En la amanecida de ayer en Valladolid hacía frío y quería nevar. Sobre la ciudad pesaba la falta de noticias de la primavera. Miguel Delibes (1920-2010) murió a primera hora de la mañana a la manera de los viejos castellanos de antaño: en su casa y rodeado de su familia.
Tenía miedo Delibes al tránsito de la muerte: ya lo escribió en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1947). En buena parte de su obra hay una profunda meditación sobre la muerte y, en especial, sobre cómo afecta a los otros, a los que lo sobreviven a quien se muere. Incluso escribió una obra entera sobre eso, Cinco horas con Mario (1966). Pero no se engañaba Delibes: sabía que hay que morirse. Siempre decía que desde la muerte de su esposa, Ángeles de Castro, en 1974, la muerte se hizo un horizonte más cercano. Y de hecho, esa conciencia lúcida aunque temida de la muerte y del deterioro de los años y la enfermedad está detrás de su abandono de la escritura después de dejarnos una de las mejores reflexiones que se han escrito sobre la libertad de conciencia y el fanatismo de la sociedad, en la novela histórica El hereje (1998). Su retiro fue tan firme que la falta de actividad pública hizo imposible la obtención del Premio Nobel, que se ha quedado sin poder galardonar a uno de los mejores escritores de todos los tiempos.
La obra de Delibes es la de un prosista que usaba el castellano con la precisión de quien lo ha sabido escuchar. Él decía que escribía de oídas y en gran medida es cierto. En ocasiones se tiene la impresión de que cuando se lee a Delibes se presencia el tesoro del testimonio de la palabra sin adornos de un idioma que viene de lejos sin dejar de ser moderno. Este rasgo salva incluso a sus obras menos logradas. Pero no hay que insistir sólo en la pulcritud de su estilo: la creación de personajes que se graban en la mente del lector y la temática en la que abordaba cuestiones esenciales y eternas del ser humano ambientadas en el territorio castellano para denunciar la situación de los desfavorecidos harán siempre atractiva su lectura. Bastarían dos títulos para hacerle un clásico: Las ratas (1962) y Los santos inocentes (1982). En su obra también hay mucho humor, aunque no suele hablarse de ello, el humor de la retranca castellana, entre tierna y ácida, a medias entre el recelo a los cambios y el realismo ganado con la experiencia de la vida propia y de los antepasados. De entre todos sus libros siempre habló con más cariño de dos: Señora de rojo sobre fondo gris (1991), que tanto tiene que ver con la evocación de su esposa muerta y una pequeña joya de la literatura española que no es de las que más se han leído de él aunque en ella está todo lo que representó, Viejas historias de Castilla la Vieja (1964).
Para mí, Delibes siempre será El Norte de Castilla que yo leía de niño. Un periódico que cuidaba el lenguaje y la precisión del dato. Era de gran formato, con un tipo de letra elegante y una tinta intensa, que yo abría sobre la mesa de la cocina para leer. Delibes, que no iba para periodista, se convirtió en uno de los mejores directores de periódico de aquellos tiempos y sostuvo una tensa relación con la censura franquista en especial al informar sobre la situación del campo castellano.
Delibes supo escuchar y mirar el paisaje y su gente. En él está el retato de una época en las ciudades de provincias y en los pueblos de Castilla quizá porque supo pasearlo con la zancada ágil que había perdido en los últimos años. A los que conocimos a Delibes cuando paseaba por su ciudad sabíamos cuánto le dolía no poder salir al campo o a dar su largo paseo diario por el Campo Grande.
Ayer, después de visitar la capilla ardiente junto a miles de sus vecinos que le dedicaron una expresión de admiración y respeto público como la que se concedía antiguamente a los escritores más queridos, decidí que el mejor de mis homenajes era pisar el albero de su parque, iniciar el recorrido en donde se hallaba el viejo quiosco de los helados y asistir allí al final de este invierno que ya comienza a ser muy largo. En las últimas horas de la mañana, aunque tímido, salió el sol.
