Lo que más me gusta de las acerolas es su condición. Anuncian el otoño con la humildad de una fruta que no permite engaños ni comercialización en las grandes superficies. A la acerola no le podemos dar ceras para que brillen o envolverla en papel de seda para que parezca mejor de lo que es. La acerola es humilde, ácida, irregular, fiel a sí misma. Pero quien la prueba de niño conserva el secreto de su sabor. Volvió a mí hace algunos años y desde entonces la busco al inicio de cada otoño para cerciorarme de que es verdad, de que hay cosas y personas que es difícil adulterar. Y la traigo aquí, despojada de cualquier cosa que no sea ella misma.
9 comentarios:
Seguro que tu también lo has hecho, con una caña hueca tirar, a los amigos y enemigos, el hueso soplando. ¡¡Que tiempos!!
Invertir en brillo y envoltorios tiene con frecuencia el coste de la autenticidad.
Un saludo
No conozco esta fruta, al menos nunca había escuchado hablar de ella. Otra cosa a probar en mi lista de "pendientes"
Un abrazo
Y tiene vitamina C para parar un tren...
Abrazo
Recuerdo sin leerla la entrada del año pasado, incluso nombramos a Labordeta.
Un abrazo
Como cada año, aquí nos las traes, una de esas bellas ofrendas con las que nos regalas cada otoño.
Gracias, Pedro.
Besos.
Creo que nunca he comido una acerola y me acuerdo de ellas cuando tú las pones por aquí. Ni en Madrid ni en mi tierra las he visto. Este año las buscaré por si las encuentro. Deben de tener un sabor auténtico.
Besos
Lo que me gusta de las acerolas?. Poder comerlas. Es una fruta poco conocida en media España.
No había reparado en tu anotación dedicada a la chispeante acerola, la obligada cita de inicio de año.
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