domingo, 20 de noviembre de 2016

La niebla. Mientras medito sobre la historia de España


En unos minutos, la niebla ha cubierto la sierra. Hago pausa aquí -unas horas- para bajar al sur. A pocos quilómetros, pasando Puerto de Béjar, el terreno desciende veloz camino de Extremadura y todo cambia. Voy a Cádiz. Participo en un congreso que aborda el exilio español en las primeras décadas del siglo XIX. El exilio de los liberales más significados en su compromiso con el parlamentarismo y en contra del absolutismo. Aquel mediocre y despreciable rey que fue Fernando VII es ejemplo de muchas cosas que aún ocurren en España. Tuvo apoyos, muchos, representó los intereses de clase, la permanencia de una forma de enfocar la vida en la que se aliaba la religión y el poder político. Muchos pensaron que aún se podía detener la trasformación del mundo que se había iniciado en el siglo anterior con las ideas revolucionarias. A veces ocurre, hay un sector de las clases dirigentes que piensa que se puede detener el tiempo. La tradición, la costumbre, el miedo a la libertad, los pequeños intereses, aseguran el apoyo de grandes sectores de la sociedad. Entonces, como hoy, los que tenían pensamiento más avanzado, más propio de su tiempo, ilustrado y racional, se preguntaban cómo era posible que una buena parte del pueblo quisiera el absolutismo, se negara a la modernización del país y prefiriera encogerse en lo conocido y en la falta de libertades. Los sociólogos lo explican bien, sobre todo por la incultura. No hay mejor forma de dominar el miedo de las personas que hacerlos incultos aunque sepan leer, escribir y cuenten con un móvil con rápida conexión a Internet. Encuentro personas que hoy son muy conservadoras en su forma de pensar que admiran los hechos revolucionarios del siglo XIX. A toro pasado se avanza mejor, claro, da menos miedo. A veces, en algunas conversaciones, me pregunto si el que me habla hoy defendiendo aquel inicio del constitucionalismo e incluso admirando alguno de sus héroes no estaría en aquellos tiempos gritando, ante el paso del Rey, Vivan las cadenas o alegrándose del fusilamiento del general Torriijos, porque en su ideología actual es lo que más les cuadra. Como tantos que se apuntan a la defensa de nuestra última Constitución y yo conocí en aquellos tiempos pidiendo la intervención de los militares ante lo que ocurría. De aquel siglo XIX me llama la atención muchas cosas pero sobre todo las partidas de reaccionarios que se echaban al monte, cogían las armas y no dudaban en exigir el final de las libertades, todo aquello que hoy damos por hecho, como si no tuviéramos que defenderlo cada día. Practicándolo, claro. Como los consensos. La historia de España está hecha de ellos aunque hoy parece que prestamos más atención a las rupturas y somos incapaces de dialogar. Dialogar con el otro, escuchar sus razones, ofrecerle pactos y no exigir, sin más, que nos apoye. A veces amenazamos con una revolución que nunca llega. A veces nos basta con sacar la bicha de nuevas elecciones sabiendo que muchos votan con el temor ante el otro. Dos extremos. Cuando la historia se extrema termina siempre mal. La niebla, digo. Camino del sur, para hablar de exilios y libertades.

6 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Dudo al escribir lo siguiente, no se si en estos momentos más que nunca está presente ese dicho que escribes "vivan las cadenas".

Abejita de la Vega dijo...

Nos envuelve una niebla planetaria. Feliz Congreso.

dafd dijo...

Pues esa parte de la historia de España es muy interesante. Da para muchos debates, y casi ninguno obsoleto sino, por el contrario, de la más candente actualidad.

Fackel dijo...

La incultura de las masas y la incultura de las clases dominantes, donde la institución secular por excelencia que todos sabemos, no más sabia pero sí más egoísta, cumplió su torticero papel junto con otro sector propietario de grandes extensiones, empeñados en que España no se modernizase con amplitud. Ojito. En nuestros tiempos la incultura puede seguir latente si se encarrila a la población por un comportamiento con pautas de entretenimiento, de desinterés y de abandono del conocimiento. La sociedad del consumo es toda una mentalidad, no solo un mercado. Las nuevas caenas.

Ele Bergón dijo...

¡Felices días en el sur, a pesar de la lluvia que tanto necesita esa tierra tan hermosa!

Besos

andandos dijo...

Lo dices tú y lo vuelve a decir Fackel: la incultura, que hoy toma nuevas formas. Pero la batalla se libra allí, en ese terreno .

Un abrazo