jueves, 6 de octubre de 2016

Queremos que vuelvan de Miguel Ángel Santamarina y la novela negra y noticias de nuestras lecturas.


Queremos que vuelvan es la primera novela de Miguel Ángel Santamarina (Burgos, 1972). Con ella, el autor se estrena en un género que ha cobrado cierto auge desde hace unos años aunque, desde su construcción canónica hace casi un siglo, nunca ha dejado de escribirse ni de leerse. Durante mucho tiempo era parte de lo que se conocía como subliteratura, con una posición casi marginal en la estimación de los críticos y las editoriales. Sin embargo, a partir de los años cincuenta son muchos los autores consolidados que incorporaron las claves del género en su obra como forma adecuada para regenerar la novela y retratar la sociedad de su tiempo, lo que ha llevado a rescatar en la valoración general a los primeros cultivadores de este tipo de narración.

Tiene su origen en la especialización en algunos temas y ambientes de la novela de investigación o policial, que nace en el siglo XIX. Aunque el nombre del género hace referencia al formato de las primeras ediciones, se entiende también por el espesor de los temas tratados que se dirigen sobre todo a crímenes de sangre y a la parte más oscura de la sociedad. Esto es lo que la distingue, especialmente. La novela negra siempre ha tenido la intención de mostrarnos los lados menos amables de nuestro mundo, aquellos en los que son norma la hipocresía basada en las relaciones de poder y dinero, el cinismo, la tendencia a la violencia. Frente a ellos, el individuo está desarbolado y desprotegido porque descubre que, en realidad, aquellos que deberían ampararlo (la adminitración, las leyes, la comunidad)  no lo hacen porque o bien miran hacia otro lado para no complicarse la vida o bien son cómplices o encubridores de los delitos de una u otra manera. La sociedad solo funciona aparentemente, mientras tengas la fortuna de no cruzarte con aquellos que harán cualquier cosa para conseguir sus fines. En esta realidad turbia son partícipes prohombres, políticos, funcionarios, policías, jueces, etc. La novela negra rescata un viejo tema y motor de la acción de la literatura clásica, como es la lucha fatal del ser humano frente a unas dinámicas que lo superan. En la mayoría de las obras de la literatura negra (o del cine negro), no hay posibilidad de enmienda, la lucha está perdida de antemano pero tiene que darse como si fuera un destino trágico de los protagonistas que, de esta manera, se convierten en solitarios a los que admiramos aunque, a veces, tengan ellos mismos zonas oscuras en su biografía o en su comportamiento. Hay algo que los salva y es que, por muy escépticos que sean, aún les queda un resquicio para creer en el bien, en la solidaridad o en el amor.

Otra de las características esenciales de la novela negra es que suele ocurrir que la intriga policial (el caso que motiva la acción) no es lo sustancial, solo un hilo argumental necesario que sostiene la atención de la obra para mantener el interés del lector y jugar con el ritmo narrativo y cuya resolución o conocer el final antes de tiempo, en muchos casos no importa. Lo más importante es esa lucha, la del individuo frente a una maquinaria corrupta y criminal, el retrato de una sociedad llena de apariencias y gobernanda, en realidad, por el mal y los intereses que genera. De ahí la empatía que desarrolla en la mente del lector. Todos deseamos que el protagonista triunfe, tenga éxito, aunque ese éxito -imposible en sí mismo-, si fuera completo, desvirtuaría el realismo crudo de la obra. Nos debemos conformar, casi siempre, con éxitos parciales que suelen tener consecuencias en el protagonista.

Se suele vincular el nacimiento de la novela negra con la situación norteamericana de los años veinte: las consecuencias de la I Guerra mundial, el auge del hampa organizado y la corrupción del sistema político con la ley seca y, finalmente, lo que provocó la crisis económica de finales de esa década. El clima social era propició para que se retratara con crudeza crítica lo que ocurría y que eso interesara a los lectores. De ahí también que el género se recupere con especial incidencia en las épocas de cambio social, de mayor corrupción e hipocresía social o de fuertes crisis como la que atravesamos. De hecho, en la actualidad, la novela negra es una forma muy útil para poner en evidencia esas zonas oscuras de nuestra sociedad.

