Don Quijote, al que le hubiera gustado saber más de Altidisora que de la hija de doña Rodríguez, necesita mantenerse en pie de alguna manera (y así, de paso, Cervantes mantiene la atención del espectador con la esperanza de que sus aventuras no terminen en las pocas páginas que le quedan al libro y lo retiene en el viaje de regreso a casa) y se agarra a lo que tiene: por una parte, la obsesión por la forma de desencantar a Dulcinea (recordárselo ahora a Sancho parece un castigo porque el escudero prefiriró quedarse junto a Tosilos en vez de seguirlo a él mansamente); por otra, el sueño de trasformar el año que prometió mantenerse alejado de las armas en ficción pastoril.
Sobre el primer punto no puede hacer más que afear a Sancho: desde que éste le derrotara en otro momento similar a éste en el que también quiso pagar su frustración con los azotes, le prometió no volver a ponerle la mano encima.
El segundo asunto, que trata de la vida pastoril, uno de los motivos recurrentes de toda la novela, se desata al pasar por el prado en el que se encontraron a los vecinos de una aldea cercana pasando el verano fingiendo ser pastores al estilo de la literatura de este género. Observemos que hay un intencionado desencuentro entre el narrador y el personaje. Aquél identifica el lugar con la desgraciada aventura de los toros, éste con el encuentro de los pastores. El narrador es cruel con don Quijote, él necesita aferrarse a una esperanza: mantener una ficción idealizadora como la que le hizo salir de su casa. Dado que su palabra le impide ser caballero durante un año, opta, al recordar lo que hacían los que allí se reunían, por un género muy similar en el planteamiento para rellenar la espera. Y propone un resumen argumental de lo que podría haber sido la novela de don Quijote si, en vez de una propuesta de parodia de la literatura caballeresca lo hubiera sido de la pastoril. Pero la derrota en las playas de Barcelona, ya sabemos, es la derrota de un tipo de literatura en la que también está englobada lo pastoril.
Sin duda es el recuerdo de que todo parte de la cultura libresca lo que dispara en don Quijote ese afán filológico por las etimologías y la nueva insistencia sobre los refanes sancho-pancescos del final del capítulo.
Veremos qué pasa en la noche que se anuncia, cuando comentemos el capítulo LXVIII, el próximo jueves.
20 comentarios:
Vemos a D. Quijote un poco nervioso al principio de este capitulo, pues “como moscas a la miel, le acudían y picaban pensamientos…”. De modo magistral, Cervantes prosigue con el hilo argumental de la novela. D. Quijote vuelve a la aldea y vemos que esto se acaba, pero no por ello se olvida nuestro insigne novelista de los asuntos pendientes, no quiere dejar flecos: ¿Como conseguiremos desencantar a Dulcinea? y ¿Como pasará D. Quijote el año de su penitencia?
En medio de estos pensamientos, D. Quijote recuerda los amores de Altisidora, y ello parece adobar y avivar su orgullo masculino. Aunque D. Quijote es inquebrantablemente fiel a Dulcinea, me lo imagino sonriendo al recordar que Altisidora se “enamoró” de él. Al fin y al cabo a todo hombre le gusta que una mujer se enamore de él, lógico... D. Quijote piensa que Altisidora se enamoró real y verdaderamente de él; para nuestro hidalgo manchego ese amor no fue de burlas, sino de veras (“…lloró en mi partida, maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente, señales todas de que me adoraba…”). El pobre hidalgo está completamente convencido de la realidad de ese amor.
Me da muchisima pena de D. Quijote, que es demasiado noble como para comprender que todo fue una burla: una soez, barata y perversa burla perfectamente orquestada por los estúpidos duques.
Bien. Para pasar el año de su forzoso exilio caballeresco, a D. Quijote se le ocurre hacerse pastor. ¡Ay que cosas! En la primera parte hace penitencia en Sierra Morena, imitando a Beltenebros; y en esta segunda decide dedicarse al pastoreo, al menos el tiempo del año durante el cual no puede tomar armas. No olvidemos el auge de la novela pastoril e el S. XVI (La “Galatea”, del propio Cervantes, sin olvidar a Garcilaso y a los demás). No está mal la solución, así D. Quijote se distrae, no está encerrado en casa, y hace algo de provecho.
