Cervantes nos da primero el diálogo entre los escuderos por no interrumpir luego la acción que vendrá necesariamente tras el de los caballeros: rompe esta necesidad la escala habitual en la distribución de la materia narrativa. Consciente de ello, Cervantes no deja de jugar con el cánon genérico al recordarnos que trascribe lo que otro escribió, con lo que quedaría disculpada la irregularidad (pero la historia cuenta primero el razonamiento de los mozos y luego prosigue el de los amos). Antepone, pues, el truco literario a las normas establecidas: una muestra más de su dominio del género, la inversión paródica y su forma de conducir la recepción de la historia.
El diálogo resulta interesante. En él se nos da la racionalización que hace Sancho de las relaciones con su amo y el mundo de la caballería con una extensión y profundidad que supera todo lo anterior.
Ante la presión ejercida por el escudero del Caballero del Bosque -ya veremos por qué- al decirle en varias ocasiones que la mejor opción es volverse a casa a cuidar de la familia, Sancho necesita explicarse y por primera vez aclara por entero sus pensamientos, incluso sobre los famosos escudos encontrados en la sierra.
En resumen, Sancho se ha visto empujado a salir de nuevo por avaricia ante la posibilidad de encontrar más escudos u otros premios y recompensas, y no duda de la realidad caballeresca que puede llevarlo a conseguir el gobierno de una ínsula y hacer partícipe de la fortuna a su familia, incluso haciendo condesa a su hija; a pesar de no dudar de la aventura caballeresca, confiesa que su amo está loco pero no puede dejarlo por su bondad e incluso en sus palabras deja claro el cariño que lo ha tomado (Eso no es el mío -respondió Sancho-: digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día; y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.), aun así, para no quedar como tonto ante el otro, se marca un plazo para abandonar a su amo, que no podrá cumplir, con la llegada a Zaragoza.
Es la primera vez que Sancho se encuentra ante un igual y esto le desata la lengua y habla tanto de sus pensamientos como de su familia quizá demasiado imprudentemente puesto que no conoce de su interlocutor más que pertenece al mismo oficio, en un ejemplo, como decía en el capítulo anterior ante las críticas del Caballero del Bosque, de la orden de los hablantes escuderos. No le hace falta ni siquiera la aparición de la bota de vino del compañero, que da lugar al extraordinario cuento sobre catadores de vino que remata de forma divertida y popular el coloquio y da paso al sueño sobrevenido por lo bebido y permite saltar con ingenio al de los caballeros.
El coloquio, con mucho de teatral, es un ejemplo perfecto del dominio alcanzado por Cervantes en el uso del diálogo moderno: hace avanzar la narración, aporta elementos nuevos a la vez que resume cuestiones anteriores y ocurre con naturalidad a pesar de su ir y venir entre modalidades genéricas. Por otra parte, fomenta la intriga sobre las identidades del Caballero del Bosque y su escudero sin desvelar nada que adelante el final: aquél tiene un objetivo que remite demasiado directamente a la historia de don Quijote (no hay otro mayor [loco] en el mundo que mi amo, porque es de aquellos que dicen: «Cuidados ajenos matan al asno»; pues, porque cobre otro caballero el juicio que ha perdido, se hace el loco, y anda buscando lo que no sé si después de hallado le ha de salir a los hocicos) y éste insiste demasiado en que el sentido común marca la vuelta a casa.
El diálogo resulta interesante. En él se nos da la racionalización que hace Sancho de las relaciones con su amo y el mundo de la caballería con una extensión y profundidad que supera todo lo anterior.
Ante la presión ejercida por el escudero del Caballero del Bosque -ya veremos por qué- al decirle en varias ocasiones que la mejor opción es volverse a casa a cuidar de la familia, Sancho necesita explicarse y por primera vez aclara por entero sus pensamientos, incluso sobre los famosos escudos encontrados en la sierra.
