (la sesión del club de lectura tendrá lugar el martes 7 de marzo). Como siempre, publicaré aquí una entrada cada jueves con un comentario y enlazando las aportaciones de los lectores que se sumen y me lo comuniquen.
miércoles, 25 de enero de 2017
Somos apenas
Somos apenas,
nada entre nadas,
un breve roce
que pasa, tan fugaz,
hacia la noche.
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
martes, 24 de enero de 2017
Desde el tren, las ciudades son polígonos
Desde el tren, las ciudades son polígonos
y tierras devastadas, horizontes
vallados, autovías y rotondas.
El cielo se hace gris
y el humo de las fábricas
escribe nuestro error
con letra bastardilla.
Páramos enteros sepultados de balasto.
En todos los andenes hace frío
como si fuera siempre el mes de enero.
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
lunes, 23 de enero de 2017
Hojas de arce
Hace unos días compré una pantalla para velas en un mercadillo artesanal. Una pantalla hecha de cera y hojas de arce. Cuando enciendo una vela en su interior no dejo de pensar en todo el tiempo que hay detrás del proceso de fabricación, desde que la hoja de arce no era más que un brote tierno -incluso antes, cuando el árbol entero no era más que una pequeña promesa- hasta que explotara en rojo como una llama ascendente para caer luego al suelo y buscar la tierra. Todo ese tiempo, necesario hasta que la mano amorosa la recogiera del suelo y la colocara, con cuidado, en una cesta de mimbre o en una caja de cartón. Una a una, junto a otras plantas humildes procedentes del mismo terreno. Aquello que está delante de todos pero que pocos saben ver de otra manera. Me imagino el trabajo de selección, extendiendo la cosecha de hojas sobre el suelo del taller para que se secaran pero no del todo. Elegir la que tiene la precisa forma que, mezclada con la cera, consigue este velo de sueño mecido por la luz de la vela. A veces, contemplando en silencio el pálpito secreto de esta luz, siento que eso me haría falta. El paso del tiempo en su lentitud precisa en cada uno de los momentos y el sosiego para verme, sin prisa ya, como si fuera un sueño.
domingo, 22 de enero de 2017
Miguel Delibes, Cinco horas con Mario. Cincuenta años de historia
Se cumplen cincuenta años de la publicación de Cinco horas con Mario, una de las novelas más conocidas de Miguel Delibes y uno de los títulos más importanes de la narrativa española de postguerra. Este diálogo interior supuso una profundización en la mentalidad de las mujeres de un tipo de burguesía acomodada de la época, llena de contradicciones, presa de una moral y una sociedad que sus integrantes habían provocado y que era, a la vez, su forma de controlar el país pero también una condena a la mediocridad, la insatisfacción y la hipocresía. Delibes contó que después de redactar cien cuartillas de la novela con el personaje de Mario vivo se detuvo y encontró la clave narrativa de la obra: contar la historia desde un largo monólogo de Menchu con Mario muerto, profundizando en la psicología de su protagonista y mostrando con el afán documentalista que le caracterizaba la forma de hablar y pensar de una mujer de ese tipo de burguesía en los años sesenta del pasado siglo.
Esa voz de la viuda es toda una lección técnica que le permitió, además, solventar una de las grandes preocupaciones del autor, la censura. En contra de la opinión de su editor, Delibes temía una paralización de la comercialización de la novela si en ella se hallaba algo opuesto a la opinión de los censores y por eso remitió un ejemplar al censor a pesar de que en esos años ya no fuera necesario. Contando la historia desde la visión más conservadora de Carmen, la viuda, las opiniones que en vida sostuviera el difunto quedaban amortiguadas y a salvo del lápiz del censor. Hasta ese punto tenían que hilar los autores que escribían bajo el franquismo, incluso alguien de la trayectoria de Delibes. Con esta estrategia pudo abordar algo que le preocupaba mucho: la tensión evidente en aquel momento entre un catolicismo conservador aún anclado en el conflicto de la guerra civil y en el afán de controlar la moral social aliándose con el poder político que procedía de la dictadura militar de Franco y otro más tolerante y abierto. El primero lo representaba el personaje de Carmen, el segundo el de Mario. Este, según testimonio del propio Delibes, se basaba en gran medida en el pensamiento de su amigo, el también escritor y periodista José Jiménez Lozano, al que dedicó la obra.
Con este motivo, la Fundación Miguel Delibes y el Ayuntamiento de Valladolid, con la colaboración de la Biblioteca Nacional, han organizado la exposición Miguel Delibes, Cinco horas con Mario. Cincuenta años de historia, comisariada por Amparo Medina-Bocos, que se clausuraba hoy en la Sala municipal de exposiciones de la Casa Revilla de Valladolid pero que podrá verse a partir del 7 de febrero en la Sala de las Musas del Museo de la Biblioteca Nacional. Una exposición honesta, sin más pretensiones que la de homenajear y documentar lo mostrado, pero necesaria e interesante tanto para los lectores de Delibes como para los que quieran conocer una de las páginas más sólidas de la narrativa española del siglo XX. En ella se muestran facsímiles con fragmentos de la correspondencia entre Delibes y su editor, Josep Vergés que ayudan a documentar todo el proceso de edición (es conocido que Delibes guardaba con celo todo lo que se refería a su carrera literaria), junto al contrato con la editorial y al manuscrito de la novela y las ediciones y traducciones que constatan su éxito nacional e internacional, así como las noticias aparecidas en la prensa. Como necesario complemento, se dedica una sección muy completa a la versión teatral de la obra (el monólogo interpretado por Lola Herrera que se ha convertido en un referente del teatro español de la segunda mitad del siglo XX y que está en el corazón de la película Función de noche, la excelente película documental de Josefina Molina estrenada en 1981), y la versión operística de Jorge Grundman.
