En verdad, el título de esta entrada es incorrecto: los poderosos de verdad no sienten ira sino desprecio por aquellos que no lo son. Algunos de ellos sienten piedad y organizan no la justicia sino la beneficencia, que son cosas bien distintas.
Quería yo hablar hoy de los que sirven de herramienta a los poderosos y se encargan de lanzar las consignas y justificar las acciones que usan como dique aquellos para los que trabajan. En ellos sí se observa ira: ira contra los pobres porque les parece que no quieren salir de su pobreza; ira contra los que oponen a su falta de escrúpulos, una moral solidaria; ira contra los que piensan que las decisiones podrían ser otras y opinan sobre ello.
No encuentro otra razón a la descalificación sistemática de todos aquellos colectivos que parecen entorpecer las medidas que alguien ha decidido como las más justas como si estuvieran escritas en las tablas bíblicas.
En estos tiempos observo un incremento de las fórmulas de la ira. En los medios de comunicación y en los políticos de los principales partidos políticos se aprecia sensiblemente un enfado contra la ciudadanía porque no acepta lo que alguien ha decidido que es lo mejor para ellos; una irritación de los que ejercen el poder contra aquellos a los que gobiernan porque no piensan como ellos. Ni siquiera se guardan las formas.
Como si toda la sociedad se hubiera desplomado, desde los gobernantes del país hasta las personas designadas para dirigir un organismo público, pasando por alcaldes o por directores de departamentos universitarios, casi nadie acepta que puede estar equivocado, las normas del juego democrático, la simple oposición o la discrepancia, el hecho de que el ciudadano pueda ejercer sus derechos. Se niega el acceso a la más simple raíz de la justicia, que es que la administración no esté de lado contra el administrado y le niegue el pan y la sal. Y si el administrado insiste en ejercer sus derechos se le mira con enojo, se le denuncia y desprestigia, se le señala con el dedo y la mayoría silenciosa acepta que debe ser castigado. Los gobernantes parecen estar contra el ejercicio del derecho ciudadano a manifestarse y vuelven con la antigua insistencia de regular derechos amparados por la Constitución o cambiar el código civil. Hay una tendencia general a ejercer el poder que se le ha dado con los votos de una forma autoritaria contra aquel que no piensa o actúa según la fórmula dictaminada como única. Los gobernantes, sea cual sea el nivel de su gobierno, no admiten discrepancias, quieren que todos sin excepción admitan que lo que hacen lo hacen por el bien común sin que quepan matices y que todo esté en silencio.
Observo en España una peligrosa tendencia a no admitir que el otro pueda tener razones que sean amparadas por la ley y una exigencia procedente de un aun más peligroso coro de voces reclamando que si la ley ampara a los discrepantes, debe cambiarse la ley. Y la idea se extiende desde las alturas hasta cualquier rincón de la actividad pública como un lodo tóxico que puede terminar por asfixiar la fuerza democrática de un país entero. Puede que yo esté equivocado, que no sea así y esté exagerando, pero así lo parece más cada día.
18 comentarios:
Tienes razón, Pedro. Pero no solo los políticos, alcaldes o cualquier otra persona con poder, en este país todos nos hemos creído tan en posesión de la verdad que no somos capaces de reconocer o de pensar que otros pueden tener razón y que somos nosotros los equivocados. Creo que la "enfermedad" se ha contagiado a todos y cada uno de nosotros.
Si alguno tiene el poder de "matar" la razón, ¿qué impedirá matar(le) por la sin-razón?.
El poder no te hace inmortal, solo te hace creer que lo eres.
El poder no te hace superior a tus congéneres, solo interpone a algunos entre tú y los desesperados, los hambrientos o los fanáticos.
Un abrazo
ibso
todos los habitantes de este planeta seguimos siendo esclavos del oro lo queramos o no, todos Pedro
los países , los gobiernos, sus habitantes , todos giramos alrededor de este poderoso metal
besos
Por desgracia es el mal de todos los políticos....dejar a un lado la autocritica para creer estar siempre en posesión de la verdad.Qué cierto es!.... el poder corrompe.
Ah! se me olvidaba, preciosa foto a ras de suelo Pedro.
Estás falando de Espanha ou de Portugal?
A Ibéria, meu amigo, está nas mãos de um bando de criaturas cujo ódio à Democracia é bem patente e que rejeitam por completo o exercício de cidadania.
Abraço solidário, Pedro
En tu artículo discrepo de una cosa. Mencionas la "mayoría silenciosa" yo diría más bien la "minoria" silenciosa... En lo demás completamente de acuerdo :)) Besotes iracundos, M.
Estamos, bajo el peso de su inmoralidad, desmoralizados, pero no corrompidos, eso ellos, el poder.
Besitos.
Falta pragmatismo, fata sinceridad, falta humanidad entre los políticos, falta conciencia de pueblo. Son prepotentes, autistas de la sociedad.
Nos mean y tenemos que decir que llueve.
Llueve.
Yo aún creo en la clase política ... de los que desconfío es de los poderes silenciosos, de los que no dan la cara y se esconden, pero presionan, amenazan y aconsejan a los que obligan a seguir encubriéndolos.
Perdí la fe en los políticos, no se que va a ocurrir mañana, ni si nos van a machacar más...ç
Esta claro que estan furiosos, porque a nadie le gusta tener un pariente pobre y si son millones ni te cuento...
Siempre ha existido esto, a veces lo disimulan mejor unos que otros. Lo que parece es que nunca vaya a cambiar el sistema. Es penoso. Isabel.
Libertad sin ira, cantaban Jarcha. Guárdate tu miedo y tu ira.
Ahora en los poderosos hay una malaleche concentrada en sonrisilla de niño de educación religiosa que, a muchos, nos da pavor.
¿Sabías que en Madrid están cerrando bocas de metro "para ahorrar"? Obligan al rebaño a una única salida. No hay posible elección.
Cierto, cada vez hay más falso profeta o aprendiz de brujo que parece ungido de infabilidad cada vez que abre la boca. Y no es nada bueno porque en lugar de allanar caminos para llegar a acuerdos, cavan trincheras con alambradas de espinos de separación entre los hunos y los hotros. Por mí bien se podían dedicar a otra cosa. Un político o cualquiera con influencia que no tienda puentes de entendimiento no sirve sino para hacer más profundo el pozo de la desesperación en el que estamos.
Por lo que tan bien analizas es por lo que me encantó el auto del juez Pedraz.
Un abrazo, Pedro
Mi querido Señor Ojeda,
Recuperando algo del saber, de mi basto conocimiento de los filósofos clásicos, hubo uno muy denostado en la Grecia de Pericles, pero hoy estudiado profusamente en las escuelas de negocios y práctica política.
Hipócritas y su famosa frase "¡Solo sé que lo sé todo!"
Suyo, Z+-----
un ejemplo muy clarito de persona que no reconoce sus errores es la dimisión por "motivos personales" del personaje que dijo: "las leyes, al igual que las mujeres, están para violarlas".
porque si algo podría redimir a ese señor es reconocer que ha metido la pata hasta la coronilla.
y es que como dices, se han perdido las formas... ¡y de que forma!
biquiños,
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