Toda la profundidad del capítulo -y, en gran medida, de la trama que vertebra la Segunda parte de la novela- se concreta en los azotes que Sancho debe darse para conseguir que Dulcinea recupere su forma natural y se rompa el encantamiento. Así como el baciyelmo era una ingeniosa construcción -como neologismo, como objeto simbólico- que explicaba el cruce entre ficción y realidad en la Primera parte, todas las líneas que parten de la mentira de Sancho a las afueras del Toboso -el encantamiento de Dulcinea y la cueva de Montesinos- y que habían servido para explicitar las nuevas relaciones entre amo y criado y el recurso a la fantasía para trasformar el mundo según las circunstancias de cada momento se cruzan ahora.
En efecto, los Duques han comprendido cómo continuar su broma porque leyeron la Primera parte. Informados de viva voz por don Quijote y Sancho de los acontecimientos posteriores a lo narrado en el libro, intervienen en la acción al fabricar la aparición con la que Merlín da cuenta de cómo desencantar a Dulcinea: Sancho debe propinarse 3.300 azotes en sus posaderas. Ellos sólo piensan en la diversión que les provocarán las reacciones de ambos: no son conscientes de lo que van a desencadenar hacia el futuro. Tampoco les interesa.
Todo trascurre, como hemos dicho, a la manera de las fiestas cortesanas: como en ellas, se juega con el mundo caballeresco de forma espectacular. No resulta raro el argumento teatral, la caracterización ni el que Dulcinea sea representada por un joven mayordomo del que volveremos a saber más adelante. Pero Cervantes barre para casa: lo que ya en sí mismo es una parodia que celebra el triunfo de su propia novela puesto que los Duques parten de la popularidad del Quijote, se precipita por el lado más cómico: los golpes en las posaderas de Sancho. Es una parodia que baja hasta lo rastrero de forma intencionada: señala el carácter de los Duques, por una parte, pero también -y principalmente- aterriza en la más brutal realidad los sueños caballerescos, que pasarán a depender de esa parte de la anatomía del sirviente de un hidalgo de aldea. Ya hemos visto que es un recurso muy usado en toda la novela. Es tan obvio, que el mismo Sancho critica las formas usadas tanto por Merlín como por la supuesta Dulcinea, al considerarlas poco adecuadas.
La intención inicial de los Duques (que tienen todas las claves) es clara: a la vez que pasan un buen rato, se castiga al criado que tuvo la osadía de encantar a la dama de su señor para encubrir una mentira. Todo ello es posible por la inocencia del pobre Sancho, que llega a creerse -imbuido ya de la fantasía de su amo e incapaz de sospechar de la Duquesa- que lo que él fabricó puede ser cierto. De ahí que, ante las reticencias de Sancho, le obliguen bajo la advertencia de perder el prometido cargo de gobernador en caso de negarse. Por eso mismo -y por la naturaleza cómica de la broma- los golpes deben ser consentidos o dados por la propia mano, con lo que evitan la posibilidad de que don Quijote se convierta en verdugo.
Pero hay algo que se les ha escapado a los Duques desde que se encontraron con don Quijote y Sancho. Ya hemos comentado que son lectores a la antigua, que no pueden aceptar la evolución de los personajes. Por eso mismo no se dan cuenta de que han dado a Sancho una responsabilidad y una posibilidad de juego mayor de la que tenía hasta ahora: de sus posaderas depende que la ensoñación caballeresca de su amo se libere del encantamiento. Si tras la cueva de Montesinos don Quijote había recuperado la superioridad sobre Sancho en la fantasía novelesca que les ha impulsado a abandonar su aldea, ahora vuelven a estar igualados. Incluso podría afirmarse que el amo pasa a depender del criado en un asunto de capital importancia.
Veremos qué pasa tras concluir la fiesta nocturna el próximo jueves, al comentar el capítulo XXXVI.
29 comentarios:
Capitulo 2.35. AZOTES. Ya sabemos que Sancho fue el encantador y embustero en el asunto del encantamiento de Dulcinea, y “tanta su simplicidad”, dice Cervantes, que creyó que real y verdaderamente estaba encantada. Ahora bien ¿lo creyó de veras o es que quiso creerlo, por la cuenta que le traía? ¿Qué motivaciones tuvo Sancho para creer tan semejante disparate, o hacer como que lo creía? Porque lo que “no me trago” es que Sancho se lo creyera a pies juntillas: ha progresado mucho, como persona y como personaje, y podrá ser rustico, poco espiritual, lo que se quiera: pero no tonto, desde luego. Sancho vio lo que vio: tres labradoras. ¡Y ahora quieren hacerle creer que era Dulcinea! ¡Que su mentira es verdad!