D. Quijote se muestran encantados con la idea ("¡Válame Dios —dijo don Quijote—, y qué vida nos hemos de dar, Sancho amigo!”) y Sancho muestra el mismo entusiasmo que su amo; incluso se bautizan como los pastores Quijotiz y Pancino, y ponen nombres a los demás protagonistas de la historia.
Y que cosa más curiosa; la plática final sobre los refranes es deliciosa. D. Quijote al principio regañaba sin cesar a Sancho porque éste usaba y abusaba de los refranes. Y ahora es D. Quijote quien los usa, pues se le caen los refranes “de dos en dos”. Se quijotiza Sancho y se sanchifica D. Quijote. Se nota que llevan ya tiempo juntos…
En fin, “no con quien naces, sino con quien paces”. Y es verdad.
Saludos.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA. CAPÍTULO 2.67
El capítulo es de principio a fin un diálogo entre DQ y S. La aparición casi anecdótica del narrador abre y cierra la historia con indicaciones acerca de la naturaleza diferente de los pensamientos que acompañan a los dos protagonistas y una breve referencia de espacio entre relatos, que nos hablan de que es lejos del bullicio de la ciudad donde la novela vuelve a levantar el vuelo, a la altura de sus mejores momentos. A ello contribuye el entusiasmo de S con su adhesión a las ansias de vida de DQ. El hidalgo es consciente de que va desarmado. Su estrategia hasta ahora ha consistido en el uso de la fuerza, para eso salió armado a los caminos, para luchar con ellas. Las armas a lomos del rucio de S son su Waterloo, es necesario un giro. La novela continúa en clave de reconocimiento: esa búsqueda de conceptos en el amor que le dé sentido a su existencia.
Los diálogos son extraordinarias muestras de ironía, imposibles en un personaje que no tenga una visión clara de la realidad. Se descubre el lado humorístico de DQ, una vez alejado de las armas y también lejos del caballero de los ojos imantados, de una idea fija.
La llegada de S al árbol que asombraba a DQ, aún con restos de la comida de las alforjas de Tosilos enredadas en las barbas, sacó al hidalgo del torbellino de pensamientos que se le agolpaban. Dos asuntos por resolver le preocupaban, le carcomían hasta el punto de desvelarle: el encantamiento de Dulcinea, cuya resolución se alargaba debido a las continuas reticencias que el escudero alegaba al cumplimiento de la penitencia y cómo arreglárselas para llenar de contenido los días del castigo de un año.
A juicio de DQ, Tosilos está tan encantado como Dulcinea, pero su desencantamiento ya no depende de él, por eso se aleja del correo y achaca a la indolencia de su escudero el encantamiento de su amada, que prefiere guardar sus carnes intactas para los gusanos antes que para los lobos. S no encuentra posible relación entre sus posaderas azotadas y desencantamientos. Duda de que existan referencias de ello en los libros de su amo. Sin embargo, como criado obediente que es, se los dará cuando tercie. Su amo le recuerda su condición de siervo y la obligación que le asiste en las cosas de su amo.
Envueltos en buena conversación llegan al sitio donde sufrieron el atropello de los toros bravos. Será el mal recuerdo del atropello que les hace pastores y no vaqueros, la cara y la cruz de la aventura. DQ le propone a S hacerse pastores, Quijotiz y Pancino de la Arcadia feliz. Que, entre otras cosas, Apolo les regale versos; sombra, los sauces; olor, las rosas; y “el amor conceptos, con que podremos hacernos eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros siglos”: DQ ve una alternativa, una salida a su derrota de caballero andante. Lo que no ha podido conquistar con el ejercicio de las armas, pretende conseguirlo de pastor. La meta es similar; el objetivo el mismo. Sólo cambia el camino. La Arcadia es un atajo, un camino diferente que lleva al mismo sitio: el ansia de renombre, de permanencia en la memoria de generaciones posteriores; en definitiva, no caer en el olvido. DQ será capaz de aguantarle la mirada a los sueños. Qué listo se nos antoja el autor en esta evolución de DQ: como ya no puede derrotar vestiglos y gigantes con el ejercicio de su brazo, pretende alcanzar la gloria haciendo de cabrero y recitando endechas de creación propia a la luna.
