Este breve capítulo es un intermedio teatral con chiste sobre las dueñas. Ya hemos anotado, en varias ocasiones, los recursos inspirados en la escena que hallamos en el Quijote.
La disposición técnica es sencilla pero eficaz: para dar lugar a que entre la Dueña Dolorida y aumentar la intriga del lector, se aprovecha el tiempo de espera comentando lo que acaba de suceder. Sancho, al que hemos visto en varias ocasiones ocupar el papel del gracioso de la comedia barroca, es el encargado de esa cuestión, con lo que se consigue un múltiple efecto paródico: Sancho reduce a realidad lo que en sí mismo era parodia de una parodia. Todo un alarde de ingenio narrativo que no se percibe y, por lo tanto, no estorba. Tan a pecho la ejerce (entre otras cosas, porque teme que la Dueña demande ayuda a don Quijote y eso retrase el ejercicio de su cargo de gobernador, que tan interesadamente anhela) que, incluso, se permite hablar cuando no le corresponde, aconsejando a los Duques sobre la mejor forma de recibir a la Condesa, como experto en cortesías:
-Por lo que tiene de condesa -respondió Sancho, antes que el duque respondiese-, bien estoy en que vuestras grandezas salgan a recebirla; pero por lo de dueña, soy de parecer que no se muevan un paso.
De darle la réplica se encarga, de nuevo, la dueña Rodríguez, que sale en defensa de su oficio. También don Quijote, pero parece que nadie le haga caso quizá porque no interesa en ese momento si hay diferencias entre las dueñas reales y las literarias o si había dueñas o no en el mundo caballeresco. El diálogo se enreda en una divertida sátira sobre las dueñas (muy frecuente en los inicios del siglo XVII), con algunas claves que hoy se pueden escapar al lector.
Las dueñas ejercían una labor que ya ha desaparecido. Su presencia era tan habitual y necesaria en las familias de la nobleza y las de la alta burguesía que se convirtieron en un personaje literario sometido a todo tipo de burlas. Muchas de ellas, como en el texto, son chistes sexuales ("que en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno"): de ahí la ironía sobre su condición o no de doncellas. Pensemos que, inicialmente y por definición, son viudas y, por lo tanto, no doncellas: y no siempre viejas, aunque las dueñas viejas den más juego literario. También en la pintura barroca. Comparten, en gran medida, las alusiones generales sobre las viudas que encontramos en el folclore y las obras literarias.
-Por lo que tiene de condesa -respondió Sancho, antes que el duque respondiese-, bien estoy en que vuestras grandezas salgan a recebirla; pero por lo de dueña, soy de parecer que no se muevan un paso.
De darle la réplica se encarga, de nuevo, la dueña Rodríguez, que sale en defensa de su oficio. También don Quijote, pero parece que nadie le haga caso quizá porque no interesa en ese momento si hay diferencias entre las dueñas reales y las literarias o si había dueñas o no en el mundo caballeresco. El diálogo se enreda en una divertida sátira sobre las dueñas (muy frecuente en los inicios del siglo XVII), con algunas claves que hoy se pueden escapar al lector.
Las dueñas ejercían una labor que ya ha desaparecido. Su presencia era tan habitual y necesaria en las familias de la nobleza y las de la alta burguesía que se convirtieron en un personaje literario sometido a todo tipo de burlas. Muchas de ellas, como en el texto, son chistes sexuales ("que en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno"): de ahí la ironía sobre su condición o no de doncellas. Pensemos que, inicialmente y por definición, son viudas y, por lo tanto, no doncellas: y no siempre viejas, aunque las dueñas viejas den más juego literario. También en la pintura barroca. Comparten, en gran medida, las alusiones generales sobre las viudas que encontramos en el folclore y las obras literarias.
Hemos de pensar, además, que eran conocedoras de la intimidad de las familias con las que vivían y, en especial, de las jóvenes a las que guardaban y, en general, de todas las mujeres de la casa. Este hecho, en el imaginario colectivo y en la educación sentimental de la época, despertó las esperables alusiones a la sexualidad.
Sancho -personaje popular en sí mismo- las tenía tanta ojeriza como trasmiten todas estas alusiones satíricas: ya lo vimos desde su primer enfrentamiento con la dueña Rodríguez.