sábado, 21 de enero de 2017
viernes, 20 de enero de 2017
Que siga la fiesta
En nuestro país nadie se acuerda en el mes de octubre de lo dicho en el mes de mayo, decía Zorrilla, al que estos días releo. Ando metido en la investigación sobre su vida y obra con motivo del bicentenario de su nacimiento en Valladolid que se celebra a partir del próximo 21 de febrero. A lo largo de los próximos meses iré dando cuenta de las actividades en las que participo. Entre ellas, la coordinación de los actos que unirán Valladolid y Sevilla. En Sevilla anduvo el autor porque allí tenían que acudir todos los profesionales del teatro dada la importancia de la ciudad andaluza. Su Don Juan Tenorio es sevillano también. De Zorrilla pocos conocen su prosa, excelente. Bueno, excepto el Don Juan, poco más se recuerda de un autor que fue coronado como Poeta Nacional en Granada. Desmemoria de este país, como en tantas otras cosas. A Zorrilla le salva de esta desmemoria precisamente la popularidad de su burlador enamorado, odiado por eso mismo por tantos, por ser popular y tener éxito, cosa que por aquí no se perdona jamás. En nuestro país nadie se acuerda en el mes de octubre de lo dicho en el mes de mayo, decía Zorrilla. Era demasiado generoso con el tiempo, demasiado tiempo entre octubre y mayo, tanto como para olvidar dos veces. Ni los políticos se acuerdan de lo que hicieron en la anterior legislatura, ni los intelectuales de sus cambios ideológicos, ni el vecino de cómo cayó en lo que ahora critica de otros. Hay demasiada mala memoria de todos. Desmemoria por inconsciencia, desmemoria interesada, desmemoria festiva, desmemoria insultante, desmemoria soberbia, memoria desmemoriada y que ruede la bola. Vivimos en un eterno presente adolescente. Que siga la fiesta.
jueves, 19 de enero de 2017
El propósito de Cervantes en Rinconete y Cortadillo y noticias de nuestras lecturas
La primeras líneas de Rinconete y Cortadillo son todo una lección de cómo comenzar una narración:
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne.
Cervantes se proponía, en esta novela, dar un giro a la picaresca, el modelo que tomaba. Ya sabemos que este es el propósito verdadero de toda la colección de las Novelas ejemplares, girar cada uno de los géneros narrativos que tocaba para romper el canon establecido y hacerlos evolucionar. Sabemos también que esta novela se hallaba escrita mucho antes de que se publicara en 1613 y que circulaba de forma manuscrita. En ese gran juego literario que es el Quijote aparece mencionada como uno de los títulos que estaban en poder del ventero para que fueran leídas en comunidad. Rinconete y Cortadillo es un buen ejemplo de la mesa de trucos a la que alude el autor en el prólogo. Han sido muy estudiadas las claves de la propuesta cervantina frente a la picaresca de su tiempo, muy conocedor del Lazarillo, la novela que diera origen al género: dos protagonistas en vez de uno, ambos sin demasiada necesidad de meterse a delincuentes porque no están condicionados por sus orígenes familiares y sin amos a los que servir, dueños en gran medida de su destino al menos como se podía ser dueño de la vida de cada uno en los inicios del siglo XVII.
Cervantes utiliza la aventura de ambos para retratar el mundo de la delincuencia sevillana ambientándolo en el famoso patio de Monipodio. Su recreación de una asociación de delincuentes no se olvida de nada: relaciones entre sus miembros y de todos con la sociedad de orden, descripciones de ambientes y comportamientos y una espléndido trabajo con el lenguaje dándonos a conocer la jerga de los bajos fondos de la delincuencia sevillana (esto, en sí mismo, ya es una joya artística). Imagina Cervantes los encargos de las actuaciones delictivas anotados en unos libros de actas como parodia de un mundo tan reglamentado y registrado como el de la España de su tiempo. Si la complicidad de los alguaciles del momento está reflejada con ironía, estos encargos son un dibujo demoledor. La gente de bien debe recurrir a esta asociación de maleantes para cumplir venganzas y advertencias ante la ausencia de una justicia de verdad. Sevilla era la ciudad con más movimiento de España y en ella se podía hallar lo mejor y lo peor de la sociedad pero siempre en un estado en el que la justicia no existe.
Pero hay algo que salva a la novela del pesimismo: el carácter de los dos jóvenes protagonistas, que parecen jugar a delincuentes más que serlo y su final. En él se alude a que Rinconete solo pasó unos meses en esa compañía. En ellos no perdió su juicio moral, lo que justifica los calicativos últimos del narrador al prometer la nunca cumplida continuación:
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia, como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne.
Cervantes se proponía, en esta novela, dar un giro a la picaresca, el modelo que tomaba. Ya sabemos que este es el propósito verdadero de toda la colección de las Novelas ejemplares, girar cada uno de los géneros narrativos que tocaba para romper el canon establecido y hacerlos evolucionar. Sabemos también que esta novela se hallaba escrita mucho antes de que se publicara en 1613 y que circulaba de forma manuscrita. En ese gran juego literario que es el Quijote aparece mencionada como uno de los títulos que estaban en poder del ventero para que fueran leídas en comunidad. Rinconete y Cortadillo es un buen ejemplo de la mesa de trucos a la que alude el autor en el prólogo. Han sido muy estudiadas las claves de la propuesta cervantina frente a la picaresca de su tiempo, muy conocedor del Lazarillo, la novela que diera origen al género: dos protagonistas en vez de uno, ambos sin demasiada necesidad de meterse a delincuentes porque no están condicionados por sus orígenes familiares y sin amos a los que servir, dueños en gran medida de su destino al menos como se podía ser dueño de la vida de cada uno en los inicios del siglo XVII.
Cervantes utiliza la aventura de ambos para retratar el mundo de la delincuencia sevillana ambientándolo en el famoso patio de Monipodio. Su recreación de una asociación de delincuentes no se olvida de nada: relaciones entre sus miembros y de todos con la sociedad de orden, descripciones de ambientes y comportamientos y una espléndido trabajo con el lenguaje dándonos a conocer la jerga de los bajos fondos de la delincuencia sevillana (esto, en sí mismo, ya es una joya artística). Imagina Cervantes los encargos de las actuaciones delictivas anotados en unos libros de actas como parodia de un mundo tan reglamentado y registrado como el de la España de su tiempo. Si la complicidad de los alguaciles del momento está reflejada con ironía, estos encargos son un dibujo demoledor. La gente de bien debe recurrir a esta asociación de maleantes para cumplir venganzas y advertencias ante la ausencia de una justicia de verdad. Sevilla era la ciudad con más movimiento de España y en ella se podía hallar lo mejor y lo peor de la sociedad pero siempre en un estado en el que la justicia no existe.