S no está para pensamientos tan profundos. Sólo acepta la propuesta pastoril como cebo, para que sus paisanos el barbero, el bachiller y el cura se unan al aprisco. La gran vida que se han de pegar y el sonido acompasado de la percusión de los albogues le da pie a disertar sobre los orígenes de las palabras. Una lección de filología. A cobijo e inspiración de la música compondrán sus versos los pastores de la Arcadia. Unos harán de poetas, otros de guitarristas y copleros. S no se ve en este papel, pero aprovechará el tiempo para tallar buenas cucharas de madera con la navaja. Su hija Sanchica les llevará la comida al corte, algo que no termina de convencerle pues tanta caterva de poetas juntos pueden engatusarla con sus versos.
Para que no falte de ná, los pastores Quijotiz, Pancino y todos los demás, menos el cura que compartirá las de todos, tendrán amantes en la Arcadia. Le cambiarán el nombre a todas menos a Dulcinea cuyo nombre no distorsiona de pastora. No se atreve a cambiárselo a su Teresona, “pues no ando a buscar pan de trastrigo por las casas ajenas”.
Las estrecheces del camino y la dureza del lecho son la causa de que a S lo que se le agolpen sean los recuerdos de la abundancia que ha vivido al lado de su amo en las casas nobles que ha visitado y los ágapes de ceremonias a los que ha asistido en el curso de sus hazañas. Termina su disertación engarzando una sarta de refranes que no vienen a cuento a juicio de DQ: “tráeslos tan por los cabellos, que los arrastras, y no los guías”. Se retiran ambos a dejar que la noche deje lugar al día.
Dulcinea sigue encantada y Sancho sin azotarse. Y… ¿qué vida ha de llevar en su retiro forzoso. Tras la derrota, los pensamientos acuden, fatigan y pican mucho más a don Quijote. Son como moscas a la miel.
En ello está cuando llega Sancho con sus loas a la liberalidad del lacayo Tosilos, irritándole sobremanera. ¿Lacayo? Parece que se le olvida, a este mentecato, como metamorfosearon, en su día, a Dulcinea y al bachiller Carrasco. Nada de lacayo, Tosilos está en nómina como encantador.
Y Don Quijote ahora siente curiosidad por la cantautora Altisidora, si acaso Sancho preguntó a Tosilos por ella. Anhela saber si ha llorado, si ha olvidado su amor por el caballero andante. ¿Boberías?
Nada de boberías, Sancho. Una mujer que ha dado muestras de fijarse en el desgalichado de don Alonso no es cosa baladí. Un caballero puede ser desamorado pero no desagradecido. La del arpa quisole bien, diole los famosos tocadores, llorole, maldijole, vituperole, quejose, diole señales de adoración , qué encanto de mujer, qué deliciosas maldiciones. La vanidad masculina no perdona ni a los andantes…
En justa compensación, no puede proporcionarle tesoros, que los de los caballeros andantes son sólo apariencia. Ni siquiera esperanzas, que ésas son para su señora Dulcinea. Sólo castos recuerdos puede darle, siempre que sean compatibles con los de su tobosina dama.
¿Ha dicho Dulcinea? Sí, ésa a la que Sancho agravia con su tardanza en azotarse, guardando intactas sus carnazas, para la merienda de los gusanos. ¡Antes comidas de lobos! No exagere vuestra merced.
Pero al escudero no le convence eso de que tres mil azotes en sus posaderas puedan desencantar a la desencantada.
Su señor, en ninguna novela caballeresca ha podido tener noticias de un desencantado por azotes, es un disparate. Aún así, se los dará, esté tranquilo, cuando tenga ganas y tiempo cómodo ...
Don Quijote expresa sus deseos de que Sancho caiga “en la cuenta y en la obligación” de ayudar a su señora, la suya.
Van platicando y van siguiendo su camino. Llegan a aquel lugar donde fueron pateados por toros, el mismo donde conocieron a los singulares pastores de una renovada Arcadia.