Veremos qué sucede con la Dueña Dolorida y cómo la reciben los Duques el próximo jueves, en el comentario del capítulo XXXVIII, porque en éste, a pesar de su título, no se nos ha dicho nada al respecto.
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CAPÍTULO 2. 37
Jornada de descanso para los corredores participantes en La Vuelta Literaria a Don Quijote de la Mancha, justo a la mitad de la segunda parte, cuando las etapas por consumir cansan lo mismo que las ya andadas. Los comentaristas dedican su tiempo, en esta jornada con menos trabajo, a estirar el músculo para que no se atrofie y afrontar las próximas jornadas de alta montaña con garantías. Algunos, los más aplicados, llenarán las horas de ocio echando un ojo a la siguiente etapa para así evitar que las neuronas se acomoden.
La clausura del capítulo anterior nos dejó con DQ ofreciendo su ejercicio de Caballero Andante a los necesitados de la fuerza de su brazo y determinación de su espíritu indomable. Orgulloso de su labor social y humanitaria, le habría gustado que el grave eclesiástico, que tanto le denostó y que terminó por ahuecar el ala, hubiera sido testigo de la plena vigencia de su profesión, lo cual colmaba las expectativas de los duques que observaban con complacencia la evolución de su farsa.
La atención se centra en S que, sin encomendarse a Dios ni al diablo, lanza un ataque contra las dueñas de las casas nobles, receloso de que la anunciada Dueña Dolorida suponga “algún tropiezo a la promesa de mi gobierno”. S piensa que si su amo tiene que ir al Reino de Candaya a socorrer necesitados, su obligación es seguirle con lo que ello supone de retraso en su ambición de ser proclamado gobernador. DQ le advierte de que no todas las dueñas son iguales. Él las clasifica; ésta es condesa y debe servir en casas de reinas o emperatrices y, a su vez, tener dueñas a su servicio.
A continuación interviene la dueña Rodríguez para corroborar la opinión de DQ y añadir que, a pesar de las ventajas de las antiguas y doncellas sobre las viudas como ella, quien las critique puede seguir haciéndolo: “quien a nosotras trasquiló, las tijeras le quedaron en la mano”. Continúa su intervención para responder a S, a quien manda a galeras, está convencida de que los escuderos “duendes de las antesalas” son enemigos suyos, de la misma forma que sus ropas esconden igual un muladar que la virtud.
El tiempo dará y quitará razones – concluye la duquesa – en asuntos de dueñas. Al escudero estos asuntos de dueñas le aburren, él ya piensa en asuntos de más entidad , temas de gobernador. Se permite el lujo de aconsejar a los duques que reciban a la dueña que esperaba a la puerta el resultado de la embajada de Trifaldín, que la reciban en tanto condesa pero que no den un paso en cuanto dueña, intervención que se gana la reprimenda de DQ.
El ritmo marcado por los mismos tambores y la música triste de la flauta que acompañaron al grandón de la barba blanca, da por finalizado un capítulo de transición con S, perejil de todas las salsas, y una anunciada condesa Trifaldi cuya entrada en escena se hace rogar.
Saludo a vuestras mercedes. Soy el mayordomo de los señores duques, aquel que hizo de Merlín ¿recuerdan? El capítulo anterior terminó con una comitiva negra y triste, tocando melancólicos instrumentos. Tras ella venía Trifaldín, el escudero de la condesa Trifaldi, el cual expone los deseos de su señora. Elegí a Trifaldín entre los numerosos criados con que cuenta este palacio ducal. Buena memoria, pronuncia bien un discurso, mantiene el semblante grave y no estalla de risa. Creo que, en su mocedad, sirvió de cómico en una compañía ambulante; aunque no lo reconoce, dada la mala reputación que conlleva haber trabajado en la farándula. No es el único…
Tras oírlo, Don Quijote está radiante: la condesa Trifaldi, también llamada Dueña Dolorida, viene a pie y en ayunas, nada menos que desde el lejanísimo Candaya. Solicita audiencia con nuestro caballero, ha de exponer sus cuitas y recibir la pertinente ayuda de su fortísimo brazo. Que pase, que pase la cuitada.