Pero si D. Quijote desea que Dulcinea vuelva a ser la que era, es decir la sin par princesa universal de la hermosura, tendrá que ser a costa de los lomos de Sancho, que deberá de darse 3.300 azotes, quizás sea además un castigo del destino por mentiroso y por haber engañado tan delicadamente a su señor don Quijote. Por cierto, lo que no entiendo es el número. ¿Tiene alguna simbología? Ni idea. Me gustaría que Pedro Ojeda Escudero nos explicase el por qué del numero (han de ser justamente 3.300 y no 1.758 o 6.600).
Pero esto…es muy extraño, muy grotesco, muy basto, no se…me recuerda a la película de Berlanga “La escopeta nacional”, o “El disparate nacional” (con el inolvidable Luis Escobar interpretando al “marqués de Leguineche”, adorables films), lo veo todo muy absurdo, muy “chabacano”, empezando por el “actor” que hace de Merlin, que comienza su interpretación “con voz algo dormida y con lengua no muy despierta”. Por si fuera poco, luego aparece Dulcinea con un lenguaje tan basto, que hasta Sancho el rústico se da cuenta: quiere saber “adónde aprendió el modo de rogar que tiene”, pues viene a pedirle que se abra las carnes a azotes, y lo llama “alma de cántaro” y “bestión indómito”. Hombre, eso no es muy propio que digamos. Mas adelante, el propio Merlin, mago de magos, al referirse a Montesinos dice que aun le falta la “cola por desollar” (¡pero bueno, ni que estuviera en una matanza!); de modo que Sancho les insta a todos que aprendan “a saber rogar y a saber pedir y a tener crianza”, es decir, que se comporten como lo que son: gente de titulo. Hasta Sancho es más elegante que ellos, y eso que Sancho es rústico –y no poco-.
En fin, algo si esta claro: los “guionistas” de la burla no eligieron un lenguaje muy fino, ni muy señorial, que digamos, ni se distinguieron por su elegancia, no.
Todo ello me hace pensar que los duques no eran duques “viejos” o de raigambre, sino nuevos, y me explico: seguro estoy que eran duques de un ducado de reciente creación, y apostaría un buen par de rondas de cervezas (que ya hacia tiempo que no apostaba) a que el padre o los abuelos de los duques debieron de ser plebeyos, estoy casi seguro. Obviamente esto es una hipótesis personal mia, quizás errónea, pero el comportamiento de este par de “bellotos” (palabra muy “jaenera”, de mi tierra) me lo da a entender; porque si verdaderamente fueran duques de raigambre, hijos, nietos y biznietos de duques, mostrarían mucha más elegancia, nobleza y grandeza de espíritu que la que muestran este par de mequetrefes bellacos. Cervantes sabe retratarlos muy bien, e inteligentemente oculta su titulo: escribiría muy mal de estos duques.
Ante tal panorama, la cólera de Sancho se disparan: abrenuncio, es decir, ¡a mi culo no lo toca nadie!
No obstante al final, la codicia y el interés (¡ay!) consiguen ablandar a Sancho: sin azotes no hay gobierno que valga. Y este gobierno le ha costado muchos palos, kilómetros, manteamientos y ratos de hambre como para echarlo ahora todo a rodar por tan solo 3.300 miserables azotes. De eso nada, monada. Con harto dolor de su anima, el interés por el tan ansiado gobierno le lleva a aceptar su precio: la azotaina. Y es que todo tiene un precio en este mundo.
"Paris vaut bien une messe”, como dijo aquel famoso rey.
Saludos.
CAPÍTULO 2. 35
Relato que completa la noche de magia y hechos espantables con el momento cumbre de la presentación de Dulcinea encantada que se descuelga del carro de la espectacularidad de su puesta en escena con unas peticiones infantiles. La emoción de DQ que “se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas”, la vuelta de la música, el olor a pólvora y el regreso al castillo en un día que al alba apuntaba sereno y claro.