Tenía miedo Delibes al tránsito de la muerte: ya lo escribió en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1947). En buena parte de su obra hay una profunda meditación sobre la muerte y, en especial, sobre cómo afecta a los otros, a los que lo sobreviven a quien se muere. Incluso escribió una obra entera sobre eso, Cinco horas con Mario (1966). Pero no se engañaba Delibes: sabía que hay que morirse. Siempre decía que desde la muerte de su esposa, Ángeles de Castro, en 1974, la muerte se hizo un horizonte más cercano. Y de hecho, esa conciencia lúcida aunque temida de la muerte y del deterioro de los años y la enfermedad está detrás de su abandono de la escritura después de dejarnos una de las mejores reflexiones que se han escrito sobre la libertad de conciencia y el fanatismo de la sociedad, en la novela histórica El hereje (1998). Su retiro fue tan firme que la falta de actividad pública hizo imposible la obtención del Premio Nobel, que se ha quedado sin poder galardonar a uno de los mejores escritores de todos los tiempos.
La obra de Delibes es la de un prosista que usaba el castellano con la precisión de quien lo ha sabido escuchar. Él decía que escribía de oídas y en gran medida es cierto. En ocasiones se tiene la impresión de que cuando se lee a Delibes se presencia el tesoro del testimonio de la palabra sin adornos de un idioma que viene de lejos sin dejar de ser moderno. Este rasgo salva incluso a sus obras menos logradas. Pero no hay que insistir sólo en la pulcritud de su estilo: la creación de personajes que se graban en la mente del lector y la temática en la que abordaba cuestiones esenciales y eternas del ser humano ambientadas en el territorio castellano para denunciar la situación de los desfavorecidos harán siempre atractiva su lectura. Bastarían dos títulos para hacerle un clásico: Las ratas (1962) y Los santos inocentes (1982). En su obra también hay mucho humor, aunque no suele hablarse de ello, el humor de la retranca castellana, entre tierna y ácida, a medias entre el recelo a los cambios y el realismo ganado con la experiencia de la vida propia y de los antepasados. De entre todos sus libros siempre habló con más cariño de dos: Señora de rojo sobre fondo gris (1991), que tanto tiene que ver con la evocación de su esposa muerta y una pequeña joya de la literatura española que no es de las que más se han leído de él aunque en ella está todo lo que representó, Viejas historias de Castilla la Vieja (1964).
Para mí, Delibes siempre será El Norte de Castilla que yo leía de niño. Un periódico que cuidaba el lenguaje y la precisión del dato. Era de gran formato, con un tipo de letra elegante y una tinta intensa, que yo abría sobre la mesa de la cocina para leer. Delibes, que no iba para periodista, se convirtió en uno de los mejores directores de periódico de aquellos tiempos y sostuvo una tensa relación con la censura franquista en especial al informar sobre la situación del campo castellano.
Delibes supo escuchar y mirar el paisaje y su gente. En él está el retato de una época en las ciudades de provincias y en los pueblos de Castilla quizá porque supo pasearlo con la zancada ágil que había perdido en los últimos años. A los que conocimos a Delibes cuando paseaba por su ciudad sabíamos cuánto le dolía no poder salir al campo o a dar su largo paseo diario por el Campo Grande.
Ayer, después de visitar la capilla ardiente junto a miles de sus vecinos que le dedicaron una expresión de admiración y respeto público como la que se concedía antiguamente a los escritores más queridos, decidí que el mejor de mis homenajes era pisar el albero de su parque, iniciar el recorrido en donde se hallaba el viejo quiosco de los helados y asistir allí al final de este invierno que ya comienza a ser muy largo. En las últimas horas de la mañana, aunque tímido, salió el sol.
39 comentarios:
Nos lega sus páginas repletas de frases conmovedoras, haciendo un uso magistral de la lengua, y nos deja sus personajes, chiquillos y adultos, hombres y mujeres en los que podemos encontrar retratos certeros de quienes poblaron durante el siglo XX las tierras castellanas por las que él paseaba y en las que él escuchaba. Nos deja el sabor dulce de los buenos ratos conseguidos durante nuestra vida con un libro ente las manos, un libro de Delibes. Y el orgullo de haberlo tenido tan cerca que, alguna vez, hemos podido escucharle cuando hablaba de letras, de familia, de periodismo, de anhelos.
Delibes es de lo mejor que le ha ocurrido a nuestra literatura.
Descansa en paz, castellano de casta, hombre ejemplar y escritor insigne.
No sabía que Delibes había sido en sus tiempos el Director de "El Norte de Castilla".
Me ha gustado mucho el homenaje que le has hecho a Delibes, con tus palabras acabo de pasear de su mano por el Campo Grande.
Te felicito, Pedro.
Un beso.
Hermoso reconto.Hermosa despedida. Te Fefilcito.Besitos.Silvi.