Y clama por la presencia de aquel “grave eclesiástico”, el que demostró tanta ojeriza a los caballeros andantes, para que vea si son necesarios en el mundo. Menudo rapapolvo le echó, yo lo vi…las cortinas son mis aliados.
Don Quijote reacciona tal y como los duques esperan. En extremo, se huelgan los duques; como niños que se regocijan tirando del hilo que mueve al títere. El títere puede acabar machacado…
Tras lo de Trifaldín, he de esconderme para vestirme de Dueña Dolorida. Me pongo rápidamente los monjiles ropajes, la triple falda y la toca blanca. Mas, antes de incorporarme a la comitiva, tengo tiempo de escuchar, escondido tras un frondoso arbusto, los razonamientos del escudero con los duques. Cuando no hay cortinas, me sirvo de la vegetación.
Sancho va a su avío. Tiene muy mala opinión de las dueñas y podría ser que la cuitada dueña estorbara su ansiado gobierno insular. Y el gran mentecato se pone a hablarnos de un boticario toledano, el cual hablaba como un jilguero. ¿Piaba, hablaba “polido” o era un correveidile? El escudero le oyó decir un día que “donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena”. Y si todas son enfadosas e impertinentes... ¿cómo serán las que, además, están doloridas? ¡No habrá quién las soporte!
El escudero es algo malicioso. Llama a la condesa Tres Faldas o Tres Colas para dejar caer eso de que “en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno”.
Don Quijote le manda callar, la de las “lueñes tierras” no es de esas del boticario toledano. Le explica que, al ser condesa, tiene dueñas “señorísimas” que a su vez son servidas por dueñas. Y estas dueñas menores serán servidas por otras inferiores y, así, se establecerá una jerarquía dueñil.
Parece que viene alguien. ¡Es doña Rodríguez! Está furiosa. Me dice:
¡Alto ahí! Cállese, que no voy a permitir que cuente lo mío un mayordomo farandulero. Estoy presente cuando ese majagranzas de escudero habla mal de las de mi condición, incluso da a entender que somos de costumbres lujuriosas, que si colas y faldas…Procuro tener control sobre mí misma y, con mucha serenidad, le indico que hay dueñas, por aquí, que pudieran ser condesas si la fortuna hubiera querido…mas no quiso. Defiendo a mis compañeras dueñas, que nadie diga mal de ellas. Y si son doncellas y antiguas, merecen más respeto; aunque yo no sea de esa condición, que mi doncellez queda ya muy lejos. Cuando reinaba nuestro augusto emperador Carolo , en nombre de su augusta madre, doña Juana.
“Quien a nosotros trasquiló, las tijeras le quedan en la mano”, sentencio. Y este escudero, tan amigo de refranes, lo agarra para manifestar que hay mucho que trasquilar en las dueñas y mejor es no menar ese arroz, aunque se pegue. ¡Cómo encaja refranes el villano!
Le respondo que los escuderos siempre son enemigos nuestros. Son los “duendes de las antesalas “que suelen estar ociosos y se dedican a enterrar nuestra fama. A galeras les mandaba yo, que aunque les moleste, tenemos nuestro sitio en el mundo, aunque no muy confortable.” No hay virtud que no se encierre en una dueña”, puedo demostrarlo.
Mi señora, la duquesa, sale en mi defensa. Reconoce que tengo mucha razón, pero me dice que conviene esperar, antes de defenderme a mí misma y a mis compañeras. Ya veo que limpiar la mala fama de las dueñas, aunque sea ante el desconocido boticario y el escudero gobernador, no es prioritario para esta altísima señora. Lo que corresponde al momento actual, es reírse a costa de este resucitado caballero andante, como recién salido de sus librotes caballerescos. Dejemos a la criatura con sus juguetes…
Sancho replica que ahora, con sus humos de gobernador, las dueñas le importan un cabrahígo. Eso es cosa de escuderos. Hasta aquí, mi participación en este capítulo, así que me voy. Quédense con Dios.
La dueña Rodríguez desaparece y yo he de vestirme rápidamente, que suenan los pífaros y los tambores. La dueña Dolorida va a entrar y soy imprescindible.
