La Duquesa quiere saber más sobre las razones que le llevaron a Sancho a mentir a su amo cuando le encargó llevar una carta a Dulcinea y el escudero cae en la evidente trampa: es parte de su carácter la falta de prudencia al hablar y, además, la Duquesa se ha ganado su confianza.
A pesar de que la sala está llena de mujeres (entre ellas la dueña doña Rodríguez, que vuelve a intervenir de acuerdo a su personalidad) que le escuchan de forma atenta y pueden repetir lo que diga y de que sabe que todo lo que piensa o dice, acaba convirtiéndose en letra impresa, tras comprobar que nadie le puede oir a la manera en la que sucede en la escena teatral, confiesa que siempre ha tenido a su amo por loco rematado y que por ello le fue fácil fabricar el engaño. De esta confesión salta a otra, que resulta más interesante para la Duquesa: el encantamiento de Dulcinea a las afueras de El Toboso y todo lo que sucedió en la cueva de Montesinos. Esta información resulta muy valiosa para la Duquesa, no sólo para entretenerse en ese momento, haciéndole creer a Sancho que el encantamiento en verdad sucedió y que por lo tanto él no se inventó nada, sino también para usarla en la burla siguiente contra don Quijote y Sancho, con lo que el encantamiento de Dulcinea tendrá relevancia como hilo temático de toda la segunda parte.
esta fue mi suerte, y ésta mi malandanza; no puedo más, seguirle tengo: somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy fiel; y así, es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y azadón.
He aquí cómo un simple con buen corazón queda muy por encima de una Duquesa divertida. Esto no quiere decir que Sancho deje de ser un socarrón en cuanto la oportunidad se preste a ello, como vuelve a suceder en el diálogo sobre su asno.
Veremos qué puede hacer la Duquesa con toda la información que le ha sacado a Sancho. Continuamos el próximo jueves, con el comentario del capítulo XXXIV.
28 comentarios:
CAPÍTULO 2. 33
Después de haber comido, sin perder tiempo en ceremonias como su amo había hecho para sentarse a la mesa de los duques, se sentó S en una silla baja “de gobernador” (las altas con respaldo ya estaban reservadas para la duquesa y sus sirvientas), para hablar como un escudero hablador a un público abundante de doncellas.
Directa al grano la duquesa, le inquiere acerca de Dulcinea; Cómo osó imaginar una dama de tal altanería cribando un costal de trigo. Levantando doseles al caminar por la habitación S le confiesa que DQ está loco de remate, como tal, se cree todo lo que se le viene al magín. La duquesa, que le “anda brincando un escrúpulo en el alma” le repone que si DQ es tonto, su escudero que “le sirve y le sigue y va atenido a las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo”, no merece ínsulas pues “el que no sabe gobernarse a sí, ¿cómo sabrá gobernar a otros?”
La mención de la ínsula son banderillas de fuego en la espalda de S que le da la razón. Siguiéndole el hilo al crepúsculo debería haberlo abandonado hace tiempo. Si no lo ha hecho, es porque “somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy fiel; y así, es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y azadón.”Se despacha con una sucesión de refranes y proverbios ensartados en un orden anárquico que nadie como S sabe cómo hacer y que son una delicia para su valedora y todos los lectores. Me quedo con este sobre la certeza del final: “…no ocupa más pies de tierra el cuerpo del Papa que el del sacristán…”
Intervienen ambas escuchantes, la Dueña Rodríguez y la duquesa, la primera a la mención de la verosimilitud de los romances con una observación que provoca la risa, ya no disimulada, de la segunda que le confirma el gobierno de la ínsula: un caballero como su marido no puede echarse atrás en su promesa. La Duquesa le aconseja que una vez gobernador, mire por sus vasallos, que todos son leales. S le contesta que los buenos tendrán mano y concavidad, pero los malos ni pie ni entrada tendrán.
Como de la entrevista con DQ no había quedado convencida, vuelve al asunto del encantamiento de D, esta vez con S. Razona que S podría pasar de engañador a engañado por acción de los encantadores. Poco podría extrañar que la viéramos por aquí en cuerpo y alma. S asiente a la duquesa, añade que él no dijo lo de D por malicia sino por librarse de la regañina de su amo: su magín no le da para tanta invención.
