Una de las consecuencias de los tiempos de crisis como los actuales es que llega un momento en el que las formas de comportamiento tradicionales en la política, las que han conducido la situación hasta el momento crítico, se hacen insoportables para la ciudadanía. El político entrenado en la vieja escuela -aunque sea aún joven- no comprende que las cosas han cambiado y piensa que todavía cabe estirar más el tiempo pasado, en el que forjó su carrera y ganó posiciones en el partido, seguir con los modos y maneras que le hicieron llegar a tener éxito y ocupar un puesto cada vez más alto en las listas electorales. Quizá, incluso, ha tenido antes responsabilidades de gestión y es, por lo tanto, uno de los causantes del estado de deterioro. Cuenta, además, con la pasividad tradicional de la mayor parte de la población que ha aguantado los primeros tiempos de la crisis pensando que las cosas mejorarían pronto para volver a la situación anterior y, después, actuando con cierto temor a perder lo poco o mucho obtenido antes de la crisis. Hay estrategias diseñadas por los asesores de los políticos que contemplan estas situaciones. Pero cuando la crisis se prolonga en el tiempo y no se ve la luz al final del túnel, cuando el número de afectados por la crisis aumenta y los sectores implicados son cada vez más, surge el problema.
Lo que se vive estos días en el barrio de Gamonal de Burgos no es más que una manifestación de ese problema. El viernes también hubo un estallido de malestar social en Melilla y no sería de extrañar que a lo largo de los próximos meses surgieran otros en diferentes localidades españolas. El detonante será siempre algo local: un bulevar con una fuerte contestación vecinal, el reparto de doscientos puestos de empleo, un desalojo provocado por un desahucio, etc. En España, además, hay dos contextos muy delicados en los que todo lo comentado se puede mezclar con combinaciones nacionalistas: el independentismo en Cataluña y en el País Vasco, en donde la situación puede llegar a sobrepasar incluso a los que lideran estas posiciones desde partidos de ideología conservadora.
España lleva demasiado tiempo metida en la bronca política, incluso en épocas de bonanza. Esta crispación que han usado como estrategia los partidos políticos para desacreditar al contrario cala fácilmente en la sociedad y se vuelve ahora contra ellos. Y la sociedad española está crispada porque ve que no se reduce eficazmente el paro, que los puestos de trabajo que se crean son muy frágiles, que lo salarios han caído y todo es más caro. Los políticos -y con ellos la mayoría de los medios de comunicación con ganas de ganar cuotas de audiencia- no han sabido dar ejemplo de diálogo y de gestión eficaz y rápida para solucionar los problemas y se han dedicado a prolongar una situación que es la culpable de la crisis. De hecho, la mayoría de nuestras instituciones están regidas hoy por políticos que tuvieron responsabilidades y ocuparon cargos en la época del despilfarro, la corrupción y los enormes problemas de déficit. No son, por lo tanto, creíbles para una ciudadanía que ya los mira con escepticismo y cuestiona cada una de sus decisiones, incluso las más inocentes y voluntariosas. Más aún si estas decisiones son torpes y no encuentran el consenso adecuado.
El descrédito de las instituciones públicas -Monarquía, Parlamento, Comunidades autónomas, ayuntamientos, partidos políticos, sindicatos, agrupaciones empresariales, etc.- es alarmente en España y no se puede prolongar más sin causar una profundización en el malestar ciudadano y un deterioro en la situación que provoque un mayor sufrimiento social.
El 23 de marzo de 1914, en el teatro de la Comedia, Ortega y Gasset pronunció una de sus conferencias más conocidas, Vieja y nueva política. En ella advertía de lo que ocurría en aquellos tiempos de crisis y formulaba una dualidad que es válida hoy: la España oficial y la España vital. Ortega, liberal y no muy dado a acciones revolucionarias, buscaba impulsar un cambio en la política de su tiempo porque percibía lo que ocurría a su alrededor. La situación es comparable, aunque las fórmulas pensadas por Ortega, un siglo después, no lo sean.
