Tras pasar por la National Gallery de Londres y la National Gallery of Art de Washington, se muestra en Valladolid Lo sagrado hecho real, exposición en la que no sólo dialogan entre sí las piezas exhibidas sino que también lo hacen con su vecino Museo Nacional Colegio de San Gregorio, del que hablábamos ayer. De hecho, se encuentra en uno de los edificios del Museo, el Palacio de los Villena y varias de las piezas proceden de su colección permanente.
Salí asombrado: la propuesta de la exposición es brillante, la realización también. Un conjunto impresionante de obras maestras de Francisco Pacheco, Juan de Mesa, Francisco de Zurbarán, Alonso Cano, Diego Velázquez, Pedro de Mena, Gregorio Fernández, José de Ribera, etc. Una exposición que parte de una investigación profunda sobre el arte español de los siglos XVI y XVII y un elegante sentido de la divulgación.
La exposición aborda cómo los pintores y escultores españoles de los Siglos de Oro trabajaron la temática religiosa desde el más impresionante y crudo realismo para aproximarla a toda la población y conseguir emocionarla y sobrecogerla. Sin duda, había un meditado interés por la catequesis y propaganda de la religión católica tal y como se difundía desde las corrientes más ortodoxas de la iglesia, pero esta intención no hubiera tenido éxito sin la magistral realización técnica de los artistas, que elevaron el arte religioso español del momento a una altura inigualable y sorprendentemente actual, aunque ahora nuestra visión de la religión sea muy diferente a la que en su día impulsó estas obras: basta con ver los cuadros expuestos de Zurbarán o las piezas de Gregorio Fernández para apreciar la proximidad y la lejanía.
La tesis de partida de la exposición es muy sugerente: la importancia de la escultura en madera policromada y la organización del trabajo gremial en los talleres que las fabricaban, propició la aparición del profesional que se dedicaba a pintarlas y del que muchas veces no sabemos su nombre aunque de su trabajo resultara, en gran medida, el éxito del aspecto final de la talla. Algunos de los más importantes pintores del momento comenzaron su trabajo en este oficio. Este aprendizaje, el estímulo de las tallas y su impacto en el gusto de la época, supuso que la pintura española dialogara con este tipo de escultura y buscara un efecto tridimensional a partir del trabajo del cuerpo de los protagonistas y su relación con la luz y algunos elementos arquitectónicos, todo ello muy similar a lo que hallamos en las piezas esculpidas por los grandes artistas del momento y los lugares en los que se exhibían. La comunidad de temas y motivos es otro elemento notable.
Esta exposición ha conseguido dotar de una nueva mirada los aspectos básicos del arte del siglo XVII en el que, para lograr los efectos buscados en el espectador, se mezclan por igual los extremos más crueles con los más sutiles, el mayor dolor y la atracción por el cuerpo con una carga indudablemente erótica que hace que estas piezas atraigan nuestra mirada a pesar de la crueldad de muchos temas representados sin ahorrar detalles (heridas sangrantes, posiciones de dolor pero también un delicado tratamiento de los pliegues, de la piel, etc.): una lección de cómo los autores tenían una alta conciencia de la recepción del arte.
La disposición de las piezas y el medido número que se expone para que no abrume, (una visita rápida no dura más de media hora pero recomiendo detenerse en cada obra con calma) su correcto argumento, la extraordinariamente adecuada iluminación y ambiente logrado, todo hace de esta exposición una visita obligada.
Salí asombrado: la propuesta de la exposición es brillante, la realización también. Un conjunto impresionante de obras maestras de Francisco Pacheco, Juan de Mesa, Francisco de Zurbarán, Alonso Cano, Diego Velázquez, Pedro de Mena, Gregorio Fernández, José de Ribera, etc. Una exposición que parte de una investigación profunda sobre el arte español de los siglos XVI y XVII y un elegante sentido de la divulgación.
La exposición aborda cómo los pintores y escultores españoles de los Siglos de Oro trabajaron la temática religiosa desde el más impresionante y crudo realismo para aproximarla a toda la población y conseguir emocionarla y sobrecogerla. Sin duda, había un meditado interés por la catequesis y propaganda de la religión católica tal y como se difundía desde las corrientes más ortodoxas de la iglesia, pero esta intención no hubiera tenido éxito sin la magistral realización técnica de los artistas, que elevaron el arte religioso español del momento a una altura inigualable y sorprendentemente actual, aunque ahora nuestra visión de la religión sea muy diferente a la que en su día impulsó estas obras: basta con ver los cuadros expuestos de Zurbarán o las piezas de Gregorio Fernández para apreciar la proximidad y la lejanía.
