Miguel Gila contaba un chiste -en primera persona, como los mejores chistes-. Iba por la calle con su mujer y se encontraba con cuatro personas pegando a otra. Duda si meterse o no en la pelea. "No te metas, hombre", le aconseja su mujer. Finalmente lo hace:
- Y entre todos le dimos una paliza...
Hay muchos tipos de humor. Últimamente, en los monólogos se estila mucho el más básico, ese que nunca se pasa de moda, el que habla de cuestiones escatológicas o de las relaciones de pareja con situaciones más o menos actualizadas.
Como los grandes humoristas cuyo humor nace del costumbrismo y del conocimiento de las interioridades del ser humano, Gila nos plantaba ante el espejo en los segundos que duraba el chiste.
¿Qué hacemos si vemos a cuatro personas golpeando a otra? ¿Damos la espalda a la situación como si no fuera con nosotros, pedimos informes previos para saber dónde posicionarnos, intervenimos a favor del que está solo o nos sumamos a la mayoría? No, en serio aunque todo comience con un chiste. No te respondas a la primera de forma políticamente correcta.
Las risas de quienes oían ese chiste -mil veces repetido por Gila pero que siempre provocaba la misma reacción como si fuera la primera vez que se escuchaba- podrían ser analizadas por un psicólogo como esa risa nerviosa que libera la tensión interior entre lo que se sabe que se debe hacer y lo que se hace finalmente casi siempre. Son estrategias que el ser humano usa.
A veces la reacción es instintiva: un bando u otro lleva una banda de un color, una camiseta, un tipo de piel. Uno u otro bando no es de los nuestros. Otras veces la reacción es más civilizada y sale de nuestra forma moral de entender el mundo: detenemos la pelea porque las fuerzas son desproporcionadas. Otras veces se nos despierta un mero instinto de supervivencia -la cobardía que nos hace sobrevivir adhiriéndonos a los más fuertes- o es nuestro servilismo el que impera -pensamos que quien manda nos premiará si seguimos sus instrucciones o, al menos, no se cebará en nosotros convirtiéndonos en la siguiente víctima.
Como los grandes humoristas cuyo humor nace del costumbrismo y del conocimiento de las interioridades del ser humano, Gila nos plantaba ante el espejo en los segundos que duraba el chiste.
¿Qué hacemos si vemos a cuatro personas golpeando a otra? ¿Damos la espalda a la situación como si no fuera con nosotros, pedimos informes previos para saber dónde posicionarnos, intervenimos a favor del que está solo o nos sumamos a la mayoría? No, en serio aunque todo comience con un chiste. No te respondas a la primera de forma políticamente correcta.
Las risas de quienes oían ese chiste -mil veces repetido por Gila pero que siempre provocaba la misma reacción como si fuera la primera vez que se escuchaba- podrían ser analizadas por un psicólogo como esa risa nerviosa que libera la tensión interior entre lo que se sabe que se debe hacer y lo que se hace finalmente casi siempre. Son estrategias que el ser humano usa.
A veces la reacción es instintiva: un bando u otro lleva una banda de un color, una camiseta, un tipo de piel. Uno u otro bando no es de los nuestros. Otras veces la reacción es más civilizada y sale de nuestra forma moral de entender el mundo: detenemos la pelea porque las fuerzas son desproporcionadas. Otras veces se nos despierta un mero instinto de supervivencia -la cobardía que nos hace sobrevivir adhiriéndonos a los más fuertes- o es nuestro servilismo el que impera -pensamos que quien manda nos premiará si seguimos sus instrucciones o, al menos, no se cebará en nosotros convirtiéndonos en la siguiente víctima.
Piénsalo porque te has encontrado en esa situación muchas veces: en la escuela, en la familia, en el grupo de amigos, en el trabajo, al salir de un cine, en el metro, al elegir comprar una marca de ropa y no otra, al decidir el voto en las elecciones, al gastar tu dinero en un negocio determinado o en un tiempo de ocio concreto. Ahora ya, respóndete no lo que harías sino lo que has hecho. Y, sobre todo, lo que vas a hacer en la próxima ocasión en la que te encuentres en una situación semejante. No toda la tensión se libera cuando un cómico nos hace reír con un chiste que nos retrata. En tu respuesta, te defines, así que no te hagas trampas al solitario.
10 comentarios:
Excelente maneira de nos pores a pensar sobre nós mesm@s.
Abrazo fuerte, querido amigo
Hacer trampas, puedes hacerlas, solo que tienes que pechar con las posteriores consecuencias.
Saludos
Un chiste en apariencia, parece una tontería para reirnos un poco de los otros y de nosotros mismos, pero en en fondo ahonda en nuestro interior y creo que a la pregunta que haces, la forma de reaccionar ante una injusticia de la vida, creo que depende del momento, de quién nos acompañe, de nuestras motivaciones, de nuestros intereses, de nuestra propia historia... en fin pienso que es difícil de contestar. Son de esas decisones rápidas que adoptamos a lo largo de nuestra vida y que después nos podemos arrepentir, o por el contrario, estar orgullosos de lo que hicimos.
Besos
trampas y tramposos los hay por donde se mire
así como mentiras y mentirosos
bss
Eso de hacerse el muerto, tiene su aquello.
Y Gila era un experto en la materia.
(Además de plantarnos frente al espejo con su humor)
Has usado convenientemente el humor del gran Gila para hacernos pensar, y a fé mia que lo has conseguido. Un saludo y gracias por ello.
Hola Maestro o Profesor. Siempre impartiendo clases amgistrales, hasta valiéndote de los chistes. Eres irrepetible. Un abrazo.
Cierto lo que dices. Ser coherente, éticamente coherente, es difícil, mucho, pero debe ser así. Por tu posición como profesor estoy seguro de que más de una vez debes elegir entre varias opciones la más honesta, coherente, justa, y sabes que tu ejemplo, lo que hagas, es el criterio de otros. Es la servidumbre de tu oficio, y está en el sueldo, aunque no se page.
un abrazo
La última vez, traté de separar. Creo que no lo repetiré.
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