Se nos cuenta en este capítulo la primera parte de las bodas de Camacho, que quedarán en el recuerdo de Sancho de forma indeleble. Y en él, a pesar de que no se nos da aun la solución a la complicación amorosa planteada con la rivalidad de Camacho el rico y Basilio el pobre, disfrutamos de una tela argumental asombrosamente tejida por Cervantes.
El capítulo se plantea como parodia de varios géneros. En primer lugar, de las celebraciones relatadas en novelas de grandes aventuras protagonizadas por personajes nobles y caballerescos: aquí, en cambio, se trata de unas bodas de aldea. De hecho, la referencia paródica no es sólo a libros de ficción: hay una consciente imitación de los relatos de fiestas de nobles en los que se juntaba la suntuosidad y la disposición escénica.
En segundo lugar, de los abundantes relatos de labradores -muy del gusto de la época-, en los que hay una mezcla de revalorización de la vida del campo frente a la cortesana. Hay, por supuesto, una directa referencia al folklore (que nos lleva desde cuentos con bodas suntuosas hasta la tierra de Jauja) y a la realidad de la época (las bodas eran y son un espacio de sociabilidad en el que se suele pretender aparentar más de lo que se es o exhibir la posición social o económica de las familias). Rercordemos que el tema, en los capítulos anteriores, también se había ejemplificado con poema de contenido mítico. Cervantes ha preparado muy bien estas bodas porque en ellas sucederá algo que influirá en nuestros protagonistas de forma decisiva, como veremos.
De hecho, vemos una nueva presentación del tema: ahora con el relato del la escena alegórica representada en el prado en la que se enfrentan el Interés y Cupido.
Bien tejido con el tema de las bodas de Camacho nos aparece el diálogo entre don Quijote y Sancho, que profundiza en la evolución ya apreciada de ambos personajes: Sancho, aun como prevaricador del buen lenguaje, sostiene la conversación con su amo sin amedrentarse y le recuerda que habían firmado, antes de su salida de la aldea, unos capítulos entre los que se encuentra uno esencial, el que le permite hablar cuando quiera. Se ha terminado, definitivamente, la caracterización de ambos. Y esta caracterización se expresa, fundamentalmente, a través del diálogo.
A través de las palabras nos enteramos de que Sancho, que parecía de parte de Basilio, se pasa al bando de Camacho por la abundancia de comida. Veremos que don Quijote también cambiará de opinión.
Pero no anticipemos, porque el triangulo amoroso se complicará en las próximas páginas. Lo veremos el jueves, con el comentario del capítulo XXI.
El capítulo se plantea como parodia de varios géneros. En primer lugar, de las celebraciones relatadas en novelas de grandes aventuras protagonizadas por personajes nobles y caballerescos: aquí, en cambio, se trata de unas bodas de aldea. De hecho, la referencia paródica no es sólo a libros de ficción: hay una consciente imitación de los relatos de fiestas de nobles en los que se juntaba la suntuosidad y la disposición escénica.
En segundo lugar, de los abundantes relatos de labradores -muy del gusto de la época-, en los que hay una mezcla de revalorización de la vida del campo frente a la cortesana. Hay, por supuesto, una directa referencia al folklore (que nos lleva desde cuentos con bodas suntuosas hasta la tierra de Jauja) y a la realidad de la época (las bodas eran y son un espacio de sociabilidad en el que se suele pretender aparentar más de lo que se es o exhibir la posición social o económica de las familias). Rercordemos que el tema, en los capítulos anteriores, también se había ejemplificado con poema de contenido mítico. Cervantes ha preparado muy bien estas bodas porque en ellas sucederá algo que influirá en nuestros protagonistas de forma decisiva, como veremos.
De hecho, vemos una nueva presentación del tema: ahora con el relato del la escena alegórica representada en el prado en la que se enfrentan el Interés y Cupido.