En efecto, un carro tirado ahora por seis mulas pardas con disciplinantes de luz a sus lomos, no de los de sangre por azotes, otros doce albos más a bordo de la carroza acompañando a una ninfa de lozana belleza, con toda la exhuberancia y esplendor adolescente a cuestas. Al llegar frente a ellos, se detiene el carro al tiempo que lo hacen también las chirimías, arpas y laúdes. Junto a la bien ponderada doncella aparece Merlín, “misma figura de la muerte”: la muerte andando montada en carroza, casi incapaz de albergar una lengua pastosa. Se presenta como hijo del diablo y príncipe de la magia salido de las lóbregas cavernas de Plutón. Relata que tras haber estudiado el caso del encantamiento en múltiples libros, trae una solución de enfrentamiento entre los dos protagonistas. Maliciosa solución desde el principio; está poniendo a DQ enfrente para que presione al escudero: alaba a DQ “de la Mancha esplendor, de España estrella,” y castiga a S. A éste le suenan a cuerno quemao los tres mil trescientos azotes que propone el desencajao, por él se pueden ir a la sepultura Merlín y toda su progenie con sus exigencias.
Interviene DQ para presionar a S. Él mismo, en persona, doblará los azotes y le arrancará el alma si no accede. Merlín rebaja la exigencia: tienen que ser por propia voluntad y reducidos a la mitad si es persona ajena la encargada de los latigazos, además a dar en cómodos plazos.
S sigue sin estar por la labor. Dice que abernuncio. Que ni plazos ni nada, su espalda no está para tales dispendios.
De la boca de la florida Dulcinea de 19 años, sale una sarta de insultos que sorprenden al plebeyo escudero. S se vuelve a negar alegando que en lugar de compasión por estar “reventando de pena por ver mi sayo verde roto,” vienen a pedirme “que me azote de mi voluntad.”
La intervención del duque supone una vuelta de tuerca más en la presión sobre S: le condiciona la ínsula a los azotes. Ante tal tesitura el escudero pide dos días para pensárselo. Merlín -impaciente- no acepta la prórroga. La decisión debe ser rápida, de otra manera D será llevada a los Campos de Eliseo a la espera del vápulo. La duquesa ruega y S le pregunta a Merlín por el esperado Montesinos. Contesta que”ni está ni se le espera”: su desencantamiento tiene para rato, allí sigue en su cueva. El mago razona que los azotes le harán bien al alma y al cuerpo.
Ante tanto ruego, sugerencia, mandato y presión acaba por ceder el escudero, no sin antes poner como condición que no habrá tasa de días ni tiempo. Él lo hará por Dulcinea, en el clásico triunfo de la belleza y la hermosura. También contarán los azotes de mosqueo y Merlín será el encargado de contarlos, algo que no será necesario porque al llegar al número exacto, el desencanto se producirá automáticamente. (Para mí que S tenía pensado que el mago recibiera su parte a poco que se descuidara).
Una vez que se estipulan las condiciones, S acepta la penitencia y acontece el momento más emotivo del relato, con DQ agradecido, colgado del cuello y cubriendo de besos la frente y mejillas de su escudero.
Se marchó el carro con sus ocupantes llevando consigo la noche, al tiempo que se abría al nuevo día por Oriente. Dulcinea hace una reverencia a S y la comitiva de los duques regresa con la satisfacción del resultado de la broma y la intención de continuar con ellas.
Interesante receta, el post que publicas hoy sobre El Quijote, Pedro.
Un beso.
Creo que Sancho lo consiente por ambición,porque ya está mentalizada para ascender en la escala social.Abrazos
a mi lo que me sorprende es la caracterización que Cervantes hace de sus personajes... ahora resalta esa inocencia/ignorancia de Sancho que cae e bruces en su propia trama mentirosa. Saludos
vuelvo poco a poco...
Tres cosas:
1. Si Merlín no hubiera dicho que los azotes Sancho se los tenía que dar por voluntad y no por la fuerza y en el tiempo que quisiere; DQ lo hubiera amarrado a un árbol y le hubiera dado 6.600 azotes. De haber sido así en lugar de tener un DQ "loco" hubiéramos tenido a un DQ Psicópata por el resto de la novela. Me alegro de que no haya sido éste el caso.
