Es acertada la forma en la que la autora plantea el inicio del conocimiento -y del cuestionamiento del mundo, que son cosas relacionadas- en el protagonista a los diez años. Todo parte de los secretos, de las palabras medio escuchadas, de los rumores nocturnos, de las leyendas confusas a las que se agarran las personas. Varias veces se repite una expresión hoy en desuso: la ropa tendida. Se pronunciaba esta frase antiguamente cuando las personas mayores se daban cuenta de la presencia de niños en unas conversaciones de mayores. A partir de ahí la conversación o se cerraba o adoptaba claves secretas difícilmente comprensibles para los menores. En la novela no solo se dice esta frase, sino que visualiza: las mujeres tienden ropa de luto o de alivio de luto o de morado republicano para expresar sus emociones, como Pepe el Portugués ondea mensajes en su tendedero. Hay ropa tendida: todo un símbolo que nos hace comprender una sociedad llena de miedos, de temores, de secretos. Como cuando Nino sorprende al más fiero de los guardias pintándole las uñas de los pies a su mujer. Todos deben ocultar quiénes son para parecer otra cosa, a veces por interés, casi siempre por razones de superviviencia.
Curiosamente todo le cambia al muchacho a partir de uno de esos secretos, que le obliga a guardar su propio padre: tendrá clases de mecanografía y taquigrafía de doña Elena. Y en esos meses todo le cambia a Nino: descubre el conocimiento y cómo las ganas de aprender le hacen crecer intelectualmente, ser más consciente de todo lo que ocurre y comprender mejor el mundo en el que se mueve. Desde entonces, se sabe por encima de quienes le venían a contar secretos, como Paquito. O de su propio maestro, al que descubre cobarde cuando le prohíbe la lectura de Galdós.
Ya nada podrá ser igual para el muchacho y el mundo, en efecto, se pondrá del revés. Quizá sea la razón por la que muchos prefieren no saber, porque el conocimiento siempre trae consigo más las preguntas que cuestionan el mundo que las certezas que tantos quieren vendernos. En aquella España, llena de controles y miedos, de secretos guardados y complicidades en silencio, no había otra forma.
Curiosamente todo le cambia al muchacho a partir de uno de esos secretos, que le obliga a guardar su propio padre: tendrá clases de mecanografía y taquigrafía de doña Elena. Y en esos meses todo le cambia a Nino: descubre el conocimiento y cómo las ganas de aprender le hacen crecer intelectualmente, ser más consciente de todo lo que ocurre y comprender mejor el mundo en el que se mueve. Desde entonces, se sabe por encima de quienes le venían a contar secretos, como Paquito. O de su propio maestro, al que descubre cobarde cuando le prohíbe la lectura de Galdós.
Ya nada podrá ser igual para el muchacho y el mundo, en efecto, se pondrá del revés. Quizá sea la razón por la que muchos prefieren no saber, porque el conocimiento siempre trae consigo más las preguntas que cuestionan el mundo que las certezas que tantos quieren vendernos. En aquella España, llena de controles y miedos, de secretos guardados y complicidades en silencio, no había otra forma.
Noticias de nuestras lecturas
La Zarzamora se suma a nuestro club de lectura. En su blog Madreselva rebelde tenéis sus razones y en El trastero su extraordinaria aportación sobre uno de los momentos claves de la novela, la noche en la que Nino se hace mayor de golpe, como si la historia hubiera entrado en su cuarto. No os podéis perder su aportación.
Merche Pallarés llega eficazmente al final, cuando se explican las opciones de Nino en su madurez. Lo advierto para aquellos que no hayáis leído aun el libro.
Mª Ángeles Merino desentraña las complicidades que se tejen a través de la lectura en la vida de Nino. Hay tiempos en los que abrir un libro es un guiño a otro. Después, presta atención de forma excelentemente oportuna a una de las zonas sensibles, emocionales e ideológicas, de esta novelas: la soledad de las mujeres.
Merche Pallarés llega eficazmente al final, cuando se explican las opciones de Nino en su madurez. Lo advierto para aquellos que no hayáis leído aun el libro.
Mª Ángeles Merino desentraña las complicidades que se tejen a través de la lectura en la vida de Nino. Hay tiempos en los que abrir un libro es un guiño a otro. Después, presta atención de forma excelentemente oportuna a una de las zonas sensibles, emocionales e ideológicas, de esta novelas: la soledad de las mujeres.
9 comentarios:
es una excelente referencia tanto de época como de exploración de los personajes
besitos
Me hizo gracia eso de la "ropa tendida", expresión que no había oido nunca. De pequeña mis mayores hablaban en francés cuando no querían que nos enterásemos de sus conversaciones. ¡Me daba una rabia! Besotes pacíficos, M.
