Pocas cosas hay más funestas para un país que un gobierno en deriva autoritaria cuando siente el peligro. Eso es lo que le ocurría a Leopoldo O'Donnell en 1859. El desprestigio de la reina Isabel II iba en aumento entre las grandes personalidades del país aunque aún no era general entre la población, los sectores más puros del progresismo habían sido apartados completamente del poder y dentro de la Unión Liberal (el partido fundado en 1858 por O'Donnell a partir de las ideas que manejaba ya tras el golpe de estado de 1854 para agrupar en él una alianza de los moderados del partido conservador -los puritanos- y del partido progresista -los templados o resellados-) comenzaban a manifestarse los descontentos.
La convulsa historia revolucionaria de los años anteriores, la inestabilidad de los gobiernos españoles de mediados del siglo XIX, la corrupción latente del sistema isabelino -aumentada por las obras del ferrocarril-, la propia personalidad de la reina y las tensiones políticas manifestadas en la prensa, etc., hacían dudar al general O'Donnell de su propia continuidad al frente del país. Conocía esta realidad española porque, no en vano, figuraba en la primera línea de esta inestabilidad desde su participación en la Primera guerra carlista. Su muerte en el exilio en 1867 le impedirá ver la culminación de esta etapa de inestabilidad con la Revolución de 1868.
O'Donnell aplicó desde 1858 una fórmula que no suele fallar en situaciones como la española: crear un enemigo exterior y dotar de un motor de unión a las facciones diversas que comenzaban a resquebrajar el frente de la Unión Liberal. Encontró en los hostigamientos a las tropas españolas establecidas en la región del Rif una excusa adecuada para lanzar una de las movilizaciones patrióticas más importantes de la historia de España. De hecho, hasta la guerra de Cuba la primera guerra de África se señaló como un hito en la memoria colectiva de los españoles. O`Donnell magnificó los enfrentamientos, ocultó información sobre la legitimidad de las defensas españolas en Ceuta y acusó al sultán de Marruecos de romper el pacto de no agresión que se había firmado poco antes y movilizó todo el poder propagandístico del estado y de los periódicos afines. Esta movilización puede contarse como la primera ocasión en la que en España se usaron técnicas de propaganda moderna al servicio del gobierno para crear un estado apropiado para una intervención militar en el exterior. Y fue efectiva. Muchos de los componentes patrióticos que hoy se utilizan en España fueron construidos en aquellos tiempos. O`Donnell se envolvió en la bandera española en gran medida para aumentar su propio prestigio y embarcó al país en una política de gestos y acciones de fuerte carácter neocolonial pero escaso sentido práctico. Por otra parte, estaba clara la subordinación de esta política española a la de Francia. Acompañando a las tropas francesas -a las que se subordinaban- envió fuerzas españolas tanto a la Conchinchina -el actual Vietnam- y a la romántica y desastrosa aventura de fundar un imperio mexicano al frente del cual se situaría Maximiliano I.
O`Donnell se subordinaba a Francia buscando un prestigio imperial para España cuando esta estaba en franco declive tanto en el panorama político como en el económico. Incluso la primera guerra de África, que pareció una iniciativa personal, contó con la presencia de observadores internacionales que dejaban clara la órbita neocolonial a la que pertenecía. Y aunque el resultado puede contarse aparentemente como un éxito personal, en realidad fue una desastrosa actuación que sangró el erario público, causó muertos y no supuso, en realidad, más que un gesto de honor porque lo ganado no pudo consolidarse.