Mientras lucho con las tres faldas y la toca, oigo hablar a los duques. La señora pregunta al señor si han de recibirla, puesto que es condesa y principal. Sancho da su opinión, que nadie le ha solicitado: hay que recibirla como condesa, que no como condesa.
Don Quijote, irritado, le pregunta quién le mete en esto, a lo que Sancho contesta que lo hace por cortesía, la misma que aprendió en su compañía.
El duque da la razón al rústico y opina que , al ver a la condesa, tantearán la cortesía que se le debe.
Suenan los tambores y pífaros, me ajusto la toca y me incorporo a la comitiva.
Un abrazo de María Ángeles Merino
Capitulo 2.37. A pesar de las últimas vicisitudes por las que he atravesado en mi blog, me resulta imposible abandonar este lindo y acogedor grupo de amigos que semana a semana estudia y comenta a nuestro querido Quijote, dirigido por nuestro amigo y maestro Pedro Ojeda. Aquí estoy agusto, en muy buena e ilustre compañía. Por si fuera poco, ahora estamos en lo mejor de la novela, y estos duques, que sin cesar se mofan de nuestros héroes, me caen “tan bien” (especialmente ella, ¡gggrrr!) que tengo una especie de extraño “síndrome de Estocolmo”: no puedo vivir sin este par de chorizos de cantimpalo, de modo que Cornelivs seguirá persiguiéndolos al sol y a la sombra.
Bueno, veamos. Comienza este capitulo contándonos Cervantes que los duques, genuinos estúpidos y bellacos redomados, “se holgaban en extremo” de ver que su burla les estaba saliendo tan bien y que D. Quijote y Sancho tragaban el anzuelo. Muy propio.
Este capítulo introduce un breve paréntesis en la aventura de la Condesa Trifaldi. Recordemos que hace poquito Sancho y la dueña doña Rodríguez de Grijalba se enojaron, pues el escudero le pidió a la dueña que cuidara de su alhaja: su borrico, la llamó vieja, y ella le respondió a Sancho diciéndole lindezas como “hijo de puta, bellaco, harto de ajos”. El caso es que les tenía bastante manía a las dueñas.
Pero vamos a ver, ¿de donde viene esta ojeriza entre dueñas y escuderos?
(http://www.cesfelipesegundo.com/revista/Articulos2003/Articulo9.htm)
Me he documentado un poco en el enlace que os acabo de transcribir, y resulta que por dueñas se entendía comúnmente a “aquellas mujeres viudas y de respeto que se tenían en Palacio y en las casas de los señores para autoridad de las antesalas y guarda de las demás criadas”. Parece que este sentido objetivo de la palabra "dueña" se vio manipulado peyorativamente en la literatura del siglo XVII al construirse su figura en entremeses y demás modalidades cómicas; pues de una parte, se correspondía en cierto modo con la realidad social de aquella epoca en la cual las dueñas ya no eran tan respetables como antes; y de otra, por la vigencia de una tradición folclórica y literaria de denigración de mujeres viejas, que eran tenidas por viudas interesadas, "acomodadoras de criadas" o por “ancianas vanidosas”, pero todas ellas igualmente “codiciosas”, “engañosas” y, en algunos casos, verdaderas “celestinas”.
Me impregno de la histórica fantasía.
Saludos australes.
(continuación)
Yo diria que hasta “lujuriosas".
Recordemos a la dueña Dª Rodríguez (en la primera disputa que tuvo con Sancho) refiriéndose implícitamente a los atributos masculinos del rey Rodrigo, pues este Rey, enterrado vivo en una tumba llena de sapos según ella dijo -lo vimos hace poco en el capitulo 33- a los dos días se quejó desde su tumba diciendo:
“Ya me comen, ya me comen
por do mas pecado había”.
Me imagino la cara picarona de Dª Rodríguez recitando dicho poema, y la de enojo de Sancho Panza.
Y es que el bueno de nuestro Sancho es tan casto y tan puro (si le dan a elegir entre una rubia explosiva tipo Elsa Pataki o la Kim Bassinger de sus mejores años y su rucio, la cosa está clara: estoy seguro de que se queda con la alhaja de su rucio ¡que bonico…!), que estoy empezando a comprender el por qué se llevaba tan mal con estas dueñas.
