Por más paisajes que conozca y que ame (¡la sierra de Béjar!, el río turquesa a su paso por Ayamonte y sus marismas, la intriga urbana de tantas ciudades que he pisado), reconozco que siempre que atravieso la planicie castellana, en cualquier estación del año, siento que estoy en casa y comprendo que no todos aprecien la hermosa línea de su abstracción y dura esencia. Estos días el sol cae de lleno sobre las tierras ya cosechadas y el amarillo pajizo del cereal dorado y el marrón de la tierra, de vez en cuando la culebrilla verde de una vena de agua. Y el cielo azul poblado de horizonte.
6 comentarios:
Y el olor a verde y amarillo.
poética definición para ese precioso cuadro a la vista!
saludos,
Me resulta imposible ser monógamo con los paisajes. Cada uno de ellos nos dice y nos deslumbra y no hay por qué permanecer fiel a ninguno. Solo al momento en que nos seducen. A mí me ocurre que con el paisaje próximo, ese que llamamos de casa, obran otras circunstancias y factores donde el uso y el arraigo nos proporcionan seguridades especiales, algunas vinculadas a la infancia. Eso sucede también con un barrio de origen. Los paisajes hay que buscarlos para que nos hagan sentir con sus diferencias las propias diversidades que hay dentro de nosotros. Cada cual debe buscar.
Contigo es imposible no apreciar "la hermosa línea de su abstracción y dura esencia".
Besos
Pura poesía, el paisaje y tus letras.
Besos
;)
Cierto, a cierta edad sabes que hay paisajes con los que te identificas más.
Un abrazo
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