Bien tejido con el tema de las bodas de Camacho nos aparece el diálogo entre don Quijote y Sancho, que profundiza en la evolución ya apreciada de ambos personajes: Sancho, aun como prevaricador del buen lenguaje, sostiene la conversación con su amo sin amedrentarse y le recuerda que habían firmado, antes de su salida de la aldea, unos capítulos entre los que se encuentra uno esencial, el que le permite hablar cuando quiera. Se ha terminado, definitivamente, la caracterización de ambos. Y esta caracterización se expresa, fundamentalmente, a través del diálogo.
A través de las palabras nos enteramos de que Sancho, que parecía de parte de Basilio, se pasa al bando de Camacho por la abundancia de comida. Veremos que don Quijote también cambiará de opinión.
Pero no anticipemos, porque el triangulo amoroso se complicará en las próximas páginas. Lo veremos el jueves, con el comentario del capítulo XXI.
29 comentarios:
CAPÍTULO 2.20
C, poco amigo de rutinas y repeticiones, vuelve a romper el esquema, episodio – capítulo, al que últimamente nos había acostumbrado. El autor derrama su fantasía para tramar un capítulo que de la mano “del hombre de bien, si es que ese título se le puede dar al que es pobre” nos lleva desde su sueño profundo, no exento de ronquidos, hasta su buena disposición para embaularse el contenido de un caldero recién cocinado, con DQ que se anima a prestarle ayuda en el exceso culinario. Por el camino, pasamos los desocupados y hambrientos lectores por la envidia que el Hidalgo le tiene a su escudero por un sosiego, necesario para dormir, que a él le falta, por el crecimiento de S provocado por la oferta de la abundante comida, “que no falte de na’, un día es un día”, por el cambio de visión de S que ahora apoya las razones de Camacho, en detrimento de Basilio y la descripción del espectáculo culinario, poético, teatral y dantesco. (Ya en el XVII se mezclaban los géneros como aquí)
El camino había dejado solos a la pareja y a sus monturas, durmiendo al raso a las afueras del pueblo, la noche de la víspera de la Boda de Camacho con Quiteria. Los primeros rayos que la claridad lanzaba desde los balcones del Oriente ya encontraron a DQ en posición vertical intentando, con la lanza, despertar a su escudero que aún dormía y acompañaba su profundo sueño con unos ronquidos que ponían de manifiesto las imperfecciones del ser primero de la creación, que para sí mismo quisiera el amo que es quien da cobijo a las preocupaciones y el insomnio huidas de la solazada humanidad de S. Con esta bella prosa que se aproxima al paternalismo nos relata C la relación con su escudero y sus quebraderos de cabeza para mantenerlo en épocas de crisis: “La congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío no aflige al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia.”
Sólo un lanzazo del amo ponen en el día a S adormilado. Un olor a torresnos recién asados le acercan la realidad. La posibilidad de llenar la andorga es más fuerte que los nobles sentimientos de estar a favor del atlético Basilio por carecer de los sólidos cimientos de Camacho rellenos de dinero.
Recibe S permiso del cocinero para embaularse tres gallinas y dos gansos que sacan de una tinaja. Exageración permitida hoy, para eso estamos de boda de ricos, aunque nadie nos haya invitado hay que sacar la barriga pobre.
A continuación le toca el turno a los caballos, vestidos con las mejores galas, de cuyas grupas lanzan vítores y gritos de júbilo los caballeros. No faltaron ni la música, ni la danza, ni las danzas llamadas de artificio, habladas. Los actores entraban en el prado formando dos hileras. Una venía encabezada por Cupido con: la poesía, la discreción, el buen linaje y la valentía siguiéndole. En la otra la liberalidad, la dádiva, el tesoro y la posesión pacífica seguían la estela del interés. Le gustó a DQ la representación al haber encajado en la danza las habilidades de Basilio y la riqueza de Camacho. Tampoco le desagradó, como buen amante de la farándula, que en el pueblo hubiera un paisano con el caletre suficiente para hacer montajes teatrales. Delante de las hileras un castillo tirado por cuatro disfrazados de salvajes de yedra, teñidos de verde que asustan a S. Entre ellos entablan batalla.
