viernes, 23 de noviembre de 2012

La soledad del lector y noticias de nuestras lecturas


Entrada dedicada a Manuel de la Rosa,
 Tuccitano, por lo que bien sabéis.

Hubo un momento en el que la lectura se convirtió en un acto solitario. Desde que Gutenberg perfeccionara la imprenta de tipos móviles para abastecer la creciente demanda de una clase social, la burguesía, que apreciaba la posesión del libro como objeto en sí mismo y como vehículo de conocimiento y placer, mayoritariamente la lectura dejó de hacerse en voz alta y ante un grupo de personas y se convirtió en un acto solitario. Incluso cuando leemos un libro electrónico en el metro en hora punta estamos solos.

Gran parte de mi vida la he pasado en ese acto solitario. No sabría calcular cuántas horas he estado delante de las páginas de un libro, de un periódico, de unos tebeos, ahora delante de la pantalla de un aparato que me permite acceder a un libro electrónico. No sabría calcular el número de páginas que he leído por placer, por obligación profesional.

Si cierro los ojos para recuperar sensaciones de la infancia o de la juventud, gran parte de las más intensas están asociadas a tardes de verano con un libro en la mano, a noches de lectura casi a escondidas -no me escondía de nadie, mis padres siempre alentaron mi gusto por la lectura y se manifestaron orgullosos de verme siempre con los libros en las manos, pero hurtar horas al sueño para leer siempre tiene algo de clandestino-. Lecturas desordenadas, en las que estaban todos los volúmenes que había en casa, libros que sacaba de un puesto de lectura de verano que se instalaba en el Parque de la Rubia (cuántos tardes lentas a la sombra de los enormes plátanos de aquel parque que cayeron bajo el feroz crecimiento urbano), los títulos que recomendaban los profesores en los cursos escolares. Gastaba buena parte de mi propina en comprar libros de las colecciones de bolsillo: Austral, Alianza Editorial. Conservo casi todos aquellos volúmenes, salvo los que se hayan extraviado en manos de algún amigo o en las invisibles grietas de las muchas mudanzas que ha sufrido mi biblioteca.

Sin embargo, ese tiempo solitario me preparó siempre para el otro, aquel que sucedía al cerrar el libro que tenía entre manos. La lectura es uno de los mejores refugios para comprender el ruido del mundo.Qué soledad más llena de cosas las de aquellos días en los que tanto se amplió mi mundo.


Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino nos cuenta sus primeras experiencias como lectoras y la cariñosa guía de su madre en este inicio de la aventura.

Bien cervantina y quijotesca es la entrada en la que Kety relata su viaje a El Toboso. No os la perdáis.

28 comentarios:

Myriam dijo...

También busqué refugio en la lectura desde pequeña y a través de ella, traté de comprender el mundo caótico que me caía encima. Tampoco podría contar los libros que leí, me bajaba las bibliotecas de mis familiares, incluso las profesionales. Recuerdo que perdí mi primer biblioteca en aguas internacionales entre continentes. A partir de ahí fui armando otra, en la que conservo ciertos libros a los que siempre vuelvo -y que por supuesto están "entrenados" a seguirme a donde vaya- y otros -los que leo una vez- los hago circular entre gente querida, porque no puedo mudarme a un lugar más grande donde quepan todos y aún no me he adaptado a los libros electrónicos (pero lo intento).

Publiqué una entrada en mi blog en memoria de Manuel de la Rosa.

Besos
PD- Ya en esa foto se veía que tenías ojos de gran lector.

Myriam dijo...

PD- y hay tanto que aún no he leido...

andandos dijo...

Una entrada sincera en un blog que sigo desde hace poco, pero muy interesante para mí.

Un saludo

Unknown dijo...

Leo esas sensaciones de infancia o juventud que describes y me veo a mi mismo.
El tiempo se paralizaba delante de libros y tebeos. Nunca encontraba el momento de dejar de leer. Incluso mis Padres, me dejaban hacerlo en la mesa a la hora de comer.
Leyendo tu emotiva entrada mis recuerdos florecen... reviven.
Un abrazo Pedro

Spaghetti dijo...

