Don Quijote está muy débil en el momento de entrar en su aldea: la decadencia física que hemos visto acentuarse en la segunda parte, sumada a la melancolía producida por la derrota de su ficción caballeresca, le hacen interpretar dos situaciones banales como malos agüeros (la jaula de grillos por la que pugnan dos muchachos y la liebre que se refugia a los pies del rucio para escapar de los galgos), en contradicción con el desprecio que le habían merecido al encontrarse con las imágenes talladas de los santos. Piensa que todo le anuncia que nunca volverá a ver más a Dulcinea: nueva contradicción, puesto que había afirmado antes que nunca había visto a Dulcinea -aunque sí a Aldonza Lorenzo- y tiene poderosas razones para suponer que las Dulcineas vistas en la segunda parte no lo son. Es tan evidentemente forzada la interpretación de los agüeros que parecería que el narrador quisiera dejar claro que don Quijote usaría cualquier pretexto para despedir a Dulcinea de la historia.
Esta debilidad le provoca a Sancho una reacción cariñosa: destruye todos los agurios, aclarándolos y entregrando a don Quijote tanto la jaula como la liebre. Curiosa inversión: el personaje que representa el rol popular se afana en romper con las creencias mientras que el que tiene formación y conocimiento literario, cae en ellas. Este papel protector de Sancho, que anima a su amo, explica el estado de la evolución de ambos. A este respecto, es de indicar la explicitación de estos cambios en la imagen del rucio y de Rocinante que, con la expresión ambigua adoptada por Cervantes, se puede aplicar a sus dueños: -Venid, mochachos, y veréis el asno de Sancho Panza más galán que Mingo, y la bestia de don Quijote más flaca hoy que el primer día. Curiosamente, don Quijote entrega la liebre a los cazadores sin más: es una expresa renuncia a su Dulcinea, por mucho que luego fabule historias pastoriles.
A Sancho y su rucio se lo llevan a casa su mujer Teresa y su hija la Sanchica, entre ilusionadas y decepcionadas por el aspecto de Sancho que no se corresponde con el de un gobernador pero satisfechas cuando saben que trae dinero: un buen consuelo para el sueño frustrado.
Don Quijote queda en la suya y comunica de forma inmedita al cura, el barbero y el bachiller su derrota y su propósito de imitar la vida pastoril, al que les invita a unirse. Como dijimos, es lógico que Don Quijote diera en esta nueva ilusión tras ver cortada la caballeresca: pertenecen al mismo ámbito de la literatura idealizadora y es una constante en el libro. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió cuando se propuso ser caballero, ahora -como ya hizo con Sancho- comunica las reglas del nuevo juego a sus interlocutores: es una mutación a telón abierto, que ya no se presenta hecha a los demás como sucedió con su trasformación en Don Quijote, sino que negocia las normas -la compra de ganado, el adopción de nombres y damas- y, desde el inicio, queda claro que es una imitación de la vida pastoril pero no la vida pastoril misma.
De su propósito, tan evidentemente falsificador de la realidad e imposible porque la misma novela Don Quijote hace inútil el recurso a una nueva parodia de la narrativa idealizadora, ya destruida desde la construcción del mismo personaje, le saca el sentido común del ama, que lo aterriza de golpe en la realidad:
Y ¿podrá vuestra merced pasar en el campo las siestas del verano, los serenos del invierno, el aullido de los lobos? No, por cierto, que éste es ejercicio y oficio de hombres robustos, curtidos y criados para tal ministerio casi desde las fajas y mantillas. Aun, mal por mal, mejor es ser caballero andante que pastor. Mire, señor, tome mi consejo, que no se le doy sobre estar harta de pan y vino, sino en ayunas, y sobre cincuenta años que tengo de edad: estése en su casa, atienda a su hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánima si mal le fuere.
Hasta este último sueño, tan endeble, es imposible y la realidad de las cosas entra de golpe para arrebatar las últimas fuerzas del personaje que pudieran arrastrarlo a un nuevo empeño de juego ilusionado y el cuerpo fatigado del que deja de ser caballero es recogido con cariño por el grupo familiar, satisfecho -por ahora -de recluirlo en el ámbito doméstico.
Veremos en qué para la fatiga del protagonista al comentar el capítulo LXXIV el próximo jueves.