Cegado S por tanta abundancia de ollas y calderos llenos de comida no tiene empacho de ponerse al lado de la riqueza de Camacho: “dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener” que las ollas de Basilio aguachirle serán. S se viene arriba con la copiosa comida, los zaques de buen vino le desatan la lengua hasta el punto de que DQ lo confunde con un predicador cuando retrata a la muerte: “No es segador que duerme las siestas, que a todas horas siega, y corta así la seca como la verde yerba; y no parece que masca, sino que engulle y traga cuanto se le pone delante, porque tiene hambre canina, que nunca se harta.”. Razonó S con las razones de su panza bien colmada.
No está S mucho para tologías del más allá. Se lía con el caldero de espumosa, tierna comida, con tanto donaire y saque que incluso el Hidalgo se anima a acompañarle.
2.20...Asisten a las bodas de Camacho. Celebración donde no se escatimo en gastos… donde no falto nada. … Banquete, que en estos tiempos llamamos “celebrar por todo lo alto”.«Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos; así había rimeros de pan blanquísimo como los suele haber de montones de trigo en las eras; los quesos puestos como ladrillos en rejales formaban una muralla, y dos calderas de aceite mayores que las de un tinte servían de freír cosas de masa, que con dos valientes palas las sacaban fritas y las zabullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba. Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, todos limpios, todos diligentes y todos contentos. En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones que, cosidos por encima, servían de darle sabor y enternecerle; las especias de diversas suertes no parecía haberlas comprado por libras, sino por arrobas, y todas estaban de manifiesto en una grande arca. Finalmente, el aparato de la boda era rústico, pero tan abundante, que podía sustentar a un ejército».
Besitos.Silvi.
Sé que este comentario no debería estar aquí, pero...
Dos cosas:
Primera, me ha impresionado tu comentario sobre la peli de Agora, digo tu en singular, porque he parado, no he visto la película (no puedo salir aún de casa y mucho menos estar tanto tiempo sentada en el cine), Necesito verla pronto y luego seguir leyendo todo lo que has escrito, de entrada, me parece genial.
Segundo. Hace muchísimos días, te mandé unas fotos leyendo el Quijote, un libro infantil de Calleja que me hizo mucha ilusión encontrarme y, por supuesto, pensé en tí. Me llevé a Manolo cámara en ristre e hicimos varias fotos. El libro estaba en el mostrador de un mesón bejarano llamado ·"El Quijote". Yo leía tomando una caña.
No quiero que lo publiques hasta que no sea su tiempo... o que no lo publiques, eso me da igual. Sólo quiero que lo tengas. Pero tengo serias dudas de si lo habrás recibido. ¿....? Acusa recibo porfa.
Un besito desde un otoño bejarano que quita el aliento.
Capítulo XX
Si en el capitulo XVIII, en la casa del verde, echábamos de menos una descripción detallada de la casa, en éste tenemos descripciones ¡a punta pala!: de la comida, de la decoración, de la vestimenta, de los bailes, de las “mudanzas” en fin, casi todo el capítulo es una descripción gigantesca.
Empezamos con la descripción un tanto rococó del alba “Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjuagase...” Don Quijo se puso en pie mientras Sancho roncaba a pierna suelta. Aquel le mirá y le dice la suerte de ser tan simple “bienaventurado sobre cuantos viven... sin tener envidia ni ser envidiado...duermes con sosegado espíritu... sin encantadores... ni encantamentos... sin hacer vigilia de tu dama... sin preocuparte de deudas... ni para comer... Ni la ambición te inquieta, ni la pompa vana del mundo te fatiga... Duerme el criado, y está velando el señor pensando cómo le ha de sustentar...”.