2. La Argumentación de S: a la pregunta de la Duquesa " ¿Qué decis vos a ésto Sancho? ES extraordinaria y da cuenta de lo mucho que ha crecido SANCHO. COn caracter firme alega que no está para sutilezas y se atreve a preguntar dónde aprendió Dulcinea el modo tan "florido" de rogar que tiene, que hasta a el le resulta chocante.
3. NO me parece para nada divertido este capítulo, hay mucho sadismo por parte de los duques. Pero entiendo que hay burla en todo el hecho de la mortificiación de la carne de Sancho con provecho tanto para el alma como para el cuerpo de S, por ser de complexión sanguínea. Y que hay parodia en todo el tema de las carrozas, etc. etc. etc.
3.300 Abrazos
Yo sí he encontrado este capítulo bastante cómico aunque ya estamos viendo que en Don Quijote hay que leer entrelíneas... Hay MUCHA miga.
Ya hice mi resumen y mis comentarios sui-generis, en mi blog. Besotes quijotescos, M.
Una fiel lectora que disfruta cómo nadie sabe leyéndoros.
Un abrazo
Creo que nunca una mentira fue castigada con tanto azote. Y menos mal, ¡que nadie le hizo caso a Don Quijote!
Personalmente, he disfrutado y mucho con el final de capitulo, donde Cervantes da rienda suelta a sus dotes descriptivas del cómo trascurre la escena después de haber mantenido la tensión en la trama.
Azotado quedo ante su grandilocuencia.
Un abrazo
Se aprecia una notoria evolución en Sancho que como analizas, podría hacerse con las riendas de la situación, pero su simpleza y el deseo de conseguir el gobierno de la ínsula le restan a mi juicio capacidad.
¿Es posible que la intención de Cervantes sea que permanezca en su sitio?.
- Es dificil leer este capítulo sin sentir asco y pena
- ¿como es posible que Sancho, un hombre cabal en en otras lides, pueda mostrarse tan lerdo?
- ¿Como es posible que personas, supuestamente de bíen, encuentren placer en urdir semejante cruel broma?
- ¿Como es posible que DQ deje que su escudero se masacre se cual sea lo que con ello consiga?
-¿Como es posible que la continuación de toda la trama repose en las posaderas de un escudero?
- ¿Como es posible que se haya tanto loco en esta historia?
Leo por encima porque, aunque no quiero adelantarme a lo que todavía no he llegado, la curiosidad me puede.
De momento estoy casi en el ecuador de la primera parte.
Besos
Sancho acepta los azotes no s´olamente por ambicionar la isla, sino por su amor a don Quijote: aunque intenta "escaquearse" arguyendo que, el que suspire por Dulcinea que se azote, que ´el no suspira ni por su Teresa.
Mañana escribo, que la procesi´on es larga y la vela cortaaaaa;digo, el "laburo" semanal
Sancho está um pouco como aquelas crianças que se assustam a si mesmas...
Feliz final de semana, querido amigo meu.
Siempre en la proa de la cultura y su divulgación, me parece magnífico tu esfuerzo, y es un deleite leer tus comentarios...enhorabuena una vez más y un abrazo de tu viejo amigo azpeitia
Me presento ante vuestra merced. Vengo de ese limbo donde habitan los personajes secundarios del famoso libro titulado “El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”. Me trae hasta esta caja luminosa, la dueña Rodríguez.
Esa añosa dama nunca fue santo de mi devoción, era bien conocido su mal humor y despotismo, entre la servidumbre del palacio ducal. Sin embargo es ella la que me ha encaminado hasta este ingenio infernal que maneja vuestra merced, asegurándome que aquí los secundarios, o terciarios, expresan su punto de vista con libertad.
Soy Merlín, bueno ese Merlín más falso que Judas, el cual aparece en el capítulo treinta y cinco, del segundo libro, subido a un carro triunfal. Recordarán que, en el sueño que don Quijote tuvo en una famosa cueva, se cita a Merlín como encantador de Montesinos, Durandarte y “otros muchos”. Aquel Merlín no era el mago galés del ciclo artúrico. Era apócrifo, y éste lo es todavía más. Lo conocerán por mi recitado: tiene una fórmula para desencantar a la llamada Dulcinea del Toboso.
¿Y quién soy yo, en verdad? Pues soy un humilde servidor de los señores duques que, como otros muchos, nos hemos visto obligados a representar un papel en esta cortesana farsa.
