Brindo por todos aquellos que ya no están pero supieron dejarnos el mundo mejor que lo encontraron, por aquellos que construyeron pequeños espacios amables, por los que supieron comprender que cada atardecer hay que sentarse a contemplar cómo se pone el sol entre los chopos escuchando el rumor del viento entre sus hojas verde y plata aunque todo el día fuera espantoso. Brindo por aquellos que cerraron los ojos un segundo -solo un segundo- mientras el mundo encontraba la brisa amable del anocher que reconforta el cálido agosto. Brindo por los que se fueron ya pero dejaron un lugar para que nos sentáramos a intentar calmar la fiebre de la historia. Un banco sencillo de madera para sentarse a ver cómo atardece.
12 comentarios:
Buenas noches, profesor Ojeda:
Mientras contemplamos sentados la puesta de sol, brindemos por quienes nos enseñaron a disfrutar -desde las cosas sencillas-, la grandeza que se nos ofrece de modo repetido y gratuito.
Un abrazo
Y que esté pintado de ese brillante color azul... ayuda a apreciar todo eso que dices.
Abrazos.
Brindemos!
¿Puedo llevar almohadones?
Un beso, Pedro
y mientras llega el momento, esperar leyendo un libro.
Saludos
No me recuerdes los chopos, y sus talas salvajes, porque por desgracia no todo el mundo sabe apreciar la bondad de ese banco azul cielo.
Al final las cosas más sencillas son las más hermosas.
Me uno a tu brindis y tu evocación. Un abrazo
Bindo contigo.
Gracias, hacen bien tus palabras.
Las pequeñas inmensas cosas. Y ya estamos en septiembre...
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