Estimado Pedro;
Me ha emocionado esta entrada, un magnífico semblante de nuestro gran escritor.
Yo sólo lo vi de lejos cuando le dieron el premio Cervantes en Alcalá de Henares, donde resido. Pero todos los sitios que recuerdas como suyos los conozco muy bien, mi niñez y mi juventud son vallisoletanos.
Ahora mismo estoy viendo Los santos inocentes, no es la primera vez, pero la realidad descarnada es igual de estremecedora. Una obra de arte como muchas más, que nos dejó D. Miguel. Sus lectores le estaremos eternamente agradecidos
Saludos.
Me parece que la ciudad lo ha arropado en su despedida con cariño. Los vecinos, que tantas veces se lo encontraron por la calle, han acudido para volverle a ver y prolongar, así, el contacto.
Era curioso ver la nube de compradores pululando por los quioscos en busca del agotado periódico, cruzándose por el camino entre sí. "No quedan. Es por lo de Delibes" les contestaría a la pregunta el quiosquero.
Tremenda entrada Pedro. De las de antes. Sin duda. Bien documentada, bien narrada y con los ojos casi cerrados, bien escuchada.
Una autentica delicia a pesar de la partida de Delibes.
Un abrazo
Nos has brindado un excelente retrato de ese castellano recio, sencillo, íntegro y GRAN ESCRITOR. ¿Sería premonitorio que se llamara igual que nuestro admirado Cervantes?
Menos mal que nos quedan sus libros. Besotes Delibianos, M.
Querido profesor: magnífica entrada homenaje a Miguel Delibes. No se merecia menos. Además era su paisano. Siempre me he preguntado, si lo conoció personalmente. Por lo visto era facil verlo paseando por el Campo Grande. Ayer ví un reportaje en TV. Una persona recia y consecuente. Saludos cordiales.
Bellísima entrada. Como dices y te confirmo se trata de una de los mejores escritores que ha dado nuestro idioma en todos los tiempos.
La única parte buena es que nos deja una fecunda obra en la que me quedan bastantes libros aún por leer.
NO siendo Española, no conocía a Miguel Delibes de antes. Mi primer encuentro con el, fué aquí en tu Acequia en la entrada dedcada a Francisco Umbral un día despúes d esu partida.
HOY, vuelvo aquí a leer con tristeza las cariñosas palabras que le dedicas a Un Grande, con el que tengo una deuda que saldar.
Y lo haré en breve. EL se ha ido, pero pasra bien nuestro queda su legado.
Le deseo que descanse en la luz.
Saludos
Sabes que siento una admiración especial por la obra de Delibes... y por su figura humana.
Permíteme añadir dos obras para quienes quieran profundizar en la figura del Maestro.
"Delibes-Vergés. Correspondencia"
En ese volumen se recoge la correspondencia que intercambiaron el escritor castellano y su editor catálán y asistimos al nacimeiento de una amistad profunda, a las luchas contra una censura asfixiante ¡y las erratas de imprenta! a la preocupación constante del autor por su obra, su fidelidad a la editorial Destino...
El otro es "La Tierra herida ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos?" y es una obra también atípica. Recoge las conversaciones entre dos "Migueles", padre e hijo; uno cazador y el otro científico; ambos inteligentes y reflexivos que debaten sobre temas medioambientales sin dogmatismo.
Un abrazo.
Para mi el más grande de los prosistas...dos obras me lo descubrieron: la sombra del ciprés es alargada y 5 horas con Mario... Bonita semblanza has construido... y magnífica foto que resume en parte la personalidad del escritor. un abrazo
He de reconocer que no conozco mucho de Miguel Delibes, tan sólo he leído "El camino" en mi época del instituto, y sí que recuerdo que me dejó un grato sabor de boca.
A través del cine y el teatro conocí "Los santos inocentes" y "Cinco horas con Mario", pero no las he leído.
Con esta entrada tuya se me ha despertado el interés por conocer algo más de su obra.
Un abrazo
Llegó a decir. "El que muere sin ilusiones es ya un hombre muerto" él no pudo morir con una ilusión un día antes, en vísperas de su óbito, la enfermedad para él fué un postoperatorio interminable que no le dejó ilusionarse, siempre con achaques.
Recuerdo, en el colegio donde estudié. A partir de las cinco de la tarde hasta las 7 teníamos descanso,yo lo aprovechaba para echar una ojeada al "El Norte" llegaba puntualmente cada día.