Pero hay algo que salva a la novela del pesimismo: el carácter de los dos jóvenes protagonistas, que parecen jugar a delincuentes más que serlo y su final. En él se alude a que Rinconete solo pasó unos meses en esa compañía. En ellos no perdió su juicio moral, lo que justifica los calicativos últimos del narrador al prometer la nunca cumplida continuación:
pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas
que piden más luenga escritura; y así, se deja para otra ocasión contar
su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de
aquéllos de la infame academia, que todos serán de grande consideración
y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que las leyeren
Cervantes parece querer agarrarse a la posibilidad de que dentro de cada uno se encuentren todas las posibildades, incluida la de apartarse del mal camino. Pero ahí está el demoledor retrato de un mundo lleno de miserias en el que todo está jerarquizado contra lo que decía ser el gran imperio español del momento. Un ejercicio de inversión por el que Cervantes se acercaba a la realidad de su tiempo, desde esa venta del Molinillo del inicio tan bien localizada hasta cada uno de los espacios sevillanos aludidos.
Cervantes parece querer agarrarse a la posibilidad de que dentro de cada uno se encuentren todas las posibildades, incluida la de apartarse del mal camino. Pero ahí está el demoledor retrato de un mundo lleno de miserias en el que todo está jerarquizado contra lo que decía ser el gran imperio español del momento. Un ejercicio de inversión por el que Cervantes se acercaba a la realidad de su tiempo, desde esa venta del Molinillo del inicio tan bien localizada hasta cada uno de los espacios sevillanos aludidos.
Esta lectura de La gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La española inglesa que nos proponemos durante enero, continúa la de El licenciado vidriera y el Matrimonio engañoso y Coloquio de los perros que hicimos en su día. Todo este conjunto de lecturas puede consultarse en la etiqueta Novelas ejemplares.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
Noticias de nuestras lecturas
El próximo martes 24 tendremos la reunión habitual del Club de lectura en su formato presencial. A los participantes ya les ha debido llegar la comunicación. En este formato presencial terminamos con el comentario de La española inglesa el próximo jueves para comenzar en febrero con el de Patria, de Aramburu.
Anda Mª del Carmen Ugarte entre tildes polémicas y se topa con Rinconete y Cortadillo. Su comentario nos trae un análisis impecable del lenguaje de la novela cervantina que no os podéis perder.
Mª Ángeles Merino escribe, con la ayuda de su amiga Austri, una entrada en la que está todo lo necesario para comprender esta novela cervantina. No te la pierdas, que hasta las abejas se ponen a jugar a las cartas...
Pancho da cuenta del final de La gitanilla y todas las circunstancias que nos llevan desde el mundo de los gitanos hasta la trasformación gracias a la fiesta literaria. Y termina con Camarón, eso es un broche de oro.
Anda Mª del Carmen Ugarte entre tildes polémicas y se topa con Rinconete y Cortadillo. Su comentario nos trae un análisis impecable del lenguaje de la novela cervantina que no os podéis perder.
Mª Ángeles Merino escribe, con la ayuda de su amiga Austri, una entrada en la que está todo lo necesario para comprender esta novela cervantina. No te la pierdas, que hasta las abejas se ponen a jugar a las cartas...
Pancho da cuenta del final de La gitanilla y todas las circunstancias que nos llevan desde el mundo de los gitanos hasta la trasformación gracias a la fiesta literaria. Y termina con Camarón, eso es un broche de oro.
Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace.
martes, 17 de enero de 2017
Ribera del Arlanza
Para Paco Ventura y Juan Carlos Gallego.
La Presa. Lerma.
Hoy son los chopos tristes, la ribera
del Arlanza, el invierno, recordar
los intrépidos baños, la merienda
de pan y chocolate, generosos
días de agosto, largos e inocentes,
las botellas de coca cola frías
compradas en el bar, la voz del padre
reclamando silencio, el transistor,
las horas acolchadas de la siesta.
Los árboles retienen
las risas y los besos
lejos del abrasado
palacio de los duques.
Para espejar la playa,
el río pasa, cómplice, la presa
en este atardecer,
por los lentos domingos de la infancia.
Estos chopos sombrean los secretos
del agua y si cerraras
ahora mismo los ojos
el viento contaría cada gesto
mostrando las palabras
heridas por los tiempos.
Te acercas a los árboles,
uno a uno, conoces
todas las cicatrices
que ocultan cada pliegue de su vida
y la corteza, piel
de tu propia historia,
las ramas al alcance de la mano,
el viento entre las hojas,
su luz, siempre cambiante y repetida.
Tus ojos,
como si despidieras el paisaje,
el rumor de los chopos.
Hace frío este mes,
el Arlanza recorre
la vega hermosa y fértil,
enfrente de la casa.
La línea de los árboles
que tus ojos recuerdan,
más profundos al fin en su futuro,
es tu vida y memoria para siempre.
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
(Quizá alguno de vosotros quiera conocer la historia que existe detrás de este texto. Paco Ventura y Juan Carlos Gallego viven en La Presa, cerca de Lerma. El lugar era una antigua playa artificial del río Arlanza. Los árboles que están a la orilla del río se encuentran enfermos y van a ser talados dentro de unos días. Paco y Juan Carlos se despiden de ellos.)
lunes, 16 de enero de 2017
No confundamos. Una razón para la necesidad de la crítica literaria y de la enseñanza de la literatura
Aviso previo:
1º.- Este artículo no pretende coartar la libertad para expresarse a través de la escritura o del arte de ninguno de los aficionados. Escribir es una buena cosa. Comunicar emociones, ideas, etc. es un derecho y ser creativo de las mejores cosas que tiene un ser humano. Si escribes porque eres aficionado a la literatura, sigue haciéndolo después de leer las líneas siguientes. Persevera, trabaja, pregunta, fórmate. También puedes no hacerlo si tu pretensión es escribir y publicar para ti y tu círculo próximo. Tienes derecho a escribir y a publicar lo que escribes y siempre contarás con mi aplauso. Este artículo no va contra ti en ningún caso. Si en nuestra sociedad se fomentara más la creatividad todo nos iría mejor.
2º.- Este artículo no es un ataque a los editores independientes de sellos pequeños que luchan día a día por mejorar la calidad de sus libros y sus catálogos, que sacan horas de su vida personal y que arriesgan su dinero. A un editor así hay que defenderlo siempre.
3º.- Este artículo no pretende que los poetas populares o los novelistas a la moda dejen de escribir o publicar. Entre otras cosas, porque no me harán caso y será bueno que no lo hagan. En parte por el aviso anterior, pero también porque, alcanzado cierto renombre y número de ejemplares vendidos, lo que escriben es ya un negocio y el mercado tiene sus propias dinámicas entreveradas con el arte. Eso sí, este artículo sí va, en parte, sobre estos autores porque no comprenderé nunca que la popularidad y el éxito los aleje del juicio crítico.
