En el Paseo de Recoletos de Madrid se ha inaugurado hoy la XXV Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo (no hay que confundirla con la que se celebra en primavera, que permite también el libro de ocasión). Allí, en perfecta alineación, estaba la colección Austral, que tanto perseguí de joven, junto a los cientos de títulos de la vieja colección de bolsillo de Alianza Editorial en la que leí poesía y filosofía, sobre todo. Miles de libros. En alguna de las casetas se ofrecían cuatro libros a un euro. Una buena amiga me contó que en los puestos de la Cuesta de Moyano se encuentran títulos que siempre hemos considerado imprescindibles para nuestra especialidad y que hasta hace poco eran muy caros, a veinte céntimos. Reconozco que no tuve la tentación de comprar ninguno de ellos. No soy sospechoso de no amar los libros -los libros en papel-. De hecho, en los años en los que mantengo el Club de lectura en su formato presencial, ha ocurrido algo curioso: quienes participan en él optan cada vez más por el formato electrónico, incluso aquellas personas que hace tan solo tres o cuatro años juraban que no lo usarían nunca, y yo siempre llevo mi ejemplar en papel. Mi casa está llena de libros. En mis muchas mudanzas una de las preocupaciones constantes era su trasporte y la necesidad de comprar estanterías nuevas en la nueva casa.
Durante años he comprado muchos libros en estas ferias de libros viejos y de ocasión y he sido cliente habitual de las librerías especializadas. Todavía hoy me gusta el silencio de estos lugares y la sensación -que no es más que un espejismo- de haber descubierto un ejemplar que ninguno de los otros clientes había visto. ¿Cómo es posible que no hayan comprado este ejemplar de este título, imprescindible para comprender la difusión de la novela rusa en la España de principios de siglo XX?, me decía. He comprado libros en librerías, en quioscos, en estaciones de trenes. Hubo un tiempo en el que compré compulsivamente todo aquello que pensé que iba a necesitar para los años siguientes de mi carrera como profesor universitario.
Pero reconozco que hace unos años que no compro ningún libro en estas ferias. Sí sigo comprando novedades editoriales. Cada mes entran en mi casa más títulos de los que caben en los huecos libres de mis estanterías. Tengo libros amontonados en el suelo, en las mesas. Pero cada vez más soy consciente de que el libro en papel tendrá una función limitada en el futuro. No desaparecerá, por supuesto, al menos en un plazo medio, pero quedará para el libro de bibliófilo. El resto de las ediciones en papel será de usar y tirar. En el fondo, ya lo son. Las cifras de número de ejemplares que acaban en las trituradoras son espeluznantes. Eso sí, antes de tirar un libro recurra a una nueva forma de darle vida que se ha puesto de moda en los últimos años y que considero una idea excelente: deposítelo en un lugar apropiado para que otra persona lo recoja. Yo lo he hecho ya en varias ocasiones: en bares o comercios que lo permiten, en bancos en los parques, en asientos de trenes y autobuses. Que la vida les haya hecho caer en buenas manos.
Noticias del Club de lectura de La Acequia
Como estaba previsto (podéis consultar el listado en este enlace), durante el mes de octubre leemos Intemperie, de Jesús Carrasco, el éxito editorial de la narrativa española del curso pasado. A los que se hayan incorporado recientemente al Club, les recuerdo que cada jueves publicaré una entrada sobre el libro de turno y procuraré resumir las aportaciones del resto de los participantes en la lectura que tengan espacio propio y la publiquen antes del jueves. Aquellos que no lo tengan, pueden comentar en La Acequia cada jueves o en mi perfil de Facebook, en el que se reproducen las entradas. O seguir la lectura en silencio, por supuesto. Los que se hayan apuntado al Club de lectura presencial que sostengo en la Universidad de Burgos habrán recibido ya la convocatoria para la reunión mensual.
Comenzamos.