Pero la movilización inicial fue un éxito rotundo de la estrategia creada por O'Donnell, que tuvo clara conciencia de que una guerra se gana antes en la prensa que en los campos de batalla. Incluso los periódicos más reacios a la intervención tuvieron que plegarse a la ola patriótica que recorrió el país. Por eso, la primera guerra de África se luchó también en las páginas de los diarios y semanarios y en las entregas de los relatos bélicos que se obtenían mediante suscripción. Los periódicos informaban al detalle de los preparativos y de los acontecimientos bélicos, se vendieron con profusión mapas de la zona, etc. Todo periódico que se preciara debía estar presente en el Rif. De aquellos relatos salieron dos obras que permanecen hoy como los primeros ejemplos de crónicas bélicas españolas modernas: el Diario de un testigo de la guerra de África, de Pedro Antonio de Alarcón y las Crónicas periodísticas de la guerra de África de Gaspar Núñez de Arce. Son más interesantes, para la historia del periodismo español, estas segundas porque constituyen el primer gran monumento cerrado de unas crónicas de guerra publicadas en un diario español. Núñez de Arce trabajaba en la redacción del períodico La Iberia -el órgano de expresión de los progresistas puros y, por lo tanto, en la oposición a O'Donnell- y solía cubrir acontecimientos relevantes como lo que hoy llamamos reportero. Sus crónicas sobre inauguraciones de tramos de ferrocarril o canales son un modelo perfecto del género a mediados del siglo XIX. Estas crónicas de la guerra de África constituirán su máxima aportación a la modalidad y leídas hoy sorprenden por su modernidad. También suponen un giro en su vida. En África, O'Donnell terminará convenciéndole de las bondades de su política y Núñez de Arce se despide de La Iberia. Esta traición al director del periódico, Pedro Calvo Asensio -que, a pesar de eso, publicó hasta la última de las crónicas-, y su línea editorial, queda en la biografía de Núñez de Arce.
Leer estas próximas semanas las Crónicas de Núñez de Arce es enfrentarse con una España que nos recuerda en gran medida una buena parte de los males instalados en la sociología del país pero también disfrutar como lectors con el primer gran relato periodístico de una campaña bélica nacional escrito por un cronista español y publicado al calor de los acontecimientos.
La convulsa historia revolucionaria de los años anteriores, la inestabilidad de los gobiernos españoles de mediados del siglo XIX, la corrupción latente del sistema isabelino -aumentada por las obras del ferrocarril-, la propia personalidad de la reina y las tensiones políticas manifestadas en la prensa, etc., hacían dudar al general O'Donnell de su propia continuidad al frente del país. Conocía esta realidad española porque, no en vano, figuraba en la primera línea de esta inestabilidad desde su participación en la Primera guerra carlista. Su muerte en el exilio en 1867 le impedirá ver la culminación de esta etapa de inestabilidad con la Revolución de 1868.
O'Donnell aplicó desde 1858 una fórmula que no suele fallar en situaciones como la española: crear un enemigo exterior y dotar de un motor de unión a las facciones diversas que comenzaban a resquebrajar el frente de la Unión Liberal. Encontró en los hostigamientos a las tropas españolas establecidas en la región del Rif una excusa adecuada para lanzar una de las movilizaciones patrióticas más importantes de la historia de España. De hecho, hasta la guerra de Cuba la primera guerra de África se señaló como un hito en la memoria colectiva de los españoles. O`Donnell magnificó los enfrentamientos, ocultó información sobre la legitimidad de las defensas españolas en Ceuta y acusó al sultán de Marruecos de romper el pacto de no agresión que se había firmado poco antes y movilizó todo el poder propagandístico del estado y de los periódicos afines. Esta movilización puede contarse como la primera ocasión en la que en España se usaron técnicas de propaganda moderna al servicio del gobierno para crear un estado apropiado para una intervención militar en el exterior. Y fue efectiva. Muchos de los componentes patrióticos que hoy se utilizan en España fueron construidos en aquellos tiempos. O`Donnell se envolvió en la bandera española en gran medida para aumentar su propio prestigio y embarcó al país en una política de gestos y acciones de fuerte carácter neocolonial pero escaso sentido práctico. Por otra parte, estaba clara la subordinación de esta política española a la de Francia. Acompañando a las tropas francesas -a las que se subordinaban- envió fuerzas españolas tanto a la Conchinchina -el actual Vietnam- y a la romántica y desastrosa aventura de fundar un imperio mexicano al frente del cual se situaría Maximiliano I.
O`Donnell se subordinaba a Francia buscando un prestigio imperial para España cuando esta estaba en franco declive tanto en el panorama político como en el económico. Incluso la primera guerra de África, que pareció una iniciativa personal, contó con la presencia de observadores internacionales que dejaban clara la órbita neocolonial a la que pertenecía. Y aunque el resultado puede contarse aparentemente como un éxito personal, en realidad fue una desastrosa actuación que sangró el erario público, causó muertos y no supuso, en realidad, más que un gesto de honor porque lo ganado no pudo consolidarse.
