A finales de noviembre, ando entre la niebla y el frío. Algo típico de las ciudades que habito cuando el otoño se inclina ya hacia el invierno. La niebla es una sensación de mi infancia, casi un estado anímico. Aquellos que no han vivido nunca en ciudades con niebla no podrán comprenderme. Aun recuerdo semanas enteras de niebla en las que la humedad se metía muy adentro y hacía que se caminara encogido por unas calles que parecían pertenecer a ciudades fantasmales. Todo parecía irreal, quizá porque lo era o quizá por eso era más esencia: los lugares aparecían sorprendentemente y solo cabía mirarlos individualizados, como si no pertenecieran al plano de una misma ciudad sino a un puzle cuyas piezas se encuentran al azar. Cuando comencé a viajar una de las sorpresas era descubrir finales de otoños sin niebla: no importaba el frío porque la luz lo disminuía. Pero la otra ciudad que habito reserva el cuchillo del viento frío del norte, que también te hace encoger en el abrigo levantar el cuello para abrigarte.
Lo mejor de una mañana de niebla es una tarde despejada, que permite el paseo: uno se echa a la calle con ganas de recorrer la ciudad entera para comprobar que las cosas, cuando se levanta la niebla, siguen como se recuerdan. Necesitaba este paseo de hoy. Mi vida actual se parece tan poco a la que llevaba hace un año que es necesario el sosiego para comprenderla. Hay unas cuantas cosas que me afirman, pero otras muchas que me interrogan. Eso es bueno: estoy vivo. Ahora que lo escribo, me doy cuenta de que llevaba mucho tiempo sin hacer una entrada en La Acequia de este tipo. Mañana comienza el mes de diciembre.
32 comentarios:
Mui interessante
Parabens
Hermosa descripción¡!!Diciembre,...y otro año se va o nos suma ¿??.... Besos.
La niebla es la gasa que envuelve el regalo, cuando se quita, tachan! tachan!... aparece la esperada sorpresa.
adoro caminar entre la niebla y esa humedad que se prende en sus gotitas al cabello
el olor a silencio y los pasos en la vereda, ese frío que nos recorre a veces la espalda ese querer estar cerca del otro para darse calor.
es absolutamente mágico !
por acá las madrugadas son una luz absoluta en esta época (no baja de los 30 grados el termómetro, es mucho calor para esta latitud), extraño tanto el otoño ...
besos a la distancia
Cambios, todo cambia, y en ocasiones tan deprisa que ni ese sosiego ayuda a poner cada cosa en su lugar, a tientas en la niebla, se escucha el silencio, aquél que trae respuestas.......que consigue asentar, quizás debiera escuchar mis propias palabras, quizás debiera tentar esa niebla para disfrutar de una hermosa tarde despejada.
Quizás sólo deba esperar que la intuición nos guíe entre las preguntas que se habrán de formular.
Un abrazo Pedro.
Yo te entiendo perfectamente. La niebla lleva aquí instalada unos cuantos días.
Tal vez cuando levante la niebla descubra una ciudad nueva, una vida nueva, una nueva yo. Aunque hay algunas nieblas que se resisten a abandonarnos.
Un beso.
Las famosas nieblas vallisoletanas...Mi ciudad es la del cuchillo traicionero del viento norte. En Campo Real, Madrid, descubrí otoños más amables, cómo los agradecí.
Estamos vivos.
Besos
Amado Nevo se referia a la felicidad es como las ligeras neblinas...cuando estamos dentro de ellas no la vemos......
Dias de niebla, dias frios ensombrecidos...pero volverá a salir el sol.
Recibe un abrazo.
Llevas razón respecto al tipo de entrada que has hecho hoy, por eso te diré que me ha encantado y me ha sorprendido gratamente. Ojalá hagas más así. Hoy he visto al Pedro Ojeda que más me gusta. Gracias!
Hola, Pedro:
La ciudad adonde vivo es fría. Todas las mañanas amanece cubierta por la niebla, pero a media mañana se despeja y nos regala una bella arquitectura colonial.
Un abrazo.
Me ha gustado. Te he comprendido. La vida cambia cada segundo porque cada segundo somos un segundo más viejos...
Buenas noches, profesor Ojeda:
“Mañana de niebla, tarde de paseo”
Era un dicho, lleno de esperanza,porque al cabo de unas horas se cumplía.
En un año puede haber grandes cambios, tanto que –ante las sorpresas- mejor no hacer planes a largo plazo.
A veces, lo que está por acontecer
es...como la alegría de algún encuentro inesperado y maravilloso, en un paseo de la tarde de la mañana con niebla.
Un abrazo.
Que tengas un diciembre despejado y soleado, querido Pedro. Besotes viajeros, M.
Bienvenido diciembre, entre la niebla mágica, paseando, las dudas, estar vivo, que no es poco.
Aquí la niebla a veces me hace soñar, todo es impreciso, pero el frío cala "jondo"
Besitos y carpe diem.
Recuerdo un año que en Madrid, todos los martes había niebla y me gustaba, quizá porque sabía lo de las tardes.