(Sigue)
Dentro de la inverosimilitud de toda la narración, con capítulos como éste, es como si Cervantes se hubiera fumado algo.
Un capítulo estrambótico (para un lector superficial, oído cocina con la explicación de la crítica a la novela pastoril)
En el fondo Quijote saca a relucir su gen masculino, mucha Dulcinea en el pensamiento, pero no le cayeron mal los requiebros de Altisidora.
Bipolarona
Gracias a que me despierto temprano me da tiempo de comentaros antes de emprender mi viaje... Está lloviendo a cántaros--just my luck!
Sí se ve que Cervan esta alargando lo más posible estos últimos capítulos ¿para hacernos más leve la despedida de Quijo? En éste tenemos una interesante percepción del mundo pastoril y hasta nos informa de las palabras de origen morisco en el castellano... Muy didáctico. Besotes arcádicos, M.
Mientras leía este capítulo, pensaba que las costumbres en el mundo, con el paso del tiempo, han cambiado poco, ahora se trabaja para cuando nos retiremos recibir una paga (hasta ahora es así, dentro de unos años ya veremos) y la mayoría se compran el apartamento a orillas del mediterráneo, en busca de sol y eternidad. Algo así ocurre en este capítulo, nuestro Quijote busca un lugar idílico (La Arcadia-apartamento en Benidorn)y tener un rebaño de ovejas que le den para ir tirando como conl a paga de jubilación.
Hay un tufillo de retirada, en las mejores condiciones posibles.
Se cierran dos temas en una sola argumentación. Como siempre, Cervantes maestro.
Querido amigo, de passagem para te desejar e aos teus um feliz final de semana.
Abrazos.
Cunado todo se ha perdido, sólo quedan los sueños.
Don Quijote no pierde la esperanza de volver a sus armas, a pesar de estar acabado.
Un abrazo
Soñar es una buena forma de mantenerse en pie.
Besos
¡Ya está! ¡Ya sabe lo que va a hacer en su retiro obligado! Comprará unas ovejas y todo lo necesario para el pastoral ejercicio. Don Quijote y Sancho serán Quijotiz y Pancino.
Y Cervantes nos pinta un genial cuadro pastoril y paródico.
Patearán los campos y llevarán la dulcísima vida de los pastores de novela pastoril. Cantando, endechando y bebiendo de cristalinas aguas. Con abundantísima mano darán dulcísimo fruto las encinas, asiento los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras los prados floridos, aliento el aire puro…todo apacible, nada desagradable.
En medio de tanta hermosura, habrá cantos, lloros alegres y versos inspirados por Apolo. Y serán eternamente famosos.
Sancho dice que le cuadra este pseudopastoril género de vida, el cual no incluye pasar frío ni calor, caminatas, dormir en el suelo, olor a oveja, garrapatas, cagarrutas…
Y, para seguir con la broma, mete en su imaginario aprisco al bachiller Sansón Carrasco, a maese Nicolás el barbero y al cura.
A don Quijote le parece buena idea y les bautiza con pastoriles nombres: Sansonino, Carrascón, Miculoso y Curiambro. Miculoso es como Nemoroso y Cervantes aprovecha la ocasión para recordar a su admirado Garcilaso de la Vega.
También hay que escoger nombre para las amantes pastoras. El de Dulcinea no hay que cambiarlo, puesto que cuadra para pastora como para princesa. La de Sancho no tendrá otro nombre que Teresona, nombre acorde con su gordura y con el suyo de Teresa. El escudero no quiere quedar como adúltero, quiere dejar claros sus castos deseos. En cuanto al cura, por si las moscas del Santo Oficio, dará ejemplo y no tendrá pastora. El bachiller, como soltero, puede elegir.
Don Quijote se anima y pone música a esa bucólica vidorra que se han de dar: churumbelas, gaitas zamoranas, tamborines, sonajas, rabeles y albogues.
Sancho no conoce los albogues y don Quijote le describe este rústico instrumento, unos platillos de latón para marcar el ritmo, en los bailes. ¿Chinchines?