Una de las consecuencias del Movimiento del 15 de Mayo, que algunos se dedicaron a desprestigiar con faciles tópicos, tildar de infructuoso y dar por muerto rápidamente, fue la evidencia de que los ciudadanos podían organizarse eficazmente al margen de las organizaciones tradicionales. Aquel movimiento ha supuesto un impulso al movimiento vecinal y un salto gracias a Internet. Han surgido plataformas cívicas -antidesahucio, de afectados por la estafa de las preferentes, contra el bulevar de la calle de Vitoria de Burgos, etc.-, asociaciones de parados en movimiento, se han impulsado medidas legislativas a partir de la recogida de firmas, se han organizado grupos de apoyo en barrios marginales, etc. Basta con repasar la prensa española de los últimos meses para recoger decenas de ejemplos. No estamos ya ante la algarada o la acción espontánea tradicional, sino ante un frente de acción ciudadana creciente en el que se incluyen personas con apenas formación pero mucha vocación junto a titulados universitarios y profesionales con altos conocimientos de informática o idiomas.
El político tradicional, aunque sea joven, tiende a despreciar estos movimientos, a no verlos, a no tenerlos en cuenta. En el peor de los casos porque no los comprende, porque no los considera parte de la democracia institucionalizada en los partidos políticos y el asociacionismo clásico. Suele usar argumentos falsos democráticamente como aducir que él tiene más votos, que él ganó las últimas elecciones y está legitimado para llevar a cabo su acción de gobierno sean cuales sean las circunstancias. En el caso necesario, utiliza la fuerza policial para imponerla y también usa la vieja retórica de que la violencia la causan agentes externos infiltrados venidos de fuera de la localidad. El político viejo, aunque sea joven, no entiende que los ciudadanos quieran participar en la vida política y busquen cauces para hacerlo y no acepten que no se les deje participar en algo que es parte esencial de su vida. Por desgracia, la violencia -condenable siempre y más cuando se individualiza contra otros ciudadanos- suele aparecer con demasiada frecuencia cuando a un colectivo no se le escucha ni se le dan soluciones a sus demandas.
En las democracias anglosajonas, que tanto solemos despreciar los latinos, hay cauces eficaces para que estas iniciativas ciudadanas expresen su malestar: sus propuestas son tenidas en cuenta a la hora de legislar, pueden visitar a su diputado, que está obligado a mantener un despacho electoral, son recibidas como un lobby más, se convocan referendos con frecuencia en los que los ciudadanos expresan su opinión sobre la construcción de un centro comercial o sobre una iniciativa legislativa de calado.
El eficaz uso de las herramientas tecnológias por parte de estas agrupaciones de ciudadanos hace cada vez más difícil la tarea de un político viejo, aunque sea joven. Más aún en tiempos de crisis como los actuales. La información y la opinión se canaliza eficazmente, así como las convocatorias de acciones concretas.
O los políticos comprenden que hay que abandonar la política vieja, sus maneras, sus discursos y sus costumbres o serán sobrepasados por las circunstancias. Y con ellos quién sabe cuántas instituciones, partidos y organismos que hoy parecen muy asentadas en España. O eso o se da un rápido desarrollo económico que haga que los ciudadanos olviden esta crisis y vuelven a adormecerse.
8 comentarios:
También en la clase política cabe lo de renovarse o morir. Abrir cauces de participación ciudadana es imprescindible aunque ellos lo odian. Pero no hay vuelta atrás. Me gusta que no se haya dicho que tendremos una primavera caliente, pq se me antoja que va a serla.
Muy lúcido análisis de lo que ocurre en este momento y en este país (y en otros) donde se ha demostrado que lo viejo se resiste a adaptarse a las nuevas circunstancias.
También, en mi opinión, ocurre que los políticos, quienes si contaban con la legitimidad de los votos, no han sido capaces de enfrentarse con rigor a los poderes económicos (troika, BCE etc.) que no son representativos porque no son elegidos, pero ejercen un poder efectivo y demoledor sobre la masa trabajadora y asalariada.
La ciudadanía ha visto que la democracia parlamentaria (burguesa) es endeble y quiere recuperar el protagonismo que había cedido a sus representantes. Y, éstos, necios y tercos, se resisten.
Mal vamos porque esa democracia no tiene el más mínimo escrúpulo en recurrir a la violencia para liquidar las aspiraciones populares.
Y, en el fondo querido profesor, es que la historia se repite, claro que se repite.
Saludos
La mayoría de votos no otorga más autoridad, sino que exige mayor responsabilidad. O cambian o los cambiamos, ya no queda otra posibilidad.