14 comentarios:
Qué bien! ¡Comenzamos! ya sabes, como estoy de viaje me demoraré un poco con los aportes, pero llegarán en algún momento, prometo. Igual, los sigo leyendo a todos los del grupo virtual, como puedo.
Sobre lo que dices de la compra de libros, te entiendo, por mi parte sigo en papel, aunque me cueste limpiarlos. Hoy justo me fui a un centro comercial de la zona en el que había DE TOOOODO y MUUUUCHO jajajaja Y yo con lo único que volví a casa de mi hijas, fue con 10 libros jajajaja.
Besos
Tengo que reconocer que he caído en la trampa de comprar un E-book de 120€...tiene ciertas ventajas (transporte, almacenamiento, etc) y algunos inconvenientes (no se que hacer con los libros leídos). Por otra parte si comprara libros a 0.20€...por el mismo precio que el e-book, podría comprar, leer y regalar después, 600 libros en el caso de descargarlos gratis y más de 1.000 si pago la descarga más barata. Lo que supone años de lectura, al final de los cuales el e-book, estará obsoleto si no se ha estropeado.
Hermosos libros, y como todo y todos, sujetos al devenir de la perecedera existencia.
Como dice Heráclito: todo fluye, todo cambia, nada permanece. “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”.
No podemos leer el mismo libro, pues ya somos otros, la recepción es parecida o increíblemente distinta o dolorosamente lejana.
Sean bienvenidos los versos de Machado:
"Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira."
Y los libros a los que tanto amamos que desbordan las estancias, hasta que con cierto remordimiento, uno va acercándose a la idea del ahorro del espacio, el desahogo de las habitaciones aparece con la misma fuerza e intensidad que la de la tragedia que se avecina. ¡Pero si esos libros están vivos!
Estas son las tragedias cotidianas. Se avecina y se asoma con el cuerpo entero el nuevo libro, pero aún con la cabeza hundida, sintiéndose culpable, con un trauma asumido de advenedizo.
Llegado es el momento de la reflexión a propósito de la Feria del libro antiguo. Los libros en papel han de seguir sus propias vidas, además tienen también su derecho a equivocarse. En todo caso, que sus caminos sean propicios.
Me he sentido muy identificada, sobre todo con la descripción de la mesas repletas.
Besazos.
Mi Señor Ojeda,
¡Tanta cosa impresa y tan poco leída! y mal leída y desleída y doloreída.
Parece que todo escribiente quiera tener una edición en las librerías con su nombre en ella, da igual, si ensayo, novela, poemario… y entiendo ese anhelo compulsivo de reconocimiento en un soporte físico, ya que no podrán tener una calle con su nombre o una estatua, al menos hoy es más posible que nunca un libro de autor, aunque sea a cargo del autor mismo.
Podían obsesionarse los escritores/as con plantar un árbol o toda una Amazonia, pero no, es el libro-papel lo obsesionanteante, dejemos lo de tener un hijo. Porque ya sabemos la dificultad en las tres cosas, lo del hijo criarlo, el árbol regarlo y el libro que lo leyese alguien.
Hay hogares con colecciones completas no-leídas de colecciones de libros, que un día ni los cartoneros pagarán por ellas, y tendrá un coste monetario deshacerse de ese legado que pesa kilos y quintales, de papel y tinta.
Nadie niega que leer tocando la fibra de celulosa sea una experiencia diferente; pero bastan pocas copias para que las leyesen cientos, y eso no se hace (quizás se hizo, algunos cuentan...), la posesión venció y su consumismo y hoy se acumulan en bibliotecas decorativas o polvorientas yermas de lecturas o con suerte, una lectura única y casi olvidada o sin casi. (Hay excepciones, conozco justamente en blogosfera varias, pero cada día que pasa, son más excepciones.)
Creando un paralelismo entre las versiones manuscritas que corrían de mano en mano en el Siglo de Oro, que en ocasiones antecedían a su edición de imprenta, pero que en otras muchas nunca vieron la luz (por falta de medios, por no pasar trámites administrativos o nihil obstat o porque no llegaba a gustar, ya que el boca a boca fue siempre mucho boca a boca).