Se despierta Sancho y lo primero que huele es el tufo de los torreznos. Solo piensa en comer. Quijo le mete prisa “Acaba glotón... iremos a ver estos desposorios por ver lo que hace el desdeñado Basilio”. Aquí Sancho cambia su opinión sobre el amor entre iguales. Piensa que Basilio, al no tener posibles, no es digno del amor de Quiteria “¿No hay más sino no tener un cuarto y querer casarse por las nubes? A la fe, señor, yo soy de parecer que el pobre debe de contentarse con lo que hallare y no pedir cotufas en el golfo”. “...el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.” (¿premonición de la industria/burbuja inmobiliaria?)
Sancho sigue con su monólogo y Quijo le hace callar porque habla más que una cotorra “quiero que calles y vengas que ya los instrumentos que anoche oímos vuelven a alegrar los valles...”. Sancho obedece y pone la silla a Roci y “la albarda al rucio, subieron los dos, y paso ante paso se fueron entrando por la enramada”. A continuación lo primero que ve Sancho es la suculenta comida. Sigue una descripción detallada de todos los manjares. El se lleva la “espuma” de “tres gallinas y dos gansos” para desayunar. Mientras tanto entran “hasta doce labradores sobre doce hermosísimas yeguas, con ricos y vistosos jaeces de campo y con muchos cascabeles en los petrales...” gritan “¡Viva Camacho y Quiteria, él tan rico como ella hermosa, y ella la más hermosa del mundo!” Quijo piensa que estos cuitados no habían visto a su bella Dulcinea...
Entran otras tantas “doncellas hermosísimas, tan mozas, que al parecer ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años...” Entran tambien “ocho ninfas, repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido, y de la otra, el Interés; aquél adornado de alas, arco, aljaba y saetas; éste vestido de ricas y diversas colores de oro y seda. Las ninfas que al Amor seguían traían a las espaldas en pergamino blanco y letras grandes escritos sus nombres...” Poesía, Discreción, Buen linaje, Valentía. Tambien seguían al “Interés” la Liberalidad, la Dádiva, el Tesoro y la Posesión Pacífica. Tambien traían un castillo el del “buen recato”.
Bailan y siguen las “mudanzas” a cargo de Cupido, el Interés, la Poesía y la Liberalidad. Las danzas alegóricas y satíricas son muy del agrado de nuestro Quijo “...¡bien ha encajado en la danza las habilidades de Basilio y las riquezas de Camacho!” A lo que Sancho responde “El rey es mi gallo” y el caballero de los leones le responde “En fin, bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen “¡Viva quien vence!” “No sé de los que soy” respondió Sancho pero él está feliz con la espuma que ha sacado de las de Camacho. Sigue diciendo “que tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales” y “...mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo enalbardado”.
“Plega a Dios—replicó don Quijote--, que yo te vea mudo antes que me muera” Sancho le responde “Al paso que llevamos antes que vuestra merced se muera estaré yo mascando barro...” Sigue una conversación sobre la muerte, Sancho dice “Tiene esta señora más de poder que de melindre; no es nada asquerosa, de todo come y a todo hace, y de toda suerte de gentes, edades y preeminencias hinche sus alforjas.” Quijo le ruega que no siga porque parece un predicador. “Bien predica quien bien vive...” respondió Sancho.
Siguen con sus disquisiciones “filosóficas” y nosotros con el Capítulo XXI.
Besotes, M.
No es que acabe de llegar, no. Toda la noche y con blanco delantal (disimulando mis jeans), ayudé a preparar tan ricos manjares. Vi un hermoso amanecer entre ollas, estas mismas ollas que con su contenido han conseguido que nuestro Sancho cambiara de chaqueta y se decantara ahora por el bando de Camacho - tan generoso anfitrión- demostrando que, como en tantos hombres, manda el estomago sobre el corazón..;-).
Me he llevado una pequeña decepción, para que mentir... Siempre me inclino por Cupido...
Veremos quien gana, aun guardo esperanzas...