Albogues es nombre morisco y nuestro caballero andante aprovecha la ocasión para dar una lección acerca del origen árabe de las palabras que comienzan por –al y las que acaban en -í. Y desgrana ejemplos: almohaza, almorzar, alhombra…maravedí.
¿Por qué la explicación etimológica? Los albogues la trajeron de la mano y ya está. Enlaza con la condición de “algún tanto poeta” de él mismo y del bachiller, lo cual ha de ser mucha ayuda para el ejercicio pastoril. Y apostaría que también el cura y el barbero tienen “puntas” de poetas.
¡Infinidad de bucólicos versos han de componer! Don Quijote quejoso de ausencia, Sancho firme enamorado, Carrascón desdeñado y Curiambro …no entiendo de qué irá el cura.
(Sigue)
Sancho responde, pesimista, que no ha de llegar ese día. Pero, enseguida comienza a pintar su “ejercicio pastoril”. Cucharas de madera, migas, natas, guirnaldas y todas las “zarandajas” pastoriles que le darán fama de “ingenioso”.
Dice Sancho que su hija Sanchica les llevará la comida al hato. Mas, no…que hay pastores maliciosos y por los campos andan también los malos deseos. No vaya a ir por lana y vuelva trasquilada la pobre chica. Encaja tres refranes más y don Quijote le dice que bastaba con uno. Muchas veces le ha aconsejado no soltar tantos refranes pero es predicar en desierto y Sancho hace tanto caso como el niño que dice: «castígame mi madre, y yo trómpogelas».
¡Dos refranes, don Alonso! Sancho se da cuenta y encaja el de la sartén y la caldera. Su señor se defiende, que los suyos son traídos muy a propósito, encajando como anillo al dedo. Le explica que los refranes son “sentencias breves, sacadas de la experiencia”, mas el refrán que no viene a propósito es disparate.
Dejan el tema refranero porque la noche se echa encima y han de apartarse un poco del camino real.
La cena es mala y tardía. Sancho añora las abundancias pasadas, en castillos y casas bien abastecidas. Mas no es posible “ser siempre de día ni siempre de noche”, ahora lo que toca es la estrechez de la andante caballería por selvas y montes. A pesar de ello, Sancho duerme, como un bendito, toda la noche, mientras su amo vela.
Un abrazo de María Ángeles Merino
Vaya, se me acaba de perder el resultado de un cuarto de hora escribiendo aquí, al publicar. Y la cosa es que copié con el roedor porsi.
Decía que además del genero pastoril, tan caro -en afecto- a Cervantes, nos incluye buenas dosis de lírica -tanto de prosa como en verso- y variadas representaciones teatrales. El Quijote es, como la Biblia, libro de libros. Sin duda dos grandes obras, incluso para un servidor. agnóstico fiel devoto de Nuestro Señor don Quijote de la Mancha, que nos guía y alumbra por este oscuro y lleno de lobos (Sancho, guarda tus carnes) valle de lágrimas.
Llego tarde, veré qué puedo publicar sobre el capítulo.
Que poco cuesta fantasear un poco para ser feliz...para mi, Cervantes en este capítulo de "tránsito" plasma genialmente el fracaso del amor... suavizándolo, pasando del rol de caballero al de pastor....salud
(vuelvo a llegar a tarde, pero no tengo mucho tiempo....)
Aunque don Quijote en este capítulo hace proyectos de dedicarse a la vida pastoril durante el año de paro “caballeril” forzoso que le ha impuesto el de la Blanca Luna por haber perdido el torneo contra él; lo que no piensa, desde luego, cambiar para su nueva vida es de amada (por no tener con ella aún problemas de convivencia), y menos el nombre de ella, pues el de Dulcinea es adecuado igual para ser princesa como para ordeñar ovejas.
Lo que le fatigaba las “mientes” a don Quijote, y verdadera y seriamente le hería el espíritu, es la indolencia de su escudero. Si Sancho tenía en ayuno sus posaderas de los miles de azotes que el mago Merlín le hubo recetado en la Cueva de Montesinos para el desencantamiento de Dulcinea, debía ser porque NO quería bien a su amo: el desasosiego se había instalado en el alma de don Quijote dado que “como moscas a la miel le acudían y picaban pensamientos...”. (Y ¿qué más le da ahora a don Quijote que su Dulcinea esté encantada en labradora? Qué mejor que una dura y aclimatada labradora para ordeñar ovejas).