30 comentarios:
Estamos a un paso del desenlace final, y un tristísimo y melancolico D. Quijote vuelve a su pueblo, bien diferente del que salió de allí. ¡Quien lo ha visto y quien lo ve! D. Quijote ya no puede con los encantadores: la realidad ha conseguido vencerlo, y finalmente el caballero de la Blanca Luna ha terminado de rematarlo del todo: entre todos lo mataron y el solo se murió, como dice el refrán.
Dulcinea ya está desencantada, pero D. Quijote no la verá jamás: interpreta los agueros de la jaula de grillos y de la liebre correctamente. Asi será: jamás verá D. Quijote a la señora de sus pensamientos. Mientras tanto, Sancho, feliz quizás por traer dinero a su casa (al fin y al cabo es lo que importa) esta fuerte, de modo que se dedica a consolar lo mejor que puede a su melancólico amo; pero D. Quijote está irreconocible, está…¡completamente hundido! ¿Qué ha sido de nuestro poderoso caballero andante, inasequible al desaliento, verdugo de los malignos, desafio de todos los encantadores? Hasta lo que un niño le dice a otro, sobre una jaula de grillos, causa mella en su corazón: ¿Qué ha sido de tu espíritu combativo, Alonso Quijano?
La tristeza es la nota dominante de este capitulo, pero ni aun asi se olvida Cervantes de hacernos sonreir: “Y es de saber que Sancho Panza había echado sobre el rucio y sobre el lío de las armas, para que sirviese de repostero, la túnica de bocací pintada de llamas de fuego que le vistieron en el castillo del duque la noche que volvió en sí Altisidora; acomodóle también la coroza en la cabeza, que fue la más nueva transformación y adorno con que se vio jamás jumento en el mundo."
Y la rueda de la vida sigue girando: Teresa Panza, que ve a su marido Sancho mas desgobernado que gobernador, lo acepta tal cual; al fin y al cabo trae dinero, que es lo que importa. Todos se van a su casa.
Y D. Quijote se reúne con el bachiller y con el cura (echo de menos a maese Nicolás, el barbero), a quien le cuenta todo lo que sucedió en Barcelona, el año de su paro forzoso y su determinación de hacerse pastor. Pero observo que D. Quijote lo dice sin entusiasmo alguno; esta triste y cansado, no dice de irse solo a ser pastor, sino que suplicó (¿desde cuando un caballero andante suplica?) al bachiller y al cura que lo acompañasen y ademas, lo suplica con toda la humildad del mundo (“si no tenían mucho que hacer y no estaban impedidos en negocios más importantes”), que se fuesen con el a ser pastores.
A regañadientes aceptan el bachiller y el cura, con la aparentemente buena intención de estar cerca de él y que no se les escape. Y cuando el ama y la sobrina protestan con buen criterio, diciendo que le ser pastor es para gente joven y fuerte y nuestro hidalgo ya era viejo y estaba enfermo, D. Quijote se derrumba del todo, y se viene abajo:
Callad, hijas —les respondió don Quijote—, que yo sé bien lo que me cumple. Llevadme al lecho, que me parece que no estoy muy bueno, y tened por cierto que, ahora sea caballero andante o pastor por andar, no dejaré siempre de acudir a lo que hubiéredes menester, como lo veréis por la obra.
Impresionante... el ultimo acto está a punto de comenzar y yo tengo un nudo en la garganta.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.73
Se hicieron las palabras en la pluma de Cervantes para provocar desasosiego. Una jaula y agüeros para sembrar el desconcierto entre los lectores nos recibe a la entrada de la aldea.
Dos chiquillos que juegan y discuten por una jaula de grillos en las eras del pueblo – no sabemos si llenas de mies a pesar de ser verano –. Como si el autor quisiera reforzar hasta el final la estructura circular de la novela, recurre a una jaula pequeña con carga simbólica, en clara referencia a otra jaula de mayores dimensiones, cargada en un carro y tirada por lentos, tediosos bueyes que sirvió para transportar a DQ y su locura en la anterior entrada en la aldea. La humillación al rucio de S, animal que no ha dado un ruido a lo largo de toda la obra, vestido con las ropas que antes ridiculizaron a su amo, se suma a la misma apreciación.