En resumen, Sancho se ha visto empujado a salir de nuevo por avaricia ante la posibilidad de encontrar más escudos u otros premios y recompensas, y no duda de la realidad caballeresca que puede llevarlo a conseguir el gobierno de una ínsula y hacer partícipe de la fortuna a su familia, incluso haciendo condesa a su hija; a pesar de no dudar de la aventura caballeresca, confiesa que su amo está loco pero no puede dejarlo por su bondad e incluso en sus palabras deja claro el cariño que lo ha tomado (Eso no es el mío -respondió Sancho-: digo, que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día; y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.), aun así, para no quedar como tonto ante el otro, se marca un plazo para abandonar a su amo, que no podrá cumplir, con la llegada a Zaragoza.
Es la primera vez que Sancho se encuentra ante un igual y esto le desata la lengua y habla tanto de sus pensamientos como de su familia quizá demasiado imprudentemente puesto que no conoce de su interlocutor más que pertenece al mismo oficio, en un ejemplo, como decía en el capítulo anterior ante las críticas del Caballero del Bosque, de la orden de los hablantes escuderos. No le hace falta ni siquiera la aparición de la bota de vino del compañero, que da lugar al extraordinario cuento sobre catadores de vino que remata de forma divertida y popular el coloquio y da paso al sueño sobrevenido por lo bebido y permite saltar con ingenio al de los caballeros.
El coloquio, con mucho de teatral, es un ejemplo perfecto del dominio alcanzado por Cervantes en el uso del diálogo moderno: hace avanzar la narración, aporta elementos nuevos a la vez que resume cuestiones anteriores y ocurre con naturalidad a pesar de su ir y venir entre modalidades genéricas. Por otra parte, fomenta la intriga sobre las identidades del Caballero del Bosque y su escudero sin desvelar nada que adelante el final: aquél tiene un objetivo que remite demasiado directamente a la historia de don Quijote (no hay otro mayor [loco] en el mundo que mi amo, porque es de aquellos que dicen: «Cuidados ajenos matan al asno»; pues, porque cobre otro caballero el juicio que ha perdido, se hace el loco, y anda buscando lo que no sé si después de hallado le ha de salir a los hocicos) y éste insiste demasiado en que el sentido común marca la vuelta a casa.
Veremos si se nos desvela algo más en el capítulo XIV, el próximo jueves.
29 comentarios:
"No hay camino tan llano -replicó Sancho-, que no tenga algún tropezón o barranco; en otras casas cuecen habas, y en la mía, a calderadas" "En tu casa cuecen habas, y en la mía a calderadas".. (señala que los hechos comunes suelen suceder en todas partes)Besitos. Silvi.
CAPITULO XIII
Tenemos a los dos escuderos contándose sus cuitas. Se quejan del trabajo que tienen con sus respectivos caballeros andantes. El del Bosque dice “...en verdad que comemos el pan en el sudor de nuestros rostros...” Añade Sancho “que lo comemos con el yelo de nuestros cuerpos... Y aún menos mal si comiéramos, pues los duelos con pan son menos...”.
El del Bosque dice que todo, el frio el calor, la falta de comidas que padecen, podría pasar con tal de recibir su recompensa al final. Sancho se apresura a decirle que su amo le ha prometido el gobierno de una ínsula. El del Bosque quedaría satisfecho “con un canonicato”. Sancho: “Debe de ser su amo de vuesa merced caballero a lo eclesiástico...” “ pero el mio es meramente lego” En un momento dado, Sancho tuvo miedo de que Quijo “procurase ser arzobispo pero él no quiso sino ser emperador...” Esto le quitó un peso de encima al pobre Sancho porque “...aunque parezco hombre, soy una bestia para ser de la Iglesia.”
Siguen con sus peroratas hasta que el del Bosque sentencia “Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas...” porque “¿qué escudero hay tan pobre en el mundo, a quien le falte un rocin y un par de galgos y una caña de pescar, con que entretenerse en su aldea?” Sancho responde que a él no le falta nada de eso “Verdad es que no tengo rocín, pero tengo un asno que vale dos veces más que el caballo de mi amo”.
El del Bosque está decidido a dejar “estas borracherías de estos caballeros...criar mis hijitos...tres como tres orientales perlas”. Sancho salta orgulloso “Dos tengo yo que se pueden presentar al Papa en persona, especialmente una muchacha, a quien crío para condesa, si Dios fuere servido a pesar de su madre”. El del Bosque enseguida pregunta qué edad tiene esa futura condesa “Quince años, dos más a menos—respondió Sancho—pero es tan grande como una lanza y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán.”