Por mucha preocupación y fidelidad que don Quijote mostrara por su amada Dulcinea, tampoco se olvidaba de los requiebros y muestras de amor que le expresara la entregada Altisidora. Y no pudiendo reprimir más su curiosidad varonil (o de “macho varas”) le preguntó a su escudero:
“¿preguntaste a ese Tosilos que dices qué ha hecho Dios de Altisidora: si ha llorado mi ausencia, o si ha dejado ya en las manos del olvido los enamorados pensamientos que en mi presencia la fatigaban?”
(En aquellos tiempos no existirían naturalistas-vegetarianos: pero a nadie -ni a don Quijote- “le amargaría un dulce”
-¿Desde luego amo, no sé cómo puede usted pensar en esas frivolidades con los problemas que tenemos ahora?: Le contestaría Sancho.
Y, para finalizar, pondré un enlace que el superprofe P.O.E me ha puesto a óvulo, dado que explica al dedillo uno de los pasajes más bellos que Cervantes ha escrito: locus amoenus
locus amoenus (lugar agradable). Deriva de Teócrito y de Virgilio y tuvo un gran desarrollo en nuestra poesía bucólica de la Edad de Oro. La descripción del paisaje tiene las mismas características: prados verdes, riachuelos cristalinos, pájaros cantando, árboles con deleitosa sombra. No importa la precisión geográfica, sólo que sea el marco ideal para el amor. Garcilaso y Jorge de Montemayor son buenos exponentes en el uso magistral de este tópico.
"nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. Daránnos con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de la noche..."
Cervantes nunca se entretuvo en describir, con todo lujo de detalles (palacios, ventas etc), los espacios cerrados; pero cuando sale al campo, al aire libre, se luce, explaya y lo goza al máximo
“se te ha ido de las mientes” es redonda afirmación de Don Quijote a Sancho para recordarle que él no es bobo, o al menos tanto como el mozo considera a Altisidora junto al seso desperdiciado por buen sexo en los amores.
Resume Don Quijote su Biblia del honesto y sabio macho en estos coloquios “Bien puede ser que un caballero sea desamorado, pero no puede ser, hablando en todo rigor, que sea desagradecido.” y de ella dijo “maldíjome, vituperóme, quejóse, a despecho de la vergüenza, públicamente: señales todas de que me adoraba” y solo yo (o cuatro como yo) le entienden al terminar diciendo “Yo no tuve esperanzas que darle, ni tesoros que ofrecerle, porque las mías las tengo entregadas a Dulcinea, y los tesoros de los caballeros andantes son, como los de los duendes, aparentes y falsos, y sólo puedo darle estos acuerdos que della tengo, sin perjuicio, pero, de los que tengo de Dulcinea.”
Recuerdo que recuerda hablando el Quijote de Altisidora igual capítulo donde ya explicó del amor en honor a igual Señora y cambiando de tercio a banderillas el narrador en esa Vega donde cruzaron toros, pone en boca de Quijote una referencia que parece una alusión discreta a Tope, perdón a Lope de La, no mencionado aquella vez y esta tampoco, aunque sí lo hizo con Camoes y Garcilaso, pero así yo creo, que de nuevo aquí, con admiración e ironías le alude, mas si pensamos en su deseo de ser poeta=pastores, algo que de momento le impide la escritura del Quijote. “Éste es el prado donde topamos a las bizarras pastoras y gallardos pastores que en él querían renovar e imitar a la pastoral Arcadia, pensamiento tan nuevo como discreto, a cuya imitación, si es que a ti te parece bien, querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido.”
Y sírvese luego Cervantes de Sancho y de Quijote para hablar de amor sesado y sexuado que la Arcadia pastoril en su imaginario prodiga, pues uno y otro mutuamente se esconden o se abusan como los refranes mal llevados o los que no vienen al caso y se repiten.
Suyo, Z+-----
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