La Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI) cumple 60 años. La primera edición se inauguró el 20 de marzo de 1956 como Semana de Cine Religioso con la intención de promover la moralidad católica en el cine vinculándola a la promoción de la Semana Santa vallisoletana. Eran otros tiempos, claro. La dictadura franquista no dejaba margen para hacer otras cosas. Sin embargo, pronto se derivó hacia otros derroteros. El éxito de la Semana, su crecimiento y la necesidad de abrir una pequeña rendija para que se mostraran otras inquietudes, hizo que el festival se convirtiera en un foro de debate muy activo sobre el cine desde el punto de vista no solo técnico sino también ideológico. La atención que desde el primer momento tuvo hacia el cine de autor menos comercial y la incorporación a las actividades de un grupo de personas que mostraban disensiones con el régimen franquista y la presión de un público formado y ávido de novedades, provocó que comenzaran a exhibirse películas que la censura impedía pasar en las salas comerciales y a formarse debates que ampliaban el espectro de la intención inicial según se había formulado. Era un momento, además, en el que el régimen de Franco necesitaba homologarse en algo a las democracias occidentales que comenzaban a sustentarlo, reconocerlo y amparar su entrada en la ONU.
Durante toda mi vida, la celebración en Valladolid de la SEMINCI suponía un acontecimiento. Buena parte de las películas que se mostraban en el festival y que ganaban los principales premios se convertían en films que había que ver durante la temporada. Todavía hoy sucede. El festival ha crecido, ha cedido una parte de su seriedad inicial para aceptar un cierto glamour que no contradiga sus principios básicos de buscar el cine de autor, cuenta con secciones tan interesantes como la oficial.
Con este motivo, se celebra esta exposición (Una historia de cine. 1956-2015, en la Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión de Valladolid, hasta el 1 de noviembre), que no quiere ser exhaustiva ni pretende otra cosa que celebrar con los visitantes algunos de los momentos más importantes del festival. Solo repasar la historia de la cartelería de la SEMINCI es ya un recorrido por el diseño contemporáneo (magnífico el cartel de Manuel Sierra para la edición de 1984 que se convirtió en el logo del festival y que en la exposición se ha trasformado -en un guiño entre Dalí y Warhol- en un sofá para que todo el que desee se fotografíe). Pasear por el panel de carteles de películas o ver las excelentes fotografías de Pedro Usabiaga o Luis Laforga en las que se retrata a los grandes personajes de la historia del cine contemporáneo, una delicia.
Yo, que estoy tocado por la enfermedad del cine, no puedo más que disfrutar con esta exposición e invitar a todos los interesados a visitarla.
2 comentarios:
me ha encantado encontrarte y leerte
Como siempre, estoy demasiado lejos de Valladolid. Reflexionando sobre el cine, creo que veía mucho más antes que ahora, me refiero a cine con mayúsculas. Cada vez, y no son muchas, que vamos al cine me pregunto cómo es posible que no haya ido antes y me conforme con verlo en televisión. Suelo disculparme a mí mismo pensando en los cuarenta kilómetros que me separan de la sala, pero me engaño. En fin, continuaremos yendo cuando podamos y la película lo valga.
Un abrazo
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