Un trapero, el señor Custodio, rescata a Manuel de la miseria en la que se había convertido su vida tras la muerte de su madre. Cuando parecía que el muchacho estaba condenado a terminar como tantos otros con los que se relaciona, el trapero, con unas pocas palabras, le cambia el destino: "ven conmigo. Yo necesito un chico... Te daré de comer". Manuel lo sigue. En parte porque no tiene nada que perder y tiene hambre y frío, pero fundamentalemente porque dentro de él todavía hay algo que le dice que no puede seguir así, una especie de motor vital que le sostiene con una pequeña esperanza y que le diferencia de sus compañeros de aventuras, pero un motor que podía apagarse en cualquier momento. Cuando parece su destino irremediable, Baroja le pone en el camino al señor Custodio. Y es todo un símbolo: el trapero se dedica a recoger la basura de la ciudad, los desperdicios de una sociedad a los que da nueva vida. De lo que la ciudad se desprende nacerá de nuevo la vida.
La casa en la que vive el señor Custodio, la trapería, es un símbolo de este giro narrativo: significa esa nueva esperanza para Manuel. En el patio se acumula todo lo que el trapero ha ido recogiendo por las calles de Madrid. Tras clasificar la basura, queda en el suelo del patio de la trapería una especie de substrato en el que se pueden encontrar los más variados objetos. El señor Custodio sabe aprovechar todo aquello.
Cuando Manuel, inevitablemente -puesto que su camino vital aun no se ha cerrado y todavía es lo suficientemente ingenuo como para caer en una ilusión que le lleva a un nuevo peregrinaje- tenga que volver a la calle, ya ha aprendido algo nuevo de la vida del trapero: hasta en la más humilde basura existe el germen de una nueva vida, siempre y cuando se tome la rienda de las propias decisiones. Ese cambio se concreta en una acción violenta: Manuel aun no sabe encauzar esa nueva energía, pero ya no es un muchacho pasivo arrastrado por la vida.
Noticias de nuestras lecturas
Mª Ángeles Merino viaja hacia el centro mismo del Barrio de las Injurias y otros lugares retratados por Baroja en La Busca. Entrada impresncindible por su calidad y su documentación.
Pancho, al abordar los pasajes dedicados al circo y el asesinato que se comete -y del que no es testigo el protagonista, como bien subraya-, analiza a la perfección la técnica narrativa barojiana.
Gelu nos regala una acertada entrada en la que se detiene en la música citada por Baroja en la novela. Un buen punto de vista.
El próximo jueves terminaremos con el comentario de La Busca para comenzar con la segunda novela de la trilogía.
5 comentarios:
Qué bien que Manuel haya encontrado a ese "angel" Custodio; espero que salga del pozo en que se había metido... Besotes optimistas, M.
Agotada de seguirle en sus actividades laborales y delictivas. Me alegro de que cambie al Bizco por gente buena, aunque sea entre trapos y basura. Le voy cogiendo cariño al hijo de la Petra, pobre, sin su madre.
A ver que me sale está semana, tal vez mañana busque a Manuel en el mercadillo dominguero de la Plaza de España de mi ciudad, entre los montones de objetos recuperados de la basura.
Una confesión: lo más cercano al barrio de las Injurias que yo haya pisado fue un centro de formación del profesorado llamado "Las acacias", en General Ricardos 179.Pero el viaje literario funcionó mezclándolo con la interrupción de Metro que sufrí el día 3 de enero en "Pacífico". Ahora entiendo las "mentiras de los escritores".
Besos
Manuel es un muchacho adolescente que ha vivido deprisa. Huérfano de todo, su vida ha tocado fondo, pero aún tiene fuerzas para soñar. Una noche toledana, muerto de frío y de hambre se refugia en los sueños de una dama que le envuelve con sus hebras doradas y él se queda en su regazo agazapado dulcemente, muy dulcemente.
Los sueños de la realidad (literaria) de Manuel quedan a un paso cuando existe la voluntad de creer en sí mismo, máxime si cuenta con la ayuda de un ángel con cuatro alas, que para eso es custodio de solitarias almas en pena.
Excelente relato de uno de los tramos más emocionantes de la novela.
Como hasta ahora todas las entradas relativas a La Busca en el portalillo propio se han visto reflejadas en letras de molde en La Acequia, días atrás escribí la entrega número cinco de la misma, que titulaba con el verso de once sílabas de Federico:La solitaria rosa de tu aliento
Sin ánimo de incordiar, sólo para que no se sienta sola y celosa de las otras. Perdona la molestia y gracias anticipadas.
Un abrazo.
¡Cómo me gustó esta clase tuya, Pedro, de la A a la Z! La aparición del Sr Custodio y sus enseñanzas vitales, marcan el punto de inflexión en la vida de Manuel, sin duda alguna.
La Vida siempre nos pone en el camino a estos "ángeles custodios" -como dice MERCHE- solo que muchas veces, no somos capaces de verlos ni de aprender de sus enseñanzas...
Al menos en mi vida aparecieron muchos y a todos recuerdo y estoy inmensamente agradecida.
Besos
He terminado el libro y me ha parecido excelente, nada que ver con el libro que leí en mi adolescencia. El desarrollo del personaje central, sus aventuras y vaivenes, su falta de carácter hasta casi el final, los escenarios en los que se mueve, tan sórdidos en su mayor parte pero tan expresivos, la cantidad enorme de personajes, el Madrid de finales del XlX, la gente tan pobre que aparece en la novela por un motivo u otro, su catadura moral además de física, el vocabulario que usa Baroja, su manera de describir y escribir, me han parecido de gran calidad. Por otra parte, tus comentarios y los de los demás también me han ayudado a disfrutar y entender mejor el libro.
Un abrazo
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