Veremos, a lo largo de este mes, cómo lo hace Miguel Ángel Santamarina en Queremos que vuelvan, en la que retrata con crudeza y una narración ágil algunas de las zonas oscuras de la España contemporánea y de la hipocresía que nos mantiene como sociedad. Al terminar de leer esta novela uno no se pregunta si pudo o no haber ocurrido lo que se cuenta en ella, sino que lo da por hecho.

En octubre leeremos la novela negra Queremos que vuelvan, primera obra del novelista burgalés Miguel Ángel Santamarina. Con una narración ágil y un argumento ambientado en la España de nuestros días, aborda algunos de los temas que han protagonizado nuestra España reciente. Podéis encontrarla en la librería Luz y Vida de Burgos (también en otras de esta ciudad) y a través de Amazón, que la sirve en pocos días, en este enlace. También allí está disponible en libro electrónico de inmediata descarga. Más información en la página del autor. Como recordarán los lectores habituales de La Acequia, tuve la fortuna de ser quien la presentara en Burgos. Al final de la lectura, el autor tendrá un encuentro con los lectores del club, abierto también al público general. Informaré del lugar y la hora en su momento.

Noticias de nuestras lecturas

Luz del Olmo comenta las líneas generales de la novela negra como género en relación con la de de Santamarina y a través de ella da su opinión sobre las cuestiones esenciales de esta novela.`


Mª Ángeles Merino sigue contándonos el trabajo de su antiguo alumno, Mohamed, comentando las Cartas marruecas. Real, muy real.

Pancho comenta la defensa de la bonhomía en las Cartas marruecas, en medio de una sociedad que se encamina hacia otro lado. ¿Como ahora? Además, termina su entrada con Aute.

Gelu nos lleva hacia las palabras de Cadalso con un remate bien acertado. Qué difícil es cambiar un país hacia mejor y qué fácil es empeorarlo rápidamente...


Recojo en estas noticias las entradas que hasta el miércoles han publicado los blogs amigos. El listado de lecturas del presente curso, en este enlace.

2 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

Queremos que vuelvan me lleva a un género para mí desconocido pero me gusta meterme de vez en cuando por caminos no hollados. Dejamos el XVIII y de cabeza al XXI, a un mundo donde asoma lo peor del ser humano y la zorra cuida a las gallinas.
Tienes razón, aunque mi Mohamed sea tan ficticio como Gazel, es real. Es Mohamed y es Omar y Abdel y Fátima y Latifa y muchos más que conocí en clase de educación de adultos. Alumnos que enseñan mucho a los profesores.
Un abrazo Pedro. Todavía no sé por donde empezar con el libro del paisano Santamarina.

pancho dijo...

Según parece, las noventa cartas llenas de contenido de Cartas marruecas dan para algo más que un mes de comentarios.
A mí me parece fenomenal que se hable mucho últimamente de novela negra. Ojalá existiese una televisión o varias radios dedicada en exclusiva a hablar de Literatura, como hay otras dedicadas a fútbol o a historias de cuchicheo cuyos actores se ganan bien la vida. Seguramente que con ese apoyo la gente apagaría los aparatos de pantalla para hallar la quietud del silencio necesario para leer.
Esas películas españolas de los años cuarenta y cincuenta que ponen en La Dos, cine negro en blanco y negro, qué bien se ajustan al marco teórico que nos expones con tanta claridad en esta entrada. A eso de las diez pillo el mando de la tele y no hay quien me lo quite. Recuerdo haber visto muchas de esas películas en los cines de antes.
No tengo mucho tiempo así que he empezado Niebla. Tiene que ser buena novela porque no hay quien la deje. En este caso el prólogo me parece un poco confuso, te hace empezar la novela con miedo a que siga por los mismos derroteros, pero, no, no.