Los autores de hoy (al menos los que escriben solo letras y no papel para regalo en escaparates de Grandes Almacenes), podrían lanzar sus novedades en manuscrito on-line (con editorial o sin ella, sin publicidad o sin ella), y sólo ante afamada demanda, griterío en las calles, revolución en ciernes, o aumento del coste eléctrico hasta el apagón binario, llevarlo a librerías-de-lectura, en papel y tapa.
¿Qué sentido tiene hoy lo contrario?
Para sibaritas de la lectura en celulosa, impresoras de libros y a otra cosa.
Suyo, Z+-----
Esos viejos libros son un almacén de ácaros y...¡atchíiiiis!
Me pondré con "Intemperie", con el comentario quiero decir porque el libro lo leí en verano y a la intemperie, como ya te dije. Releo los cuatro primeros capítulos y a ver si arranco a teclear. Mejor no dejarlo para la semana que viene que se me presenta complicadilla con el comienzo de mis clases.
Ya sabes que voy a ser bloguera y presencial. Será una experiencia interesante, seguro.
Besos, feliz fin de semana
Esos viejos libros son un almacén de ácaros y...¡atchíiiiis!
Me pondré con "Intemperie", con el comentario quiero decir porque el libro lo leí en verano y a la intemperie, como ya te dije. Releo los cuatro primeros capítulos y a ver si arranco a teclear. Mejor no dejarlo para la semana que viene que se me presenta complicadilla con el comienzo de mis clases.
Ya sabes que voy a ser bloguera y presencial. Será una experiencia interesante, seguro.
Besos, feliz fin de semana
Y ese olor especial, y esa tinta indeleble o casi, y ese placer...
Pedro, te felicito por seguir apoyando la lectura, el conocimiento, el sentimiento crítico.
Eres especial.
Un abrazo y a seguir enriqueciendo este mundo.
No sé por qué se piratea tanto a los precios que están los libros, siempre que no se trate de los expuestos en los escaparates, claro. A los libros no se le acaba la batería ni se rompen cuando se caen al suelo. ¿Qué hace la gente con los miles de libros que se pueden almacenar en un aparato de ésos? Lo que hace falta es tiempo para leer.
También leí este verano "Intemperie", una historia rara, narración despiadada y extrema, sin contemplaciones, de la miseria humana.
ya lo decía Gonzálo Rojas
"
Mucha lectura envejece la imaginación del ojo,
suelta todas las abejas pero mata el zumbido de lo invisible,
corre, crece tentacular,
se arrastra,
sube al vacío del vacío,
en nombre del conocimiento,
pulpo de tinta,
paraliza la figura del sol
que hay en nosotros,
nos viciosamente mancha."
besos
a los libros hay que leerlos pero sin perder la propia melodía
Alterno sin problemas el libro de papel y el electrónico, en ese sentido no soy fetichista del papel. Ayer compré "Intemperie" en papel, más otro de la colección Austral de bolsillo, que no recordaba que existiera. Me lo aclaró mi hija.
Un abrazo
Hace unos días me pasé por la Cuesta de Moyano, no eran las ocho de la tarde y ya los puestos poco a poco, los estaban cerrando. Éramos pocos paseantes y no vi a nadie acercarse con el dinero en la mano para comprar un libro de los muchos que había allí y a precios irrisorios. Hasta yo, que también soy amante de los libros de papel y que me resisto a comprarme el libro electrónico, no adquirí nada. Creo que es la primera vez que paso por la Cuesta de Moyano y no regreso con un libro en el bolso.
Un día de esta semana me acercaré por la La Feria del Libro de Otoño, aún esa costumbre no ha he perdido.
Un abrazo
Luz
pues yo todavía no abandoné ningún libro para que alguien lo encuentre, tendré que hacerlo porque es una buena idea.
biquiños,
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