Aquí se embala el del Bosque diciéndole a Sancho que no solo debe valer para condesa sino “para ser ninfa del bosque” “¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca!” Sancho se mosquea “Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios queriendo, mientras yo viviere”. Sigue un rifirafe entre los dos con el del Bosque argumentando que lo que le ha dicho no es un vituperio sino un halago.
Sancho lo que quiere es volver a casa y que “Dios me saque de pecado mortal” por haber “incurrido segunda vez, cebado y engañado de una bolsa de cien ducados que me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego lleno de doblones...” “...echo censos y fundo rentas y vivo como un príncipe”. Pero no, él ha tenido que seguir al “mentecato de mi amo, de quien sé que tiene más de loco que de caballero”.
“La codicia rompe el saco” contesta el del Bosque y tambien despotrica contra su amo. Sancho le pregunta “¿Y es enamorado por dicha?” Sí. “de una tal Casildea de Vandalia, la más cruda y la más asada señora que en todo el orbe puede hallarse...”. “No hay camino tan llano—replicó Sancho-- que no tenga algun tropezón o barranco...” “Mas si es verdad lo que comunmente se dice, que el tener compañeros en los trabajos suele servir de alivio en ellos, con vuestra merced podré consolarme, pues sirve a otro amo tan tonto como el mio.”
El del Bosque defiende a su caballero “Tonto, pero valiente” “y más bellaco que tonto y que valiente”.
“Eso no es el mio—respondió Sancho—digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene una alma de cántaro; no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; un niño le hará entender que es de noche en la mitad del dia, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga.” (¡Qué tierno!)
Claro que el del Bosque es un aguafiestas porque le dice que “si el ciego guía al ciego, ambos van a peligro de caer en el hoyo...”
Deciden retirarse a comer ya que el del Bosque lleva viandas. Sancho le regala los oidos diciéndole que él es “escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete... no como yo, mezquino y malaventurado, que sólo traigo en mis alforjas un poco de queso tan duro, que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a las estrecheces de mi dueño...” que dice que “los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yerbas del campo.” (Visión de futuro de nuevo: Quijo era vegetariano...).
Siguen comiendo y bebiendo. Sigue una disertación larguísima sobre las maravillas de la calidad del vino de Ciudad Real. Sancho creo que agarra una cogorza de cuidado bebiendo de la bota....
Seguiremos con el XIV. Besotes, M.
En este capítulo, creo que nuestro Sancho, es como Hamlet, todo él es una duda. Duda si es mejor una ínsula o volverse a casa, ante el banquete del escudero del Bosque duda de las leyes de caballería y por dudar creo que duda hasta si es escudero el escudero del Bosque, menos mal que una buena dormida con el estómago lleno la duda llega a ser menos duda.
..Y la visión tan diferentes que tienen ambos de sus Amos.. Sancho deja entrever, a pesar de todo, el cariño que profesa a DQ.. Interesante será la conversación que mantengan los Caballeros.
Besos, Pedro.
CAPÍTULO 2.13
Mientras que en el dinámico capítulo 12 se trataban varios temas diferentes, éste lo dedica C, por entero, a un entretenido diálogo entre escuderos. Lenguaje llano, pleno de refranes y expresiones populares que contribuyen a la comicidad del episodio. A estas alturas de la novela, S es un personaje que nos sorprende por su agilidad dialéctica, como cuando el escudero del bosque se hace eco del dicho bíblico: “comemos el pan con el sudor de nuestros rostros” y S lo completa añadiendo: “que lo comemos con el yelo de nuestros cuerpos”, que siempre mejora la posibilidad de que sea el viento el único sustento, como no les es ajeno a nuestros protagonistas.
El otro escudero del bosque trata en todo momento de sonsacar a S con asuntos que lo delatan, demuestra que sabe de S más de lo que aparenta (no debemos olvidar que las aventuras de la primera parte ya han sido publicadas). De otra forma no se entendería que le hablara de ínsulas, canonicatos, rocín y galgos… No hay un solo tema que no les concierna a nuestros héroes.