Como un añadido a la escena primera de los presagios, nuestros protagonistas entran en la aldea. El cura y el bachiller, que rezan juntos en un prado, son receptores primeros de la amargura de DQ que regresa vencido. Les da cuenta de los proyectos pastoriles que ocuparán el año de enclaustramiento. A continuación, la presentación en casa de DQ donde los reciben el ama y Teresa.
En efecto, el misterio de las palabras de los muchachos: “[…] no la has de ver en todos los días de tu vida.”, unido a la liebre acosada por unos galgos que se refugia entre las patas del rucio de S, le parecen a DQ la prueba de que los azotes a los árboles no han sido suficiente penitencia para desencantar a Dulcinea. El escudero, definitivamente responsable de su amo, le consuela.
Inmediatamente después se topan con el clero que, a lo suyo, reza en un prado colindante. El Bachiller Carrasco y el cura se hacen caraba y al alimón entonan sus rezos para conjurar la atmósfera fantástica que tan magistralmente Cervantes había dibujado en las eras del pueblo. En procesión, la comitiva que va recogiendo los desocupados por el camino, se presenta en casa de DQ. Allí son recibidos por el ama y su sobrina que no se han mudado de casa durante su ausencia. Teresa y Sanchica llegan, se extrañan y se llevan a S, desaliñado y cojitranco. Aspeado de los pies por la larga caminata. No sospechan que la mala apariencia no impide la bolsa llena de S desgobernado. Tampoco ponen reparos a la procedencia.
Sansón Carrasco (que se había dado más prisa en el regreso a la aldea desde las playas de Barcino) y el cura acceden a la invitación de la nueva locura de DQ. Le acompañarán de pastores en el proyecto pastoril que pretende llevar a cabo en su año de clausura. Esperan que un año sea tiempo suficiente para sanarle de su locura. Sin embargo, no parecen claras las intenciones del bachiller que le sigue la corriente al afirmar “yo soy celebérrimo poeta”. No pierde ocasión de pegarse al caballero andante. Sabe que a su vera cogerá fama inmortal. Le propone nombres de pastoras a las que dedicarles versos. DQ ya tiene a su Dulcinea, que como persiste en su ausencia, es compatible con el oficio de pastora. Le dirige unos elogios que ya nos suenan a despedida. El cura las prefiere de nombre más manejable y pastueñas. S tiene a su Teresaina. DQ gasta las pocas fuerzas que aún le restan para esbozar una sonrisa del diminutivo cuando acaba de verla como una Teresona en jarras.
Al quedarse a solas con las mujeres que quieren quererle, le cantan las cuarenta. Con sus exigencias, descubren la debilidad de DQ que ya no se siente en condiciones físicas, que pide que lo lleven al lecho, pero que asegura que cumplirá con sus compromisos de Caballero Andante o por andar.
No me resisto a citar la apreciación de don Miguel de Unamuno sobre el ama:
Acudió el ama al oír lo de los pastores a aconsejar a su amo, y le dijo “ estése en su casa, atienda a su hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánima si mal le fuere. Esta buena ama habla poco, pero cuando rompe a hablar se vacía en pocas palabras. ¡Y qué bien discurre!, ¡con cuánto seso! Lo que aconsejó a su amo es lo que nos aconsejan los que dicen querernos bien.
No es menester más. ¿Para qué prolongarlo?
Menos mal que su situación se ve aliviada por quien le rodea. Personaje insolito y con más fuerza interior de la que representa su imagen tan escualida.
DQ entra totalmente desinflado a la aldea. Es impresionante como uno siente su fatiga física y moral.... su falta de ilusión en su último sueño pastoril, como dices, bien "endeble". Uno respira su derrota.
Encambio, SANCHO entra infladito con rucio decorado, dinerillos y mimando a DQ. Sancho ni se inmuta cuando Teresa le señala que por su vestimenta parece más que gobernador, desgobernado...
COmo dice COrnelivs, estamos a un paso del desenlace final buahhhhhhhhhh buahhhhhhhhh
Es la crónica de un fracaso anunciado, de las ilusiones troncadas del personaje, jamás imaginé el alcance de la obra, porque sinceramente no la había leído de esta forma. Un abrazo
MIS SALUDOS PEDRO...
QUE ESTES BIEN..