4º.- Este artículo también alude a aquellos que dan el salto de escribir para un círculo pequeño de amigos y familiares a un empeño mayor. Este paso es sustancial y quienes lo dan deberían comprender que todo arte tiene unas técnicas y unos propósitos. No aludo a un único canon ni a ningún academicismo, quede claro.
5º.- Este artículo defiende la necesidad de una crítica literaria seria y responsable, no sectaria, así como la formación artística que deberían proporcionar, entre otros, los profesores de literatura. No hablo aquí de una crítica despiadada o negativa que siempre es recibida con alborozo por las personas de carácter rencoroso o envidioso y no suele traer nada bueno salvo polémicas estériles y aplauso de sectarios. Como saben los que lean este blog, no suelo hacer críticas negativas sino proponer lecturas que a mí me parecen que deben hacerse.
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Estos días, en la prensa española y en las redes sociales abundan las opiniones sobre los poetas populares, esos que venden sus libros a miles o decenas de miles. Un fenómeno editorial que no puede negarse y que protagoniza las listas de los libros más vendidos en los últimos cuatro o cinco años. Estas semanas, la polémica se ha centrado en la poesía, pero lo mismo ocurre en la novela, aunque la polémica tenga menos intensidad porque en ella hay campo más grande dado que el mercado lo es y la competencia por el público y la visibilidad es menos feroz. En el fondo, es una vieja reedición de los antiguos debates presentes siempre en el mundo del arte pero que se han multiplicado por los avances tecnológicos.
En primer lugar, la posibilidad de aumentar el número de ejemplares impresos de una obra que se produjo en el siglo XIX con las innovaciones en el mundo de la impresión. Se multiplicó el número de imprentas, se usó el papel de celulosa, se desarrolló la mecanización de todo el proceso, que dejó de ser manual. Las leyes sobre la libertad de imprenta y el comercio libre contribuyeron también. Y, por supuesto, la aparición de un nuevo público lector, más amplio, más diverso. Esta realidad se intensificó a lo largo del siglo XX. Desde entonces hay una literatura impresa popular y masiva, que ha movido siempre el mayor número de ventas y lectores pero cuya calidad es escasa, sus innovaciones pocas y no suele traspasar el tiempo en el que fue escrita porque está pegada a las modas, los gustos y algunas circunstancias pasajeras (la biografía de los autores, las cuestiones políticas y sociales, etc.). Campoamor siempre tuvo más lectores que Juan Ramón Jiménez, por ejemplo. Y eso no es un valor en sí mismo más que como resultado contable. La novedad, por lo tanto, no es que la literatura popular venda más porque siempre lo ha hecho sino que ocupe un espacio que antes no le correspondía y que esto comience a preocupar por el estrecho margen que se deja a la que antes se consideraba como literatura de calidad.
En segundo lugar, la aparición de la tecnología digital, que ha abaratado el producto hasta hacer posible que el coste de un libro normal maquetado e impreso sea de uno a tres euros por ejemplar.. Este abaratamiento no solo se debe a los procedimientos informáticos sino también a que cada vez hay más maquetadores aficionados o voluntariosos que no dominan este trabajo y que nadie suele encargarse de revisar de forma profesional el resultado último. Las grandes editoriales, además, han comenzado a imprimir en otros países en los que la mano de obra es barata. Estas empresas no diferencian el libro de la ropa o un componente electrónico. Esto perjudica a los buenos y serios profesionales de la maquetación y a las imprentas locales que siguen los procedimientos tradicionales. Los libros impresos por procedimientos no digitales sufren la dura competencia y poco a poco las ediciones en papel tienen peor calidad física, peor maquetación y una desastrosa calidad de los textos. Son pocos los libros bien impresos, maquetados y revisados convenientemente que hallamos en las mesas de novedades.
Esta digitalización del mundo de la imprenta y el abaratamiento en la producción del libro se suma a la extensión de las redes sociales en las que uno de los fenómenos más evidentes es la escritura creativa libre de toda persona que así lo desee. No sé si es una causa o una consecuencia, pero se extienden los talleres de escritura y los grupos locales en los que leer la poesía de forma abierta. Y esto, antes o después, tenía que pasar al libro en papel. Describo, no valoro. En estos grupos existen personas entregadas y que lo hacen con generosidad para promover la escritura y la lectura creativas en sus localidades y debería reconocerse su esfuerzo porque ganan lectores y dan cauce a las necesidades culturales de muchas personas. Yo procuro hacerlo siempre en este blog, como recordarán los que me lean a menudo.
Que haya tanta gente escribiendo y publicando sin unos conocimientos mínimos previos sobre la escritura literaria, sin haber leído suficientemente y hasta sin la correción ortográfica o sintáctica requerida para una comunicación fluida, no es malo en sí mismo, nunca es malo ni debe ser rechazado. No es el espíritu de estas líneas. Lo peor es que los mecanismos sociales y de mercado en los que se mueven hagan que estos escritores pierdan conciencia de su posición en el campo de la literatura y de lo que les resta por aprender técnicamente para mejorar como escritores, se lamenten de no ganar premios de prestigio, acogidos por las instituciones al mismo nivel que los escritores reconocidos o de no ser publicados por determinadas editoriales y su envanecimiento les haga protagonizar espectáculos deplorables por vanidad y ambición. Son víctimas del aplauso fácil y de su propia ambición. Recuerdo aún un poeta con varios libros publicados que no sabía qué era un endecasílabo y se atrevía a discutir sobre uno que él proponía aunque le faltara claramente una sílaba y un novelista que ignoraba que la técnica que tanto decía usar como si la hubiera inventado se debía, en realidad, a un uso cervantino de la perspectiva múltiple. Cualquier editor responsable podría dar testimonio de cómo le llegan los textos que se le proponen o de las extravagantes conversaciones con algunos escritores.