En esa línea, no se siente cómodo de que haya alguien que le intente convencer de las bondades de una vida hogareña, algo que él ha abandonado por el riesgo de las aventuras junto a su amo. Como tampoco le agrada que el recién llegado se refiera a su hija: “¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca!”, contestándole: “Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viviere” y le reprocha: “no me parecen muy concertadas esas palabras” viniendo de alguien criado entre caballeros andantes. Con relación a esto me gustaría señalar que aunque todas las notas a pie de página se empeñen en hacernos ver que la exclamación no tenía valor peyorativo en el XVII, que era una expresión de encarecimiento, al menos el escudero arriesgó al pronunciarla refiriéndose a la familia. Tenemos la reacción de S para corroborarlo, lo cual nos advierte del peligro de usar expresiones de doble sentido: éste cambia dependiendo del entorno, situación o circunstancias.
Otro aspecto a resaltar del episodio es la escasa presencia del narrador. Únicamente interviene al principio; para situarnos en la historia, al final; para decirnos que ya puede venir vino de Ciudad Real para quitarles la sed. Entre medias, un par de breves notas que acentúan la glotonería de S.
Si en algo es noble el del bosque es que no saca el vino para hacer hablar a S. Ya sabemos que cuando “entra el vino, el buen sentido se va; cuando entra el vino, los secretos se escapan.” Como dice el Talmud, pero que lo podría decir perfectamente la Bíblia, el Corán o cualquier otro libro de verdades universales y permanentes para los que en ellos creen. Tras el buen trato a la devota bota, solamente logra sonsacarle que él servirá a su amo hasta Zaragoza, después, Dios dirá.
Perdón, estoy sin tiempo.
Passo a dar-te un abrazo fuerte.
este verano mi hijo y yo hemos leído (yo releído)varios capítulos y seguimos en ello...
volver por aquí siempre es agradable e instructivo....
abrazos.
Y Sancho no deja de sorprenderme por esta madurez que demuestra en la tercera salida; y es que sabe que su amo está loco, pero su cariño a éste y otros deseos más mundanos le incitan a acompañarlo.
Por cierto Merche, yo también pensé en la cogorza que debieron pillar, seguro que el vino era peleón, jejeje.
Saludos
La importancia de una bota de buen vino desata lenguas, pasiones y grandes sueños en espera del acontecer implacable entre los dos caballeros.
Tal como se dice en el capitulo… ¡Vituperio no! Alabanza notable.
Otra gran capítulo para ser leído con mucha calma sin dejar ningún cabo suelto pues en el, los oscuros deseos de Sancho se vanaglorian ante su homónimo para darse mas importancia de la que realmente el sabe que tiene.
Un abrazo
Un buen tragao de vino, casi lo puede todo..me ha gustado como Cervantes enfrenta a dos escuderos, desnudando la persona de Sancho... que sin duda es un personaje...si el lector no se habá dado cuenta... lleno de ternura y bien hacer...saludos
CONVERSACION ENTRE CURRELAS:
1º)Lo primero es lo primero, quejarse del trabajo: Mucho trabajo, peligrosidad y por supuesto, poco suelto.
2º) La promoción profesional: muchas promesas y pocas realidades
3º) La especialización: el campo lego le parece a Sancho más a su alcance
4º) La jubilación anticipada: ¿a que se dedicarán? a la caza, la pesca y la familia.
5º) Las cargas familiares: tres perlas orientales en un caso y dos en el otro, eso sí una educada para condesa.
6º) Hablar mal del empresario: mentecato y loco D. Quijote, el otro bellaco y tonto,
De pronto Sancho hace una pirueta, se desdice de todo y define a Don Quijote con toda la ternura del mundo, da gusto leerlo termina con una declaración incondicional de cariño.“le quiero como a las telas de mi corazón”
Me ha gustado el toma y daca con el término hideputa.Como tantas veces en castellano según el tono, el contexto y la intención, puede ser una alabanza o un insulto. Pese a tan ponderada explicación, Sancho prefiere que la puteria sobrevuele sobre una familia que no sea la suya.
Hoy en dìa tampoco nos debemos sorprender cuando escuchamos, mayormente a jovenzuelos, decirse tras algùn èxito obtenido:(con perdón)pedazo de cabrón, o de hijop..; pero por muy "modernos" que queramos ser, al oído le propina un garrotazo. No nos acomodamos a convivir con groserías, será que uno ya va para viejo. Pero la costumbre, por lo que se ve, viene desde los tiempos de Cervantes.