La lectura y la masturbación, sol los dos placeres solitarios por excelencia.
bssosss

Merche Pallarés dijo...

No podría vivir sin libros. Es un placer de los dioses... Besotes lectores, M.

Montserrat Sala dijo...

En mi caso,leer era pecado. porqué mi madre reclamaba enseguida, mi atención para otros menesteres mas prosaicos. me tenis que esconder y cuando me hallaba, caía sobre mi su mano y su ira. MI hijo lo tuvo mejor.
Se pasaba todo e tiempo entre comics, novelas para jóvenes y leia en los sitios menos pensables cualquier parte, podia ejercer de sillón. Si encontraba por la calle un trozo de papel de periódico. se paraba y se inclinaba, y a leer!!!
Lae llamábamos caiñosamente Don cienpies curioso

pancho dijo...

Mis primeros recuerdos lectores se van a los "cuentos del Capitán Trueno y del Jabato" que compraba con la paga semanal y el pequeño estipendio que el cura nos daba por ser monaguillo. En una casa de labradores no se estilaban los libros, pero mi padre me mandaba a la biblioteca del pueblo a sacarle libros que luego yo también leía. Entre la radio de la cocina, el calor de la lumbre y la lectura íbamos pasando las largas tardes de invierno en las que oscurece pronto.

Definitivamente creo que para la lectura reflexiva que requiere atención prefiero el papel: demasiadas tentaciones a un click de distancia para concentrarse. Buena gana de leer si no hay concentración y exclusividad en el hecho lector.

El ruido oscurece la percepción de la realidad.

A ver si soy capaz de pergeñar algo significante sobre la lectura.

Isabel dijo...

Eras un niño muy guapo. Las lecturas de la infancia creo que todos las recordamos con un cariño especial. Nos descubrieron muchas cosas, e hicieron que el mundo se mostrase ante nosotros de una manera muy peculiar. Besos Isabel.

Kety dijo...

Mis recuerdos con los libros de infancia son reducidos, a la Enciclopedia Alvarez, "Hemos visto al Señor" y unos cuentos de hadas, y los tebeos de mi hermano.
En contrapartida teníamos partituras por todas partes.
Aún así, la recuerdo con cariño. Tal vez por que no conociamos otra cosa.
Ahora me falta tiempo para leer todos los libros que tengo en casa.
Un abrazo

Pedro, gracias por recomendar mi entrada

Abejita de la Vega dijo...

Qué niño más majo y más setentero, se parece al de "andá los donuts".
Y qué carnet más entrañable,con el DNI de tu padre.
Dices, y dices bien, que el tiempo solitario de los libros prepara para el tiempo que sucedía al cerrar el libro. Pero los lectores ávidos recibimos muchas veces el reproche, acusan de estar en las nubes. Y nada más equivocado. Subimos a las nubes para ser capaces de afrontar el mundo de aquí abajo. Porque conocemos muy bien el mundo real, demasiado lo conocemos.

Y no somos "el príncipe que todo lo aprendió en los libros".

Besos, gracias, Pedro.

virgi dijo...

Te dejé un abrazo en la entrada anterior. Yo también he sido una lectora empedernida, necesitada de leer como un alimento perentorio
Otro abrazo, apreciado Pedro.

Gelu dijo...

