Se ha celebrado, con indudable éxito, el XIV Festival de Teatro y Artes de Calle de Valladolid (TAC) que este año rendía merecido homenaje al madrileño Teatro Circo Price, uno de los nombres más ilustres y antiguos en la historia de las artes escénicas españolas. A imitación de otros países europeos, en las últimas dos o tres décadas han proliferado en España los festivales de teatro de calle. Fue una moda que recorrió el país y que llegó incluso a localidades en las que las instituciones locales no solo no habían apostado nunca por ninguna de las modalidades escénicas sino que habían hecho labor contraria. De aquella explosión han quedado los mejores de ellos, los más aceptados por la población y los que cuentan con un impulso constante de las instituciones a pesar de la crisis económica que vivimos.
Hasta la implantación de esta moda -que ha venido para quedarse-, la mayoría de la gente no asociaba el teatro con la calle. Es curioso porque el teatro nació en la calle y siempre la ha tenido como espacio necesario. Los locales teatrales con los que la mayoría de las personas asocian al teatro son espacios construidos por una cultura determinada y desaparecen con ella. De una manera precisa podemos explicar esas culturas a partir de la forma en la que concibieron los espacios teatrales.
La sociedad burguesa redujo el teatro a esos espacios, especialmente a partir del siglo XIX. Como investigador, todavía me sorprende que en los manuales de literatura no se hable, por lo general, de otro teatro que no sea el que se da en los locales teatrales cerrados. Es como si al arte escénico le amputaran las extremidades. No solo es desconocimiento, es también prejuicio. Incluso entre los mismos profesionales del arte escénico, a partir del siglo XVI -con la construcción del formato profesionalizado en el que consiste la comedia del arte italiana- no se mira igual al que pertenece a una compañía de un local de primera categoría que al cómico que actúa en la calle.
De hecho, la historia del teatro de calle está por hacer. En realidad, no hay espacio teatral más genuino que el que crea el actor en la calle. Es el más difícil, el más arriesgado, pero también el que mejor explica el hecho teatral. Aún hoy, que vamos con tanta prisa de uno a otro lado sin ir a ninguno, que no sabemos vivir la calle como en otras culturas pasadas, siempre sorprende encontrarnos un espectáculo escénico de calle. Y deberíamos recordar siempre, cuando pase el platillo -o el cubo o el sombrero- que quien así se ofrece lo hace de forma gratuita y sin habernos cobrado previamente la entrada al local.
Por eso mismo, me preocupa una cierta uniformidad que puede apreciarse en los festivales de teatro de calle en España. Es frecuente ver en ellos espectáculos pensados para locales que son sacados a la calle sin más. Es frecuente que se conviertan en la única opción de ver teatro de calle en una ciudad por las trabas burocráticas y legales que se suelen poner a estos espectáculos. Hay una tendencia a la institucionalización cuando el teatro de calle debe ser todo lo contrario.
El teatro es un hecho vivo: tanto que ha aprendido a vivir permanentemente en crisis y en las épocas de crisis social es cuando más vivo se encuentra porque sabe adaptarse mejor que otras actividades culturales a esas circunstancias. Desde el primer narrador oral de la historia de la humanidad.
7 comentarios:
Me siento orgulloso de tu opinión que comparto plenamente, no solo en la teoría, sino también en los hechos...No creo que sea una moda, el teatro de calle, cuando se viene realizando desde la Grecia antígua o desde el principio de los tiempos...quizás lo sea el formato que se le ha dado, lo que si es, es un renacimiento después de muchos años en los que parecía haberse expulsado de las ciudades a compañias y actores de éste género.
Particularmente siempre he defendido la calle como espacio escénico, como ágora y lugar de convivencia y no solo de tránsito, lo que me llevó a fundar "La Chistera Negra", banda de música callejera hace ya 30 años, cuando no había más bandas de música en la ciudad que la banda militar y unos años más tarde "Pim, Pam, Pum, Circus" primera compañia de teatro y circo de calle, en Burgos, recordando a "los cómicos de la legua", comedia del arte, canciones de ciego o el carro de los cómicos; desde donde se hacía una crítica social, contra las instituciones y las políticas de la época. Aún en éste nuevo mundo, en que vivo ahora, sigo posando el sombrero en la calle a la voluntad de los paseantes, que desconocen las turbulencias de los cómicos callejeros.
Películas como "La Strada" (Felini) o cualquiera de Chaplin, me siguen inspirando y alentando a no dejar la calle.
Perdona la extensión y la confesión personal de este comentario, pero has dado en lo que me toca.
Un abrzo, maestro.
Oi en las noticias sobre este Festival en Valladolid y esperaba con ganas tu reseña. Me alegro de que se recupere la calle como espacio escénico, cosa que lo ha sido como dicen tú y Spaghetti, desde siempre.
Besos
Me gusta el teatro en la calle, así como las audiciones musicales o recitales de poesía a los que he asistido. Me parece estupendo que las palabras o la música se pierdan entre los paseantes de pueblos o ciudades y teniendo el clima que tenemos en verano es una delicia.
El D.Juan Tenorio así lo hacen por las calles de Alcalá de Henares y me parece magnifico.
En el Retiro las actuaciones libres y gratuitas son constantes y el púbico, a no ser que sea una mala actuación, lo tienen asegurado. Es verdad que no siempre nos acordamos de no haber pagado la entrada.
Estoy contigo en que el teatro es un género en crisis permanente pero precisamente por eso, en las épocas como la que nos ha tocado vivir, parece que resurgen de sus cenizas. Al contrario de lo que pasa con el cine, en Madrid los teatros se llenan.
Un abrazo
Luz
pues solo te dejo abrazos
la lluvia y el frío es un condicionante para cualquier actividad callejera
desde este punto remoto del mapa
besos acuosos
un artículo necesario, ilustrador
saludos
Confieso que aparte del Festival de Almagro, pocas oportunidades he tenido de presenciar teatro de calle en España.
Pero en Francia, no solía perderme el Festival de Avignon en julio cada año. Y es una fiesta permanente el on, el in, y el de calle. Ahora bien, también está institucionalizado.
Creo que el que más me gustó fue al que por casualidad pude asistir en Praga, con un Don Juan moderno e interactivo a orillas del Moldava.
improvisado, y genuino.
El teatro de calle como bien dices fue el orígen primigenio de las artes escénicas así como los autos sacramentales.
No creo que se pierda, pero mucho me temo que se acabe institucionalizando como todo y como bien dices.
El control... siempre el control de las masas.
Besos, Pedro.
Nunca lo había contemplado de esta forma: "Como investigador, todavía me sorprende que en los manuales de literatura no se hable, por lo general, de otro teatro que no sea el que se da en los locales teatrales cerrados. Es como si al arte escénico le amputaran las extremidades".
La institucionalización de la cultura es una especie de cercenamiento de las periferias del arte quizá más rabiosamente creativas.
Publicar un comentario