Conocí a Juan Manuel Arruabarrena (Soraluze, Guipúzcoa,1958) el pasado verano. Mientras se preparaba un arroz que compartimos con varios amigos en su estudio del pueblo salmantino de Navacarros me mostró la obra expuesta allí. En ella resaltaban los excelentes y sugerentes paisajes de tierra y bruma. Por entonces también experimentaba con colores vivos. Poco después, abrió en Bilbao Arruabarrena Espacio Variable, en donde conjuga su faceta profesional con la artística.
En su estudio en Navacarros estaba muy presente la huella que dejó en él la amistad con Josetxo Lamy, un artista al que yo pude conocer al fina de su vida pero que, sobre todo, me ha llegado a través de su obra, del espacio para mí tan querido de La Casa de la Sal de Candelario y del cariño y admiración de quienes le trataron.
Sabía que Arruabarrena es un experimentador continuo, que nunca se instala cómodamente en un territorio conocido y que procura combinar técnicas mixtas con materiales que siempre nos llevan a las texturas, a la materia, a los elementos con mayor fuerza de la naturaleza pero tratados con un vigor propio. Aún así ha conseguido sorprenderme por la energía, color y dinamismo que trasmiten las obras expuestas en el Ábside de San Gil (Béjar, hasta el 7 de abril) bajo el nombre de Memoria líquida. Arruabarrena ha mirado el mar, el agua y lo ha trasformado en pura acción y sugerencia: conserva la memoria de lo que fue para convertirse en fuerza, color y movimiento.
En su estudio en Navacarros estaba muy presente la huella que dejó en él la amistad con Josetxo Lamy, un artista al que yo pude conocer al fina de su vida pero que, sobre todo, me ha llegado a través de su obra, del espacio para mí tan querido de La Casa de la Sal de Candelario y del cariño y admiración de quienes le trataron.
Sabía que Arruabarrena es un experimentador continuo, que nunca se instala cómodamente en un territorio conocido y que procura combinar técnicas mixtas con materiales que siempre nos llevan a las texturas, a la materia, a los elementos con mayor fuerza de la naturaleza pero tratados con un vigor propio. Aún así ha conseguido sorprenderme por la energía, color y dinamismo que trasmiten las obras expuestas en el Ábside de San Gil (Béjar, hasta el 7 de abril) bajo el nombre de Memoria líquida. Arruabarrena ha mirado el mar, el agua y lo ha trasformado en pura acción y sugerencia: conserva la memoria de lo que fue para convertirse en fuerza, color y movimiento.
1 comentario:
"Olas gigantes que os rompéis bramando..."
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