Buenas noches, profesor Ojeda

En mi casa había muy pocos libros. A mi padre le gustaban los libros de Alejandro Dumas. Y sobre todo el de Amicis. ‘Corazón’ – Diario de un niño.
Recuerdo que nos hablaba de él con emoción. Aún lo conservamos.
Mis primeras lecturas fueron los ‘cuentos’ y todos los de mis primos, Capitán Trueno, El Jabato,...y lo que caía en mis manos, incluidas: Hazañas bélicas.
Y los libros del colegio. Ayudándome de los que citan en la revista de mi escuela, todos los de Hijos de Santiago Rodríguez que ponían a nuestro alcance en clase: ‘Ramillete de mujeres universales’ ‘Cien figuras españolas’ ‘Cien figuras universales’...
Uno de mis primeros libros en propiedad fue: ‘Las mil mejores poesías de la lengua castellana’. Y los de Víctor Hugo. Y los de Tolstoi y Dostoievski.
En realidad tenía el vicio de la lectura. No solía coincidir con lo del programa de clase, y me ocupaba mucho tiempo. Así que me ganaba y recibía las correspondientes reprimendas.
No necesitaba estar sola mientras leía, pero eso sí, que no contasen en el mundo real con mi presencia.

Abrazos.

P.D.: Qué gran parecido tiene su hija con esa foto de niño.

Bertha dijo...

la compañía más grata es un libro...(no tines que darle explicaciones, ni justificarte, ní nada de nada)

Me encantan los de papel, aunque leo por obligación bastante digitales pero la calidez del papel: marcar la página por donde el sueño te vence y volver a encontrar ese momento de la lectura...Son pequeños privilegios que poca gente sabe disfrutarlos...

Un abrazo.

Juan Luis Garcia dijo...

Bendito refugio el de los libros que transforman la soledad vergel.

Natàlia Tàrraco dijo...

Me he perdido en tantísimos libros que tengo la soledad muy poblada y en ellos encuentro infinitos viajes, solitarios.
Besitos

Asun dijo...

Yo también era de las que devoraba libros desde la más tierna infancia. Además tenía al ventaja de ser la pequeña de seis hermanos, con lo cual siempre había algún libro que me llamaba la atención, y si no ahí estaba la biblioteca con infinidad de lecturas atractivas.
¡La de tardes de fin de semana que habré pasado de cría inmersa en algún libro!

Besos

Estrella dijo...

Leo desde pequeña, tebeos o cuentos abandonados por otros niños, hijos de familias con más posibilidades económicas que la mía. Lo primero que se me viene a la memoria al recordar aquellas primeras lecturas es la magia que me envolvía cuando me sumergía en ellas. Nunca más he podido vivir sin la generosa y entrañable compaía de un libro.

Anónimo dijo...

te dejo besines y un abrazo enorme...

besines
SAU

LUISA M. dijo...

Mi afición a la lectura también se remonta a mi infancia, Pedro.
Recuerdo que tenía una colección de cuentos de hadas, de tebeos (Pumby y otros), cuentos de Calleja... Y entre los primeros libros me acuerdo de Mujercitas, Corazón,... Me encantaba leer a la hora de la siesta mientras la casa estaba en silencio.
Bonita entrada, profesor.
Un cariñoso recuerdo a Manuel-tuccitano y un abrazo para toda su familia en estos momentos difíciles.

Anónimo dijo...

Mi amor a la lectura, ha sido mi refugio, mi abandono de este mundo y optar por el que yo elegía.
He leido mucho TEBEOS como se llamaban entonces "Mortadelo y Filemón","El botones sacarino","Carpanta","13 rue del Pécebe", infinidad creo que todos, luego influida por mi hermano me pase a Marvel y también lo lei todo, junto a "los 5" y " los Hollister", seguido de todas las de Agatha Christie, y los cásicos Lorca, Machado ,Benito Pérez Galdós, Unamuno,Valle- Inclán, la novela actual, sobre todo la negra que me fascina. Soy una enamorada de los libros y la lectura, prefiero leer ante que cualquier cosa,
tengo suerte de encontrarme con este blog que comparte lo mismo que yo.
Gracias, otra vez.

Rita.

Anónimo dijo...