El cortejo que rodea a mi carro triunfal, viste de blanco; mas yo parezco una mosca en leche, con mis rozagantes ropajes negros… Al son de chirimías, arpas y laúdes, marcho subido a este carro triunfal; donde aun las pardas mulas son blancas, bien encubertadas de lienzo blanco. Sobre cada acémila, un albo disciplinante de luz, con su hachón encendido. Aquí, arriba, otros doce níveos disciplinantes, con otras tantas hachas encendidas, asombrando y amedrentando, todo a la vez.
Y, en un levantado trono, una mujer joven, con su abundancia de plateados velos y sus brillos baratos de argentería dorada. Creo que conozco a esta ninfa, o ninfo, sí, es…Va cubierta con un transparente cendal, que no oculta su bello y joven rostro. Y, junto a la de las gasas, voy yo.
Seguimos las instrucciones recibidas: cuando el carro se coloca frente a mis señores y don Quijote, cesa la música y descubro mi rostro. Me han caracterizado como a la figura descarnada de la muerte. El caballero muestra aflicción, el escudero se asusta. El duque y la duquesa fingen algo de temor.
(Continúa)
Todavía he leído este capítulo pero significa esta imagen ¿con la misma vara que mides, te medirán?
tú, perdóname, solo paso a decirte que estás majo, de portada de HOLA en esta imagen...;-)
sigue disfrutando y enseñándome.. si?
Besos,
Ali
Dices:"Es una parodia que baja hasta lo rastrero de forma intencionada: señala el carácter de los Duques, por una parte, pero también -y principalmente- aterriza en la más brutal realidad los sueños caballerescos, que pasarán a depender de esa parte de la anatomía del sirviente de un hidalgo de aldea.".
En conclusion, todo pendiente del azote de unas posaderas jajaja
Paso a publicar
Aviso revulsivo: Tengo el teclado “escacharrao” y no pone tildes. Las que hay puestas las pone el programa, v gr: le pone a también, pero no le pone a musica.
CAP. 2.35 (La formula magistral para desencantar a Dulcinea)
“Yo no se que tienen que ver mis posas con los encantos”.
Aparece por fin en este capitulo el desencantador de Dulcinea que ya nos anuncio un diablo la semana pasada. Lo hace en un carro gigante, que mas que carro es carreta o carreton (como las que se usan en mi pueblo para “acarrear” de un lado para otro a los Reyes Magos). Venia la carreta del desencantador tirada por media docena de mulas pardas, las cuales sufrían el peso, cada una, de un individuo llamado disciplinante; aunque de los atípicos, porque en vez de llevar latigo o fusta portaban una antorcha. Una docena mas de estos raros y albos disciplinantes acompañaban al desencantador subidos en la carroza (se ve que los disciplinantes estaban en oferta). Pero la perla de la corona, que iba montada “asin” también, en la susodicha pedazo de carroza, era una jovenzuela a la que ya, puede, que la haya visitado el nuncio (Valle dixit en el de Bohemia) hace media docena de años; venia la moza bien abrigada y vestida a lo pijo con “mil velos de tela de plata …”. Junto a la chica “venia una figura vestida de una ropa de las que llaman rozagantes”, y que, por lo que se ve, era allí el jefe. Al pasar junto a los duques y nuestros colegas don Quijote y Sancho, de golpe cesaron todas las musicas –y eso que la orquesta era grande- y jefe empezó a quitarse vestimentas, sacando su rostro a la luz “descubrió patentemente ser la mesma figura de la muerte descarnada y fea”: no era ni mas ni menos . . .que Merlin, el mago, “aquel que las historias dicen que tuve por mi padre al diablo” ( o sea, hijo del feo demonio que encabezaba la comitiva).
Recitoles el tal Merlin un largo poema en versos endecasílabos, aunque de rima libre (yo no se esto como se llama, pero como estoy rodeado de buenos profes…), en el cual descubrió la, hasta ahora, inescrutable receta para desencantar a Dulcinea:
“ es menester que Sancho, tu escudero,
se dé tres mil azotes y trecientos
en ambas sus valientes posaderas,
que le escuezan, le amarguen y le enfaden.”
“-¡Voto a tal! -dijo a esta sazón Sancho-. No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! ¡Yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos! “
SIGUE....