BESIN :o
SAUVIGNONA
Não é só a doença física a que mata, não é?
Fuerte abrazo, meu caro amigo.
Mucha contradicción en este capítulo, sí señor. Ya no me acuerdo cuando aparecieron las "imágenes talladas de los santos" aunque creo que fue en la primera parte ¿no? ¡Menuda memoria la mía...! Tendré que volver a leer El Quijote... Besotes desmemoriados, M.
MERCHE: justo antes de que fueran atropellados por la manada de toros, ya en la segunda parte. Pero, ¿por qué no releerlo? Besos.
Mi Señor Don Pedro,
Esta vez de su análisis difiero en la mayor, puesto que traer a colación a Dulcinea nada más entrar en su pueblo, no acabará en renuncia, algo que no hace, aunque en simbolismos forzados usted lo vea.
Porque si de simbolismos hablamos, Don Quijote con la excusa de los malos augurios, anuncia un hecho, que no verá nunca a su Dulcinea (algo que por otro lado no es muy difícil de augurar, basta un poco de cordura), es Sancho y no Quijote el que compara a su Dama y Señora con un conejo (sexual simpleza) y si a algo renunció Don Quijote desde el inicio, es al sexo, no al amor con mayúsculas.
Sancho con su inmensa esperanza permite seguir viendo a Don Quijote Andante Caballero en sus razones y en su delirio, asumido tiene el mozo hasta la médula su papel como escudero y aprendiz de caballero, además, de proveedor de discretas sentencias (como ex-gobernador que ha sido), pero sin olvidar lo que es: un Panza y de Don Quijote amigo.
Pero lo dicho, Don Quijote, empieza a contextualizar su realidad con más fuerza sin perder su deseo de enamorado, sin renunciar ni como caballero o como casi-cuerdo a su amor femenino. (Obvia decir que ha ganado en sus aventuras y desventuras el masculino).
No es gratuita la mención que hace a sus amigos de la nueva figura pastoril de Dulcinea, mucho más acorde con la realidad de Aldonza Lorenzo, a quien no tiene que buscar nombre de pastora fingida, porque lo es realmente y él en anticipo a la cordura lo explicita:
“-Eso está de molde -respondió don Quijote-, puesto que yo estoy libre de buscar nombre de pastora fingida, pues está ahí la sin par Dulcinea del Toboso, gloria de estas riberas, adorno de estos prados, sustento de la hermosura, nata de los donaires, y, finalmente, sujeto sobre quien puede asentar bien toda alabanza, por hipérbole que sea.”
El desencantamiento sobre su amada se ha producido, pero no sobre ella sino sobre él, ahora verá en su reina, la que siempre fue su deseada mujer, el comienzo y sustento de toda su aventura; y si en algún momento para Cide Hamete o Cervantes dejó de tener suficiente fuerza, la irrupción de Avellaneda con su 'Caballero Desamorado' (así llamado porque renunció antes de salir de su pueblo de Dulcinea como su Señora, buscando otras), reforzará de mano de los verdaderos autores hasta la muerte la unión entre -Alonso y Aldonza/ Quijote y Dama-.
En el próximo capítulo, más pruebas hay que no renunciara a su señora real o imaginaria, ni en el lecho de muerte.
No le dará el gusto a Avellaneda de esa renuncia amorosa ni siquiera en la cordura de su personaje, porque el final del Quijote cervantino debería leerse con un apócrifo al lado, ya que así parece que lo está escribiendo Don Miguel de Cervantes, obsesionado en exceso.
No existe a mi ver, contradicción o incongruencias en la figura del amor entre el cuerdo o loco o loco y cuerdo, porque como enamorado nunca dejará de estar loco y como loco nunca dejó de perseguir el primer y único amor de un cuerdo Alonso de Quijano.
Aldonza o Dulcinea, son igualmente platónicas, en universos paralelos, apenas vista la primera e idealizada como cualquier amor de los nuestros cuando no están cerca, mucho más cuando esa distancia dura ya una vida en espera de la muerte.