Por si fuera poco, Sancho ve peligrar su gobierno.
Inmediatamente se alza y dice: “No querría yo que esta señora dueña pusiese algún tropiezo a la promesa de mi gobierno”, pues sabe que es escudero de D. Quijote, y si éste tiene que acudir a tan “lueñas” tierras a socorrer la cuita de la dueña dolorida, el escudero forzosamente ha de acompañarlo, con lo cual…¡adiós gobierno! Me cachis en la mar…tanto tiempo suspirando por su gobierno, y cuando lo tiene en sus manos se presenta ahora una maldita e inoportuna dueña que, por muy condesa que sea, no deja de ser dueña, y viene ahora a “molestar”, a reclamar a su amo, arruinándole el “negocio”.
No me extraña, en consecuencia, que Sancho desgrane y desfogue toda su ira contra las dueñas -y la madre que las parió-. A Sancho se le explica que hay dueñas y dueñas, y que la de esta aventura es condesa, con lo cual parece pertenecer a la categoría de las altas dueñas, que no es lo mismo que las dueñas de baja categoría. Pero ni por esas Sancho admite nada, y lanza una de las suyas, sin respeto ninguno a D. Quijote ni a los duques:
“Después que tengo humos de gobernador se me han quitado los váguidos de escudero y no se me da por cuantas dueñas hay un cabrahígo”.
Parece que un “cabrahigo” es una especie de higo silvestre, inferior al higo normal. Bueno, pues ni eso.
Por cierto, ¿que querrá decir Sancho con lo de higo o cabrahigo? ¡No quiero ni pensarlo, ay esas dueñas…!
Saludos…!
Este capítulo también me ha traído a la memoria la película de Maria Antonieta de Sophia Coppola por lo de las dueñas,en ella se ve a las grandes damas de la Corte que se ocupaban de la reina antes de salir de la cama y la servían en cada detalle,eran divertidas esas escenas.
Sancho está que no cabe en sí mismo con la ilusión de su nuevo cargo,ya se mueve por el ambientillo como Pedro por su casa.Abrazos
Que bueno...no tengo que ir de un blog a otro...Termino de empanar milanesas,las pongo al horno y leo.
Gracias.Besitos.Silvi.
Encantada de volver a leer un nuevo artículo de "El Quijote", y además, me alegró mucho volver a ver por aquí a nuestro amigo bloguero Cornelivs.
Un beso.
ME ENCANTA COMO DESGRANAS EL QUIJOTE, MI QUERIDO PEDRO, YA SABES QUE ES UN PLACER LEERTE SIEMPRE..
TE DEJO UN BESO, GUAPOO¡¡¡:-*
Me ha gustado mucho este capítulo tan cortito y me alegro de que CORNELIVS no nos abandone en nuestra lectura colectiva.
A ver qué pasa en el XXXVIII, me parece que el que va a salir trasquilado es Sancho... Besotes, M.
Voy siguendo, (que no interviendo) las lecturas del Quijote todos los jueves, i hoy con la inestimable y necesaria opinión de Cornelius. No esperaba menos de su magnanimidad.
Saludos.
- LA RIVALIDAD ENTRE SEMEJANTES: . Las dueñas atienden a las damas y los escuderos a los caballeros y como buenos vecinos se aborrecen
- "A TAL SEÑOR, TAL HONOR", es decir, a tal señora, tal doncella, al parecer el cuerpo de "dueñas" es muy variado, eso sí todas con la misma fama: manipuladoras, con mal genio, impertinentes y lujuriosas (?)
- Se acabó el capitulo: lo bueno si breve, corto.
El capitulo en sí, parece tan corto como lo es. Pero no por ello, deja de ser completo en su contenido, enriquecedor y lleno de unos matices necesarios para seguir el hilo de los próximos acontecimientos. Comprender la que se nos viene pasa por este capítulo.
Me ha sorprendido esa especie de batalla dialéctica donde Sancho expone sus fundadas dudas al respecto de la Dueña Dolorida mientras que Don Quijote, amparándose en la alcurnia de la misma la defiende por su nobleza. Los libros de caballería y sus enseñanzas aparecen veladamente en quien tanto la defiende.
Ambos siguen presos de la mofa y el escarnio por parte de los duques.