YA ESTA AQUI...
Como vemos Sancho se niega en rotundo a azotarse, pero don Quijote lo amenaza con atarlo a un árbol y darle el doble, adjudicándole unos cariñosos calificativos: “don villano, harto de ajos”(este de los ajos creo que lo inauguro la dueña Rodriguez , y ahora le cogen el gustillo).
Ante la continua negativa de Sancho, ahora es la ninfa-jovenzuela que junto a Merlin venia, la que, “con un desenfado varonil y con una voz no muy adamada” toma la palabra, y le suelta varias preciosidades como las siguientes: “ ¡ Oh malaventurado escudero, alma de cantaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas! (…) si te pidieran, enemigo del género humano, que te comieras una docena de sapos, dos de lagartos y tres de culebras (…) pero hacer caso de tres mil y trecientos azotes, que no hay niño de la doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes, admira, adarva, espanta a todas las entrañas piadosas de los que lo escuchan .(…) Date, date en esas carnazas, bestión indómito, y saca de harón ese brío, que a sólo comer y más comer te inclina, y pon en libertad la lisura de mis carnes, la mansedumbre de mi condición y la belleza de mi faz; y si por mí no quieres ablandarte ni reducirte a algún razonable término, hazlo por ese pobre caballero que a tu lado tienes; por tu amo, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene atravesada en la garganta, no diez dedos de los labios, que no espera sino tu rígida o blanda repuesta.”
Sancho sigue en sus trece, negándose a autoflagelarse; ni que lo diga la viva representación de Dulcinea, por quien la mozuela se hace pasar. Bastante desgracia ha tenido ya con la rotura del sayo, como para que encima vengan a pedirle azotainas en posaderas propias. ¡Cuando se ha visto a un gobernador azotarse!!.
Pero el duque le pilla la delantera y lo amenaza con desheredarlo, se quedaría sin isla que gobernar, a no ser que acceda a lacerarse sus cuartos traseros. Merlin le concede algunos privilegios: acepta la dosificación en pequeños lotes de los latigazos, puede tomarse el tiempo que quiera y además puede ser ayudado por mano ajena (¡esto son todo ventajas!!). Sancho ya no puede negarse, por lo que finalmente responde positivamente al trato propuesto por Merlin. ¡Como se iba a presentar a su Teresa sin la isla! (si es que el poder y las riquezas mueven montañas). “Apenas dijo estas últimas palabras Sancho, cuando volvió a sonar la música de las chirimías y se volvieron a disparar infinitos arcabuces, y don Quijote se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas”. Seria un gustazo ver a don Quijote besuqueando a Sancho…agradecido como un perrito.
Los duques han tomado bien el pelo a nuestros “antiheroes”. Se han reido de lo lindo a su costa. Don Quijote, de momento, queda feliz y contento.
Finaliza Cervantes el capitulo describiéndonos aquel paraje, cual Arcadia: todo lleno de pajarillos cantando, florecillas libadas por distintas abejas (saludos Abejita) y arroyuelos que murmuran alejados del mundanal ruido. Seguro que el Ruben modernista tomo buena nota para escribir su “Azul”.
Saludos Pedro y a la peña.
A pedido de ANTONIO aviso que tengo mi aporte colgado ,en de amores y relaciones ,
Saludos a todos
voy con tres capítulos de retraso pero me pondré al día antes del próximo.
biquiños.
Sé de memoria lo que he de recitar, mi presentación como Merlín, príncipe de la Mágica. A pesar de la humildad de mi cuna, no carezco de instrucción, sé leer y leo cuando cae en mis manos uno de esos tesoros de papel. Me crié junto a uno de los hijos del duque, le acompañaba a todas partes, incluso en las lecciones que le daba aquel dómine tan paciente, el cual repetía y repetía lo que el noble discípulo debía conocer. Puedo decir, sin exagerar, que yo aprovechaba aquellas enseñanzas más que mi joven señor.
Ahora sigo leyendo, entro a horas intempestivas, a escondidas, en la biblioteca del palacio, tan poco visitada. Tengo llaves… Las historias del rey Artús y Merlín están ahora fuera de los estantes, mi amo los ha usado para preparar mi recitado. No creo que lo haya escrito él, algún escribano le habrá ayudado.