Suyo, Z+-----
SR. DE LA VEGA: todo un acierto su llamada de atención. De hecho, mi entrada del lunes tocará este aspecto. Lo que ocurre es que yo escribí pensando lo que voy a escribir en las próximas entradas quijotescas. En definitiva, que usted piensa en don Quijote y yo ya pienso en don Alonso: éste ya ha renunciado a Dulcinea -despedida y renuncia, que no expreso desamor, como en Avellaneda, que rompe con todo precepto caballeresco incluso paródico al hacerle esto a su don Quijote-. Así que, querido Sr. de la Vega, no puede refutar lo que digo más que en el hecho que dejé correr la pluma demasiado deprisa.
Sin Dulcinea del Toboso y con Teresa Panza, asistimos a la caída de un soñador con exceso de lecturas y el resurgir de un práctico poco ilustrado.
A DQ se le nota triste, derrotado y abatido. Ni siquiera mantiene vive la esperanza de encontrar a su Dulcinea. Incluso cuando está haciendo planes para el año venidero suplica a al cura y al bachiller que quieran ser sus compañeros. Es una soledad la que siente que se cala en los huesos.
Los sueños, sueños son..:".. es una expresa renuncia a su Dulcinea, por mucho que luego fabule historias pastoriles"...
También entra tristeza y derrota al acercarse al final..
Aprovecho también para despedirme como Selma ( se queda en la Jaima cerrada ) y comentar ya con mi nombre real..
Un beso nostálgico, Pedro.
Malum Signum
A la entrada del pueblo de don Quijote hay unas eras. Dos muchachos están riñendo, uno se llama Periquillo y el otro…
-El otro soy yo, señora.
¿Quién me habla? Me ha parecido oír una voz infantil.
-Aquí estoy, en la extraña máquina que usted manipula. Un malandrín encantador me encerró aquí. Soy el mochacho que riñe con otro, mi amigo Periquillo. Ya sabe, el motivo es la posesión de una jaula de grillos. No le puedo decir mi nombre, señora escribiente, porque el señor Cervantes no me concedió esa gracia. El moro de los pliegos, don Cide, tampoco lo hizo…
Soy un insignificante personaje secundario del famoso libro, en el cual cabalga don Quijote de la Mancha, un hidalgo de mi pueblo que ahora vuelve, después de un tiempo fuera, más loco que nunca. Y su criado es Sancho Panza, un labrador bien conocido aquí.
Soy tan poca cosa que sólo me dan una línea, diecisiete inocentes palabras acerca de una jaula de grillos, un “chincha rabia” para mi amigo Periquillo, que se ha quedado sin sus grillos.
Pero cuando don Alonso lo oye se pone tristísimo y más blanco que la pared. Dice mi padre que el hidalgo está loco, loco, como los enjaulados de la Casa del Nuncio…por eso será. Oye mis palabras y le dice a Sancho Panza que he hablado de una desconocida señora Dulcinea. Que no va a verla más, que yo he dicho eso. Nooooo.
El padre de Sanchico quiere responder pero aparece, de repente, una liebre que viene huyendo, seguida de galgos y cazadores. El animalito se agazapa, debajo del rucio. Sancho la coge al vuelo por las orejas y se la muestra a don Alonso que grita “malum signum”, un latinajo como los del cura. Y otra vez con la señora Dulcinea, a la que no conocemos, que de este lugar no es…Todos sabemos que toparse con una liebre da muy mala suerte, es de mal agüero, cómo no lo va a saber nuestro vecino.
(Sigo)
Me parece relevante "la jaula de grillos" que he pasado por encima en la lectura. (Imposible no pensar en la película del mismo nombre)
Me cuelgo del brazo de Tucci para decir lo mismo.
"Pues en verdad que está ya duro el alcacel para zampoñas"
Teresaina
Y conoce que es mal signo, pero Sancho se lo quiere quitar de la cabeza. Mira tú quién lo dice, con la fama que tiene en el pueblo de necio, con poquísima sal en la mollera. Que si la liebre es Dulcinea, los galgos son los malandrines, la rabona huye, Panza la atrapa y la pone en los brazos...no hay mal agüero que valga.
Me llego con Periquillo a ver bien a la liebre y Sancho me pregunta por qué reñíamos. Yo le cuento que le quité una jaula de grillos a mi amigo y le dije que no la vería más en toda su vida. Y me quedo con la boca abierta cuando veo que echa mano a la faltriquera y me da cuatro cuartos por la jaula. ¡El padre de Sanchico ha vuelto rico! ¡Bien!
