En Peromingo daban ganas de quedarse. No por nada. La ruta por el valle del Sangusín había sido amena. Este valle siempre me ha parecido alejado del tiempo, como si en él se detuviera y condensara pasado, presente y futuro. Siguiendo la vieja calzada tapada por la pista de tierra, ancha y llana, entre fresnos y robles cargados de bellotas, la temperatura agradable, la compañía adecuada, la conversación fluida. Buen ritmo en la marcha.
- ¿A Peromingo?
- A Peromingo.
Y junto al bar de Peromingo, arrimados a la tapia del viejo frontón, con unas cervezas y buen vino, una sartenada de panceta, los minutos pasaron sin darnos cuenta. Un cerdo -con perdón- asomó por encima de la tapia para ver qué hacíamos y lo saludamos, pasó un hombre en mula y el tiempo se ajustó a una mañana de domingo. Daban ganas de quedarse. No por nada, pero todo era como debía ser: una tortilla de patata, un bocadillo de panceta, buen vino de la bota. En Peromingo daban ganas de quedarse.
9 comentarios:
Sé que Toñi opinaria lo mismo.
¡Hasta yo me quedaría!
¡Qué buen rollito nos transmites con estas aventuras, profe!
Besos
;)
Yo también quiero quedarme...
Con esas viandas que llevabas se puede quedar uno en cualquier lugar que tenga un río, una arboleda y un lugar donde disfrutar de ellas y si es con buena compañía, mejor que mejor.
Saludos.
Y el pobre cerdo mirando los restos de un colega en el plato.
Bueno, es difícil encontrar, de manera natural. algo como lo que cuentas. Buena parte del turismo, sobre todo el rural, está montado sobre algo parecido a lo que cuentas. Suele ser una "falsificación", ya me entiendes. Es curioso que lo que vivíamos de manera natural cuando éramos niños ahora forme parte del paisaje "rural". Lo pasáis bien, ya se ve.
Un abrazo
Tal y como nos lo cuentas, dan muchas, pero muchas ganas de quedarse.
Muy buen texto.
Besos
Me encantaría vivir en Peromingo todos los días del año...
;)
Besos, Pedro.
Veo que te gusta el sabor a pueblo... a mí también...
Abrazo
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