A continuación, la duquesa se interesa el mundo subterráneo de la Cueva de Montesinos. Ella deduce, por el relato de S, que los encantadores malvados truecan la realidad a conveniencia, no hay modelo lógico. Ello no le importa mucho a S, harto de estar en boca de su amo si vio o no vio a D en persona, él ya está en una posición de merecer respeto, para algo tiene que servir estar en la estampa; es por ello que se merece la ínsula prometida. ( S no pierde ocasión de preguntar “¿Qué hay de lo mío?)
Una vez que la noble dama promete estudio de la propuesta, no se le olvida recordarle a su burro “lumbre de sus ojos”, ella lo tratará como la niña de los suyos. A punto estuvo de liarse de nuevo la gresca con la Dueña Rodríguez si no es por la intervención de la duquesa que los apacigua.
Mientras S se retira a intentar aprovechar un rato de la siesta de cuatro o cinco horas de su amo, los duques traman más burlas que encajen en los Libros de Caballería y a S en el gobierno de la ínsula, algo grandioso que ya se nos anuncia para los próximos episodios.
El maestro siempre es el maestro, y ese eres tu, amigo Pedro.
Insuperable tu comentario, como siempre.
Un enorme abrazo, amigo.
¡Qué linda sorpresa escuhar tu voz de tenor! ¡Un avance tecnológico más! ¡Mil Gracias!
El diálogo de Sancho con la duquesa es extraordinario. Como ella lo envuelve con lo del encantamiento y como Sancho responde con la frase que citas, y la supera.
A pesar de que Sancho es socarrón, etc, y trató de manipular a DQ anteriormente (2,10) él lo quiere y lo demuestra con la ternura expresada en esas frases.
A propó te cuento que colgaré mi aporte que trata justo de las manipulaciones de Sancho divido en tres partes mañana viernes, el sábado y el domingo...... Así que en mi blog se vestirá de "El Quijote" todo el fin de semana.
Besos y saludos a todos los compañeros.
Así que mi blog se vestirá. Dice, Vale.
"Y si vuestra altanería no quisiere que se me dé el prometido gobierno, de menos me hizo Dios, y podría ser que el no dármele redundase en pro de mi conciencia; que, maguera tonto, se me entiende aquel refrán de por su mal le nacieron alas a la hormiga; y aun podría ser que se fuese más aína Sancho escudero al cielo que no Sancho gobernador. Tan buen pan hacen aquí como en Francia, y de noche todos los gatos son pardos, y asaz de desdichada es la persona que a las dos de la tarde no se ha desayunado; y no hay estomago que sea un palmo mayor que otro, el cual se puede llenar, como suele decirse, de paja y de heno, y las avecitas del campo tienen a Dios por su proveedor y despensero; y más calientan cuatro varas de paño de Cuenca que otras cuatro de limiste de Segovia; y al dejar este mundo y meternos la tierra adentro, por tan estrecha senda va el príncipe como el jornalero, y no ocupa más pies de tierra el cuerpo del papa que el del sacristán, aunque sea más alto el uno que el otro; que al entrar en el hoyo todos nos ajustamos y encogemos, o nos hacen ajustar y encoger, mal que nos pese, y a buenas noches; y torno a decir que si vuestra señoría no me quisiere dar la ínsula por tonto, yo sabré no dárseme nada por discreto; y yo he oído decir que detrás de la cruz está el diablo, y que no es oro todo lo que reluce; y que de entre los bueyes, arados y coyundas sacaron al labrador Bamba para ser rey de España, y de entre los brocados, pasatiempos y riquezas sacaron a Rodrigo para ser comido de culebras, si es que las trovas de los romances antiguos no mienten".
Aquí se ve la calidad para enganchar refranes a su discurso.
Que honor… el poder escuchar tu voz… realmente fue una sorpresa. Gracias. Besitos. Silvi.
Pd. Myr… tu blog no me dejar mensaje. Hace varios día que llevo intentado. Besitos.
Myr ... perdón, lease: "tu blog no me permite dejar mensaje.Este dolor de cabeza, me esta matando. Besos.Silvi.
Bueno, bueno, cada dia haces más virguerías... ahora ¡con voz! y, por cierto, ¿qué es eso de Twitter?