Besos, Pedro, de esta humilde cocinera y para todos sus aventajados discípulos..
Hay capítulos en el Quijote que recuerdas de una manera especial. Para mí, creo que éste es uno de ellos.
Seguro que el Sanchico tendrá cosas que decir de estas comilonas y de la forma ten voluble que se comporta su padres.
Un abrazo
Luz
Siento no poder estar como quisiera.
Un abrazo
Uno de mis capítulos preferidos y, sin embargo, no había caído en que podía tener dentro una revalorización de los valores campestres frente a los cortesanos.
Un abrazo.
la comida tiene un gran poder de persuasión, más cuando se pasan privaciones.
buen fin de semana,
bicos,
Para contar que esta semana no he leìdo el capìtulo, no deberia haber entrado.
Pero instintivamente, cada vez que enciendo el ordenador, se me va la flechita en favoritos, "a la recherche" de La Acequia.
Tambièn respiramos y realizamos otras funciones fisiològicas de forma autòmata: forman parte de nuestro dìa a dìa; "visuar" La Acequia, no lo es menos.
Gracias, Pedro por la dispensa; el "proyecto" va viento en popa.
Esta tarde, con Ojito, metemos mano al diseño del cartel (no sè si se le escaparà alguna Dorotea de buen ver).
Un abrazo Pedro y demàs amigos.
“...el mejor cimiento y zanja del mundo es el dinero.” (¿premonición de la industria/burbuja inmobiliaria?)
Muy buena observación Merche, jajaja, nunca se me habría ocurrido; seguro que un cuartillo en pleno centro del Madrid de los Austrias ya tenía que costar sus buenos escudos ;D
Con respecto a la boda que preparó Camacho bien podríamos decir que fue un bodorrio por todo lo alto. Por otro lado a don Quijote le tenemos muy comedido pues, cuando escucha "Vivan Camacho y Quiteria, él tan rico como ella hermosa, y ella la más hermosa del mundo" se muestra muy comedido y tan sólo replica para sí; seguro que si este suceso hubiera ocurrido en la primera parte, aquí, ya se habría montado un buen belén.
Un saludo
Interesante, Pedro, tu post sobre El Quijote.
Un beso.
tiene un poder gráfico tan impactante la olla de Sancho, que el lector grita a Q que calle -al unísono con S- y nos deje ver como degusta la espuma.
Aunque ya le advierte el cocinero que esto es un tentempié antes de comer. (¿cómo ha de ser la comida?: ¿una cabeza de cabrito, un par de perniles y un cochinillo relleno por barba?. ¿Cómo será la cocina?)
Y digo yo que si después de padecer los ecos del estómago durante tantos días, no acabará todo en una fenomenal pota.
ALATRISTE, gracias por gustarle mi comentario. Y, sí, es verdad que los vivas a Quiteria en la primera parte hubiera dado lugar a que se armara la de ¡San Quintín! Besotes, M.
Ese final de entrada deja con la miel en los labios. Hasta el próximo jueves.
A fe que sois brioso y sesudo, Pedro amigo, y que Natura debiera descontaros sus cuitas, tal es el alto pendón donde vuestro genio brilla que nunca alcanzaremos los más de los mortales. Albricias debo daros por la andadura hecha en pos del más valiente y enamorado caballero andante de cuantos pueblan los caminos y buscan aventuras, emplazándole empero a proseguir en su hazaña para mayor gloria de las letras y merecida honra del mejor autor entre cuantos mejores existieron. Vale.
pos yo simplemente deseo que tengas un precioso fin de semana en compañía de tu familia en total armonía:=)
besitos profe
Febo enjuga líquidas perlas, el buen patrono se estira y el proletario Sancho ronca tranquilo.