En Pardilla las nieblas son más persistentes y parecidas a las que relatas de esa ciudad con el viento frío y húmedo como el cuchillo. Y sin embargo, entre los recuerdos de mi infancia, cuando vuelvo a ver la niebla espesa de la que hablas, el recordarlo se me pierde entre esas nubes bajas que duran todo el día.
Besos
Luz
Pues todos los tipos de entradas con bienvenidos y sobre todo, buenos para tu alma, Pedro.
Comprendo lo que cuentas de la niebla, hay veces que cuando salgo de casa a penas se ven unos metros, pero después cuando empieza a despejar surge el paisaje, mil veces visto, como una revelación.
Hace un año tu vida era diferente, dices y te interrogas acerca de esos cambios y del futuro, seguramente. Vivir es cuestionarse, quien no lo hace no avanza, ni madura.
A mí me gustan estas entradas más Pedro y menos Acequia o ya sois ambos lo mismo?
biquiños,
En mi tierra la niebla es la compañera inseparable del otoño y del invierno. La humedad se congela y a veces parece que ha nevado. Ya llevamos unos cuantos días, casi una semana sin ver el sol. El paisaje se desdibuja y las luces de Navidad ni siquiera se ven.
Un abrazo.
Hoy comienza diciembre y en Jaén el frío no nos ha pillado de sorpresa, el aire de invierno lleva cortando la cara unos días, aunque estos se han intercalado con un otoño real. Viene bien de vez en cuando, pasear para ver como marcha todo.. una pausa que nos permite respirar la actualidad más cercana. Besos Pedro
que entrada mas bonita Pedro. Cuando te pones a escribir con sentimento, eres único. Buceas, mas que andas entre la neblina de al calle y de tu alma. Precioso!
Recibe una fuerte abrazo
Mi Señor Ojeda,
Hace algunos días, cuando llegaba la tarde, las nubes tocaban suelo y el campo de visión y la húmeda frialdad congelaba hasta el alma; la visión se anulaba y caída la cerrada noche yo aguzaba el oído para captar las voces o ruidos y saberme aún en la tierra.
El mundo sería irreal, si no lo hubiésemos construido antes en nuestro corazón, nunca estará completo porque las voces callan; a nuestra edad lo sabemos, pero a pesar de la incertidumbre sabríamos definir sus perfil entre la espesa niebla.
Suyo, Z+-----
la cerrazón, cual un manto grisblanquecino envuelve todo, descoloca nuestra rutinaria memoria y tal como el porvenir nos pone en la incertidumbre a cada paso..
cuando hubo levantado vuelo hacia el confín, parece que el tipo seguro que nos creemos vuelve al cuerpo y se ufana (¿?) de ser conocedor de todo lo que le rodea, olvidando que horas antes trémulo de vacilación acotaba cada paso hacia la diversiforme espuma
¡vaya impresión!
saludos amigo
Por aquí esa niebla también lo cubre todo. Me resulta familiar la tuya.
Otro diciembre, Pedro, y con la bruma a cuestas.
Besos.
"...al volver la vista atràs, se ve el camino que no se ha de volver a pisar..."
Que cierto, eso.
Un abrazo.
Siempre es bueno despejar la mente con un buen paseo. Te comprendo, conozco la niebla y esas sensaciones.
No sé por donde leí que por tu ciudad natal ya pueden aterrizar aviones sin visibilidad vertical y solo 200 mts horizontal, que es nada y mucha niebla. ¡Qué bien!
Besos
Besos
"Pero la otra ciudad que habito reserva el cuchillo del viento frío del norte, que también te hace encoger en el abrigo levantar el cuello para abrigarte".
En las dos ciudades que mencionas yo también he habitado. Nací en la que el viento frío del norte te cortaba la sangre helada como un cuchillo, entrecomillo lo que escribes porque es una imágen hermosa.
En la otra estudié, y en ambas noté esa niebla de mañana que no te dejaba ver a una persona que fuera delante, y que por la tarde desaparecida la niebla el sol de invitaba a un paseo.
Hermoso escrito Pedro.
Tengo poca experiencia sobre nieblas y por eso, quizás, las deseo. Sólo me preocuparían si me sorprendiesen con el volante entre las manos...
La niebla redibuja nuestra realidad y la convierte en escenario. Es poética pero peligrosa.
Tus palabras me hablan de sensaciones casi desconocidas para mi, o al menos con esa intensidad; tanto en la ciudad que nací como en la que vivo, la niebla es rarísima y el viento -es solo en la ciudad que habito- más que cortante, molesto.
Pero igualmente es placentero recorrer -dando paseos- los lugares habituales para disfrutarlos a distintas luces del día
hoy nos llegó una parte más íntima, querido amigo :)
un abrazo
Todo sigue ahí, a condición de que no tratemos de hacer recuento.
Yo desconozco bastante la niebla porque no la he vivido mucho, Barcelona no es ciudad de nieblas, pero las veces que he estado por la montaña y he andado con ella me ha angustiado un poco, me falta costumbre.
Me gustan estas entradas.
Un beso, Pedro
Los recuerdos de la vida son como un día de niebla.
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