Sobre este capítulo, tu lo has resumido excelentemente. Sancho admite que se inventó lo de Dulcinea porque "...yo tengo a mi señor Don Quijote por loco rematado...a mi se me ha asentado que es un mentecato". Hablan del futuro gobierno "Y si vuestra altanería no quisiere que se me dé el prometido gobierno, de menos me hizo Dios...". La sarta de refranes es muy graciosa. Hablan de la muerte "...y al dejar este mundo y meternos tierra adentro por tan estrecha senda va el príncipe como el jornalero..." Insiste en que se le dé el gobierno "...que yo he visto ir más de dos asnos a los gobiernos, y que llevase yo el mío no sería cosa nueva." La duquesa sigue riéndose y burlándose (la muy facinerosa...).
Seguiremos con el XXXIV. Besotes Sanchopanzinos, M.
Sancho fue un liante; y ahora al intentar liarle...se crece y consigue enredar (su personalidad) aún más, con el hilo cada vez más enredado por el laberinto: ¿quien nos lo desenredará?, el buen desenredador que lo desenrede; para eso ya tenemos aquí a nuestro profesor Pedro.
Por cierto, el audio me recordó el sermón de la montaña predicado por nuestro páter desde el púlpito (años 75-76).
Perfecta voz para hacer de Zaratustra.
Mañana escribo...
Una fiel seguidora de la lectura quijotesca.
Un abrazo
Mira, ya conozco tu voz, ¿será harto frecuente en próximas entradas?
Con respecto al capítulo de hoy, destaco la sinceridad de Sancho al confesar lo que realmente piensa de don Quijote, algo que ya sabíamos parcialmente, pero que ahora es muy claro. Veremos cómo se desenvuelve nuestro amigo en próximos capítulos.
Saludos
hola buen mozo como estas? ..hace bastante que le perdi el hilo a la lectura...con esto de que solo tenemos dos horas de internet me ha cortado muchas cosas pero ahora tengo mas tiempo para publicar y visitar gracias al internet movil que adquiri hace poco....
besines y que tengas un tranquilo fondesemana
:)sau
¡Pido yo al Cielo, Señor Ojeda, gozar algún día de la simplicidad de Sancho!, para con tan malas cartas sobre la mesa, ganar tan bien la mano a la que pasa por conocerlo todo, tenerlo todo y controlarlo todo.
También y si no es pedir demasiado me consuelo en pensar, que no fue idealización Cervantina y que ya en el siglo XVII teníamos el estamento social más bajo, con razones tan rotundas y más clase que las clases más altas. Reclamo para nuestros hijos en el siglo XXI iguales mañanas pero distinto destino frente a los poderosos.
Sentenciaba Sancho, lo que hoy día yo sentencio, que he visto ir más de dos asnos a los gobiernos y nada en mi errada pezuña resultaría más burro que lo que ya he vivido, aún así soy consciente que mi futuro pasa por que me obliguen a montar a Clavileño.
Suyo, Z+-----
como debe ser, claro que sí, al final el corazón siempre tiene las de ganar.
y que decir tiene que me siento solidaria con Sancho, es que a pesar de todo, hace méritos para que se le quiera.
biquiños,
Está claro que el maestro Pedro a medida que avanzamos en la lectura, también se supera asi mismo (ahora con voz en off).
¿Para cuando en 3D?.
Dos mensajes destacados de esta lectura: La perfidia de la duquesa y la lealtad y nobleza de Sancho.
Esperemos então po aquilo que a Duquesa fará...
Besos, Pedrinho
Yo, como estoy recién incorporada a esta aventura, casi me voy a reservar la lectura de estas entradas para cuando llegue a cada capítulo.
Saludos a todos.
Participar desde el ordenador de tu casa en una lectura colectiva de El Quijote está bien, pero que Pedro Ojeda te lea El Quijote desde la suya, es TOTAL
No puedo dejar de insistir... siempre aprendo al venir.
Gracias.
Una vez que ya Sancho es arrastrado por el bando femenino con oscuros subterfugios, o tal vez, con aliños sin marca registrada, la duquesa le hace sentar a su vera en una silla “baja”. A partir de aquí es donde dice Cide Hamete que empieza la sabrosa plática entre ellos “digna de que se lea y de que se note” (que estemos atentos al mínimo detalle). Pero la alta señora lo que pretende es tirarle de la lengua a Sancho y divertirse a su costa. Desde ya, lo eleva de condición social, tratándolo desde este momento de gobernador. O sea, le alimenta el ego, ahora es una autoridad como ella misma: Sancho no se resistirá a las “encantadoras” preguntas de la duquesa; la siesta puede esperar.