Amanece mitológicamente. Contemplamos a la blanca aurora y al luciente Febo licuando las perlas de sus áureos cabellos. Pero el rubicundo Apolo no va a perseguir inocentes ninfas, de esas que luego se convierten en laurel, sino que va a extender sus rayos. ¿Qué vamos a ver los mortales? Don Quijote se estira, un brazo por aquí, otro brazo por allá. ..Al mismo tiempo oímos resoplar a Sancho. Y, tras el barroco contraste, escuchamos el exclamativo discurso de un seráfico caballero andante convertido en ejemplar patrono.
¡Qué bienaventurado es Sancho! ¡Qué suerte la suya! No le acosan los encantadores, los celos de su dama no le quitan el sueño…Hasta aquí, el mundo irreal del caballero andante.
Bajamos a tierra… ¡Qué feliz el escudero sin deudas que pagar! Sí…mejor no tener deudas ¡Y sin preocuparse de lo que ha de hacer para comer él y su “angustiada familia”! Alto ahí. Con todos los respetos, me parece que lo de llenar el estómago, el de su Teresa, el de su Sanchico, el de su Sanchica…eso no se le olvida. Se nota que, vuesa merced, no nació pobre, ni comió nunca con la salsa que mejor adereza las viandas: el hambre. Y eso de que no le inquieta la ambición…recuerde aquellos cien escudos de la maleta. ¡Menudo anzuelo! Y, ahora, sueña con ser gobernador de una ínsula, algo que ni siquiera sabe lo que es. Sus deseos no son tan simples; van más allá de pensar a su rucio mientras vuesa merced piensa. ¿O piensa que Sancho no piensa?
La naturaleza puso sobre los hombros de los señores una pesada carga. La naturaleza o la costumbre les libraron de otras muchas gabelas. Han de sustentar a sus criados, mejorar su vida y obsequiarles. Mientras los servidores duermen, velan sus patronos…Y miran acongojados al cielo que no derrama el “conveniente rocío”. ¡Qué vida tan dura la suya! Subrayo las palabras que deberían grabar en oro los “señores”, en tiempos de crisis: “ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia”.
Sancho sigue durmiendo y no se entera del angelical discurso de su angelical patrono. Al fin, despierta soñoliento. ¿De dónde viene ese olorcillo? Vaya, vaya…no huele a tomillo, por aquí sale un olor de torreznos asados, tan rico. Buena boda la que huele así. ¿Basilio o Camacho? Camacho, por supuesto. El pobre “debe contentarse con lo que hallare” Y Basilio es pobre. “Bien boba fuera Quiteria” si eligiera mal. ¿Galas y joyas? ¿O buen tiro de barra y gentil treta de espada? ¿No eras tú el que decías que “el amor mira con unos antojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza, riqueza, y a las lagañas, perlas”? Unos buenos torreznos hacen milagros…
Don Quijote ya se cansa del parlanchín escudero, y le pide que deje la “arenga”. Sancho se saca de la manga un capítulo en el cual, su amo, manifestó que le dejaría hablar, con la condición de no atacar al prójimo ni menoscabar su autoridad de señor.
El de la Triste Figura responde que no se acuerda del tal capítulo; pero que le permita oír los instrumentos musicales que, ahora, vuelven a alegrar los valles. Camacho y Quiteria se casarán con el fresquito matinal. Montados en sus jumentos, entran por la olorosa enramada.
(Continúa)
Un abrazo
Perdoname Pedro, llego tarde, he tenido un infernal dia.
Un abrazo...!
Me gustó en especial este capítulo, de un lado por el cambio de pareceres y por otra porque retrata toda una visón histórica de lo que pudo suponer en aquella época un buen banquete...y a eso he dedicado mi entrada...no la he publicado porque necesita algunas imágenes, por supuesto mias, para ilustrar el post...esto se está convirtiendo en un vicio sano...pero vicio...saludos amigo
“Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta: todos limpios, todos diligentes y todos contentos “. Así es, yo soy uno de ellos: tan limpio, diligente y contento como el que más. Nos dieron ropa limpia: camisa blanquísima, mandil a rayas y calzón negro. Y una cantidad más que razonable de monedas… y aquí estamos, disponiendo el banquete para festejar la boda de Camacho el Rico con la hermosa Quiteria. Soy un personaje secundario del Quijote. Veréis que, aunque ocupe sólo nueve líneas, tengo voz. Lo que no tengo es nombre, sólo soy un cocinero solícito.