Un abrazo
Yo creo que los movimientos civiles "pacíficos" pueden llegar a ser una gran fuerza reguladora de los escesos de los gobiernos y de la economía, nada más recordar los movimientos civiles que se generaron en Alemania a partir de Stugartt 21, desatender e ignorar las demandas ciudadanas le costó al entonces gobierno conservador perder las últimas elecciones en Baden-Württemberg, algo impensable hasta entonces pues habian estado gobernando durante cincuenta años con mayoria, y lo más increible, ganaron las elecciones los verdes, los supuestamente "antisistema" que arruinarían la economía del país sus políticas antieconómicas. Actualmente los verdes gobiernan en coalición con los socialistas y el el país sigue siendo tan próspero como bajo el gobierno conservador. Este fue también un aviso al gobierno central, desde entonces los políticos saben que no podrán seguir gobernando a espaldas de los ciudadanos, por ahora, lo siguen haciendo, pero cada vez con menos éxito. Gracias a los movimientos civiles a veces lo impensable se hace realidad.
Estoy de acuerdo con todo lo que dices, no obstante creo que la masa social, aun contando con los movimientos que refieres, no estamos tan despiertos como es necesario para evaluar las cosas en su justa medida y para cambiarlas en la misma medida. Creo que falta convicción, compromiso, unión y organización.
Por otra parte, pienso que los políticos "profesionales" son todos "conservadores" en lo que se refiere al sistema que les dio el puesto (que les da de comer y privilegios) y están muy interesados en que no cambie. La plutocracia sirve a quien sirve y los políticos al uso (históricamente evidenciado) son los capataces de ese camuflado sistema.
Cuántos milenios llevamos dormidos? Por qué no nos hemos despertado con todo lo que ha llovido y lo empapados que nos ha dejado? Creo que los de abajo hacemos planes a corto plazo y acojonados por miedo a perder las migajas coseguidas que nos hacen pensarnos con más o menos dignidad de clase en funciòn del nùmero de migajas conseguidas.
Sólo nosotros podremos cambiar esto, desde arriba no se va a cambiar nada; y ellos adolecen de todos los poderes, los tienen todos a su favor... y el mediático lo utilizan con un descaro tremendo.
Ya lo dijo Quevedo: "Poderoso caballero es don dinero...", por lo que hasta que la gente no se dé cuenta de lo que vale su fuerza y su inteligencia (en términos industriales y económicos) y se una y organice para cambiar el sistema o, para empezar, para conseguir un trueque justo con los que tienen el poderoso caballero ( los que creìamos que se dedicaban a consegir esto se han paso al otro bando), nada se podrá conseguir.
La unión hace la fuerza y la organización el resto.
El hambre y el miedo dificultan el proceso, por lo que hay que pensar en una estructura de protección solidaria.
El concepto mío debe de cambiarse por el concepto nuestro.
Debemos tener en cuenta que todo es política y que la abdicracia nos lleva a donde estamos ahora.
Hemos retrocedido, con esta crisis ad hoc, dos siglos en lo que a derechos se refiere... con qué derechos o con qué privilegios se ha hecho tal tropelía?
No sé si el pueblo reclamará su soberanía y reorganizará el sistema, si lo hace será la primera vez que ocurre, pero nunca es tarde cuando el aquí y el ahora es lo que importa.
Un abrazo.
En los pueblos pequeños y no tanto, como ocurre también en ciudades como Burgos, se sabe muy bien quién es quién y qué es lo que hace,el problema es que esos alcaldes y corporaciones municipales, nos toman a los ciudadanos por tontos y se creen que como en otros tiempos no protestamos, ahora pueden seguir haciendo y deshaciendo a su antojo.
He estado en las asambleas del 15M durante un buen tiempo y aunque un poco despistados, poco a poco,hemos ido a los plenos del Ayuntamiento y he comprobado cómo también poco a poco la corporación municipal nos ha tenido algo en cuenta, pero por desgracia, como en todo, la gente se está cansando y yo soy una de ellas, pero el malestar sigue ahí, por eso cuando ya se tensa demasiado la cuerda, el pueblo salta.
Un abrazo
Luz
En los pueblos pequeños y no tanto, como ocurre también en ciudades como Burgos, se sabe muy bien quién es quién y qué es lo que hace,el problema es que esos alcaldes y corporaciones municipales, nos toman a los ciudadanos por tontos y se creen que como en otros tiempos no protestamos, ahora pueden seguir haciendo y deshaciendo a su antojo.
He estado en las asambleas del 15M durante un buen tiempo y aunque un poco despistados, poco a poco,hemos ido a los plenos del Ayuntamiento y he comprobado cómo también poco a poco la corporación municipal nos ha tenido algo en cuenta, pero por desgracia, como en todo, la gente se está cansando y yo soy una de ellas, pero el malestar sigue ahí, por eso cuando ya se tensa demasiado la cuerda, el pueblo salta.
Un abrazo
Luz
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