Del Campo Grande verdadero pulmón de la ciudad en cuatro años que estuve por Valladolid numerosos fueron los paseos que dí, y mi sorpresa al conocer al pavo real, pues siempre había muchos. En una de las entradas, al parque, había un reloj que con los colores de las flores formaba el escudo de la ciudad de Valladolid. Luego años más tarde visité el Norte de Castilla, solicité los ejemplares de los años 1970-1973, años que yo leía el Norte. Cuántas emociones, recuerdos. Y ya leía a Delibes siempre le he estado leyendo y seguiré haciéndolo. Se puede hablar mucho, pero yo me quedo con Daniel el Mochuelo, es mi biografía y la biografía de muchos niños castellanos nacidos en los años 50, todo lo de la novela con matices todos o casi todos lo hicimos, yo hasta me fuí a estudiar a otra ciudad para progresar y ser alguién el día de mañana, ya que el campo no tenía futuro (parafraseando a Delibes)
Que Zeus le de gloria entre los inmortales.
No se recuerda un invierno tan frío como éste.
Mi primera lectura suya fue "El camino"., desde entonces me enganchó.
Preciosa entrada la que le dedicas.
Magnifica entrada/artículo. Un placer leerte. Besos.
Yo sufrí al Delibes empresario cuando estaba en El Norte de Castilla y aparecía los martes en el cónclave de accionistas.
En el Colegio Mayor de Salamanca tuve relación con su hijo Juan en los tiempos de estudiante de Biología.
El mejor libro de Delibes es "Un mundo que agoniza" del año 1979.
"Para nuestra desgracia, el culatazo del progreso no sólo empaña la brillantez y eficacia de las conquistas de nuestra era. El progreso comporta -inevitable-
mente, a loque se ve- una minimización del hombre...."
Es verdad, su lenguaje salva incluso a sus obras menos logradas. A mí no me gusta "Aún es de día", ni "Mi idolatrado hijo Sisí". Sus personajes no se metieron dentro de mí, como lo hicieron el Nini, Daniel el Mochuelo, Pacífico, Menchu...
Ayer, contra mi costumbre, me quedé viendo "Los santos inocentes", en la televisión. Me fui a la cama con las palabras "hágase cuenta"...
Esta entrada, con sus enlaces, es un homenaje magistral, Pedro, y muy interesante. Y la foto del Campo Grande...
Un abrazo
Hacía mucho que el sitio del sofá ante la tele no aguantaba mi peso ni se adaptaba a mis formas. La tele pública con su programación sobre don Miguel Delibes, primero en Informe Semanal y después con Los Santos Inocentes, me tuvieron pendiente de la pantalla durante más de dos horas sin pestañear. Mi felicitación por ello al ente que lo consiguió y debo reconocer que con lo descreído que se ha hecho uno, no lo tenía nada fácil. Me encantó que la proyección fuera toda seguida y no se alargara hasta altas horas debido a los cortes publicitarios.
La película aguanta bien el paso del tiempo. Se trata de un film áspero cuya visión es todo menos amable. Cada fotograma, cada plano es un directo a la boca del estómago del espectador aburguesado en que nos hemos convertido, que primero te deja doblado, luego te abruma y concluye hundiéndote en la misma miseria en que viven los protagonistas perdedores. Sin embargo, tiene la virtud de despertar conciencias y hacerte poner del lado de los que sufren injusticias seculares, propiciadas por el bajo nivel cultural de la gente.
Es un aldabonazo a las personas que nos quiere decir que las injusticias no hay que buscarlas en lugares apartados. Las tenemos a nuestro lado sin que sea necesario ir con camiones de doce ejes y todoterrenos con aire acondicionado a provocar, aunque vayas a repartir caridad.
Sólo la visión de los pantalones y chaqueta de pana llenos de remiendos de Azarías con su boina grasienta me trae la visión, por similitud, de la situación que viven muchas personas en todos nuestros pueblos.
Perdona que me haya salido un poco de la línea de la entrada, pero ese fue el desasosiego con el que anoche me fui a acostar, con la imagen del señorito feudal bailando el can can colgado de un alcornoque y con ganas de abrirle la puerta de su prisión a Azarías para que siguiera corriendo el cárabo en libertad.
Gracias por compartir ese sendero...
Gracias por tu entrada. Es un bonito homenaje a Delibes. Besos Isabel.