Un olmo entero me sirve de asador para un entero novillo… lo que nos costó espetarlo. A veces pienso en lo que sudarían los leñadores para derribarlo…Pero, como todo nuevo rico, Camacho es amigo de grandezas y no se conforma con un asado troceado. Y, dentro del novillo, doce lechoncitos para darle más sabor. Ni siquiera a los Osuna, casa en la que tuve la honra de servir, se les hubiera pasado por las mentes este alarde nupcial, este disparate de comida, bebida, música, danza, representaciones…todo por casar con una mujer pobre pero, eso sí, hermosísima…y todos sabemos que desde niña amó a otro, a Basilio. Los que son señores desde la cuna no necesitan demostrar nada…pero éstos… Bueno, a callar que el que paga, manda. Y paga bien, así se entiende que estemos todos contentos.
¿Y las ollas? Seis medias tinajas me sirven de ollas y engullen carneros enteros como si fueran palominos. Somos cincuenta los cocineros y cocineras pero, ayer, tuvimos que buscar ayudantes porque no dábamos abasto despellejando liebres, desplumando aves y colgándolas de los árboles. ¡Cuántos ahorcados de pelo y pluma!
¿Y de vino? Sesenta zaques enormes de generosos vinos, cada zaque de más de a dos arrobas, más de ciento veinte arrobas...será difícil pasar por el prado sin pisar borrachos.
Panes amontonando su blancura, quesos formando nutritiva muralla, enormes calderas de aceite hirviendo, masa frita rescatada del aceite para zambullirlas en la miel, especies por arrobas…abundancia para alimentar a un ejército. En mi vida he visto tanta comida junta…aunque trabajé en señoriales cocinas. Muchas personas principales han alabado mis guisos. Era un mocoso que a duras penas levantaba las ollas…mi madre pidió al cocinero del duque que me admitiera como ayudante. ¡Era tanta el hambre que pasábamos en casa! Aquel olor de sustanciosas comidas me hechizó…aquí me quedo, pensé.
Han acudido de todos los pueblos cercanos y no tan cercanos. Gentes de todo pelaje pasan por aquí: mendigos, truhanes, mozas del partido, peregrinos desviados, lazarillos, pastores, labriegos, hidalgos, curas… Pero no esperaba ver a un auténtico caballero andante en busca de aventuras, que así se me presenta. Recién sacado de una de esas novelas caballerescas que escuchábamos con deleite, junto al fuego. El lector, aquel mayordomo del duque, tan letrado. ..El caballero andante dice llamarse don Quijote de la Mancha y va en compañía de un rústico criado que mira todo con ojos hambrientos y asombrados. Las ollas, los zaques, las frutas de sartén…no puede más. Me pide, cortésmente, que le deje mojar un mendrugo de pan en una de las ollas. Me acuerdo de mis pasadas hambres y le anuncio que, en el día de hoy, no posee juridición el hambre, gracias al rico Camacho. Le doy permisos para coger un cucharón y espumar una gallina o dos. El rústico es algo apocado, no ve cucharón y no se le ocurre cómo espumar. He de ayudarle, agarro un caldero, lo encajo en la media tinaja y saco ¡tres gallinas y un ganso! Buena pesca. Contagiado del espíritu jactancioso de mi amo Camacho, le digo que ese desayune con “esta espuma”, mientras llegue la hora de comer de verdad. Llamar espuma a tres gallinas y un ganso… la verdad, no entiendo cómo pude pescar los tres volátiles a la vez. El ganso no era de los pequeños y e, en cuanto a las gallinas, eran gordas y bien criadas, no eran pollas…Como no tenía donde echar la pitanza, se llevó el caldero cuchara. ¡Viva el despilfarro!