Pone la grillera en manos de don Alonso y pronuncia un discurso como los del señor alcalde. Que si ha rompido y desbaratao esos agüeros, que ya dice el señor cura que no es de cristianos ni de discretos creer en ellos, Y le recuerda cuando le dio a entender que son tontos los que así lo hacen.
-Llegan los cazadores, piden su liebre y el hidalgo se la da. A Periquillo y a mí se nos pasa el enfado y seguimos, en su camino, a estos dos vecinos tan extraños. ¿Y sus jumentos? El rucio lleva encima una tela con llamas de fuego pintadas y un cucurucho en la cabeza. Vamos caminando detrás y se van incorporando otros muchachos. ¡Qué risa!
En un pradecillo, al lado del camino, vemos dos personas de mucho respeto: nuestro cura y el bachiller Sansón Carrasco. No se nos hubiera ocurrido invitarlos a nuestra comitiva pero, en cuanto ven a don Quijote, se dirigen a él con los brazos abiertos.
Don Alonso se apea, los abraza estrechamente y todos juntos a la casa de los Quijano.
Uno de mis amigos anima a toda la chiquillería del pueblo, tienen que ver al asno “más galán que Mingo” y a la bestia flaca de don Quijote.
El ama y la sobrina de don Alonso están avisadas y le esperan a la puerta. También acude Teresa Panza, mal vestida y mal peinada, con su Sanchica. Del Sanchico, ni rastro. A la buena mujer le extraña verlo “a pie y despeado”, dice que más parece desgobernado que gobernador. ¿Gobernador Sancho Panza? ¿Se ha vuelto tan loca como su señor amo?
El porro de su marido le anuncia que trae maravillas y dineros. Teresa alegra la cara, que le da igual cómo los haya ganado. Sanchica abraza a su padre, con la carita muy risueña, qué tendrá lo de los dineros, interesándose por si trae algo. Su padre la agarra y la sube en el burro. Se van los tres a su casa y dejan a don Quijote en la suya.
(Sigo)
El ama y la sobrina están deseando que se vayan las visitas, para hablar con don Alonso. Antonia se enfrenta a su señor tío. Ahora que pensaban que iba a estar tranquilo y se quiere hacer pastorcillo. Le dice algo del alcacel, creo que le está llamando viejo.
El ama le pregunta si podrá soportar los calores, los fríos, los lobos. Ella piensa que no, que eso es para hombre criados para pastores, desde muy pequeños. Lo que tiene que hacer es estarse en casa, atender a su hacienda, confesarse y favorecer a los pobres. Lo que hace un buen hidalgo. El ama es vieja, tiene ya cincuenta años y sabe lo que le dice.
Don Quijote les pide que callen, que él sabe lo que ha de hacer. No está muy bueno y necesita que le lleven al lecho. Sea pastor, sea caballero andante, acudirá a lo que ellas necesiten. Está diciendo que las quiere ¿verdad?
Lo llevan a la cama, le dan de comer y le tratan con mimo. Y me voy, que me van a preguntar estas buenas mujeres, y vuestra merced de la misma manera, qué hago aquí.
Me voy señora escribiente, ya sabe que soy el anónimo amigo de Periquillo. Un niño sabio.
Sólo nos queda uno. Un abrazo de:
María Ángeles Merino
Pedro, he tenido problemas de conexión, por eso los trozos comentarios han salido desordenados. El que empieza:
"Don Quijote se aparta a solas con Sansón y con el cura y yo me quedo sin saber lo que hablan" es anterior al que comienza "El ama y la sobrina están deseando que se vayan las visitas, para hablar con don Alonso".
El Blogger se ha vuelto loco...
En mi blog están bien.
Un abrazo
Abejita de la Vega dijo e intenta que se quede colgado:
Don Quijote se aparta a solas con Sansón y con el cura y yo me quedo sin saber lo que hablan. Mi madre me dice que no debo escuchar las conversaciones de los mayores, pero me puede la curiosidad. He de enterarme en qué para la locura de don Quijote.
Se retiran al estrado que suele usar Antonia, la sobrina de don Alonso. Yo voy detrás y me quedo tras la puerta que no queda cerrada del todo. El ama y la sobrina hacen lo mismo que yo, qué curiosas.