Que haya tanta gente escribiendo y publicando sin unos conocimientos mínimos previos sobre la escritura literaria, sin haber leído suficientemente y hasta sin la correción ortográfica o sintáctica requerida para una comunicación fluida, no es malo en sí mismo, nunca es malo ni debe ser rechazado. No es el espíritu de estas líneas. Lo peor es que los mecanismos sociales y de mercado en los que se mueven hagan que estos escritores pierdan conciencia de su posición en el campo de la literatura y de lo que les resta por aprender técnicamente para mejorar como escritores, se lamenten de no ganar premios de prestigio, acogidos por las instituciones al mismo nivel que los escritores reconocidos o de no ser publicados por determinadas editoriales y su envanecimiento les haga protagonizar espectáculos deplorables por vanidad y ambición. Son víctimas del aplauso fácil y de su propia ambición. Recuerdo aún un poeta con varios libros publicados que no sabía qué era un endecasílabo y se atrevía a discutir sobre uno que él proponía aunque le faltara claramente una sílaba y un novelista que ignoraba que la técnica que tanto decía usar como si la hubiera inventado se debía, en realidad, a un uso cervantino de la perspectiva múltiple. Cualquier editor responsable podría dar testimonio de cómo le llegan los textos que se le proponen o de las extravagantes conversaciones con algunos escritores.
No es malo que todo el que quiera escriba y publique. Nunca ha sido más fácil y así debe ser. No es malo que se venda y se lea todo tipo de literatura y que algunos libros que yo nunca leería se vendan mucho, muchísimo. Todo lo contrario, aunque yo soy de los escépticos que piensa que raramente la mala literatura o la literatura popular puede llevarnos a la buena o que el lector acostumbrado a la banalidad pueda hacer un esfuerzo para comprender otro tipo de literatura, así como el espectador que ve un programa de telebasura tras otro no podrá disfrutar normalmente de una buena película. El gusto, como tantas otras cosas, también se estropea por el mal uso o no mejora por falta de estímulo. Por eso hay que hacer un esfuerzo diario para superarse como lector o como escritor.
Es bueno que las personas vean el resultado impreso de su creatividad o de su necesidad de comunicar emociones. El mundo es mejor cuando así se hace y la vida de las personas se mejora porque alcanzan objetivos que hasta hace poco estaban fuera de la mayoría. Aunque solo tuviera una razón mercantil como el que tienen la mayoría de las editoriales profesionales que han surgido al calor del la impresión digital y que tratan los deseos de muchos de ver publicados sus textos como un mero negocio (no incluyo aquí las de los grupos locales que se convierten en
organizaciones sin ánimo de lucro o culturales que quieren promover la
literatura en su zona y se esfuerzan cada día por hacerlo acogiendo con
generosidad a quienes llegan a visitarlos desde otros lugares, con lo
que se produce una interesante red escasamente jerarquizada que siempre es agradable encontrar por toda la geografía del país). Abundan las estafas y las mentiras en este sector, sobre las que convendría alertar. Con cierta frecuencia tengo noticia de escándalos porque determinados editores sin escrúpulos engañan a grupos enteros de poetas locales aprovechándose de este entusiasmo prometiendo editar libros individuales o antologías de conjunto con unas condiciones que no se cumplen nunca. O editores que promueven concursos que esconden, en realidad, un fraude porque al final los premiados deben pagar la edición o comprometerse a comprar un número de libros que la hacen rentable como condición para ver impresos sus textos premiados sin ninguna criba de calidad previa. Uno de los engaños publicitarios más recurrentes -a veces por mera ignorancia- es denominar segunda o tercera edición a lo que no es más que una reimpresión digital a demanda con un número de ejemplares muy pequeño. España se ha llenado de reediciones de libros escasamente vendidos. Otro, más doloroso, es aprovecharse de los deseos de quienes quieren publicar para vender los cien ejemplares de un primer libro que puede colocar cualquiera que lo haga a amigos, conocidos y familiares.
Pero no hay que confundir todo esto con la literatura o con el arte. La mayor parte de estos libros, que todo el mundo tiene derecho a escribir, publicar y vender (y que, repito, es bueno que así se haga), son tan solo un producto comercial pasajero, objeto para regalo e intercambio entre amigos o mera comunicación de las emociones y las ideas propias para un círculo pequeño de personas. Los textos de estos libros no pasan de las vagas líneas sentimentales que antes se vendían en las postales que uno podía comprar en la estación de tren o en el estanco, frases típicas de la pseudofilosofía de los libros de autoayuda, chistes ocasionales más o menos brillantes y audaces, compromisos sociales impostados para tranquilizar conciencias, exabruptos de bar, todo ello sin ninguna técnica más que la expresión directa de las cosas con mejor o peor redacción. Su escritura es facilísima y tópica (es algo en lo que coinciden la línea de poesía realista con la sentimental, que tan mal se llevan entre sí), muy pegada a modelos a los que no supera sino rebaja y algunas pretendendidas innovaciones llevan cien años o más inventadas. De hecho, en la mayor parte de estos libros lo que uno detecta primero es la mala calidad de la escritura (incluso en la sintaxis o en la ortografía) y lo segundo es la insinceridad, como si nos vendieran el ejercicio de estilo de un taller literario local o casero y no el poema, pero eso es otra cuestión. Lo tercero es la máquina de hacer textos como churros.
De vez en cuando un autor o un editor encuentra la fórmula de éxito que durante un tiempo le permite vender mucho. Me alegra sinceramente este éxito comercial, pero no esperen que me alegren sus logros literarios porque casi nunca aparecen en sus páginas. Son éxitos de comunicación y publicidad, no estéticos y, como tales, no aportan nada a la literatura y ni siquiera sirven de verdad para sostener editoriales como ocurría con la referida colección del Libro de Bolsillo de Alianza Editorial en la que el recetario de Simone Ortega pagaba excelentes ediciones de libros y antologías de poesía. Aunque cuando se juntan ambas cosas, qué placer para la lectura.
Aparecen autores que han coleccionado fotos con escritores famosos y hecho acopio de amigos en Facebook, se han creado un personaje más o menos bohemio, contracultural, espiritual o del tipo que sea y, con poco más que este bagaje, han vendido libros por encima de lo habitual. Parecen haber aprendido la técnica antes en un curso de ventas dirigido a la mediana empresa que en un taller de literatura o leyendo y se aprovechan de cierta ingenuidad emocional e ideológica de los lectores no formados (este tipo de lectores son terreno abonado para el engaño). Un bluff literario que no suele durar mucho tiempo porque no viene acompañado de una obra consistente y sincera y suelen recurrir a la evidente imitación de modelos ya existentes con cierto prestigio, calcos estilísticos y hasta plagios (hemos tenido algunos sonados escándalos en los últimos tiempos). El mundo de las redes sociales y la velocidad de nuestro tiempo hace que uno de estos autores sustituya a otro en cuestión de meses y aunque algunos parezcan tener la habilidad suficiente como para sobrevivir, terminan cayendo víctimas de las mismas inercias que los auparon. Se les suele detectar por el intercambio de favores o el halago fácil de quien le pueda llevar hasta sus objetivos, su ansiedad para conseguir todo rápidamente aunque casi no hayan publicado, la necesidad de venderse sin interactuar con otros y la inmediata promoción de sus obras sin nada más que decir, ni siquiera opinar sobre literatura para no entrar en polémicas.