La tesis de partida de la exposición es muy sugerente: la importancia de la escultura en madera policromada y la organización del trabajo gremial en los talleres que las fabricaban, propició la aparición del profesional que se dedicaba a pintarlas y del que muchas veces no sabemos su nombre aunque de su trabajo resultara, en gran medida, el éxito del aspecto final de la talla. Algunos de los más importantes pintores del momento comenzaron su trabajo en este oficio. Este aprendizaje, el estímulo de las tallas y su impacto en el gusto de la época, supuso que la pintura española dialogara con este tipo de escultura y buscara un efecto tridimensional a partir del trabajo del cuerpo de los protagonistas y su relación con la luz y algunos elementos arquitectónicos, todo ello muy similar a lo que hallamos en las piezas esculpidas por los grandes artistas del momento y los lugares en los que se exhibían. La comunidad de temas y motivos es otro elemento notable.
Esta exposición ha conseguido dotar de una nueva mirada los aspectos básicos del arte del siglo XVII en el que, para lograr los efectos buscados en el espectador, se mezclan por igual los extremos más crueles con los más sutiles, el mayor dolor y la atracción por el cuerpo con una carga indudablemente erótica que hace que estas piezas atraigan nuestra mirada a pesar de la crueldad de muchos temas representados sin ahorrar detalles (heridas sangrantes, posiciones de dolor pero también un delicado tratamiento de los pliegues, de la piel, etc.): una lección de cómo los autores tenían una alta conciencia de la recepción del arte.
La disposición de las piezas y el medido número que se expone para que no abrume, (una visita rápida no dura más de media hora pero recomiendo detenerse en cada obra con calma) su correcto argumento, la extraordinariamente adecuada iluminación y ambiente logrado, todo hace de esta exposición una visita obligada.
20 comentarios:
Muy interesante lo que señalas de que muchos pintores del XVII aprendieron la técnica en la policromía. Una buena oportunidad para los artistas de vivir de lo que les gustaba. En ese tiempo la Iglesia tenía recursos para ello.
Excelente reseña de las dos exposiciones y de Valladolid.
Un abrazo
Lo que mas me ha gustado es poder marcar para ser informada de más detalles. Gracias Pedro
Al igual que con tu anterior Entrada,nos acercas de manera magistral a estas obras de Arte, a sus Artistas y a la emoción que has sentido al contemplar estas maravillas...
Es de justicia reconocer la ingente y abnegada labor de las Personas encargadas de exponer y preparar las Exposiciones, sin ellos no tendrían la misma dimensión..
Gracias una vez más, Pedro.
Un beso.
gracias pedro
es una entrada muy didáctica y contundente
que pena que por estos lados no lleguen esas exposiciones
un beso profe
tenga un domingo genial
Me encantaría estar ahí para poder visitarla.
saludos.
Creo que cuando vaya a Irún, tendré que acercarme a Valladolid. Me encantaría ver estas dos exposiciones que tan estupendamente reseñas. Besotes policromados, M.
Veo que no todo chorrea sangre. Así está mejor.
Interessante abordagem a tua. Tenho muitissima pena é de não me poder deslocar a Espanha para ver a exposição...
Bom domingo, amigo meu.
PEDRO, no me funciona el primer enlace (el de "Lo sagrado hecho real") no sé si es cosa de mi ordenador o del link.
Por lo demás un buen complemento a tu entrada del día anterior. Me reitero en lo que dije en ella.
Besos
¿Qué más puedo decir?
Lamento no estar in situ para verla.
Besos
Buenas tardes Pedro, para los amantes de la ARTESANIA que gustan de ejercitar las manos y el intelecto plastico que se tenga, es toda una autentica maravilla lo que estos Artistas nos han legado en sus diversas formas, dejando lo religioso de lado, que en aquellos tiempos daba prestigio y comida,es un ejemplo de paciencia y creatividad.
Fuerte abrazo.
Jesus
P.D. Mi hermana estuvo en Burgos, capital y nos trajo unas morcillitas de arroz Burgalesas y una muy buena y limpia opinion de vuestra Ciudad.
ASUN: corregido. Gracias por advertírmelo.
Algún día amigo he de recorrer tales lugares que a bien nos describes. Ojalá sea pronto. Besos.
Gracias, PEDRO.
Curiosamente la mención de esta exposicion en un tv fue recalcando la crudeza de alguna de sus tallas...
¡que pena no poder verla!
bicos,
¡que pena no poder verla!
bicos,
Afortunado que puedes verla.
El realismo que imprimieron esos artistas a la escultura es una maravilla. Yo ví hace unas semanas en Cáceres un pieza pequeñísima de Juan de Juni y me quede maravillada.
En Marzo el palacio de los Villena sólo tenía un belén, ahora esta exposición ennoblecerá unas salas encantadas de recibir el arte que, de algún modo, complementa lo visto enfrente. Durante un periodo concreto de nuestra historia el arte estaba muy ligado a la religión, por eso hay que saber mirar este tipo de obras y darles una dimensión espiritual que no se debe despreciar.
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