Don Alonso cuenta que fue vencido y debe estar un año sin salir de la aldea. Dice que va a ser pastor, qué risa me da imaginar al hidalgo rodeado de borregos. En el campo estará solo, pero muy entretenido, hablando de amores. Pide al cura y al bachiller que le acompañen si pueden. Él comprará las ovejas suficientes y cada uno tendrá un nombre de pastor. Quijotiz, Carrascón, Curambro y Pancino. Ja, ja, nunca conocí pastores con nombres así. Menuda cara ponen Curambro y Carrascón, quedan pasmados pero se le ofrecen como compañeros.
Se pone a hablar el socarrón de Carrasquillo . Dice, que todo el mundo sabe, es poeta y hará escribirá versos y versos de pastores. Irán por ahí y no dejarán árbol donde no pongan el nombre de una zagala.
Don Quijote ya tiene a su Dulcinea del Toboso. Dice que es la “nata de los donaires”, nata…qué rica.
El cura también buscará pastoras, eso sí que es nuevo, pensaba que los curas no podían hacer eso.
Sansón dice nombres de pastoras, a cual más raro: Filidas, Belisardas, Galateas… Y si hace falta se les cambia el nombre: Ana será Anarda, Francisca será Francenia…y Sancho tendrá a su Teresaina. Yo conozco a una que se llama Mariquilla: fuerte, recia y bigotuda.
Don Quijote se ríe de esas ocurrencias de Carrasco. El cura también está de acuerdo. Se despiden de él y le aconsejan que cuide su salud, eso que siempre dicen los mayores.
...
Esto va antes que el que comienza:
"El ama y la sobrina están deseando que se vayan las visitas, para hablar con don Alonso".
Don Quijote se aparta a solas con Sansón y con el cura y yo me quedo sin saber lo que hablan. Mi madre me dice que no debo escuchar las conversaciones de los mayores, pero me puede la curiosidad. He de enterarme en qué para la locura de don Quijote.
Se retiran al estrado que suele usar Antonia, la sobrina de don Alonso. Yo voy detrás y me quedo tras la puerta que no queda cerrada del todo. El ama y la sobrina hacen lo mismo que yo, qué curiosas.
Don Alonso cuenta que fue vencido y debe estar un año sin salir de la aldea. Dice que va a ser pastor, qué risa me da imaginar al hidalgo rodeado de borregos. En el campo estará solo, pero muy entretenido, hablando de amores. Pide al cura y al bachiller que le acompañen si pueden. Él comprará las ovejas suficientes y cada uno tendrá un nombre de pastor. Quijotiz, Carrascón, Curambro y Pancino. Ja, ja, nunca conocí pastores con nombres así. Menuda cara ponen Curambro y Carrascón, quedan pasmados pero se le ofrecen como compañeros.
Se pone a hablar el socarrón de Carrasquillo . Dice, que todo el mundo sabe, es poeta y hará escribirá versos y versos de pastores. Irán por ahí y no dejarán árbol donde no pongan el nombre de una zagala.
Don Quijote ya tiene a su Dulcinea del Toboso. Dice que es la “nata de los donaires”, nata…qué rica.
El cura también buscará pastoras, eso sí que es nuevo, pensaba que los curas no podían hacer eso.
Sansón dice nombres de pastoras, a cual más raro: Filidas, Belisardas, Galateas… Y si hace falta se les cambia el nombre: Ana será Anarda, Francisca será Francenia…y Sancho tendrá a su Teresaina. Yo conozco a una que se llama Mariquilla: fuerte, recia y bigotuda.
Don Quijote se ríe de esas ocurrencias de Carrasco. El cura también está de acuerdo. Se despiden de él y le aconsejan que cuide su salud, eso que siempre dicen los mayores.
Abejita de la Vega dijo:
Don Quijote se aparta a solas con Sansón y con el cura y yo me quedo sin saber lo que hablan. Mi madre me dice que no debo escuchar las conversaciones de los mayores, pero me puede la curiosidad. He de enterarme en qué para la locura de don Quijote.
Se retiran al estrado que suele usar Antonia, la sobrina de don Alonso. Yo voy detrás y me quedo tras la puerta que no queda cerrada del todo. El ama y la sobrina hacen lo mismo que yo, qué curiosas.