De vez en cuando un autor o un editor encuentra la fórmula de éxito que durante un tiempo le permite vender mucho. Me alegra sinceramente este éxito comercial, pero no esperen que me alegren sus logros literarios porque casi nunca aparecen en sus páginas. Son éxitos de comunicación y publicidad, no estéticos y, como tales, no aportan nada a la literatura y ni siquiera sirven de verdad para sostener editoriales como ocurría con la referida colección del Libro de Bolsillo de Alianza Editorial en la que el recetario de Simone Ortega pagaba excelentes ediciones de libros y antologías de poesía. Aunque cuando se juntan ambas cosas, qué placer para la lectura.
Aparecen autores que han coleccionado fotos con escritores famosos y hecho acopio de amigos en Facebook, se han creado un personaje más o menos bohemio, contracultural, espiritual o del tipo que sea y, con poco más que este bagaje, han vendido libros por encima de lo habitual. Parecen haber aprendido la técnica antes en un curso de ventas dirigido a la mediana empresa que en un taller de literatura o leyendo y se aprovechan de cierta ingenuidad emocional e ideológica de los lectores no formados (este tipo de lectores son terreno abonado para el engaño). Un bluff literario que no suele durar mucho tiempo porque no viene acompañado de una obra consistente y sincera y suelen recurrir a la evidente imitación de modelos ya existentes con cierto prestigio, calcos estilísticos y hasta plagios (hemos tenido algunos sonados escándalos en los últimos tiempos). El mundo de las redes sociales y la velocidad de nuestro tiempo hace que uno de estos autores sustituya a otro en cuestión de meses y aunque algunos parezcan tener la habilidad suficiente como para sobrevivir, terminan cayendo víctimas de las mismas inercias que los auparon. Se les suele detectar por el intercambio de favores o el halago fácil de quien le pueda llevar hasta sus objetivos, su ansiedad para conseguir todo rápidamente aunque casi no hayan publicado, la necesidad de venderse sin interactuar con otros y la inmediata promoción de sus obras sin nada más que decir, ni siquiera opinar sobre literatura para no entrar en polémicas.
Hay editoriales de cierto prestigio que se han sumado al fenómeno como forma de obtener ganancias económicas. Venden estos libros como las camisetas o las tazas con la fotografía impresa de un famoso y por eso debemos tratarlas con mayor vigilancia que aquellas que dan a conocer el esfuerzo personal de quienes no tienen más pretensión que ver sus obras publicadas. No sé si con esto se editarán luego autores menos populares como se procuraba con las recetas de Simone Ortega. Lo dudo mucho porque no lo veo en sus catálogos editoriales como sí se apreciaba en Alianza. El círculo para los poetas que no siguen estas modas y estas costumbres cada vez es más estrecho y en breve deberán refugiarse en la edición independiente y en unas pocas colecciones de las comerciales de alcance nacional. Y el que escribe de verdad una obra personal de altura casi debe hacerlo ahora de forma vergonzante y pidiendo perdón. No exagero.
Uno de los fenómenos que recorren el arte de las últimas décadas es el desprestigio de la función del crítico literario y la destrucción de los modelos literarios. El encorsetamiento, la estrechez estética, moral e ideológica y la rigidez de muchos lo provocaron. Esto comienza a pasar también en la enseñanza de la literatura. Hay profesores de esta materia en España que no se han leído a los clásicos o que los han leído insuficientemente y comienzan a apostar por estas nuevas formas populares no por verdadero convencimiento sino porque es casi lo único que leen y para ellos resulta también un esfuerzo insalvable abordar un texto de Góngora o de Juan Ramón Jiménez o de Poeta en Nueva York. Comenzó hace tiempo. Muchos profesores de literatura española ni se han adentrado en el Quijote ni piensan que deban hacerlo para hablar de narrativa. Pero hoy es cada vez más necesario el buen crítico literario o el buen profesor de literatura. Porque no es lo mismo leer a Campoamor que a Juan Ramón Jiménez, no es lo mismo leer a Fernández y González que leer a Clarín, no es lo mismo leer a Corín Tellado que a García Márquez, no es lo mismo leer a cualquiera de estos escritores tan vendidos hoy que a Claudio Rodríguez. Y esto no tiene nada que ver con una posición academicista o excluyente de lo que se consideraba antes como un canon sacralizado. Nunca he creído en un canon así.
Se da otro fenómeno curioso. Como decía al inicio, muchos de los que afirman que todos tienen derecho a escribir y publicar niegan el derecho a la crítica: ¿Quién eres tú para decirme lo que es o no poesía o explicar las razones por las que te gusta o no de forma técnica y sin limitarte a lo emocional o a lo ideológico? Afirman que la poesía es solo o prioritariamente sentimiento o ideología, según sus intenciones, que basta siempre con la expresión directa y que no debe explicarse ni enseñarse como si emanara misteriosamente de algo mágico e incontrolable no sometido a ninguna técnica... Supongo que hay cierto temor en ellos porque, entre otras cosas, los textos de los que hablamos no resisten un análilsis medianamente profesional y se ven enseguida sus cosidos mal rematados, su simplicidad o la burda manipulación emocional o ideológica a la que someten al lector. Pertenecen más a la sociología o a la psicología que a la literatura y deben ir al cajón correspondiente de la socioliteratura. Como si cualquiera pudiera tocar una guitarra sin conocimiento alguno de cómo hacerlo y todos deberíamos respetárselo en público y aún pagar por escucharlo, subvencionarlo y auparlo a la fama o soportar pésimos actores en una obra teatral por la que hemos tenido que pagar como si fueran profesionales con el único razonamiento que todos tienen el mismo derecho. Qué error, qué gran error en el que están. Esos son los argumentos de quien no quiere hacer ningún esfuerzo y desea perderse uno de los mayores placeres que puede tener el ser humano o solo disfrutarlo en los preliminares. Yo, al menos, no pienso perdérmelo de ninguna de las maneras, con toda la intensidad de que sea capaz. Entre otras cosas porque leer de verdad, superar la lectura insuficiente con esfuerzo y constancia, nos hace mejores, menos manipulables, evita que nos engañen vendiéndonos como novedad cosas que ya son viejas, estropeadas y malas. Defender la lectura insuficiente o la escritura insuficiente es defender una sociedad anestesiada y mediocre, que no ve la necesidad de hacer esfuerzo alguno para escribir o para leer y que, por lo tanto, nunca tendrá acceso masivo a los textos clásicos. Sería defender que los derechos democráticos nos obligaran a renunciar a la mejor parte de nuestra cultura artística. Un absurdo. Curiosamente esta parte de nuestras mejores manifestaciones culturales está ahí mismo, gratis, al alcance de todos más que nunca, en internet. A la distancia de un gesto con el dedo pero tan lejos que parecen otro planeta que ni siquiera tenemos la conciencia de deber explorar. Esta brecha cultural se acentúa con nuestro consentimiento en una época en la que resulta más fácil que nunca superarla a poco esfuerzo y dedicación que pongan tanto los escritores como sus lectores.
