- ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
Desde el Castillo del Paraíso, con Montemayor a la espalda y el río Cuerpo de Hombre a los pies sentí ganas de gritar, como Quevedo, para saber de mi soledad y de su certeza. La sierra de Béjar estaba extraña porque a estas alturas del año faltaban los rojizos del otoño. La lluvia, insistente y fría, terminaría dejando por la noche nieve en el Calvitero y en La Ceja. Desde el Castillo quizá estemos más cerca del paraíso, si es que eso quiere decir su etimología. Camino de la Ruta de la Plata, con todo la hermosa abundancia de la naturaleza de la zona, en un enclave aguerrido y hermoso. Los erizos de los castaños alfombran ya el bosque y en algunos pueblos de la zona asan por las mañanas, a las puertas de las casas o en los patios, las castañas al fuego vivo de la madera, como siempre. No subí al castillo solo sino con un grupo de buenos amigos bejaranos para encontrarme con otros amigos, gente buena de Montemayor, y comer juntos, pero la soledad, lo sabemos, es libre de manifestarse. Y abocado al precipicio, frente al valle, me dio una puntada en la boca del estómago:
- ¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?
11 comentarios:
Y si sólo digo, pues vale, ¿será que estoy poco poética?
:(
ECOOO
"¡Ah de la vida!"
Sólo el eco contestó.
Menos es nada.
Un abrazo
"Todas las preguntas eran la respueta"
La vida es el mismo rumor...¡digo yo!
Un saludo
mj
Preciosos, Pedro, el paraje, el camino, el encuentro y tu texto. Cercanos al paraiso, como su nombre. Un abrazo.
Este está muy bien, pero también hay castillos en el aire.
Besos
Este año, para ver el otoño, tuvimos que subir más arriba que otros, todo parece ir retrasado,
Un abrazo
Hermoso texto, Pedro.
Besos
Maravillosa foto. La naturaleza parece reclamar su lugar en el mundo coronando rey al cabezo del fondo. La lluvia, la posibilidad de las primeras nieves, el camino frío (distinto que en verano), esos erizos vegetales, los aromas de las castañas asándose, en fin, que no estuvo mal la excursión. Parece el inicio de una aventura heroica.
Creo que el pobre San Amaro tuvo la sorpresa de encontrar que el Paraíso era un castillo. Tal vez, allí arriba, ocultándose de vosotros, lo rodeasteis. O tal vez no, y lo protegéis en vuestros corazones como el más rico tesoro.
Quiero creer que ya somos unos cuantos en preguntarnos lo mismo e intentar responder...
Besos, Pedro.
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