Don Alonso cuenta que fue vencido y debe estar un año sin salir de la aldea. Dice que va a ser pastor, qué risa me da imaginar al hidalgo rodeado de borregos. En el campo estará solo, pero muy entretenido, hablando de amores. Pide al cura y al bachiller que le acompañen si pueden. Él comprará las ovejas suficientes y cada uno tendrá un nombre de pastor. Quijotiz, Carrascón, Curambro y Pancino. Ja, ja, nunca conocí pastores con nombres así. Menuda cara ponen Curambro y Carrascón, quedan pasmados pero se le ofrecen como compañeros.
Se pone a hablar el socarrón de Carrasquillo . Dice, que todo el mundo sabe, es poeta y hará escribirá versos y versos de pastores. Irán por ahí y no dejarán árbol donde no pongan el nombre de una zagala.
Don Quijote ya tiene a su Dulcinea del Toboso. Dice que es la “nata de los donaires”, nata…qué rica.
El cura también buscará pastoras, eso sí que es nuevo, pensaba que los curas no podían hacer eso.
Sansón dice nombres de pastoras, a cual más raro: Filidas, Belisardas, Galateas… Y si hace falta se les cambia el nombre: Ana será Anarda, Francisca será Francenia…y Sancho tendrá a su Teresaina. Yo conozco a una que se llama Mariquilla: fuerte, recia y bigotuda.
Don Quijote se ríe de esas ocurrencias de Carrasco. El cura también está de acuerdo. Se despiden de él y le aconsejan que cuide su salud, eso que siempre dicen los mayores.
...
A ver si entra que ya he perdido la cuenta de las veces que se lo ha tragado. Un abrazo
Don Quijote se aparta a solas con Sansón y con el cura y yo me quedo sin saber lo que hablan. Mi madre me dice que no debo escuchar las conversaciones de los mayores, pero me puede la curiosidad. He de enterarme en qué para la locura de don Quijote.
Se retiran al estrado que suele usar Antonia, la sobrina de don Alonso. Yo voy detrás y me quedo tras la puerta que no queda cerrada del todo. El ama y la sobrina hacen lo mismo que yo, qué curiosas.
Don Alonso cuenta que fue vencido y debe estar un año sin salir de la aldea. Dice que va a ser pastor, qué risa me da imaginar al hidalgo rodeado de borregos. En el campo estará solo, pero muy entretenido, hablando de amores. Pide al cura y al bachiller que le acompañen si pueden. Él comprará las ovejas suficientes y cada uno tendrá un nombre de pastor. Quijotiz, Carrascón, Curambro y Pancino. Ja, ja, nunca conocí pastores con nombres así. Menuda cara ponen Curambro y Carrascón, quedan pasmados pero se le ofrecen como compañeros.
Se pone a hablar el socarrón de Carrasquillo . Dice, que todo el mundo sabe, es poeta y hará escribirá versos y versos de pastores. Irán por ahí y no dejarán árbol donde no pongan el nombre de una zagala.
Don Quijote ya tiene a su Dulcinea del Toboso. Dice que es la “nata de los donaires”, nata…qué rica.
El cura también buscará pastoras, eso sí que es nuevo, pensaba que los curas no podían hacer eso.
Sansón dice nombres de pastoras, a cual más raro: Filidas, Belisardas, Galateas… Y si hace falta se les cambia el nombre: Ana será Anarda, Francisca será Francenia…y Sancho tendrá a su Teresaina. Yo conozco a una que se llama Mariquilla: fuerte, recia y bigotuda.
Don Quijote se ríe de esas ocurrencias de Carrasco. El cura también está de acuerdo. Se despiden de él y le aconsejan que cuide su salud, eso que siempre dicen los mayores.
...
Luego sigue lo del comentario anterior: "el ama y la sobrina..."
Abrazos
Lo hise, lo hise...
PEDRO:
Escribo desde un locutorio (que no "colutorio", que dijera mi pequeño)de moritos magrebíes, que hablan muy rápido con sus parientes morunos...
Indisposiciones técnicas (del internese) y somáticas (espero que no me asuste el galeno), me han impedido publicar. En cuanto pueda publico el 2.72 (que ya lo tengo "escribido") ya que llevo uno de retraso.
Buenas noches a tí y a toda la banda filoacequiana.
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