Está la sierra de otoño. He caminado estos días sobre alfombras de hojas marrones, sobre todo de roble y de castaño. Algunas ya casi tierra. Es fácil ponerse sublime y metafísico y comenzar a razonar sobre el ciclo de la vida y el abono que la vida da a la vida, mientras esperas el momento de pausa en el camino para compartir las viandas -empanada, queso, tortilla de patata casera, té caliente en los termos- con los compañeros y cuando nos ponemos en faena y llevamos sartén y bombona de gas, unos buenos huevos fritos con migas regados con vino embocado directamente de la bota. He visto el Cuerpo de hombre espejar las ramas del otoño cubiertas de hiedra junto a las rocas en las que el musgo verdea, joven y arrogante, los prados y las matas con setas y algunos desorientados dientes de león en flor de un vanidoso amarillo, los puentes que cruzan el cauce desde hace siglos, los muros de las posesiones y los que marcan las callejas, las huellas de la vieja calzada romana. Venía cargado de cosas y tareas. Venía. He vuelto con los ojos llenos de otoño, un valle antiguo con neblinas y rocío, junto a los miliarios que marcan el camino con esa insistencia que tenemos los seres humanos de poner medida a todas las cosas.
5 comentarios:
Ayer,en nuestra marcha matutina, pude ver como el vapor del suelo se elevaba hacia los primeros rayos de sol.
Lugar ameno con hojas de otoño y río espejeante. Sólo el color de la bombona desentona.
Cada día tiene su afán, sí. Ahora toca todo esto.
Un abrazo
Estupendo texto que me ha transportado hasta esos senderos. Gracias por el paseo y por la meditación!
Un abrazo
P.d
espero tu foto
Precioso texto, fotografía y compañía.
Me has llenado de otoño, paisaje y amistad.
Besos
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