La doble moral siempre!
La ropa tendida o moros en la costa.Mi abuela las empleaba que era la más castiza de todos.Ya que con los anglicismos etc estamos perdiendo muchísimas expresiones.
Felicitarte por estas jornadas de lectura compartida.
Un abrazo Pedro.
Me encantó esa ropa tendida con su código correspondiente. Y, usando otra expresión, Almudena, a algunos personajes,los pone a escurrir.
Ese maestro cobarde me cae gordísimo, todo lo contrario que el personaje de doña Elena, una excelente pintura de una maestra de las de verdad. Como ves,me fijo en los colegas.
El entusiasmo de Nino con el mundo nuevo que se le abre es encantador.
Encantadora novela, la recomiendo, poneos con ella, no os defraudará.
Que no cunda el desánimo lector, amigos blogueros.
Besos, Pedro.
De la Guerra Civil se han escrito montañas de libros desde los más diversos puntos de vista. Pero casi siempre de los dirigentes, que ahuecaron el ala en cuanto pudieron o mandaron hasta que les llegó la hora de rendir cuentas por imperativo biológico. Rara vez se ha escrito algo sobre lo que contaban los soldados que no tenían más remedio que alistarse en un ejército o en otro debido al espacio que ocupaban al empezar el conflicto. Eran la inmensa mayoría y lo único que querían era salvar el pellejo , al menos hasta la próxima. He leído en algún sitio que los voluntarios - ni para comer- no pasaban de los diez mil en cada bando. A mi juicio es de majaras (difícil de asumir) que la defensa o el aclarado del morao de una bandera esparciera un odio tan feroz que aún perdura.
La autora sabe revelar y esconder. El peso de lo que no se cuenta es tanto como lo que se narra. Es difícil que una novela sea buena sin el uso adecuado del misterio: saber ocultar y desvelar el secreto y adaptarlo al ritmo narrativo. Como el diploma que la madre colgó en la puerta del armario, por la parte de dentro: "escondido y expuesto al mismo tiempo".
Buenas noches, profesor Ojeda:
He leído del libro de Almudena Grandes.’ EL LECTOR DE JULIO VERNE’. Segundo, de EPISODIOS DE UNA GUERRA INTERMINABLE, como nos dice su autora en el PLAN DE LA OBRA.
He disfrutado con la lectura de muchas de sus 417 páginas.
Me ha gustado que eligiera, al inicio, el poema de Luis Cernuda
“Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas,
aún en estos libros te es querida y necesaria,
más real y entresoñada que la otra:
no esa, mas aquella es hoy tu tierra,
la que Galdós a conocer te diese,
como él tolerante de lealtad contraria,
según la tradición generosa de Cervantes,
heroica viviendo, heroica luchando
por el futuro que era el suyo,
no el siniestro pasado donde a la otra han vuelto.
La real para ti no es esa España obscena y deprimente
en la que regentea hoy la canalla,
sino esta España viva y siempre noble
que Galdós en sus libros ha creado.
De aquella nos consuela y cura esta.
Luis Cernuda “Díptico español”
Desolación de la quimera (1956-1962)
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En estos tres años 1947 a 1949, Nino (de 9 a 12 años) cuenta lo que ve en su mundo
Señalo:
Pág.72…"porque aquello era una guerra que no se iba a acabar nunca"
pág. 218…"la guerra no ha terminado ¿lo entiendes? "(palabras de Pepe el Portugués)
pág.389.IV…"Esto es una guerra y no se va a acabar nunca."
Me quedo con:
333-334…"Todos los libros tratan del amor, aunque no haya chicas, ni besos ni boda al final. Todos los libros tratan del amor, aunque el amor no sea más que la fascinación, la difícil lealtad de un niño bueno y valiente hacia un valiente y codicioso pirata con una pata de palo y un loro en el hombro."
Abrazos.
Yo todavía sigo escuchando lo de "la ropa tendida", aunque es cierto que en muchas menos ocasiones que antes.
Los secretos en las familias respecto a estos temas perduraron durante muchos muchos años, yo todavía los recuerdo y no soy ningún vejestorio. Y una cosa que es curiosa es cómo los niños, a pesar de su corta edad, sabían guardar esos secretos, por nada del mundo se les escapaba una palabra, señal de que eran bien conscientes de las consecuencias que ello podría traer.
Besos
Grande la vida de las viudas y sus hijos perdedores, triste la miseria del conformismo. Necesarios el progreso y la evolución aún hoy amordazados.
Ha sido un placer participar en tus lecturas.
De corazón, te lo digo.
Besos,Pedro.
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