Que escriban todos, que publiquen todos, que todo se venda, que todo se lea, que quien pueda gane dinero con la literatura y que quien solo quiera emocionarse o distraerse un rato lo haga, por supuesto. Es bueno leer, es bueno escribir, es bueno que las personas comuniquen sus emociones, ideas y sentimientos y que algunos hagan negocio con ello y creen puestos de trabajo. Me alegraré por todos ellos sinceramente y contarán con mi colaboración cuando me la soliciten, mi amistad y mi entusiasmo. Pero no confundamos. Para no hacerlo necesitamos el convencimiento personal de que debemos hacer el esfuerzo de mejorar nuestro acceso a la cultura y críticos literarios en los que podamos confiar, guías en la selva de los títulos que se publican en un año, sin paternalismos pero adaptados a cada nivel de lectura, que no dependan de intereses de escuela o editoriales y mejores profesores de literatura en todos los niveles del ejercicio de aprendizaje. Y hasta alguien que vaya advirtiendo a los ingenuos de las trampas del mercado, de los aprovechados y de los sectarismos literarios. No hablo, por supuesto de una crítica literaria o una enseñanza monolítica, sectaria moral o ideológica ni de escuela. Por suerte, esos tiempos se acabaron hace mucho y no volverán. La literatura y la cultura de nuestro país saldría beneficiada. La sociedad entera. Hagamos el esfuerzo y no confundamos, merece la pena.
Que escriban todos, que publiquen todos, que todo se venda, que todo se lea, que quien pueda gane dinero con la literatura y que quien solo quiera emocionarse o distraerse un rato lo haga, por supuesto. Es bueno leer, es bueno escribir, es bueno que las personas comuniquen sus emociones, ideas y sentimientos y que algunos hagan negocio con ello y creen puestos de trabajo. Me alegraré por todos ellos sinceramente y contarán con mi colaboración cuando me la soliciten, mi amistad y mi entusiasmo. Pero no confundamos. Para no hacerlo necesitamos el convencimiento personal de que debemos hacer el esfuerzo de mejorar nuestro acceso a la cultura y críticos literarios en los que podamos confiar, guías en la selva de los títulos que se publican en un año, sin paternalismos pero adaptados a cada nivel de lectura, que no dependan de intereses de escuela o editoriales y mejores profesores de literatura en todos los niveles del ejercicio de aprendizaje. Y hasta alguien que vaya advirtiendo a los ingenuos de las trampas del mercado, de los aprovechados y de los sectarismos literarios. No hablo, por supuesto de una crítica literaria o una enseñanza monolítica, sectaria moral o ideológica ni de escuela. Por suerte, esos tiempos se acabaron hace mucho y no volverán. La literatura y la cultura de nuestro país saldría beneficiada. La sociedad entera. Hagamos el esfuerzo y no confundamos, merece la pena.
domingo, 15 de enero de 2017
Pablo Genovés. Cronologías y precipitados.
Cronologías y precipitados es el título de esta muestra artística de Pablo Genovés que se exhibe en Valladolid (Sala municipal de exposiciones de San Benito, hasta el 12 de febrero). Una buena oportunidad para acercarse a la obra de este artista para quienes no lo conozcan y un acierto más de esta sala vallisoletana que se ha consolidado entre las mejores de España por su programación.
Genovés muestra composiciones de gran formato en las que trabaja digitalmente con superposición de imágnes, algunas originales y otras tomadas de antiguas postales, fotografías y otros materiales. Nos hace pasear por un paisaje apocalíptico en el que grandes bibliotecas y salones lujosos quedan anegados por olas violentas, sepultados por capas de sedimento y tomados por la naturaleza salvaje. Observando las imágenes en el orden propuesto partimos de un desastre violento en el que las fuerzas naturales destruyen espacios antes dedicados a la cultura y la belleza hasta la construcción de un alucinado mundo con colores extraños en el que parece que se gesta algo nuevo que no se conoce aún. Del blanco y negro al color, de lo cultural a lo natural pero también de una forma de entender la cultura un tanto elitista y con lujo exquisito a la propuesta de una nueva basada en elementos naturales.
Genovés recupera el sentido artístico de la ruina, un motivo que atraviesa toda la cultura. La meditación ante la ruina de las civilizaciones pasadas o presentes, la observación de las ruinas de nuestras cosas. Los románticos hicieron de este tema una de las claves de su arte. Genovés añade el impacto del apocalipsis. No somos eternos, nuestra civilización tampoco lo es, pasará como todas. La forma en la que entendemos el arte o la belleza dejará de ser la guía de nuestras acciones -quizá ya esté pasando-. Estas fotografías de Genovés objetivizan este apocalipsis que vendrá con toda certeza, que ha sucedido otras veces, que quizá ya esté aquí. Hay desastres naturales que son, en realidad, desastres estéticos y aun morales.Que de estos momentos apocalípticos salgan cosas nuevas depende de nosotros. O quizá lo hermosos es eso, la ruina de la que ya somos meros espectadores.
sábado, 14 de enero de 2017
La tristeza del río
Estos días de invierno tiene el río
tristeza en la mirada. Baja en busca
de un reflejo de chopo que lo aliente.
¡Es tan difícil fingir nidos de pájaros,
la brisa del gorrión junto a la fuente!
© Pedro Ojeda Escudero, 2017
viernes, 13 de enero de 2017
Hace frío y releo
Hace frío y releo a Luis Ángel Lobato en Lámparas (Tansonville, 2010):
Parece que el frío
repercute
en el latente metal
de estas tardes.