He iniciado esta mañana mi comentario de esta manera:
CAP. (2) 13
“Divididos estaban en dos grupos, caballeros y escuderos” (los primeros bebiendo Cardhú en el Bar de oficiales, y los segundos tragando vino peleón en la cantina de los chusqueros), los más “probes” se contaban sus tristes vidas, que sólo a ellos podría interesar; los “pijos” hablaban de amores, plática que siempre se iniciaba con la resobada pregunta: “¿por ventura sois sois vos caballero enamorado?.
Se lamentaban los escuderos de su arrastrada vida, y el del Bosque añadió que “en verdad que comemos el pan en el sudor de nuestros rostros”. ¡¡Pues a menuda guarrada condenó dios a los hombres en el génesis de su existencia!!. Tomo el calificativo “guarrada” del volumen de memorias “Mira por dónde” de Fernando Savater, quien comienza el libro haciendo alusión a la citada condena bíblica: destaca la suerte que ha tenido de ganarse la vida sin tener que amasar el pan con el sudor de su frente (que menuda “guarrada” es ésto), ganándoselo limpiamente (cual maestros: Ojeda, Tucci, Abejita… jajaja) impartiendo clases y escribiendo libros.
El escudero del Bosque (no sé por qué en una sola ocasión se le llama de los Espejos) dice que con un canonicato quedará satisfecho por los servicios prestados a su amo. Sancho no se conforma con menudencias y aspira al gobierno de una ínsula. Y si no, al menos, a ver si encuentra otra bolsa de monedas extraviada, como la hallada en la Sierra Negra, cerca de la Peña Pobre.
Me voy al Word a seguir escribiendo..... Luego vuelvo con más
un coloquio de altura entre dos escuderos; Sancho está que se sale. Cervantes nos da muestras de su talla literaria. Un abrazo.
pues yo creo que la narración en el próximo capítulo nos hará saber quienes son el tal Caballero del Bosque y su escudero... creo que son unas personas que aparecen para que Quijote y Sancho vuelvan a casa ¿será así?... a mí me llamó la atención la presencia de estos nuevos personajes.
biquiños,
CONTINUACIÒN:
Posteriormente, ambos escuderos hablan de sus retoños. El del bosque dice haber agarrado tres óvulos (marchosos) de su respectiva señora, “que tengo tres como tres orientales perlas”. Sancho por su parte, elogia a los dos suyos, Sanchico y Mari Sancha. Que a ella la está criando para condesa, pero que no recuerda bien si tiene 13 años o 17, alrededor de 15 debe de andar la cosa. Algún mozo del lugar seguro que lo sabe bien; y ha de saber, incluso, el día exacto que la visitó el nuncio (véase en Luces de Bohemia cuando Max Estrella está con la “pilingui”).
De estos y otros asuntos platicaban Sancho y el escudero del Bosque, cuando al de la Triste Figura se le quedaba la boca seca y “Escupía a menudo, al parecer un cierto género de saliva pegajosa y algo seca..”. En apercibiéndose su colega ecuderil de la lengua de anfibio que se le quedó a Sancho, le ofreció de un báquico elemento, que de él, una bota repleta tenía: “¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico!, sentenció Sancho sobre la calidad del vino. De Ciudad Real , sin duda, sería aquel caldo, acompañáronlo además del lomo de un gigante albiconejo.
Gran banquetazo se pegaron los dos, tras el cual, quedaron dormidos con la boca llena de carne de leporino a medio mascar.
Revulsiva Nota:
Como hoy es festivo en Priego, y ayer dejè hecha la plancha, he ido escribiendo y publicando en vivo y en directo.A solas, y cuando aùn no ha amanecido, me gusta màs; pero en dìa festivo.. pueden pensar mal de uno.
Saludos Pedro y Paseantes
Suscribo al comentario de MARGA que me gustó mucho.
Saludos a TODOS, abrazo a tí.
Y sí, "Trabajamos dijo el mosquito sobre el buey arando" Gracias MARGA.
Excelente capítulo y gran análisis. ¡Cuánto se goza con Cervantes!
