lunes, 30 de diciembre de 2013

Eso es la vida y no otra cosa


Mi perro era una mezcla de pastor alemán y pastor alsaciano. Era de color canela y mi padre lo trajo a casa cuando tenía apenas unos días, en el bolsillo de su abrigo. En los bolsillos del abrigo de mi padre cabía un mundo entero, pero esa es otra historia. Tuvimos otro perro antes, Piraña, que murió envenenado con meses de vida, pero eso es también otra historia.

Cuando era un cachorro, jugaba con él alrededor de una enredadera tupida que crecía en una verja en el jardín que había trabajado mi padre delante de nuestra casa. Yo daba vueltas alrededor de la enredadera intentando engañarlo y tomaba los giros para que no me alcanzara, tras haberle hecho creer que iba por el otro lado. Tardó tres o cuatro vueltas en comprender que le bastaba con darse la vuelta y correr en sentido contrario para salirme al encuentro y sorprenderme. Desde entonces jamás pude engañarlo.

Ya adulto lo paseaba por las afueras de mi ciudad, en donde comenzaban los baldíos, cerca de la acequia que recorría, como una vena, aquellas tierras. Durante unos días nos encontramos con un hermoso galgo perdido o abandonado. Mi perro salía corriendo detrás del otro. El galgo le sacaba veinte, treinta, cincuenta, sesenta metros y se detenía a esperarlo. Mi perro corría todo lo que podía, jamás le había visto hacerlo tan rápido. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, uno o dos metros, el galgo volvía a correr, con elegancia y sin esfuerzo, girando su cabeza de vez en cuando para mirar a mi perro, como animándolo. La persecución se repetía varias veces, hasta que mi perro no podía más y me buscaba, fatigado. Se sentaba a mi lado y yo lo acariciaba e intentaba calmarlo con palabras. Tardaba varios minutos en reponerse. Durante varios días persiguió a aquel galgo y nunca intentó ningún tipo de estrategia o atajo para alcanzarlo. No sé si hubiera podido. Pero nunca dejó de intentarlo mientras el galgo paró por aquellos lugares. Una y otra vez, con la esperanza de poder alcanzarlo y la certeza de que nunca lo conseguiría.

Eso es la vida y no otra cosa.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonitos recuerdos, Pedro.

Rita.

XuanRata dijo...

Cada carrera era la primera. Y también el galgo se cansaría un día.

Un fuerte abrazo, Pedro. Y perseveremos en todo lo que merece la pena.

Pamisola dijo...

No dejar pasar los retos diarios, "eso es la vida"




Besos.

DORCA´S LIBRARY dijo...

A veces nos metemos en carreras que sabemos difíciles, si no imposibles de ganar. Pero aún así lo intentamos. Y es eso lo que nos mantiene vivos.
En realidad lo que practicaban esos dos perros era un juego, y es así como hay que tomarse la vida.
Saludos.

Antonio Aguilera dijo...

La vida se queda en el intento, es un segundo en la eternidad. Pero el intento le da pasión a nuestra vida, la meta es el desengaño la mayoria de las veces, deja un sabor agridulce.

impersonem dijo...

La vida y sus horizontes, a veces cercanos a veces lejanos... y en ella hay perros y galgos, y podencos, y tortugas y liebres, y zorros y gallinas... y así se pronuncia la vida...

Un abrazo.

mojadopapel dijo...

Quizás el galgo le instigaba al esfuerzo de que le siguiera.

Abejita de la Vega dijo...

Así es, ir detrás de un imposible.
Mi perrillo, Curry, pasó toda su vida cazando palomas sin lograr atrapar ni una. Pero qué rodeo tan elegante el suyo en la Plaza Mayor, alguna paloma moriría...de infarto.

Besos, feliz 2014.

lichazul dijo...

pura diversidad es lo mejor

cada quien sabe el largo de sus trancos

uno debería aprender de los animales, ambos perros sabían de la brecha que siempre quedaba entre ellos, era ese signo que los hacía únicos, ojalá las personas entendieran ello, y no se mataran por alcanzar la homogeneidad de pensamiento cultural , del social, del económico-político, porque en las diferencias está la riqueza y la identidad

besos y feliz 2014 PEDRO!!!

Luis Antonio dijo...

Frase sabia:" Una y otra vez, con la esperanza de poder alcanzarlo y la certeza de que nunca lo conseguiría".

Un abrazo, estimado y admirado amigo

Ele Bergón dijo...

Suele pasar que a pesar de saber que nunca lo vamos a conseguir, seguimos intentándolo. ¡Quién sabe si por un despiste del galgo, el perro un día podría ganarle en la carrera!

Feliz Año

Un beso

LUz

Estrella dijo...

A simple vista es una imagen simpática, la de esos dos perros correteando uno tras otro, y sin embargo, a poco que la observas, es toda una lección de vida. Sólo hay que saber mirar.

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda:

Qué nobleza la de los dos perros de su historia.
El galgo, rey de la carrera por naturaleza esperando al pastor alemán-alsaciano.
Señalo:
..."girando su cabeza de vez en cuando como animándolo."
..."hasta que mi perro no podía más y me buscaba, fatigado. Se sentaba a mi lado y yo lo acariciaba e intentaba calmarlo con palabras."
... "nunca dejó de intentarlo"
..."la certeza de que nunca lo conseguiría."

Pero su perro era el ganador. Tenía la mejor de las recompensas: la seguridad de las caricias de su mejor amigo.

Los mejores deseos ¡Feliz Año 2014, y sucesivos!

Abrazos

elena clásica dijo...

Querido Pedro:

Esta historia es maravillosa, entrañable, y terrible como la pena de un perro solo, sí, es la vida misma.
Besazos.

pancho dijo...

Los bolsillos de los padres estaban llenos de sorpresas. Tu perro murió envenenado como morían los reyes de antes, tenía sangre real. Los pastores alemanes son perros especialmente listos y sin embargo, seguía persiguiendo al galgo. Algo extraño y atractivo irradiaba aquel perro sin dueño sobre el perro sin nombre pero con dueño.
Cuento de Navidad.

andandos dijo...

Muy cierto lo que cuentas, y lo que se extrae de esta historia. Hacía mucho tiempo que no leía la palabra "baldío". Quizás en Intemperie, pero creo que no.Me gusta.

Un abrazo