He tenido que subirme el cuello del abrigo y encoger el mentón buscando la bufanda. Luis Ángel me hace caminar por Medina de Rioseco que es y no es la ciudad castellana, helada y vacía:
Me conducen
esos grumos de reflejos
a -7º C
hasta comprobar
que yo circulé
por lo más oculto
de su consistencia.
Da igual a donde nos lleve el poeta:
20 de enero de 1965:
toda la noche
estuvo nevando
Ajusto mi paso al suyo, que transita entre la realidad y el sueño o la ficción. El frío se atenúa por el recuerdo del amor que se hace presente como si se enciendiera de pronto una llama o por los pocos momentos de refugio. Hace frío y escarcha estos días por estas tierras, la cencellada cubre el paisaje de cristales blancos, tan certeramente mortales como hermosos. En ese filo en el que caminamos a veces, en busca de ese calor que nos refugie porque el mundo a veces se hace un camino despoblado e invernizo. Suerte, hermano, si lo hallas. Llévate esa chispa siempre dentro del pecho, hazla estrella para caminar en la intemperie. Pobre de ti si lo pierdes. Desgraciado si nunca tienes dónde calentar tu esperanza. Hiela estos días en estas tierras, con la hermosa exactitud del tiempo que cumple con su labor siempre:
Se trata de la edad.
Nos zarandea.
Hace frío. Hiela por las noches y al despertarnos el paisaje es tan hermosamente difícil que parece la vida.
jueves, 12 de enero de 2017
La construcción cervantina del personaje de la gitanilla y noticias de nuestras lecturas.
Pocas obras narrativas conozco en las que la entrada y caracterización del personaje central esté mejor preparado que en La gitanilla de Cervantes. Con independencia de las fuentes en las que se inspiró el autor o la posible toma en consideración de modelos reales, Cervantes está más que acertado y pone en juego todas las virtudes técnicas. El ritmo es intenso, adecuado para arrebatar, desde la contextualización en el mundo de los gitanos hasta la aparición de la joven Preciosa que deslumbra al lector como deslumbra a todo Madrid. Se divierte Cervantes jugando a la parodia de géneros y recursos. Están aquí la novela breve italiana de ambiente urbano y la pastoril pero juega Cervantes a girarlas al hacer protagonista, por primera vez en la novela europea, al mundo gitano. En mitad de ese mundo sitúa, además, una mujer que es la más hermosa de todas, la más graciosa, hábil y seductora pero también la más honesta. Retuerce el juego amoroso, el retrato costumbrista de la sociedad y la convenciones de las novelas idealizadoras para situarlas en lugares concretos, como se divierte con la anagnórisis dando los detalles por los que se reconoce a la protagonista. Es impagable la sátira de esa casa de postín en la que nadie tiene una moneda encima como lo es ese juego de honestidades en un mundo de apariencias. Todos -no solo Preciosa o su pretendiente- van, en realidad, disfrazados. Y el narrador lo sabe y se permite saberlo todo y hasta dirigirse directamente a su protagonista -una vuelta más en la experimentación con la figura del narrador en la obra cervantina-. Y todo ello a tanta velocidad y gracia que el lector no puede respirar y ni siquiera detenerse en la clave que nos debería poner alerta sobre la postura tanto del narrador como del autor, la primera palabra con la que comienza no solo La gitanilla sino toda la colección de Novelas ejemplares: Parece... He aquí la mesa de trucos a la que hace referencia Cervantes en el prólogo de la colección. Todo es simulación y fiesta literaria. Estos gitanos no son lo que serían si prescindiéramos de ese parece que inicial, prueben a quitarlo:
[Parece que] los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser
ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para
ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a
todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como
accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.
Todo lo contrario, por eso está ahí situado ese parece. Como sucede en casa del tiniente de la villa que más que serlo lo parece. En esta novelita inicial cada palabra está sopesada para marcar la apariencia del mundo que solo puede reflejar y poner en evidencia la literatura.
Esta lectura de La gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La española inglesa que nos proponemos durante enero, continúa la de El licenciado vidriera y el Matrimonio engañoso y Coloquio de los perros que hicimos en su día. Todo este conjunto de lecturas puede consultarse en la etiqueta Novelas ejemplares.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
No es difícil hallar buenas ediciones de las Novelas ejemplares cervantinas en el mercado. Por suerte, disponemos de muchas ediciones críticas dirigidas al público académico que pueden ser también usadas por los lectores no expertos y que están disponibles a buen precio. Estos textos son también accesibles en buenas ediciones electrónicas en abierto que pueden hallarse en el más que recomendable portal dedicado al autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en este enlace.
Noticias de nuestras lecturas
Mª del Carmen Ugarte aborda la introducción de lo popular y el mundo gitano -verdadero y simulado- en la novelita de Cervantes. De su entrada se aprende mucho.
Pancho arranca con fuerza el comentario de esta nueva entrega de las novelitas de Cervantes... dispuesto a hallar por derecho el truco. Y bien que lo logra hasta teminar lorquiano.
Luz del Olmo se va por romance musical y bien apropiado para cantar las gracias de la obra cervantina... para Luisa.
Mª Ángeles Merino comenta, con su amiga Austri, La gintanilla cervantina. Hasta se la encuentra en pleno Espolón de Burgos. Divertido y sagaz comentario de todas las circunstancias de la novelita.
Pancho arranca con fuerza el comentario de esta nueva entrega de las novelitas de Cervantes... dispuesto a hallar por derecho el truco. Y bien que lo logra hasta teminar lorquiano.
Luz del Olmo se va por romance musical y bien apropiado para cantar las gracias de la obra cervantina... para Luisa.
Mª Ángeles Merino comenta, con su amiga Austri, La gintanilla cervantina. Hasta se la encuentra en pleno Espolón de Burgos. Divertido y sagaz comentario de todas las circunstancias de la novelita.
Paco Cuesta culmina su lectura de Don Quijote en Manhattan de Marina Perezagua -que nos ocupó hasta la semana pasada aquí- con la explicación de uno de los simbolismos de esta novela, Marcela, y su origen cervantino. No os la perdáis.
Por una error de la redacción de La Acequia (ya ha sido reprendido el becario adecuadamente), no se recogió aquí la penúltima entrada de Pancho sobre la novela de Unamuno que nos ocupó hace unas semanas, Niebla. Para seguir el orden natural, introduje su comentario en la entrada del jueves pasado, actualizada con este fin y dejo aquí constancia para los seguidores de este club
Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace.
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