Mi amor a la lectura, ha sido mi refugio, mi abandono de este mundo y optar por el que yo elegía.
He leido mucho TEBEOS como se llamaban entonces "Mortadelo y Filemón","El botones sacarino","Carpanta","13 rue del Pécebe", infinidad creo que todos, luego influida por mi hermano me pase a Marvel y también lo lei todo, junto a "los 5" y " los Hollister", seguido de todas las de Agatha Christie, y los cásicos Lorca, Machado ,Benito Pérez Galdós, Unamuno,Valle- Inclán, la novela actual, sobre todo la negra que me fascina. Soy una enamorada de los libros y la lectura, prefiero leer ante que cualquier cosa,
tengo suerte de encontrarme con este blog que comparte lo mismo que yo.
Gracias, otra vez.

Rita.

matrioska_verde dijo...

empecé a leer ya algo mayor (+/- 14 años) pero ya nunca lo dejé... y como a ti, la lectura me dió y me da, mucho.

estás igualito que en la foto... je je

biquiños

A Tucci le encantaría esta entrada.

dafd dijo...

El momento en que el libro se acaba puede ser de liberación, pero puede dejar un hueco imborrable. A veces dan ganas de volver a empezarlo, pero sería como traicionar el regusto tan dulce que su primera lectura nos dejó. Volver a empezarlo inmediatamente podría generar impaciencia, o tal vez cansancio. Mejor posponer la relectura para más adelante, cuando los momentos inolvidables se hallan velado un poco por el paso del tiempo.

andandos dijo...

Mis padres no eran mucho de leer. Comencé con tebeos, seguí con Los cinco y Los siete y , a través de la colección Excelicer, creo que se llamaba, pasé a los libros de adultos, hasta hoy. Sigue siendo un placer hacerlo.

Un cordial saludo

María Pilar dijo...

Mi refugio fue y sigue siendo la lectura, llena mis ratos de ocio y muchas veces roba mi tiempo de sueño. De momento no tengo propósito de enmienda.
¡Cuántas veces he visto la luz entrando por las rendijas de la persiana!

Señor De la Vega dijo...

Mi querido Señor Ojeda,

Extraño ejercicio éste que inicia, y a la vez natural, conocer la intimidad del proceso de lectura y circunstancias de sus compañeros en la misma, salvando gran distancia, como hablar del sexo en la pareja, algo que siendo lo obvio todavía resulta extraño, o al menos más que hacerlo.

En mi caso tengo que decir que he leído poquísimo y mal, supongo que con ello no me apartaría mucho del perfil de español medio; y que incluso quedaría por debajo; las estadísticas eran (según la FGEE) que un 45% de españoles se declaraban no lectores, un 13,6% aseguraban que casi nunca leían y el 31,4% que no abrían nunca un libro.

La génesis de mi caso, se remonta a la niñez (supongo), aunque con el tiempo asumí que era un trastorno neurológico; en mi casa se leía por parte de mi padre, siendo mis hermanas mayores las que adoptaron ese hábito lector ya desde pequeñas y siguen siendo grandes devoradoras de libros; así que abundaban los libros de diferentes calidades en las estanterías, también las enciclopedias; yo no tengo conciencia de cual fue mi primer libro, ni el segundo ni ningún libro de aquellos años de infancia, aunque imagino que fue un ejercicio ordenado en el colegio leer el primero; sí recuerdo los procesos de abstracción mental aguda que algunos de aquellos libros provocaban en mi estado de ánimo, quizás todos, no lo sé; pero eran de tal envergadura que decidí abandonar "la lectura", quizás antes de la adolescencia.
Las ventajas de leer no compensaban mi perdida de realidad, ni tampoco se limitaban al libro leído, porque el efecto era un estado paralelo al propio libro, ajeno al mismo, o lateral para mejor explicarlo, que podía prolongarse por semanas, meses, años.

Así que eso me obligó, por necesidad académica a leer sin leer, es decir lo que era de obligada lectura, pasaba por mis manos, pero sin ser leído (en absoluto o totalmente), usando a veces resúmenes del mismo (académicos o no), la explicación de otros, o si no contaba con nada de eso, recurría a la lectura puenteada y aleatoria del ejemplar, primeras páginas 2 ó 3, lectura de una o dos líneas cada dos páginas, hasta que detectaba hilo argumental y finalmente las páginas de epílogo, así la lectura del libro podía estar concluida en menos de un par de horas. ¡Quién hubiese contado con Internet en aquellos años!