Don Quijote no atiende a gallinas ni gansos. Está atento al carísimo espectáculo que ha pagado el novio. Por la enramada entran doce labradores sobre yeguas con cascabeles, dando vivas ala pagador .Le oí decir no sé qué de una tal Dulcinea, más hermosa que la novia.
Después, entran muchos y diferentes danzantes con espadas y sin ellas. Bailadoras jovencísimas, honestísimas y rubísimas; con un jardín en el pelo. A continuación, las que llaman danzas de artificios, con sus ninfas, su Cupido… ¡Cuánto dinero mal gastado! Un flechazo, una poesía, otra. ¿Cuándo acabará esto? Más danzas. El Amor lucha contra el Interés. Como si no supiéramos quién suele vencer.
Don Quijote pregunta por el autor y da en el clavo, este satírico y beneficiado autor es más amigo de las riquezas de Camacho que de las habilidades de Basilio.
Sancho Panza, el hambriento de la “espuma”, es partidario para siempre de Camacho y afirma: “El rey es mi gallo: a Camacho me atengo”. Su amo le reprocha que, como villano, sea de aquellos que siempre se ponen de lado del vencedor. Sancho responde que de las ollas de Basilio nunca sacará una espuma tan elegante…y muestra el caldero con la pesca de gansos y gallinas. Comienza a comer con muy buena gana y a proclamar, otra vez, su adhesión incondicional.
Don Quijote, impaciente, pregunta a su amo si ha acabado su “arenga”. Sancho la da por finalizada, al ver que su amo se impacienta…El amo desespera de ver mudo al parlanchín, antes le llegará la muerte. El escudero se pone a dar un discurso acerca de la muerte, la •descarnada” que igual come cordero que carnero. Buen predicador, este escudero. Son un par de locos, no entiendo sus razonamientos. Sólo sé que el hablador vuelve a comer con buenos alientos, tan buenos que despierta los del caballero andante. Pero, cuando éste se dispone a prestarle ayuda para despachar volátiles, se lo impide algo que pasa a continuación…Lo veremos.
Un saludo
Yo veo en el dormir de Sancho, el descanso sosegado y profundo de la gente sencilla, que no se plantea grandes objetivos y que como cantaba Jarcha en Libertad sin ira "gente que sólo desea vivir su vida y en paz". Me viene al recuerdo aquello de que el hombre feliz, no tenía camisa.
Por otro lado está la preocupación del Señor o amo o patrón que se acongoja de ver que el día pasa, ( me gusta la definición -el cielo se hace de bronce-) sin haber conseguido el objetivo del día.
El cambio de criterio de Sancho es a mi juicio una expresión clara del instinto de supervivencia,que aflora por las muchas privaciones que con excesiva frecuencia ha de pasar.
La rebelión de las masas tiene lugar cuando Sancho marca distancias con su Señor recordándole que podía hablar cuanto quisiera y le insta a que no juzgue temores o valentías ajenas
Ay. como lo entiendo a Sancho, pórque la gastronomía española es....¡¡¡ para rechuparse los dedos!!!
Y ahora lo serio: lo que más me gustó de este capítulo es la apertura desde " Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el lucinete febo...... [y hasta inclusive]....subieron los dos, y paso ante paso se fueron entramando por la enramada" ¡Que ambientación campestre y a cielo raso! Qué introducción a toda la parafernalia que viene luego.
¡Qué inicio de capítulo tan poético:
Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase...
Me ha parecido un capítulo muy interesante por esa descripción tan exhaustiva que hace de lo que debían ser en aquella época las celebraciones por todo lo alto.
También me ha gustado la representación llevada a cabo por Cupido y el Interés.
Besos
Poco ha hecho falta para que el bueno de Sancho cambie de bando; por el interés te quiero Andrés.
Saludos.
Publicar un comentario