A este lado de la tapia del huerto no llegan las noticias. Me dicen que todo sigue convulso y la hipocresía gobernándonos, que predominan los comportamientos despiadados en la vida cotidiana, que nadie quiere saber nada de nadie, que no hay reacción sino entreguismo ante el camino que otros han decidido por nosotros según el cual cuando salgamos de la situación actual tendremos menos derechos que antes, que hay muchos que han aceptado ya que para salvarse ellos deben romper amarras con los menos favorecidos acusándolos de poco emprendedores como si los esclavos decidieran su propia suerte, que el optimismo que nos venden es exactamente el del converso a las normas marcadas como si no hubiera otras maneras. Que la mediocridad se ha instalado en los que siguen las directrices de quienes en verdad nos gobiernan y que en este río revuelto dominado por la desolación y el pesimismo unos pocos se aprovechan de lo que había nutrido nuestras esperanzas. Que las diferencias sociales crecen como nunca, que ya ha aparecido el hambre en nuestros barrios.
Yo he bajado estos días a abrir el surco del agua. Agua lenta que embarraba la tierra sedienta. Me he limpiado el sudor después de vigilar uno a uno los tomates, acariciando su piel adivinando cómo sabrán cuando pueda arrancarlos de la planta en el momento justo y comerlos aquí mismo. He visto crecer los melones que se dan en esta tierra, con su carácterística piel de sapo y he podido recoger las alubias verdes cuya semilla me regalaron en Laguna de Duero hace tiempo. También busqué las mejores lechugas en Rioseco. Después de cada jornada, me he lavado las manos en el canalillo de riego y aun así me he llevado tierra entre las uñas.
Sé que llegará el día en el que abandonaré el huerto, que dejaré mi azada apoyada en la piedra grande, al lado de la puerta. Pero hoy la tarde ha sido larga. El sol me ha quemado el cuello y el rostro, que no protegí como debía. No sé bien por qué o no he querido confesármelo, pero al despedirme del huerto, cuando el sol declinaba, he dejado correr libre una lágrima.
21 comentarios:
¡Qué hermoso y triste, Pedro!
Me has recordado el huerto de mi abuelo ahora lleno de la maleza que lo cubre...
A mí también se me ha escapado una lágrima al leer tu fragmento tan entrañable. El huerto de mi abuelo sigue vivo dentro de mi. Recuerdo a mi abuela bajando a buscarlo para ir a cenar...
Ahora ya no están físicamente ninguno de los dos pero sí que están. Están más que nunca.
Pero para que haya cosecha el próximo verano, hay que seguir cuidando el huerto.
Abrazos
Descansamos nuestra indignacion con la tierra que nunca defrauda.
entrañable paisaje nos has pintado con tus palabras Pedro
lo sencillo lleva mucha vida , volver a hundir la mano en la tierra es revivir el propósito de la vida
besos
pd... no sé porque me recordé la escena a Scarlet de lo que el viento se llevó
eso
;)
¡ Que hermosa prosa ! Me ha emocionado. Gracias, amigo Pedro,por estar ahí.
Mi Señor Ojeda,
Al otro lado de la tapia, me temo que tenemos algo más que malas noticias; porque estoy seguro que hay unas cuerdas de tierra que nunca fueron regadas y parecen casi yermas, desiertas de esperanza; y peor, habría que lamentarse de haber dejado que todo tipo de plagas invadan los cultivos y que no sean pocos los frutos sin gusanos, ni parásitos; y este huerto del que se beneficiarán pocos, puedo asegurar que cercano a la boca de riego, se dio el exceso y se han podrido de raíz importantes cultivos, a falta de trabajar los surcos que distribuyen el agua.
Habría que echar más de una lágrima, y mucho tiempo para arreglar el huerto, porque algo no supimos hacer querido amigo, más allá de la tapia.
Suyo, Z+-----
Nada mejor que abrir buenos surcos para regar la tierra fértil. Los tomates madurarán, aromatizados y sabrosos, pero necesitan de mucho cuidado, dedicación y paciencia. Todos abandonaremos el huerto algún día, la cosa es hacerlo por la puerta grande y con la frente alta.
Besos
Huerto o isla, no sé. Lugar donde refugiarse, siempre. Además un lugar productivo. Pero parece que por mucho que huyamos no es posible escapar de la sofocante (y no es por el calor actual) realidad.
Pedro muy bonita tu descripción, me ha encantado.
Ojalá todos cultiváramos el noble oficio del agricultor.
Un saludo
Fizeste ver-me meu Pai, alagado em suor, tratando da vinha uns dias antes de morrer subitamente durante o sono.
de momento, não consigo dizer mais nada.
Abraço forte, amigo mio
sabes amigo, lo que has hecho es tener un aula con esa gran maestra -la tierra- que como segunda madre nos reclama una y otra vez, "ven, ven hasta mi, aprende desde la simiente al pan, edúcate a respetar y ser respetado"
.
por suerte, tengo un amigo Profe que ha oído la voz silente pero clara, de una madre-maestra que siempre está dispuesta para nosotros
.
un abrazo
sabes amigo, lo que has hecho es tener un aula con esa gran maestra -la tierra- que como segunda madre nos reclama una y otra vez, "ven, ven hasta mi, aprende desde la simiente al pan, edúcate a respetar y ser respetado"
.
por suerte, tengo un amigo Profe que ha oído la voz silente pero clara, de una madre-maestra que siempre está dispuesta para nosotros
.
un abrazo
Disfrútalo.
Entre la tierra se esconden las semillas que antes dejaron otros.
Otros que amamos y nos aman, a pesar del tiempo y la distancia.
Besitos
A veces, tomar contacto con la naturaleza y el trabajo directo con ella, encierra sensaciones muy enriquecedoras. Un abrazo Pedro, te deseo momentos de felicidad y relajación estival. Isabel.
Este huerto tuyo, solo imaginario o utilizado como metáfora, no sabes el gran parecido que guarda con la realidad. Ver crecer las plantas, cuidarlas y mimarlas, dia a dia con el riego de la vida, es un placer inmenso. Por lo menso esto es lo que dice mi marido que es un buen huertero.
Saludos cordiales
Un refugio.
Se puede vivir al margen de las informaciones. El huerto te hace libre.
Estoy con Spaghetti, el huerto te hace libre y esa tierra bajo las uñas mas humano. Todo ha de dejarnos huella ya sea en la piel, el corazón o como esa tierra de huerto, bajo las uñas
Gallarda tarea la del sembrador, a pesar de que la espalda se resienta, el sol abrase y la cosecha no sea la esperada, la tierra volverá a llamarle, eso sí, tal vez encerrada en una maceta.
Un abrazo
En el huerto somos nosotros mismos. Nada nos perturba, salvo la tarea de llegar al fruto deseado. Fuera del huerto, lo indeseado, lo irreconocible. Pero se nos hace obligado salir.
Un abrazo, de huerto a huerto (ya comienzo a recolectar tomates y calabacines!)
Disfrutar de lo que nos regala la vida, esa es la mayor de las felicidades, disfrutar de nuestra madre naturaleza, con sus huertos y frutos.
Porque es desesperante ver cómo los que nos gobiernan recortan todos nuestros derechos haciendo crecer las diferencias sociales, como también el que nosotros nos quedemos pasivos ante esa realidad.
Un beso.
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