He de decir, que el proceso “catatónico”, no solo era producido por una novela, un ensayo, una obra de teatro o una biografía..., sino que esto se podía producir por cualquier texto, desde un libro de texto, a una carta, un artículo de prensa; aunque aprendí a generar diferentes lecturas; como una lectura de aprendizaje, otra comunicativa, otra comprensiva-explicativa (de aquel modo, ficticio), y algunas más, de gran utilidad, para evitar caer en la lectura traumática.

Señor De la Vega dijo...

¿Y qué sentía cuando leía traumáticamente? pues me resulta todavía difícil definirlo, porque poco tiene que ver con el texto leído, y es tan circunstancial como inesperado, aunque a veces resulta muy obvio.
Imaginemos cualquier texto, a veces a la 4ª página la descripción de un paisaje me llevaba a recrearlo, y el resto de diálogos, trama y cuerpo del libro dejaba de tener importancia, mientras que el paisaje me llevaba a lugares obsesivos; a veces ocurría con personajes, siempre de uno en uno y no más de uno por lectura; así que el personaje superaba lo leído y si era histórico me obsesionaba su realidad, y si era ficticio creaba otra dimensión para el mismo; a veces era la trama, que me llevaba a su análisis profundo, y así, si el libro era malo, yo recreaba una trama mejor que la encontrada y si era bueno la alargaba o modificaba. A veces, si era ensayo me perdía en alguna de los argumentos hasta agotarlos, siempre acorde a mi nivel de análisis, pero ese argumento era una pieza obsesiva por semanas o meses, o incluso algunos siguen todavía siéndolo. La calidad del libro, siempre era secundaria, así ese hecho solo tenía un cierto valor; cuando aprendí a leer como aprendizaje, porque es obvio que un buen escritor, nos enseña en las páginas y entrelineas.

Hace meses leí un ensayo, de una gran autora, intenté leerlo con técnica de aprendizaje, pero sería la hora bruja, o mi falta de concentración que caí en lectura traumática; y desde hace meses que estoy obsesionado con ello, sin saber como digerir provechosamente tanta sugestión o librarme de ella.

Envidio a los que han leído mucho y bien; yo no puedo. Nunca he podido. Por eso, cuando llegué a este grupo de lectura, disfruté y sigo disfrutando tanto, asombrándome y disfrutando la lectura que hacen los otros de iguales letras en negro sobre blanco; no creo ser caso único, tampoco conozco diagnosis a mi mal, quizás no es mal, quizás es más común de lo que imagino, más compartido e igualmente frustrante... intuyo que no soy el único y que no estoy solo; pero nunca he encontrado alguien con mis síntomas con quien hablarlo.

Por primera vez, algunos de mis procesos de abstracción en la lectura, pude transcribirlos en el grupo de lectura de La Acequia, confrontándolos, e incluso en algún caso debatiéndolos, cierto que bajo el filtro de De la Vega y la prestidigitación de El Zorro; fácil fue, en una lectura tan abierta como El Quijote y tan bien dirigida y digerida; terapia que me sirvió para evitar la obsesión y pasar de capítulo, sin muchos traumas.

Releo en modo aprendizaje, la serie que hace un año, el diciembre pasado, empezó en su blog, nuestro compañero, el Señor de la Rosa, actos reflexivos, en voz alta que trataban temas recurrentes como humanos; nuestra necesidad vital de seguridad, de objetivos, de reconocimiento, de sociabilidad, de crecimiento, de contribución... ¡Cuánta razón tiene!

Leo el penúltimo post de "Tuccitano" en modo soslayo, puenteado, buscando argumento poético entre sus líneas: “...el paso del tiempo no hay quien lo pare... me quedo con lo vivido...lo que venga va a llegar aunque no quiera... el invierno ha sido duro, lo sigue siendo... “.

Un recuerdo y un abrazo para todos,
Suyo, Z+-----