De sopetón, le espeta “la duque” a Sancho que si olvidó la epístola de su amo para Dulcinea, en Sierra Morena, por qué diantres engañó a su señor y le retornó la respuesta de que estaba ahechando trigo y bla bla. Ante tamaña acusación, el pobre de Sancho . . .:” A estas razones, sin responder con alguna, se levantó Sancho de la silla, y, con pasos quedos, el cuerpo agobiado y el dedo puesto sobre los labios, anduvo por toda la sala levantando los doseles; y luego, esto hecho, se volvió a sentar...” Y contestó a la “duque” que él tenía a su amo por loco rematado, aunque a veces hable con cierta cordura. La alta dama contra ataca ahora a Sancho con toda su artillería pesada, estableciendo una relación causa-efecto: «Pues don Quijote de la Mancha es loco, menguado y mentecato, y Sancho Panza su escudero lo conoce, y, con todo eso, le sirve y le sigue y va atenido a las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo; y, siendo esto así, como lo es, mal contado te será, señora duquesa, si al tal Sancho Panza le das ínsula que gobierne, porque el que no sabe gobernarse a sí, ¿cómo sabrá gobernar a otros?»
El bueno de Sancho añade resignado estas preciosas palabras:” Pero ésta fue mi suerte, y ésta mi malandanza; no puedo más, seguirle tengo: somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, diome sus pollinos, y, sobre todo, yo soy fiel; y así, es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y azadón.” Toda una declaración de amor y fidelidad hasta la muerte son estas palabras de Sancho. Nada que ver con las que se dedican los novios delante del cura cuando se casan, aunque hueramente pronuncien también lo de “hasta que la muerte nos separe”. Porque Sancho está dispuesto a mucho más: a coger incluso la pala y el azadón cuando su señor “casque la cebolleta”.
Luego, con diversos sofismas y torcidos razonamientos, convence “la duque” a Sancho de que él no ha mentido a su amo en cuanto a lo de Dulcinea encantada en fea y chata labriega, que verdaderamente el encantamiento era real como la vida misma. Aprueba el escudero la nueva hipótesis porque, además, dios que todo lo sabe dilucidará el día del juicio final quien, como él, hizo bien y quién hizo mal.
Manda “la duque” a Sancho, harta de tomarle el pelo, a que sestee un rato para que a la hora de la cena esté lúcido y fresco para ser carne de burla de nuevo. Acepta encantado nuestro amigo, pero le recuerda que dé buena cuenta de su rucio, “que no le falte de na”, que el asno era la lumbre de sus ojos.
Intentarè, si el tiempo me lo permite, dedicar unas palabras a "El pensamiento de El Quijote visto por un abogado". Libro escrito por mi paisano Niceto Alcala Zamora y Torres, entre otros cargos ocupò el de primer Presidente de la Segunda Repùblica made in spain.
A ver si puedo, en el revulsivo. Si no, el lunes.
Decía que este capítulo me había producido un sentimiento raro de explicar y creía que era amargura, pero no, es desasosiego e incomodidad.
¡Otra vez la dueña Rodríguez! A ver qué me dice esta vez.
Saludo a vuestra merced y le cuento…que el limbo de los secundarios es muy aburrido y tengo ganas de hablar.
Mi señora, la duquesa se ha vuelto tan mentecata como esta pareja, doctorada ciertamente en mentecatería; la cual tiene a bien honrarnos con su presencia, en este señorial palacio. Hablo, ya me entienden vuestras mercedes, del que se hace llamar don Quijote, al cual, por orden de mi señor, hay que tratarle como a un antiguo caballero andante, tal y como lo cuentan esos librotes que merecían ser quemados. Y hablo de su escudero, ese ignorante que tuvo la osadía de ordenarme a mí, una Rodríguez de Grijalva, que cuidara de su sucio asno.
Me quedo de piedra cuando le oigo decir, dirigiéndose al llamado Sancho Panza, que “si no tenía mucha gana de dormir” , viniese a pasar la tarde con ella y con sus doncellas en una muy fresca sala”. Y el osado labriego responde que, privándose de sus cinco horas de siesta, por servirla, acudiría a su mandado.
Sancho termina de comer en el tinelo, junto a los pícaros de la cocina, me cuentan que éstos no le dejaban en paz con sus gracias de mal gusto, y se presenta en el estrado de la duquesa, una sala muy fresca. Allí nos reunimos doncellas y dueñas de la casa, con nuestra labor en la mano y la lengua suelta, en las calurosas tardes del estío, para la acompañar, como las damas que acompañaban a doña Alda, aunque no seamos trescientas y lo que hilamos sea lana, que no oro.