En el momento de descubrirme y presentarme como Merlín y recitar aquello, llevo todo el día trajinando, sin haber dormido nada la víspera, con muchos tragos de la bota en el estómago.No es de extrañar que mi voz suene un tanto extraño.
Ahora soy Merlín, el mago. No soy hijo del diablo, eso fue una calumnia. Si los encantadores son de condición áspera, la mía es blanda y amiga de hacer el bien. Estaba yo en las cavernas y me llega el mensaje doliente de Dulcinea. La han metamorfoseado: de gentil dama a rústica aldeana. Me da lástima, encierro mi espíritu en esta espantosa apariencia y busco la solución en miles de libros de mi ciencia. Al fin, encuentro el remedio. Me dirijo a don Quijote de la Mancha, gloria y honor de la caballería andante, loando su laboriosidad, para indicarle la fórmula, con la que Dulcinea puede recobrar su estado primo: el escudero Sancho ha de propinarse tres mil trescientos azotes en sus no pequeñas posaderas.
(Continúa)
Mañana sigo
Sancho reacciona como movido por un resorte.Salta. De ninguna manera, ni tres mil azotes ni tres. Sus posas no tienen nada que ver con los encantos. Dulcinea se puede ir sin desencantar a la tumba.
Sus palabras provocan un tremendo acceso de ira en don Quijote, que le amenaza con atarle desnudo a un árbol y darle seis mil y seiscientos.
Yo le hago saber que los azotes no ha de recibirlos por fuerza, cuando quiera. Y ofrezco la posibilidad de recibir la mitad del vapulamiento, siempre que los azotes sean dados por mano ajena. Redención por vejación, buena fórmula.
Sancho rechaza mi oferta, que se azote su amo, que la llama “mi alma”. Mis amos y mis compañeros, los de luz, están a punto de estallar de risa, al oírle eso de “¡Abernuncio!”.
Se levanta mi compañera de carro, la ninfa plateada. Se aparta el velo del hermoso rostro y la voz que sale de esa boca no es muy de dama, no, por cierto.
¡Menudo rapapolvo para el de las posas ¡Qué improperios! Malaventurado, alma de cántaro, corazón de alcornoque, ladrón y desuellacaras. Casi nada. Y no para ahí. Si le mandaran que se comiera una docenita de sapos o cosas así…Si le mandaran matar a su mujer e hijos…Pero mil trescientos azotes, que cualquier huerfanito recibe en un mes…pobres huérfanitos. Espanta, a la gente piadosa y con blandas entrañas, que no esté dispuesto al sacrificio.
También le exhorta a que vea como lloran sus ojos, surcando sus hermosas mejillas. Que su edad florida de diecinueve años “, se consume y marchita debajo de la corteza de una rústica labradora”, aunque ahora, no aparezca ni como tal.Ahora parece el muestrario de un buhonero, llena de lentejuelas doradas. Y ni a Sancho, ni a don Quijote les extraña este detalle.
Le ruega que se dé en esas carnazas para que pueda recuperar su belleza. Y si no lo hace por ella, por Dulcinea, que lo haga por su amo, que tiene el alma en la garganta, pobre.
Don Quijote, tentándose la garganta, se vuelve al duque le manifiesta que Dulcinea dice verdad, que lleva “el alma atravesada en la garganta”.
Mi señora, la duquesa, pregunta a Sancho, el cual insiste en su “abernuncio”. Mi señor le indica que ha de decir “abrenuncio”, mas Sancho no está para letras, que tres mil trescientos azotes deben escocer y amargar lo suyo.
Luego recrimina a la presunta Dulcinea, eso no son formas de pedir. Si le hubiera ofrecido algún detallito, tal vez un canasto de ropa blanca. Este hombre es una máquina de ensartar refranes: que si las dádivas, las peñas, un asno cargado de oro, un toma, dos te daré…
A continuación arremete contra su amo, que le doblará los azotes, a todo un gobernador. Que aprenda a rogar, que esas no son maneras. El escudero reventando de pena por su sayo roto y vienen a pedirle que se dé miles de azotes.
(Continúa)
Mi señor, el duque, le indica que si no se ablanda como una breva, no será gobernador. Que mi señor no puede enviar a un gobernador cruel y pedernalino, para sus insulanos. ¿Insulanos? ¿Qué es eso de la ínsula? Que yo sepa, tiene posesiones en el reino de Castilla y en el de Aragón, pero yo no sé de ninguna ínsula. Así que elija: o se azota o es azotado.