Sancho empieza a ejercer de gobernador con sus sentencias. Nos tiene a todos atónitos.
Un abrazo
Interesante perspectiva la de tu foto.
Pobres dueñas/viudas objeto de tanta burla. Pero supongo que las viudas estaban mejor en estos palacios del S. XVII y sujetas a burla en los Entremeces y Sainetes que en las piras funerarias de la India o en los Ashrams posteriores.
SANCHO: con sus humos de gobernador, delicioso.
Y CORNELIVGS que volvió, una alegría.
Saludos
Como ya he comentado en entradas anteriores me reservo para cuando llegue al capítulo, que he de deciros que cada vez está mas cerca ese momento.
Ayer, un mes y un día después de haber iniciado esta aventura, terminé de leer la primera parte.
Ya veis que voy acortando distancias.
Mi objetivo principal cuando me uní a la lectura era conseguir leer el Quijote y disfrutarlo.Hoy sigue siendo el mismo y hasta la fecha lo voy consiguiendo. Eso no quita que, aunque no es una prioridad alcanzaros, sí que en el fondo tengo ganas de hacerlo. A la hora de leeros, de comentar... no es lo mismo ir a una con todos que llevar un desfase de varios capítulos.
CORNELIVS, me ha alegrado ver que sigues en la brecha y, a juzgar por tu comentario, con ganas.
He visto también que has vuelto a publicar. Pronto te visito.
Abrazos para todos
Al margen de la antipatía que demuestra Sancho por doña Rodríguez, seguramente adivina la labor de las dueñas dentro de palacio,lo influyentes que pueden resultar y esto, le inquieta.
Las dueñas resultaban fundamentales en las grandes familias y no hasta hace mucho. Creo que esa mala imagen de Sancho representa la animadversión de las clases populares por ver a gente de los suyos en mejor posición social.
“la historia es émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”.Cervantes en boca de DQ.
Y Sancho no se priva de nada.“Con todo eso”, replicó Sancho, “hay tanto que trasquilar en las dueñas,según mi barbero,cuanto será mejor no menear el arroz,
aunque se pegue.”M.Buenos los comentarios. Besitos. Silvi.
Me encanta tú explicación Pedro, como siempre. No sabía que las dueñas dieran tanto juego literario. Hoy y no es mi costumbre no haré ningún comentario sobre el capítulo, tú lo has dejado muy claro.
Me gusta mucho el juego narrativo de volver hacia la realidad la parodia de una parodia.
Me encantó también el comentario de Jan Puerta, Sancho empieza a despuntar con sus puntos de vista, sus sentencias, qué cierto: nos tiene a todos perplejos.
Besazos.
Sigo aquí con la lectura... Simplemente, aprendo.
Un fuerte abrazo.
Corrijo:
Donde dice " hay que recibirla como condesa, que no como condesa", debe decir " hay que recibirla como condesa, que no como dueña".
Feliz fin de semana
Pedro:
Yo ya sabia quien era la "dueña de la casa", ante quien no se puede rechistar.
Ahora aprendo las acepciones y funciones que tienen las otras dueñas. Me he "adueñado" del mensaje y contenido que trasmite esta entrada tuya de hoy; y, .........si nada lo remedia, publicare la semana que viene en oferta, 2 cap. X 1 entrada ("semamontonao" la faena esta semana, por lo que pido publicas disculpas).
Recibid un abrazo todos
PD: ¿Visteis que rejuvenecido he quedado con el balsamo de Fierabras??
:D :D Antonio, no seas tan avaricioso y distribuye dicho elixir.
Dueña, alcahueta, ama de llaves, gobernanta, madastrona, meticona...
a falta de pensión de viudedad hágase usté dueña...
creo que Alatriste dio en el clavo
Capítulo breve donde los haya. Para cuando lo empiezas a leer ya lo has acabado.
Sancho está temeroso de lo que pueda pasar con la llegada de la condesa Trifaldi, no por su condición de condesa sino por la de dueña, porque ya lo decía su boticario: donde intervienen dueñas, no puede suceder cosa buena. Además ya tuvo un encontronazo con doña Rodríguez nada mas llegar a "la casa de placer".
Ya veremos que pasa.
Besos
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