Comentario al capítulo XIII del Quijote , segunda parte.
Lo divido en tres partes. Esta primera la titulo "Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas"
Caballeros y escuderos están divididos: los unos hablan de amores, los otros cuentan sus vidas. ¿Vidas sin amor? ¿Amores sin vida?
Aunque la clasista normativa establece que, en el género narrativo, “razonen” primero los amos, aquí lo hacen los criados. Cervantes se salta la norma para seguir su esquema: a continuación del diálogo de los “mozos”, los caballeros dialogan e inmediatamente pasan a la acción, sin interrupciones. Como escritor se disculpa, él sólo transcribe, ay Cide Hamete. Dejo constancia de que me sé la norma, parece que nos está diciendo. Y también me la salto cuando conviene, añadiría.
El del Bosque quiere que el de don Quijote reflexione acerca de su “trabajosa vida” de escudero, comiendo el pan aliñado “en el sudor” de sus rostros. A Sancho no le debe molestar mucho el sudor, antes se acuerda del “yelo” y nos sorprende la primera alusión a las inclemencias del tiempo, en esta obra. El frío, el calor y el “viento que sopla”, nada comparado con el hambre, que también hay mucho de eso.
El del Bosque empieza a tirarle de la lengua: el premio será una ínsula, un condado, un canonicato…Eso último, no, ya sabemos que lo eclesiástico no es del gusto de Sancho, él sueña con esa ínsula que, su “liberal” amo, le tiene prometida. Su colega le advierte, hay gobiernos insulanos “torcidos”, “pobres”, “malencónicos”. Y puesto que todos, incluso los mejores, traen quebraderos de cabeza e incomodidades, mejor estarían ambos en sus casas, con sus rocines, sus galgos y sus cañas de pescar.
Qué bien le está pintando a Sancho la vuelta a casa, nada le dice de los terrones que hay que destripar. Por cierto: ¿cómo se las arreglarían, en las faenas, Teresa y sus hijos casi niños, sin su padre? Bueno, no nos salgamos fuera del libro. Rocín, lo que se dice rocín, no tiene; pero le basta con su rucio, ay su rucio, lo que vale. En cuanto a los galgos, los hay sobrados en la aldea, menudos conciertos organizan las noches de luna llena. Ay, María Ángeles, otra vez pones un pie fuera del texto…
Un abrazo a todos los que pasáis por aquí.
Esta parte la titulo:
"...una muchacha a quien crío para condesa, si Dios fuere servido..."
A continuación, llega el momento de tocarle en su corazoncillo de padre y el del Bosque da en el blanco. Si éste tiene tres perlas, Sancho tiene dos, “especialmente una muchacha “a quien cría “para condesa”.
Su hijo varón no parece inspirarle ninguna ilusión de futuro, en unos tiempos en que las ilusiones se ponían en los hijos varones, a las hembras se las casaba, nada más. Fue Teresa Panza, en el capítulo V de esta segunda parte, la que nos habló del futuro de su hijo: “Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la Iglesia”. Nada más, apenas dos líneas.
Cervantes vivió rodeado de mujeres: esposa, hermana, hija natural y sobrina; sin hijos varones. Tal vez por eso, no se siente inspirado con el vástago del escudero.
La futura condesa tiene quince años, más o menos. Es alta, fresca y fuerte. Su padre la pinta tan bien que el escudero colega exclama: “¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca! “. Sancho se irrita, no recuerda que, en su día, él dedicó unas palabras semejantes a la también forzuda Aldonza-Dulcinea. Sobre todo no aguanta lo de “puta”, ni ella es puta, ni su madre…El del Bosque le explica que la expresión se usa para decir que algo está muy bien hecho, aunque parezca lo contrario.
De todas maneras, no gustan a Sancho tantas “puterías”. Y hablando de sus hijos se pone “malencónico” y saca fuera sus verdaderos sentimientos. En realidad, desea salir de este peligroso oficio y ver a sus hijos.
Otro abrazo
Este capítulo me recuerda a Cipión y Berganza -El coloquio de los perros-.
Depués de leer los comentarios, encabezado por el de Pedro, creo que hay poco que añadir.
Un abrazo.
Esta parte la titulo:
Aquellos cien ducados, el cariño de Sancho y una empanada bien regada.