¿No le darán dos días para pensarlo? No, ha de decidirlo aquí y ahora. Dulcinea volverá a la cueva de Montesinos o será conducida a los Elíseos Campos, donde esperará a que las posaderas de Sancho reciban el azote número tres mil trescientos. Rústica o dama, de él depende.
Mi señora aguanta la risa y anima a Sancho con un “ea”. Que sea agradecido al pan que ha comido y dé el sí a la azotaina.
Luego, me pregunta el escudero. No olviden que soy Merlín. Me pone en un aprieto, que si el diablo correo dio a su amo un recado del señor Montesinos; diciendo que esperase aquí, donde daría orden de desencantar a la señora Dulcinea del Toboso. Me señala que no han visto a Montesinos.
Le digo que el Diablo es mentiroso, que yo le envié en busca de su amo; pero no de parte de Montesinos sino mía.Montesinos está en su cueva intentando desencantarse, que ya tiene bastante con lo suyo y con Durandarte.
Le insto a que dé el sí. Como si fuera un sacerdote, le digo que la disciplina será buena para su alma. Como si fuera médico, suelo escuchar al que visita a los señores duques, le digo que es de complexión sanguínea y no le vendrá mal perder sangre. Sancho me contesta, con sorna, que hasta los encantadores son médicos.No es tan tonto.
Al final, se ablanda y manifiesta estar contento de darse los tres mil trescientos, con la condición de dárselos cada y cuando quisiere. Él saldará la deuda lo más presto que le sea posible, para que el mundo goce la hermosura de Dulcinea. Él pensaba que no era bella, pero resulta que sí lo es.
El duque y la duquesa se miran y sonríen. La que tienen preparada, cuando el diablo no tiene nada qué hacer, con el rabo spanta las moscas. Esto de los refranes se contagia.
Sancho está por poner condiciones y las pone. No está obligado a sacarse sangre y si hay azotes de mosqueo, también cuentan.
Y como yo, que soy Merlín, lo sé todo; he de contar los azotes y avisar de los que faltan o sobran.
Yo, con mi ciencia zoroástrica, le informo de que llegando al cabal número, quedará Dulcinea desencantada. No habrá sobras Y Sancho recibirá la visita agradecida de Dulcinea, en su prístino estado. Merlín no engaña.
El escudero acepta la penitencia, con las condiciones señaladas. Suenan las chirimías, se disparan arcabuces y don Quijote se cuelga del cuello de Sancho y le da mil besos, en frente y mejillas.
¡Qué contentos mis señores y todos los presentes! El carro camina y la Dulcinea argentada inclina la cabeza a los duques y hace la reverencia al de la descomunal zurra.
Viene el alba, volvemos todos al castillo. Cielo claro, aire limpio, luz serena. Mañana será un buen día. Merlín está cansado y no se fija en florecillas, ni en arroyos.
Un abrazo a todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Un análisis interesantísimo de un capítulo con el que he disfrutado (literariamente)
Sancho me sorprende continuamente y creo que este libro sin este personaje (y lo que desarrolla) sería un tostonazo
El último párrafo es sobrecogedor, después de mostrarnos la brutalidad de la escena, amanece, como todos los días.
¡Cómo teje Cervantes! lo mismo aparece un extraterrestre que lo introducirá con éxito en la trama.
Un capítulo que me ha resultado muy divertido, sobre todo cuando Sancho se niega a darse los azotes y comenta que se los de don Quijote.
Y cómo comenta Pedro, sin quererlo los Duques el viejo Sancho tendrá "pillado" a don Quijote, ya veremos´la forma en que se desarrolla la nueva relación.
AAaagggggghhhhhh......se me ha ido al comentario que tenía escrito al traste
Decía que me parece muy cruel ese hacer burla de alguien utilizando el dolor físico.Muestra un grado de crueldad de los duques muy alto.
DQ hay ocasiones en las que sale a defender a Sancho sin pensárselo, pero aquí, con tal de ver desencantada a Dulcinea, no sólo accede a que Sancho reciba los azotes, sino que está dispuesto a ser él mismo quien se los de.
¿En qué medida es real el cariño que DQ siente por su escudero?
Al final está claro que "tiran mas dos tetas que dos carretas"
Besos
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