El falso escudero no se atreve a sentarse en la silla baja que se le ofrece; pero “accede a sentarse como gobernador y hablar como escudero”, según le indica mi señora que sentaría a este destripaterrones en el escaño del Cid. ¡Lo que hay que oír!
Todas, doncellas y dueñas, le rodeamos en silencio. La duquesa toma la palabra y se dirige al “señor gobernador” para que le “asolviese” ciertas dudas que tiene sobre la historia del gran don Quijote impresa. Una gran dama imitando las disparates de un iletrado, qué ganas de burla tiene mi niña, perdón… mi señora. Para mí, sigue siendo aquella chiquilla que se escondía debajo de mis tres sayas. Y sigue con sus chiquilladas…
El buen embustero Sancho cambia la color cuando mi señora le plantea que, si nunca vio a Dulcinea, si nunca le llevó la carta de don Quijote, cómo pudo contar que la halló cribando trigo; siendo todo mentira y daño para la buena fama de la del Toboso, además de incompatible con la fidelidad escuderil.
El fingido escudero, como respuesta, se levanta despacito y, con el dedo sobre los labios, levanta los doseles, para asegurarse de que no nos escucha nadie a escondidas. Parece un cómico de esas disparatadas comedias, tan alabadas hoy en día.
A continuación, nos revela que, aunque algunas veces diga cosas sensatísimas, tiene a su señor “por loco rematado”. Y, a pesar de ello, le hace creer cosas sin sentido como la respuesta de la carta o lo de Dulcinea encantada. ¡Qué poca vergüenza gasta este villano!
Ruega mi señora que le cuente la novedad del encantamiento y Sancho obedece. ¡Con qué gusto lo escuchamos doncellas y dueñas! ¡Y no es menor el regocijo de nuestra ama!
En sus ojos brilla una chispa de malicia y pasa a exponer, al desvergonzado escudero, un escrúpulo de conciencia que le habla al oído: si don Quijote es mentecato, Sancho lo conoce y, con todo, le sigue y va atenido a sus vanas promesas, debe de ser más loco que su amo. Y pone el dedo en la llaga cuando concluye que si no sabe gobernarse a sí mismo ¿cómo gobernará a otros?
Sancho reconoce que el razonamiento duquesil es correcto, pero…es de su pueblo, ha comido su pan, le quiere bien, le dio sus pollinos ¿Qué va a hacer este estómago agradecido sino seguirle hasta la muerte? Bueno…reconozco que asoma el cariño hacia su amo, en las palabras de este bruto.
(Continúa)
No sé por qué se dirige a mi señora con el absurdo tratamiento de “vuestra altanería”. Querrá decir alteza…Aunque ha recibido un jarro de agua fría, se muestra cristianamente resignado, tal vez suba mejor al cielo como escudero…
Y empieza a ensartar refranes, que si el pan francés, que si los gatos pardos, los estómagos, las avecitas, el paño de Cuenca...el Papa, el sacristán y al meternos en tierra, todos iguales. ¡Qué revoltijo de refranes!
Y si no le dan la ínsula por tonto, no le importa, que podría ser para su mal. ¡Y sabe de reyes godos! Que si Wamba pasó de labrador a rey, don Rodrigo pasó del trono al agujero de las culebras. Demasiado para un labriego, aunque los romances cuentan todo eso…y no mienten. Hablando de esto, intervengo yo, para insistir en que el romance no miente e incluso recito un par de versos. No sé por qué me gusta tanto de eso de “ya me comen por do más pecado había”.
Y hago reír a mi duquesa, cuando afirmo que mejor ser labrador que rey, puesto que a los reyes les han de comer bichos repugnantes.
Ahora, tras el varapalo, quiere tranquilizar al escudero y le asegura que el duque es un caballero no andante que cumple con su palabra y, así, cumplirá con lo de la ínsula. Sancho empuñará su gobierno y ella le encarga que mire cómo ha de gobernar a sus vasallos.
Eso de gobernarlos bien, no le parece difícil. Cree que basta con ser caritativo y tener compasión con los pobres. Muy blandito le veo yo. Suelta más refranes, que si es perro viejo y entiende los tus tus…. A los malos no les dará ni pie ni entrada, menos mal. Piensa que todo es comenzar y, a los quince días, pan comido.