Ahora reconoce que aquella bolsa de cien ducados, la de Sierra Morena, es el cebo. Desde entonces, el diablo alienta su ambición y ahora sueña con un talego lleno de doblones que lleva a su casa y ¡a vivir de las rentas! Es lo que hace llevaderos los trabajos, con un amo más loco que caballero. ¡Lo soltaste! Su colega manifiesta que más loco es el suyo, loco para que otro recupere el juicio. Y enamorado de una tal Casildea de Vandalia, la “más cruda y la más asada señora”, según las socarronas palabras escuderiles. Esta socarronería ¿a qué o quién os suena?
Sancho confía en consolarse con este colega que sirve “a un amo tan tonto” como el suyo. ¿Está llamando tonto a don Quijote? Pero, cuando el del Bosque califica de bellaco a su amo, el cariño sale a borbotones. Bellaco, ni hablar, incapaz de hacer mal, más sencillo que un niño…Y confiesa que le quiere y que, aunque haga disparates, no podrá dejarle. Mas el compañero le anima a retirarse porque es peligroso que el ciego guíe al ciego.
El “bosqueril escudero” nota que Sancho escupe a menudo y que la saliva sale espesita, mejor no nos imaginamos su color. Caritativo, ofrece unos buenos despegadores de lengua: una gran bota de vino y una hermosa empanada de un enorme conejo albar. Sancho está sorprendido. ¡Así cualquiera va a deshacer tuertos! ¡Con el repuesto de un general! Queso pétreo, un puñado de algarrobas y algunas nueces suelen contener sus alforjas… no siempre. En muchas ocasiones, se echa mano a tagarninas y piruétanos que la Madre Naturaleza ofrece. Es la dieta del caballero andante: “frutas secas” y “yerbas del campo”.
Sancho, a comer se ha dicho, que cuando te dan la vaquilla, corre con la soguilla. Pega grandes bocados y traga a oscuras. Empina la bota, con vocación de astrólogo, mirando a las estrellas durante un cuarto de hora. Y él, que se había ofendido por las expresiones puteriles, exclama, alabando el vino: “¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico!”. Está demostrado, lo de hijo puta puede ser una alabanza y Sancho ha de reconocerlo así.
Además, demuestra ser un buen catador de vinos, adivinando que lo de la bota es viejo y de Ciudad Real. No en balde, y según cuenta, de su familia paterna fueron dos excelentes catavinos o “mojones”, los mejores que vio la Mancha en muchos años. Cervantes, en cuya cabeza bullen miles de historias, convierte a éstos en protagonistas de un pequeño cuento que cierra el capítulo. Uno afirmaba que el vino sabía a hierro y otro aseguraba que su sabor era el del cordobán. Al final, se vacía la cuba y tenían razón los dos: había en el fondo una llave con una correa de cordobán.
El del Bosque insiste en que ambos deben dejar las aventuras. Sancho fija un plazo, servirá a su amo hasta que llegue a Zaragoza. Hablan y beben tanto que el sueño les ata las lenguas. Se quedan como troncos, con trozos de la empanada a medio mascar. Queda pendiente lo de los caballeros…
Otro abrazo
Hola Pedro:
Por si te interesa hice hace tiempo un post sobre la gran influencia que los libros de caballerías tuvieron en la conquista de América.
Un saludo desde Historia Infinita
como bien dices, Sancho peca de imprudente. No me gusta nada el otro escudero, le ha soltado la lengua con la bota y la empanada... grgrgrgr (es un confesor en toda la regla.. ¿no lo enviará el cura del pueblo?)
Es muy emocionante el descubrimiento de la grandeza de Sancho respecto a sus sentimientos.
Qué difícil resulta tejer tantos diálogos con dichos y diretes. Éste para aplicárnoslo en todo:
"y, pues tenemos hogazas, no busquemos tortas"
Las razones de Sancho justifican el idealismo como motor de la vida, porque día que echemos cuentas si nos compensa más estar dando tumbos por esos caminos que quedarnos en casa...
Un abrazo.
No sé por qué me da que este escudero del Bosque, con esa insistencia de "volver a sus querencias", o bien es el bachiller Carrasco o tiene algo que ver con él.
Besos
Publicar un comentario