Viejas historias de Castilla la Vieja. Cayo en en mis manos por casualidad y me cautivo. Creo que ha sido el ultimo que he leido de el. Todos recomendais El Hereje, alguien me lo regalo y aun no lo he leido. Es hora de hacerlo.
Muy buena entrada, escrita con todo el sentimiento del que conoce muy bien a Miguel Delibes.
Un abrazo
Luz
Sus libros me abrieron los ojos hacia horizontes desconocidos. A él le debo también tener un concepto muy positivo de Castilla.
El paseante del Campo Grande era un escritor que hacia honor al nombre del parque.
Grande de las Letras, y persona de extraordinaria bonhomia.
El mundo esta necesitado de muchos Delibes.
No conozco Valladolid por no haber estado nunca allí; sólo conozco los rincones que narraba Delibes o los recogidos en su biografía, incluido el quiosco de los helados y su/vuestro Campo grande. Tampoco soy de asistir a capillas ardientes, pero en este caso tan especial, quizá hubiera ido, aunque, si me lo permites, me he sentido representado por tí. Por ello y por tu entrada, GRACIAS
un abrazo.
Hoy domingo día muy soleado, después de misa,éramos muchos en el Campo Grande pero faltaba uno.
Que Zeus le tenga en su mundo.
Grande, merecido y sentido homenaje. Hace falta gente como Delibes, pero mucha.
Un abrazo.
Gran entrada, Profesor Ojeda. Magnifica entrada, querido amigo.
Un abrazo enorme.
Excelente artículo, muy completo y muy emotivo. Creo que no podías hacerle un mejor homenaje.
Delibes seguirá teniendo su sitio en su parque y en los lugares de Valladolid que frecuentaba y también entre sus paisanos. Démosle todos su lugar en la literatura española contemporánea.
¡Ojalá tuviéramos más escritores y personas como Miguel Delibes!
Un abrazo.
El mejor homenaje, sin duda, el de pasear a la luz del día, de un día en el que tímidamente terminó saliendo el sol.
Me ha gustado mucho tu reflexión sobre la precisión que tenía Delibes en el uso del léxico, como de persona que ha sabido escuchar.
Un abrazo.
Buenas noches, profesor Ojeda:
Seguí la retransmisión del funeral de D. Miguel Delibes, por televisión. Y escuché atentamente las hermosas palabras que le dedicaron recordando su biografía de hombre bueno, y su obra literaria tan fecunda.
D. Miguel Delibes ya estará con su Ángeles. En esta ocasión no iba a su encuentro en bicicleta. ¡Qué gran amor el suyo y qué hombre castellano de fiar!.
Un gran Maestro escritor. El último libro que leí, fue "Diario de un jubilado". Me hizo reír en varias de sus páginas.
Saludos. Gelu
P.D.: El Campo Grande -maravilloso parque de entrañable recuerdo- que hacía tiempo notaba su ausencia.
Nunca olvidaré la lectura de "El Camino" y el trabajo que hice sobre dicho libro en la EGB. un abrazo.
Mi Señor Ojeda, hermosa y sentida entrada. Creo que usted y sus paisanos le ofrecieron un hermoso homenaje desde su tierra, que servirá para consolar a la familia y a los que le querían.
Yo tengo 'El hereje' entre mis manos, para fundirme en los próximos días a solas con Delibes, también con esa Valladolid que hace siglos que no visito.
Suyo, Z+-----
una enorme pérdida, Pedro... me ha encantado que hayas hablado de su humor porque me he reído mucho con algunos de sus relatos de "Mi vida al aire libre", por poner un ejemplo. También "Madera de héroe" (si mal no recuerdo) tiene un toque divertido.
Todos los libros suyos que he leído me gustaron mucho. "El camino", que maravilla...
Espero que donde esté pueda seguir escribiendo.
biquiños,
sentido homenaje
se nos acaban los buenos, pedro
¿por qué no podían darle un nobel aunque estuvo ausente? ¿hay requisitos específicos? ¿no tenía suficiente obra para merecerlo?
Milana bonita...
Soy de la generación de niños españoles que entramos en el mundo de la literatura con El camino. Luego llegarían Cinco horas con Mario, Los santos inocentes, 377A, madera de héroe y El hereje.
Uno de los grandes de la literatura española. Y, lo que son las cosas, el otro día estuve paseando por el Campo Grande...
Y que quieres que te diga?
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