Cómo puede creerse que va a ser gobernador de verdad, qué habrán preparado para este pardillo…
(Sigue)
La duquesa le da la razón, que nadie nace enseñado…Y le hace volver al encanto de Dulcinea, que es de lo que desea hablar. Y deja caer algo que le deja con la boca abierta: la villana brincadora era realmente Dulcinea del Toboso. Si Sancho cree que ha sido una invención suya, es por las malas artes de los encantadores que persiguen a don Quijote. Los duques tienen encantadores benéficos que les informan y por ellos lo han sabido. A los ricos no les falta de nada, incluso tienen encantadores a su servicio. A la del Toboso, la veremos en su verdadero estado y el escudero saldrá del engaño en que vive. Pero ¿qué majaderías estoy diciendo?
Sancho relaciona lo que le está diciendo la duquesa con el suceso de la cueva de Montesinos, que si don Quijote decía que Dulcinea llevaba el mismo traje y hábito que Sancho dijo… que llevaba… cuando la encantó…por su gusto…No entiendo a este villano. Luego dice que fingió aquello por escapar de una riña, no por ofenderle…
Mi señora pide que le cuente lo de la cueva de Montesinos. Y punto por punto se lo cuenta. Y la duquesa saca en conclusión que era la misma y verdadera Dulcinea, la de la cueva y la de la salida del Toboso.
(Sigue)
Doña Rodríguez seguirá mañana.
Esta mujer va a volver loco al villano, el cual se defiende como gato panza arriba. Que si Dulcinea está encantada, peor para ella. Con encantadores no ha de meterse, que son gente peligrosa, allá su amo… Él vio una labradora y si era la del Toboso metamorfoseada…no es culpa suya; que le dejen en paz y no anden con dimes y diretes. Que Sancho no es un “quienquiera”, que anda ya en libros, según le dijo un tal Sansón, bachillerado por Salamanca.
Se me hace difícil creer que haya un libro que se ocupe de este majagranzas, aunque mi señora me lo asegura y la he visto con uno titulado “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha “. Creo que todo este teatro que han montado viene de ese maldito libro…Y el duque nunca le vi reír con tanta gana…
El villano vuelve al punto de su interés, puesto que posee buena fama, que le encajen ese gobierno y verán maravillas.
La duquesa suelta algunos latinajos de ésos que aprendió con el dómine. Mi padre, aunque hidalgo, no me proporcionó instrucción…Que si sentencias catonianas, que si un tal Verino que era florentino…
Las apariencias engañan y “debajo de mala capa suele haber buen bebedor”, pero lo entiende como si la duquesa le estuviera llamando borracho. Y se defiende, sólo bebe por sed o cuando se lo ofrecen, por cortesía. Además, yendo por ahí, de escudero andante, agua y gracias. Buenos tragos dará a la bota, como si lo viera…
Tras asegurarle que lo cree así, le manda a descansar, que ya hablarán de encajar el gobierno. El escudero le besa las manos de nuevo y le suplica que tenga buena cuenta con…su rucio. ¿Qué tendrá este hombre con su asno? La duquesa pregunta por el animalito, ya no se acuerda de cuando me llamó vieja por no atender a su rucio. O si se acuerda…
Sancho le cuenta lo de mi enfado y añade que lo de pensar jumentos es algo propio y natural de las dueñas. Pero…qué sabrá este borrico, nunca mejor dicho, de dueñas, la autoridad en las salas de la nobleza. Y que un hidalgo de su lugar…¡majadero!
Mi señora me manda callar, amén. Y para que se sosiegue el señor Panza, el rucio queda ¡a cargo de ella misma! Dice que lo pondrá sobre las niñas de sus ojos.
Todavía le queda un poco de juicio en esa cabezota y declara que eso no lo consentiría, de ninguna manera. Y, como le recuerda la de las niñas, cuando sea gobernador podrá llevarle con él, regalarle e incluso dejarlo descansar.
Y la última que suelta, produce el efecto de hacerla casi estallar de la risa. Va y dice que él ha visto “ir más de dos asnos a los gobiernos, y que llevase yo el mío no sería cosa nueva.”. En esto sí que anda atinado…lo reconozco.
Mi señor y mi señora preparan otra burla, le contaré a vuestra merced.
Un abrazo a Pedro, preciosa voz, y a los que pasáis por aquí.
Está claro que la duquesa es una embaucadora, se aprovecha de la inocencia de Sancho para sonsacarle toda la información que quiere con objeto de continuar luego su burla.
Besos
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