Pero la movilización inicial fue un éxito rotundo de la estrategia creada por O'Donnell, que tuvo clara conciencia de que una guerra se gana antes en la prensa que en los campos de batalla. Incluso los periódicos más reacios a la intervención tuvieron que plegarse a la ola patriótica que recorrió el país. Por eso, la primera guerra de África se luchó también en las páginas de los diarios y semanarios y en las entregas de los relatos bélicos que se obtenían mediante suscripción. Los periódicos informaban al detalle de los preparativos y de los acontecimientos bélicos, se vendieron con profusión mapas de la zona, etc. Todo periódico que se preciara debía estar presente en el Rif. De aquellos relatos salieron dos obras que permanecen hoy como los primeros ejemplos de crónicas bélicas españolas modernas: el Diario de un testigo de la guerra de África, de Pedro Antonio de Alarcón y las Crónicas periodísticas de la guerra de África de Gaspar Núñez de Arce. Son más interesantes, para la historia del periodismo español, estas segundas porque constituyen el primer gran monumento cerrado de unas crónicas de guerra publicadas en un diario español. Núñez de Arce trabajaba en la redacción del períodico La Iberia -el órgano de expresión de los progresistas puros y, por lo tanto, en la oposición a O'Donnell- y solía cubrir acontecimientos relevantes como lo que hoy llamamos reportero. Sus crónicas sobre inauguraciones de tramos de ferrocarril o canales son un modelo perfecto del género a mediados del siglo XIX. Estas crónicas de la guerra de África constituirán su máxima aportación a la modalidad y leídas hoy sorprenden por su modernidad. También suponen un giro en su vida. En África, O'Donnell terminará convenciéndole de las bondades de su política y Núñez de Arce se despide de La Iberia. Esta traición al director del periódico, Pedro Calvo Asensio -que, a pesar de eso, publicó hasta la última de las crónicas-, y su línea editorial, queda en la biografía de Núñez de Arce.
Leer estas próximas semanas las Crónicas de Núñez de Arce es enfrentarse con una España que nos recuerda en gran medida una buena parte de los males instalados en la sociología del país pero también disfrutar como lectors con el primer gran relato periodístico de una campaña bélica nacional escrito por un cronista español y publicado al calor de los acontecimientos.
- Hay edición moderna al cuidado de Mª Antonia Fernández en Madrid, Biblioteca Nueva, 2003. Sigue la versión publicada en las páginas del diario La Iberia durante el conflicto. Puede cotejarse con el acceso directo al periódico en este enlace.
- Bajo el título de Recuerdos de la campaña de África, Núñez de Arce publicó una versión sutilmente revisada de sus crónicas en 1860 -para justificar su cambio de posición sobre O`Donnell-. Puede leerse y descargarse gratis en este enlace.
Noticias de nuestras lecturas
Luz del Olmo reproduce la parte final de la crónica de la guerra publicada por Núñez de Arce en La Iberia fecha en Ceuta el 10 de diciembre de 1859. Una buena forma de que comprendamos la estructura de estos textos.
Mª Ángeles Merino encuentra un buen lugar desde el que comentar las crónicas de Núñez de Arce: un domicilio burgués, conmocionado, como todos los de la época, por los hechos, de los que tiene conocimiento a través de los periódicos.
Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os agradezco que me lo comuniquéis. Podéis consultar el listado con los títulos del presente curso y las condiciones de participación en este enlace.
3 comentarios:
El corresponsal Núñez de Arce echa las redes para que caigan variopintos lectores. Las bellas costas levantinas, los blancos pueblecitos andaluces, las pasas, las atalayas de los tiempos en que había que vigilar por si había moros e la costa, Cádiz y el recuerdo de la Pepa, el sol sobre el mar, los preparativos y ensayos de las tropas, patriotismo…la guerra contada en primera línea, estén atentos. Una prosa que se lee con agrado, aprendemos historia y la vivimos. Un libro muy recomendable este último de la columna de este curso.
“Un gobierno en deriva autoritaria”, “corrupción”, “crear un enemigo exterior”, “un motor de unión”, “una excusa” y se declara la guerra. Jóvenes soldados embarcados hacia las penalidades y tal vez hacia la muerte; sólo los pobres, que los ricos pueden pagar las mil quinientas pesetas de la redención. Terrible historia. Los manejos de O´Donnell.
Es muy interesante leer las crónicas y también lo es el compararlas con la edición revisada.
Besos, Pedro.
pues acá ( lado del mapa) se ha celebrado el día del padre
así que te dejo un abrazo y felicidades
:D
Muy ilustrativo, sin duda. Voy a ver si logro dar con el enlace, ya que lo he encontrado, supongo que también vale, en la enciclopedia virtual Cervantes.
Un abrazo
Publicar un comentario